Hoy es 19 de agosto. Faltan 69 días para las elecciones nacionales.

La Convención Nacional del Partido Colorado se reunió el sábado para proclamar la fórmula integrada por Andrés Ojeda y Robert Silva, y el flamante candidato a la presidencia de la República reiteró una práctica frecuente en esta campaña. A falta de propuestas (más allá de la de lograr que el Frente Amplio no gane las elecciones nacionales), se dedicó a desparramar alegremente adjetivos, no sólo sobre sus adversarios frenteamplistas, sino también sobre el PIT-CNT, al que llamó “rancio”, “regresivo”, “sesentista” y “bolivariano”, sin molestarse en fundamentar la descalificación.

Ojeda insiste en que él es el futuro y sus competidores (incluso los oficialistas) son el pasado. Sin embargo, emplea recursos muy trillados, que no son “bolivarianos”, pero sí “rancios”, “regresivos” e incluso “sesentistas”, pero de la derecha sesentista. Esa que atemorizaba a la población desprevenida atribuyéndole a la izquierda intenciones de “mandar a los niños a Rusia” o de separar a Uruguay en dos con un muro como el de Berlín (en ambos casos, no se sabía para qué).

Son los mismos recursos que constituyen desde hace años, por ejemplo, el arsenal básico y casi único de la senadora nacionalista Graciela Bianchi.

La semana pasada, Bianchi, como en varias otras ocasiones, tuiteó una noticia falsificada: una presunta captura de pantalla del diario El País con la imagen del senador frenteamplista Óscar Andrade y, entre comillas, la frase “Desde el Partido Comunista queremos para Uruguay el modelo de Maduro”. Todo esto acompañado por el comentario de la legisladora: “Estas declaraciones (de ser ciertas) ameritan el más firme rechazo y me genera vergüenza tener que compartir el Senado con Andrade”.

La novedad fue que dos días después, entrevistada en el programa Se arregla el mundo de FM Hit, Bianchi reconoció con descaro que la había difundido “a propósito”, y afirmó que lo que le importa no es la veracidad, sino “el efecto” de algo que “puede ser cierto”. Aparentemente, ella considera que lo que hizo fue gracioso, porque mientras daba estas explicaciones –de algún modo hay que llamarlas– se reía.

El mismo día, también se rio el candidato nacionalista, Álvaro Delgado, cuando le preguntaron sobre la actividad de Bianchi en redes sociales, durante una entrevista emitida por el programa Punto de encuentro, de Radio Universal. De lo que hace la senadora, con la que comparte partido y sector, no opinó, y se limitó a sostener que él siempre cuida “las formas” para “no perder la capacidad de diálogo”, aunque se ubica en el terreno de “la libertad” y en el criterio de que “cada uno puede hacer lo que quiera” si es “grande”.

El problema no son las formas, sino los contenidos. “El efecto” causado por Bianchi no es sólo calumniar a Andrade. También alimenta en muchas personas la creencia de que los adversarios políticos son monstruos a los que resulta imperioso combatir y erradicar del sistema partidario, y socava la confianza en los medios de comunicación. Se trata de una práctica muy antigua, y lo único nuevo es el potente amplificador de internet. Ojeda, como abogado penalista, seguramente sabe que la divulgación pública es un agravante del delito de difamación.

Hasta mañana.