Recibió muchísimos homenajes en vida por su compromiso con la defensa de los derechos humanos y, en prácticamente todos, quienes le rindieron tributo expresaron el temor de que no alcanzaran las palabras para dimensionar lo que significó su lucha. El sábado, a sus 98 años, falleció María Bernabela Herrera, la entrañable Belela, y muchos nos volvimos a enfrentar al enorme desafío de intentar decir algo que esté a la altura del legado que deja.
Una parte de esta edición está entonces dedicada a esta pequeña mujer cuya labor fue tantas veces descrita como enorme, inmensa, inconmensurable. La misma que con un pasaporte diplomático, y a bordo de su diminuto Fiat 600 rojo, protegió y salvó a cientos de chilenos, uruguayos y perseguidos políticos de otras nacionalidades durante la dictadura de Augusto Pinochet. La que ayudó a muchas personas más como funcionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. La que manifestó preocupación por los ex presos de Guantánamo que llegaron a Uruguay en 2014 y reivindicó incontables veces el voto en el exterior. La que hace exactamente dos décadas se convirtió en la primera subsecretaria de Relaciones Exteriores que tuvo nuestro país. La que siempre trascendió con acciones ese y todos los demás cargos institucionales que ocupó.
“Son unos pocos los que logran ser tan gigantes. Estamos hablando de una gigante”, dijo el domingo en el velatorio de Belela el presidente de la República, Yamandú Orsi, y eligió así otro sinónimo de la inmensidad. También estuvo allí la vicepresidenta, Carolina Cosse, que destacó a la diaria la “valentía” que tuvo la histórica referente “de decir ‘me voy a jugar la vida para defender la vida de otros’. Siempre luchando por los derechos humanos, no sólo con sus declaraciones, sino con su vida”.
Además de dirigentes políticos, la ceremonia –que transcurrió entre sábado y domingo– contó con la presencia de líderes de organizaciones sociales e instituciones vinculadas a los derechos humanos, como Nilo Patiño, referente de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, que en diálogo con la diaria resaltó “su solidaridad y su vinculación con el ser humano”, “valores éticos y morales que están por encima de cualquier idea política o de cualquier concepto de otra clase”.
Otro que habló con la prensa fue César Charlone, uno de los hijos de Belela, que tuvo que despedir a su mamá la misma jornada que en Uruguay se celebraba el día de la madre. En una declaración tan breve como simbólica, él recordó que existieron “dos Belelas”: una antes y otra después del golpe de Estado en Chile. Sobre la segunda, dijo que fue “maravillosa”, porque “ya había criado a sus hijos”, entonces a partir de ese momento se dedicó a “los hijos del mundo”.
Es una linda forma de terminar un texto que nunca estará a la altura de estas circunstancias. Como escribió Idea Vilariño, hay personas para las que a veces es “inútil decir más”, porque “nombrar(las) alcanza”.