El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) presentó su “Plan Estratégico Institucional 2026-2030”, iniciativa que prevé “impulsar una transformación integral que abarque la gestión, las relaciones humanas, las operaciones y la innovación”. Entre los desafíos se encuentran ítems como “mejorar la comunicación interna, fortalecer los procesos de evaluación y selección, agilizar la gestión con transparencia en los procesos y reducir la burocracia”, así como también “se destaca la necesidad de un liderazgo efectivo, una coordinación más fluida y un sistema de información ágil”, de acuerdo con lo que indicó el prólogo del documento.
Para la elaboración del plan -que se divide fundamentalmente en tres focos estratégicos-, se reunieron unas 600 personas vinculadas al ámbito científico, productivo y gremial, entre otros, en un “proceso participativo” que también implicó el vínculo con más de 400 instituciones a nivel mundial a través de diversos proyectos de investigación. Sobre la coyuntura actual y de cara a 2050, desde el INIA plantearon que “los sistemas agroalimentarios enfrentan una transformación estructural sin precedentes, impulsada por la convergencia de tendencias globales vinculadas al cambio climático, la transición energética, la malnutrición, la digitalización, la biotecnología y la creciente presión por la sostenibilidad”.
El primer foco estratégico se refiere a la “producción sostenible de alimentos y fibras”, e implica el objetivo de “incrementar la rentabilidad de las cadenas de valor productivas, mediante la optimización del uso de los recursos naturales y productivos, sin comprometer la salud del suelo, reduciendo la dependencia de insumos externos”. Para lo anterior, la institución prevé trabajar, por ejemplo, en puntos como la “gestión sostenible del agua y el riego”, el “mejoramiento genético animal y vegetal de precisión” y la “conservación de la biodiversidad y el patrimonio genético”.
Por otro lado, pero en el mismo punto, buscarán innovar en “bioeconomía” al integrar tecnologías “emergentes y disruptivas” para el uso sostenible de los recursos naturales y emplear ciencia de datos, biología computacional, machine learning e inteligencia artificial (IA) para “maximizar el valor de la información” o “diseñar sistemas agrícolas y ganaderos para la simulación y análisis en tiempo real”.
El segundo foco es el “desarrollo integral del país” y pretende “catalizar la inversión” al promover la “sinergia” de actores locales, internacionales, sectores productivos e instituciones con el objetivo de consolidar “redes y alianzas estratégicas” para acelerar procesos de innovación, de modo que buscarán “fortalecer las relaciones público-privadas” o “promover acuerdos con institutos y organizaciones internacionales que permitan ser partícipes directos de las novedades en ciencia y tecnología que el mundo actual exige”.
Otra prioridad radica en la producción familiar: el INIA plantea “contribuir con intercambio de conocimiento, tecnología y coinnovación” con los Planes Nacionales de Agricultura Familiar y Agroecología y la batería de medidas incluye crear “modelos y bancos de tecnología”, estimular “alianzas tempranas con emprendedores” y “reducir las barreras de entrada a la innovación para contribuir al desarrollo económico y bienestar de las comunidades rurales”.
El tercer y último foco se titula “INIA con impacto, equidad y eficiencia”, centrado en “acentuar la cultura institucional”. Está vinculado a evaluar “sistemáticamente” los resultados obtenidos por medio de indicadores clave para “identificar oportunidades de mejora”; a “desarrollar talentos” impulsando capacitaciones, estimulando un ambiente laboral “saludable” que considere la perspectiva de género y familia o desarrollando equipos “autogestionados y colaborativos; a gestionar eficientemente los procesos y la infraestructura con “inversiones que prioricen la automatización y la transformación digital”; y a “promover la diversificación de fuentes de financiamiento”.
Agenda de investigación sistema a sistema
La institución también compartió su agenda de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) para el mismo período en cada uno de los seis sistemas de producción que aglutina su estructura y que a su vez se ven atravesados por ocho “áreas transversales” al conjunto (recursos naturales, producción y ambiente; salud animal; pasturas y forrajes; mejoramiento genético y biotecnología vegetal; producción familiar; agroalimentos; economía aplicada y sistemas de información y transformación digital).
Informaron que, en el sistema ganadero extensivo, los desafíos prioritarios radican en lograr una “certificación de la sostenibilidad ambiental de los sistemas ganaderos” y “promover el uso eficiente de los recursos para garantizar un aumento sostenible de la productividad y la resiliencia”. En el caso del sistema lechero, la prioridad también está puesta en mejorar “la eficiencia productiva y expandir su techo productivo”, por medio de una “evaluación genética multirracial” y con sistemas “más sostenibles” que mejoren el bienestar animal mientras simultáneamente resulta menester “aumentar el atractivo social y económico de los tambos para el recambio generacional y la adopción tecnológica”.
Por otro lado, en el sistema agrícola-ganadero, el desafío principal radica en gravitar hacia el desarrollo de sistemas “más sostenibles y resilientes, capaces de adaptarse a condiciones agroclimáticas variables y reducir el impacto ambiental”, que disminuyan su dependencia a insumos sintéticos. En el sistema arroz-ganadería desde la institución también buscarán promover la gestión sostenible al optimizar el manejo hidrológico con herramientas de monitoreo, pero de forma paralela buscarán un aumento en la productividad y estabilidad así como un fortalecimiento de la articulación agrícola-ganadera-arrocera mediante “variedades de arroz INIA de alto rendimiento, ciclos cortos y calidad, eficientes en el uso de recursos y resistentes a estreses”.
Por último, en el sistema forestal prevén “desarrollar y validar clones de eucalipto mejorados” como solución para el silvopastoreo, junto con la necesidad de controlar plagas y enfermedades al combinar el “control biológico y químico con herramientas de alerta temprana basadas en teledetección”. Finalmente, en el sistema vegetal intensivo trazaron como meta el implementar nuevos productos tecnológicos para diversificar la oferta y acceder a nuevos mercados así como fortalecer la resiliencia al “desarrollar nuevas variedades con resistencia a enfermedades y con tolerancia a estreses ambientales, adaptadas a los sistemas de producción intensiva”.