Estoy en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, aka Puan. Junto con un colega, dictamos un seminario extracurricular sobre las relaciones entre literatura y fascismo. Discutimos con los alumnos las narrativas paranoicas; hablamos de Los protocolos de los sabios de Sion, texto fundamental del antisemitismo del siglo XX, y nos detenemos en las formas actuales de la conspiranoia de las derechas: los chemtrails (químicos que serían esparcidos por los aviones desde gran altura para envenenar a la población), le grand remplacement (un plan para sustituir a toda la población blanca europea por inmigrantes africanos) o el Pizzagate (rumor puesto a circular por la alt-right estadounidense según el cual en una serie de locales de pizza funcionaría una red oculta de pedofilia dirigida por Hillary Clinton y otros políticos demócratas). Una de las alumnas del seminario es docente en una escuela secundaria de una zona de clase media baja y nos cuenta que varios de sus alumnos creen en una narración que circula por internet (reels, posteos de Facebook, TikTok): los desaparecidos (es decir, las víctimas de la represión ilegal de la última y más sangrienta dictadura argentina) no están muertos y en realidad están orbitando en una nave espacial; fueron criogenizados y serán descongelados después del apocalipsis; iniciarán una nueva civilización, luego de la extinción del resto de los humanos (no queda claro si los desaparecidos criogenizados serán los ejecutores del asesinato masivo); según parece, producto del congelamiento, cuando bajen para iniciar la nueva civilización tendrán la misma apariencia que tenían cuando fueron secuestrados —o más bien abducidos— de jóvenes.
Segunda anécdota: una trabajadora doméstica le cuenta a un conocido que las vacunas contra la covid-19 tienen chips que permiten controlar a la población; el día del Apocalipsis, todos los vacunados serán llamados al cielo y sólo quedará su ropa, flotando sola y vacía, conservando, eso sí, la forma de los cuerpos. Los verdaderos salvados (es decir, los no vacunados) quedarán en la Tierra. El detalle de la ropa me llama la atención porque me hace acordar a la versión de La guerra de los mundos de 2005, dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Cruise, en la cual el rayo alienígena desintegra la carne pero deja intactos (también) camisas y pantalones. Aparentemente, esta narración apocalíptica, que es como una versión potenciada de las narraciones paranoicas que denunciaban la así llamada “plandemia”, formaría parte de algunos circuitos de socialización evangélicos y se habría difundido por cadenas de WhatsApp; mi conocido me dice con alguna inquietud que la trabajadora que le contó esta historia parecía creer en ella.
Ambas narraciones parecen extrañas y nos cuesta creer que alguien les dé crédito, pero lo cierto es que reactualizan núcleos centrales del diccionario conceptual moderno y de la historia reciente. Aparecen cuestiones tales como el fin de los tiempos, la eugenesia, el control de la población por parte del Estado, la definición de comunidad, la regeneración histórica, la tensión individuo-sociedad, la experiencia de la crisis, el sentido de la historia, así como la violencia política de los setenta y las discusiones en torno a la memoria de esos años. Estas narraciones, que son verosímiles para algunos grupos o individuos, son relatos políticos, en el sentido de que interpelan (de forma delirante pero eficaz) aspectos centrales del pasado, del presente y del futuro. En la primera narración encontramos una relectura en clave de ciencia ficción de la violencia política, teñida de cierta ambigüedad ideológica: con mi alumna del seminario discutimos, sin arribar a una conclusión definitiva, si se trata de una narración de “izquierda” o de “derecha”. No se comprende (al menos en la versión del mito que mi alumna y yo manejamos) si los desaparecidos son ángeles benéficos que vendrán a regenerar la Tierra o si se trata de una versión apenas enmascarada del “están paseando por Europa” que propalaban las usinas informativas de la dictadura. Tampoco parece del todo clara la responsabilidad de estos desaparecidos criogenizados en el exterminio de la especie humana: ¿se trataría de una asociación entre militancia de izquierdas y exterminio que supone una crítica a la violencia revolucionaria? Pero lo cierto es que, más allá de esta ambigüedad, se reconocen de forma nítida elementos de los discursos de las derechas: el Apocalipsis, la regeneración mediante la violencia, el reemplazo de una población por otra, el futuro imaginado en clave conspiranoica.
Estas narraciones siguen una cierta regularidad; para usar de modo libre categorías de la lingüística, estos relatos son realizaciones sintagmáticas del paradigma, es decir, del léxico conceptual, de la lengua de la derecha, sólo que estos sintagmas están enunciados en estos casos de manera “salvaje” (es decir, sin los controles epistemológicos de los géneros discursivos universitarios o cultos). Dicho de otro modo: lo que en principio parece puro caos mental producto de la “irracionalidad” tiene en realidad la consistencia de un mito; más allá del “sinsentido”, se pueden rastrear tópicos y articulaciones que organizan estas narraciones y hacen verosímiles estos relatos. Las derechas producen discurso, lo cual significa que sueñan y hacen soñar, tal como se advierte en El Tercer Reich de los sueños, de Charlotte Beradt, texto de los sesenta que recoge y analiza sueños soñados en la Alemania hitlerista entre los años 1933 y 1939. Sobre este libro, traducido al castellano en 2019 por la editorial chilena LOM, se ha registrado, sintomáticamente, una cierta insistencia crítica en la Argentina de los últimos años: véanse las lecturas de Claudia Bacci, Abel Gilbert, Julián Axat y Lucía Brienza. Estas narraciones podrán parecer delirios, pero lo cierto es que son pequeñas miniaturas desde las cuales puede leerse la historia con mayúscula; en esos materiales el crítico cultural devenido chiffonnier, como diría Benjamin (y nosotros podríamos traducir ‘trapero’ o ‘cartonero’), puede encontrar conceptos fundamentales de la época.
Otro material de gran interés para el crítico cultural son los géneros literarios desvalorizados o menores, que quedan por debajo del radar de la crítica literaria. Piénsese en la autoayuda financiera (rubro en el que podría incluirse la ficción distópica La rebelión de Atlas [1957], de Ayn Rand) o, ya que estamos hablando de distopías, en algunos textos de ciencia ficción como Las feministas las prefieren muertas (2018), de Miss Andry (un evidente seudónimo), que narra un futuro terrorífico en el cual la civilización occidental ha sucumbido por culpa del feminismo y el comunismo. Estos textos “sin calidad” condensan importantes sentidos de la época, tal como ha demostrado para el caso de la autoayuda financiera en general, y de Ayn Rand en particular, Daniel Fridman en El sueño de vivir sin trabajar (2019). Las lenguas de las derechas (por que no es una sola lengua, sino varias) tienen muchas realizaciones históricas, en diversos géneros discursivos y soportes. Y, como todo discurso, estos relatos buscan producir algún tipo de persuasión, es decir, incitar a la creencia.
Decadentes y afeminados
Sobre la figura de Javier Milei ya todo parece haber sido dicho: hay análisis para los gustos más variados, que van desde cuestiones sociológicas y políticas del contexto local hasta enfoques que sitúan el fenómeno a escala latinoamericana o transnacional. Ha surgido una verdadera “mileología”, con voces venidas desde el periodismo y la academia. Uno de los tópicos recurrentes es la psicopatologización del discurso mileísta y de sus votantes, según se advierte en el best seller internacional El loco (2023), de José Luis González. Lo cierto es que el discurso de este nuevo fenómeno político se inscribe en configuraciones más generales de las derechas; incluso la aparente “locura” forma parte de las estrategias comunicacionales de las derechas 2.0 (Forti, Riorda) y el propio tono “transgresor” es expresión de la “rebeldía de derecha” analizada con tanta precisión por Pablo Stefanoni (2021). Cada meme o comentario de X (ex-Twitter), por azaroso o sorprendente que parezca, puede comprenderse como una pequeña actualización del léxico del discurso libertario, que, con sus fantasías y narrativas, propone el refuerzo de las jerarquías de clase y de género, tal como explican las columnas sobre la comunicación gubernamental escritas por Nicolás Canedo para elDiarioAR. Estas pequeñas intervenciones digitales, repetidas hasta el infinito, se articulan, por un lado, con un vasto mundo de referencias intelectuales y librescas analizado por el mencionado Stefanoni y por Saferstein, y, por el otro, con la historia de larga duración de las derechas argentinas y latinoamericanas que ha sido estudiada por Echeverría, Vicente y Bohoslavsky.
Las formas mínimas del discurso de las derechas se entrelazan constantemente con las narrativas de larga duración; esa es una de las claves de la eficacia, es decir, de la producción de verosimilitud. Un caso de estudio interesantísimo para comprender este entrelazamiento es la narrativa de la decadencia, omnipresente en los discursos de las viejas y las nuevas derechas. Este mito enhebra ocurrencias que, tomadas de forma aislada, pueden parecer delirantes, pero leídas en serie configuran un sentido. El mito de la decadencia es uno de los más perdurables de la tradición occidental. Si vamos a las fuentes grecolatinas, nos encontramos una y otra vez con narraciones sobre una edad de oro en la que no existían los males. Este relato está estrechamente relacionado con la economía: en muchas narrativas sobre la decadencia (empezando por Los trabajos y los días, de Hesíodo) el empeoramiento tiene que ver con una suerte de desarreglo económico, que a su vez supone el triunfo de la apariencia sobre la realidad y el surgimiento de deseos fuera de los límites considerados naturales. Esta narrativa sirvió a lo largo de los siglos para interpretar diversas crisis históricas, por ejemplo, la caída del Imperio Romano de Occidente. A partir del siglo XX las narrativas decadentistas fueron definitivamente desacreditadas por la historiografía como instrumento para comprender el pasaje de la Antigüedad Tardía a la Alta Edad Media. Por supuesto, desatento a toda discusión erudita, el mito de la decadencia romana sigue moldeando la imaginación cultural: piénsese, por ejemplo, en el emperador feminizado e incestuoso (llamado precisamente Commodus) que se opone a Maximus, el heroico soldado encarnado por un Russell Crowe todavía musculoso, en Gladiator (2000). El relato de la decadencia, con su carga de ambigüedad, es uno de los mitos más polimorfos de la modernidad, y de hecho ha nutrido grandes realizaciones del arte de los siglos XIX y XX, como se advierte en las obras de Joris-Karl Huysmans, Thomas Mann y Hugo von Hofmannsthal. Las narrativas de la decadencia desbordan ampliamente el universo de las derechas, pero las derechas suelen recurrir a ellas como elemento central de sus explicaciones. En tanto narrativa difundida y más o menos aceptada, el relato de la decadencia produce persuasión. Las derechas actuales reformulan temas del imaginario decadentista, algo que por lo demás ya se advertía en las derechas nacionalistas, como expuso en un célebre texto el historiador Halperín Donghi, y liberal-conservadoras argentinas, según ha estudiado el mencionado Vicente en algunas figuras cercanas a la última dictadura. De hecho, uno de los tópicos fundamentales de las antiguas narrativas de la decadencia es la confusión de las jerarquías naturales que dividen lo humano de lo animal y a los animales entre sí, de la que se deriva la necesidad de volver a poner orden. En la memología libertaria, que repite la imagen del león impertérrito que coloca a las ratas chillonas en su lugar, se advierte esta alegorización en clave animal.
Para todas las clases sociales
Un análisis de los discursos de las nuevas derechas en ningún caso puede arrojar (solamente) como saldo la constatación de la irracionalidad. Del mismo modo, tampoco puede creerse que la lengua de las derechas sólo habla en formas populares o no legitimadas. La construcción de creencias sociales es un proceso complejo, que supone negociaciones entre distintos actores por arriba y por abajo. En este punto, como suele advertir Morresi, no hay una “internacional negra” que coordine una agenda común, sino más bien la confluencia contingente de una pluralidad de redes y actores, cada uno de los cuales enuncia una apropiación particular de la lengua derechista. Se debe considerar, pues, el solapamiento entre diversos registros culturales; por ejemplo, el tópico de la decadencia vuelve en los infinitos memes “perro grande/perro chico”, que comparan una hipotética fortaleza ancestral con un presente de debilidad, a menudo imaginado en términos de “feminización”, pero esta lectura “por derecha” se advierte también en discursos más sofisticados. Tomemos por ejemplo el caso de la serie Bellas artes (2024), dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat y emitida por Star+. La serie plantea la decadencia del arte moderno, es decir, de una tradición de ruptura que se iniciaría con las vanguardias históricas del siglo XX y sería muy superior a las producciones de nuestro contemporáneo siglo XXI. A diferencia de otras producciones de la dupla Cohn-Duprat (El hombre de al lado, El artista, Todo sobre el asado) en las que la ironía implicaba importantes dosis de ambigüedad ideológica, aquí estamos ante una narración decadentista que, a tono con el Zeitgeist antiwoke, ofrece contrastes bastante claros. Según la serie, la buena tradición rupturista de las grandes obras (occidentales) del siglo XX estaría ahora amenazada por mujeres, sindicalistas e inmigrantes, colectivos que son retratados como ventajeros o parasitarios. A la ridiculización de los africanos, apenas disfrazada de irreverencia cool, debemos sumar que se burla de China, según se advierte en la escena en que el funeral de un artista mediocre es presentado como una performance sobre la muerte del arte para crédulos orientales, que, como se sabe, no entienden nada y, por tanto, se tragan el engaño (la escena, digamos de paso, podría oponerse al cosmopolitismo universalista de Il sol dell'avvenire, la última película de Nanni Moretti, en la cual quienes realmente entienden el guion que está filmando el director italiano son los productores surcoreanos). Se advierte en Bellas artes, en un formato más cuidado, el mismo antiwokismo que recorre tantas execraciones derechistas por la pérdida de los viejos valores de Occidente; véase, por ejemplo, La neoinquisición. Persecución, censura y decadencia cultural en el siglo XXI (2020), del escritor chileno de ultraderecha Axel Kaiser, quien también argumenta que el feminismo ha terminado por destruir el arte occidental. Tampoco falta en Bellas artes el antiintelectualismo: el discurso de la crítica de arte es pintado, en el mejor de los casos, como estúpido y en el peor, como corrupto. El discurso de la decadencia admite amplias modulaciones: una ficción clásica de esteta, Gruppo di famiglia in un interno (1974), de Luchino Visconti, por caso, supone una crítica al mundo burgués y al mercado. No es el caso de Bellas artes, que orienta la narrativa de la decadencia en una dirección antiwokista acudiendo a tópicos tales como la crítica al feminismo, el antiizquierdismo y la defensa de los valores de “Europa” frente a la inmigración. El tráiler más repetido de la serie es una escena en la cual su protagonista, encarnado por el actor argentino Oscar Martínez, sueña con asesinar a ecologistas que tiran pintura sobre un cuadro. El tráiler, que expresa el deseo de eliminación del wokismo (y de los wokistas), fue puesto a circular en redes sociales y se convirtió, previsiblemente, en un disparador de afectos negativos contra “los zurdos”; las entusiastas respuestas en X reproducen ese “ellos y nosotros” del que hablan Calvo y Aruguete (2023), que se monta en la dialéctica del resentimiento descripta por Vogl (2023). Esta serie forma parte (de manera soft, podríamos decir) de la nueva sensibilidad antiprogresista. En este sentido, articula sentidos ya presentes en la época, que encontrarán una enunciación menos oblicua en los discursos más confrontativos de la “batalla cultural”. Me interesa sobre todo destacar en este caso cómo la “rebeldía de derecha” recorre zonas discursivas diversas: el arte canonizado de los grandes museos, la industria audiovisual (la serie fue emitida por Star+), el tráiler devenido meme antiwokista cercano al lenguaje de las redes sociales estadounidenses vinculadas a la alt-right, reddit y 4chan. Este entrelazamiento no es extraño, dado que la persuasión de las narrativas derechistas se apoya en la circulación y la resignificación en registros heterogéneos.
Todos estos artefactos culturales, desde los relatos conspiranoicos sobre las vacunas hasta una serie con un tráiler que incluye un sueño en el que se asesina a activistas contra el cambio climático, parecen hablar una lengua en común. Y es necesario prestarles atención a estos aspectos discursivos, dado que las derechas, como explican los autores del libro Está entre nosotros (2023), no pueden reducirse a una mera máscara de los intereses materiales de las clases dominantes, sino que son también un modo de narrar la política y la vida. Y cada discurso supone una retórica, es decir, estrategias de lenguaje que producen persuasión y, por tanto, creencia.
Mariano Sverdloff es doctor en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y en la actualidad investiga las relaciones entre las derechas y la literatura.
Para seguir leyendo
- Adamovsky, Ezequiel. Del antiperonismo al individualismo autoritario. Ensayos e intervenciones (2015-2023). San Martín: UNSAM Edita, 2023.
- Aruguete, Natalia y Calvo, Ernesto. Nosotros contra ellos. Cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros. Buenos Aires: Siglo XXI, 2023.
- Bohoslavsky, Ernesto; Echeverría, Olga Inés y Vicente, Martín (coords.). Las derechas argentinas en el siglo XX (2 tomos). Tandil: UNICEN, 2021/2023.
- Bohoslavsky, Ernesto. Historia mínima de las derechas latinoamericanas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo, 2023.
- Finchelstein, Federico. The Wannabe Fascists: A Guide to Understanding the Greatest Threat to Democracy. Berkeley: University of California Press, 2024.
- Forti, Steven. Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, prólogo de Enric Juliana. Siglo XXI de España Editores: Madrid, 2021.
- Fridman, Daniel. El sueño de vivir sin trabajar. Una sociología del emprendedorismo, la autoayuda financiera y el nuevo individuo del siglo XXI. Buenos Aires: Siglo XXI, 2019.
- González, Juan Luis. El loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina. Buenos Aires: Planeta, 2023.
- Marey, Macarena. “Democracia y ‘acumulación por desposesión’”, en Jacobin (7/1/2024). Accesible en https://jacobinlat.com/2024/01/07/democracia-y-acumulacion-por-desposesion/.
- Riorda, Mario. “El brutalismo comunicativo de Milei”, en Anfibia (15/3/2024). Accesible en https://www.revistaanfibia.com/el-brutalismo-comunicativo-de-milei/.
- Saferstein, Ezequiel y Stefanoni, Pablo. “Edición y reacción. Cómo la batalla cultural antiprogresista argentina se despliega (también) en los libros”, en Estudos Ibero-Americanos vol. 49, n.o 1 (enero-diciembre de 2023), págs. 1-18.
- Semán, Pablo (coord.). Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? Buenos Aires: Siglo XXI, 2023.
- Solano Gallego, Esther (coord.). El odio como política: la reinvención de las derechas en Brasil. Pamplona: Katakrak, 2018.
- Stefanoni, Pablo. ¿La rebeldía se volvió de derecha? Buenos Aires: Siglo XXI, 2021.
- Vogl, Joseph. Capital y resentimiento. Una breve teoría del presente, trad. de Mariana Dimópulos. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2023.