Hoy es 15 de noviembre. Faltan nueve días para el balotaje.

Dicen que la primera víctima de la guerra es la verdad, y esto también se aplica, con cierta frecuencia, al manejo de datos en las campañas electorales.

Como publicamos el martes de esta semana, el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT elaboró un informe sobre la evolución reciente de la masa salarial (el total de dinero que se paga en salarios a los trabajadores dependientes públicos y privados) en relación con el producto interno bruto (PIB). Es un indicador importante, porque nos aproxima a comprender qué parte de la riqueza generada en el país queda en poder de los trabajadores, pero considerarlo en una serie larga implica una dificultad técnica.

El cálculo de la masa salarial requiere información sobre el número de trabajadores asalariados, que se toma de la encuesta continua de hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y en 2021 cambió la metodología de esta encuesta. El Cuesta Duarte dejó constancia de la dificultad y aclaró que había realizado sus cálculos trabajando “para los años más recientes con los indicadores que surgen de la metodología anterior”.

Con ese procedimiento, el Cuesta Duarte concluyó que la relación entre la masa salarial y el PIB fue un poco mayor en 2019 que en 2023. Luego, varias figuras del oficialismo, entre ellas la exprecandidata nacionalista Laura Raffo, arremetieron contra el informe sindical y sostuvieron que, con los datos aportados por la nueva metodología del INE, la relación entre masa salarial y PIB de 2023 fue mayor que la de 2019.

Es obvia la cuestión política en juego, a pocos días de la segunda vuelta de las elecciones nacionales, porque lo que se discute tiene que ver con la evolución de la desigualdad social durante el actual período de gobierno. De todos modos, otros indicadores sobre los que no hay discusión técnica señalan que la desigualdad aumentó, y esto se ve con facilidad, por ejemplo, si tenemos en cuenta que el promedio del salario real disminuyó mientras el PIB crecía.

Hay un plano de discusión técnica con argumentos difíciles de entender para quienes no son especialistas. Las autoridades del INE señalaron que la nueva metodología de la encuesta continua de hogares es un avance en lo referido a la información que releva y a su precisión, pero que el costo del cambio fue perder la posibilidad de comparar con precisión los resultados de dos procedimientos distintos. Esto cuestiona tanto los cálculos del Cuesta Duarte como los de Raffo y otros dirigentes oficialistas, pero en el INE, con comprensible prudencia, prefirieron no opinar sobre el posible margen de error de unos y otros.

En todo caso, el plano de discusión puramente política ha sido lamentable. El presidente Luis Lacalle Pou, que por cierto no tiene formación en estadística pura ni aplicada, decidió atribuirle al Cuesta Duarte la intención de cuestionar el trabajo del INE, cosa que de ningún modo sucedió, como saben bien los técnicos de ambas instituciones. En cambio, el mensaje presidencial tuvo el efecto, muy dañino, de presentar un debate técnico como si fuera una confrontación politizada sobre la validez de las estadísticas oficiales. Menos mal que la campaña ya va a terminar.

Hasta el lunes.