Hoy es 12 de agosto. Faltan 76 días para las elecciones nacionales.

En este período de gobierno, la orientación de trabajo del Ministerio del Interior en lo referido al narcotráfico le ha dado una notoria prioridad al trabajo policial para cerrar “bocas” de venta minorista. En numerosas oportunidades se ha reivindicado la cantidad de este tipo de operativos como un éxito sin precedentes, pero a la vez es evidente que el avance en Uruguay del narcotráfico y de la trama de crimen organizado de la que forma parte no se han frenado, sino que muestran un preocupante crecimiento.

Las autoridades han intentado convencernos de que el incremento de la violencia y los homicidios es una consecuencia indeseable del “éxito” en el combate a la venta minorista, pero en lo que tiene que ver específicamente con las “bocas” corresponde preguntarse si en estos años su número disminuyó, se mantuvo o creció. Si el poder del crimen organizado en los territorios disminuyó, se mantuvo o creció. La población de cada barrio lo sabe y no tiene motivos para festejar.

Sin embargo, desde el oficialismo no sólo se insiste con la misma orientación, sino que además se impulsa nada menos que una reforma constitucional para permitir los allanamientos nocturnos, a fin de potenciar el combate a las “bocas”. Según el diccionario de la Real Academia Española, “contumacia” significa “tenacidad y dureza en mantener un error”.

Quienes están convencidos de que el Frente Amplio no sabe o no quiere combatir el delito quizá descarten de antemano lo que plantean Yamandú Orsi, Charles Carrera o Jorge Díaz, pero el prejuicio no les quita peso a sus argumentos.

Es preciso plantearnos preguntas simples. ¿Hay alguna posibilidad, a partir de la experiencia en otros países o por lo menos en teoría, de que los allanamientos nocturnos eliminen la existencia de “bocas”? ¿Tiene sentido imaginar que con ellas se extinguirán el narcotráfico y la violencia que trae consigo?

Las respuestas son obvias y negativas, pero puede haber quienes piensen que, si bien los allanamientos nocturnos no van a producir resultados tan drásticos, pueden contribuir a que la “guerra al narcotráfico” avance en términos relativos. El problema es que ni la teoría ni la práctica internacional indican eso, y además se trata de un tipo de operativo poco usado en otros países contra la venta de drogas al por menor, debido a que implica riesgos importantes, aun con recursos tecnológicos muy superiores a los que posee la Policía uruguaya.

Como han señalado varias veces los sindicatos policiales, irrumpir por la noche en una vivienda desconocida, donde puede haber personas armadas, aumenta gravemente el peligro de bajas para funcionarios y vecinos, y disminuye la probabilidad de hallar las pruebas necesarias para lograr imputaciones y condenas. Conseguirlas depende ante todo de tareas de inteligencia e investigación, y si estas se llevan a cabo en forma adecuada, muy rara vez se justifica el riesgo de un procedimiento nocturno.

Las promesas livianas pueden parecer creíbles, en especial para la gente angustiada y agobiada por la inseguridad, pero no hay soluciones milagrosas, y menos aún si se insiste con recetas fallidas.

Hasta mañana.