Cándida Kamerbeek, antropóloga e investigadora en estudios culturales, siempre formula preguntas. Carnaval, un fenómeno cultural que analiza desde hace años, es territorio fértil para ese ejercicio.

Este año decidió “indagar en el cruce entre lactancias y carnaval”. Para eso abrió una convocatoria, que va a seguir activa durante todo febrero, dirigida a madres lactantes que salgan en conjuntos del concurso montevideano o que acompañen a sus compañeros que participan, impulsoras de tablados barriales y asiduas asistentes a ellos.

Ella las va a acompañar durante una jornada en sus recorridos para observar sus dinámicas, dialogar acerca de sus experiencias y también ver qué sucede con el entorno, qué miradas existen alrededor de la lactancia en carnaval.

Kamerbeek explicó a la diaria que el año pasado, mientras acompañaba a la murga Mi Vieja Mula, comenzó a observar “cómo muchas veces las mujeres dejamos o abandonamos determinados espacios en función de si queremos tener hijes. No solamente dejo de salir a bailar o de ir a trabajar. ¿Qué pasa con estos espacios que se supone que son de disfrute? ¿Son de disfrute? Empecé a pensar qué pasa con lo que implica ser mujer en carnaval: criar, gestar, tener un pibe, tener que dar leche”.

Para la investigadora, la participación de las mujeres en carnaval no se puede limitar a subir al escenario, “también hay que pensar en la lógica para que podamos salir a escena y estar cómodas. Porque, bueno, ¿puedo pelar la teta en cualquier lado? ¿Qué pasa con los ensayos? ¿Puedo estar con el pibe colgando?”. La logística del carnaval está pensada para cuerpos masculinos. “¿Qué pasa con las mujeres en escena? Somos otro cuerpo”.

Para Kamerbeek, “pensar la problemática de las mujeres implica también pensar la problemática de las infancias”, y focalizarse en esta temática “posibilita pensar cómo armamos las redes afectivas, los entramados sociales. ¿Es posible para una madre salir en carnaval? ¿En función de qué?”.

Ya le han escrito mujeres lactantes que salen en conjuntos o son compañeras de personas que salen. Un caso, por ejemplo, es el de una madre que no baja en los tablados, pero viaja en la bañadera con su pareja y su bebé porque en ese espacio se siente contenida. “Ahí podemos pensar”, dijo la investigadora: “¿Las bañaderas son aptas para niñes? ¿Cambia la dinámica cuando están? ¿Es de todos el carnaval, es de todas? ¿O sólo es de quienes pueden desentenderse de su familia por 40 días, porque está biológica y socialmente aceptado?”.

Kamerbeek va a pasar todo febrero haciendo registros de campo, acompañando a las mujeres lactantes que le escribieron o que le escriban en estas semanas, y en marzo va a escribir sobre este tema, con miras de publicar la investigación en la Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía (Universidad de la República).

Si alguna mujer lactante quiere participar, puede contactar a Kamerbeek por Whatsapp al 092 096 447 o por Instagram: @la.canika.