Una política eficaz de suelo urbano debe contemplar un inventario permanente del suelo disponible, evaluación técnica de su aptitud urbana, asignación transparente y equitativa, y participación social en la gestión del territorio.
Ante las intenciones del presidente Donald Trump de vulnerar los derechos y la identidad de nuestra América, es momento de unirnos nuevamente para defender a nuestros pueblos.
En un país atravesado por desigualdades estructurales, donde las brechas se marcan con fuerza desde los primeros años de vida, desatender la formación de quienes están con los niños y niñas más pequeños no es neutro: es una forma silenciosa de aceptar que haya “infancias de primera” e “infancias de segunda”.
Menospreciar el conocimiento del trabajador no sólo es injusto; también es ineficaz. Un sector que quiera avanzar debe construir acuerdos sobre bases de respeto mutuo, información clara y objetivos compartidos.
Ese énfasis casi obsesivo en la comunicación presidencial termina, muchas veces sin advertirlo, amplificando la agenda que la derecha instala con eficacia: frases recortadas, polémicas menores, ruido.
Gigantes petroleros –más ricos que todo nuestro PIB– estudian la plataforma marítima como quien mira un botín. Y Uruguay llega, como siempre, tarde, sin dientes, sin músculo técnico y sin saber bien qué está entregando.
Hoy, sin embargo, vivimos en una sociedad que necesita creatividad, pensamiento crítico, colaboración y manejo ético de la información. Pero seguimos educando con la misma arquitectura mental y espacial de hace más de un siglo.