Hoy es 28 de agosto. Faltan 60 días para las elecciones nacionales.

El nivel de expectativa que venía generando el ingreso de la periodista Blanca Rodríguez a la actividad política es proporcional al impacto que se espera que tenga no sólo en el actual ciclo electoral, sino en los años por venir. El evento abre numerosas incógnitas –para algunos tendrá contornos de esperanza y para otros adoptará formas distintas– porque ciertamente es inédito, pero se podrían consignar algunos antecedentes.

En 1984, por ejemplo, el entorno del Partido Comunista, cercado por proscripciones y guiado por estrategias de alianzas que venía utilizando desde mediados de aquel siglo, llevó como primer candidato al Senado de la lista 10.001 al periodista radial Germán Araujo, de gran popularidad como figura opositora a la dictadura, aunque sin filiación partidaria reconocible hasta entonces. Saltándonos varias décadas, también podemos recordar el reciente arribo a la actividad política de comunicadores como Gerardo Sotelo, Mónica Bottero y María Inés Obaldía.

Por otro lado, también habría que anotar que desde su fundación, el Frente Amplio ha sido un espacio de acogida para personas provenientes de otras tiendas políticas (hasta no hace mucho, era común referirse al Frente como “la coalición”, para remarcar que había nacido como la unión de los partidos clásicos de izquierda y los sectores progresistas de los partidos Colorado y Nacional) y de otros ámbitos de la actividad pública. En las últimas décadas, pueden contarse por centenas los dirigentes y las configuraciones electorales (Encuentro Progresista, Nueva Mayoría) que fueron alimentando ese proceso de acumulación. Aunque no tan sorpresiva como la de Blanca Rodríguez, la propia llegada al Frente Amplio de su actual presidente, Fernando Pereira, de destacada trayectoria sindical, es parte del mismo movimiento prolongado.

Es indiscutible que, en este siglo, el sector frenteamplista que ha practicado más activamente esa estrategia centrípeta es el MPP. En su discurso de ayer, su líder, el expresidente José Mujica, y la ex vicepresidenta Lucía Topolanksy nombraron o aludieron a algunas de las muchas figuras que fueron incorporadas, coyuntural o sostenidamente, al MPP y a su Espacio 609 –Alberto Couriel, frenteamplista independiente, Alfredo Fratti, de la Federación Rural, Constanza Moreira, destacada en la academia, Víctor Vaillant, de origen colorado– y también podrían haber mencionado a muchos otros (entre ellos, la independiente Carolina Cosse y el nacionalista Jorge Saravia).

La de ayer en La Huella de Seregni fue, indudablemente, la incorporación más resonante a ese grupo heterogéneo que tiene a Mujica como cabeza y corazón. Lo hubiera sido de cualquier modo, dada la enorme popularidad de Blanca Rodríguez, pero a partir de ahora también lo es debido a las promesas que encierran el entusiasmo y las ideas –feminismo, cristianismo, dialoguismo– con los que la flamante aspirante al Senado se propone incidir en la política uruguaya.

Hasta mañana.