Hoy es 19 de noviembre. Faltan cinco días para el balotaje.

Las referencias desde los partidos a cuestiones programáticas suelen tener una versión razonable y otra que se subordina al objetivo de ganar votos y evitar perderlos. Esta última gana terreno a medida que se acercan las elecciones, en algunos partidos más temprano y en otros más tarde. Cuando se viene una segunda vuelta por la presidencia y el grupo de votantes todavía en disputa tiene bajos niveles de información y de interés en la política, el discurso programático se mueve hacia el terreno del “sentido común” más convencional. Es el caso del compromiso de “no subir los impuestos”.

Álvaro Delgado y el resto del oficialismo no vacilaron en proclamar este compromiso hace meses, en sintonía con un discurso ideológico internacional que criminaliza la política impositiva y promete un improbable futuro feliz en el que el Estado “no le robe a la gente el fruto de su esfuerzo”. En el Frente Amplio (FA) prevaleció durante un buen tiempo el criterio prudente de señalar que, aun con la intención más firme de no aumentar la carga tributaria, durante un quinquenio de gobierno pueden darse situaciones imprevistas que exijan reforzar los ingresos del Estado.

Por otra parte, es un hecho que varias de las nuevas políticas prometidas desde ambos lados requieren financiamiento, y la experiencia de los últimos cinco años demostró que no basta con “gastar mejor” y evitar presuntos “despilfarros” para que los recursos disponibles crezcan en forma significativa. Además, los impuestos no necesariamente suben o bajan para el conjunto de la población: la recaudación puede crecer con tasas diferenciadas, que hagan pagar más sólo a quienes tienen mayor capacidad de contribuir y menos al resto.

Sin embargo, en el debate del domingo, ante la insistencia de Delgado en atribuirle al FA una intención oculta de castigar a toda la población con aumentos de impuestos, Yamandú Orsi se comprometió en general a no recorrer ese camino, y ayer lo reiteró.

Es posible que en esta decisión haya pesado una interpretación de lo que sucedió en 1999, cuando se realizó por primera vez un balotaje, entre el frenteamplista Tabaré Vázquez y el colorado Jorge Batlle. Este inició después de la primera vuelta una campaña muy dura y exagerada de ataques contra el impuesto a la renta de las personas físicas (IRPF) previsto en el programa del FA, con la consigna “No más impuestos”.

En realidad, el IRPF aliviaba la carga para la mayoría de quienes pagaban el impuesto a las retribuciones personales (IRP), pero el FA no fue capaz de transmitir esto en forma convincente durante noviembre de 1999.

Con el paso de los años, se ha instalado la idea de que el FA perdió aquel primer balotaje por el “error” de haber incluido una mención al IRPF en su programa. Sin embargo, parece mucho más verosímil que lo haya perdido porque no pudo remontar una distancia de 15 puntos porcentuales y ni siquiera se sintió capaz de hacerlo. Los votos a Batlle y al nacionalista Luis Alberto Lacalle Herrera en octubre habían sumado cerca de 54%, y Vázquez había logrado 39%.

Por cierto, Batlle creó nuevos impuestos y aumentó tasas de los que ya existían, entre ellos el IRP, aun antes de la crisis de 2002.

Hasta mañana.