Las arañas lobo son un grupo de arácnidos que, en líneas generales, en lugar de esperar pasivamente como otras a que sus presas se peguen en sus telas, salen a cazar de forma activa. En las arenas de nuestras costas, Montevideo incluida, las arañas lobo están representadas por la especie Allocosa senex, y sus machos llegan a hacer madrigueras con formas de túneles verticales de unos 20 centímetros. Desde hace años las A senex son estudiadas por el Laboratorio de Etología, Ecología y Evolución del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), y justamente ese trabajo a lo largo de los años es lo que motivó a que las compatriotas Andrea Albín y Anita Aisenberg figuren como coautoras del artículo Transporte de arena y construcción de madrigueras en arañas esparásidas y licosas, publicado este mes en la revista internacional. “El primer autor, Rainer Foelix, es un investigador muy conocido, tanto que escribió el libro Biología de las arañas, que es como la biblia de la aracnología”, cuenta Aisenberg, que recuerda cómo se inició la investigación que terminó en la publicación: “Un día me escribió porque había leído sobre estas arañas de Uruguay y lo que estábamos haciendo en el IIBCE, y dijo que quería hacer algo en colaboración”.
El trabajo publicado aborda dos grandes problemas que enfrentan las arañas lobo al construir sus cuevas en la arena. El primero de ellos, como bien saben los tupamaros que se fugaron del Penal de Punta Carretas, es cómo extraer el material excavado del túnel. Esta tarea, de por sí complicada con el auxilio de bolsas, brazos y herramientas, es mucho más difícil para estas arañas, ya que los diminutos granos de arena miden entre 0,3 y 0,6 milímetros. En el artículo publicado se estudiaron arañas de la familia esparásida y de la licosa (entre ellas las Allocosas senex que Aisenberg y Albín recolectaron en Salinas y enviaron a Foelix a Suiza, junto a colectas de seda de las cuevas y videos de las arañas cavando). La investigación permitió descubrir que dos de ellas, la Cebrunnus rechenbergi y nuestra araña lobo, poseen una especie de canasta formada por setas (especies de cerdas especializadas) que tienen en sus pedipalpos (dos miembros que poseen los arácnidos además de sus ocho patas). La canasta se forma por el ángulo que hacen las setas, de unos 2 milímetros, dispuestas en la tibia y el fémur de cada pedipalpo, y en ella quedan atrapados los granos de arena seca que van sacando hacia el exterior de la cueva. “Hasta donde sabemos, nuestro estudio es el primero en demostrar la presencia de esos samóforos en arañas”, dice el artículo, y por samóforo se entiende a esta canasta especializada para cargar arena seca que ya había sido registrada en insectos como las avispas y las hormigas.
El otro problema que debe enfrentar cualquiera que construya una madriguera subterránea, sea araña o un mono desnudo, es evitar que la cueva construida colapse. El problema es más grave cuando uno, como la araña lobo macho de nuestras costas, construye en la arena seca una madriguera que es como un tubo de hasta unos 20 centímetros de profundidad. Las arañas estudiadas emplean su seda resistente para evitar que la presión lateral colapse la madriguera, y Aisenberg acota: “La investigación demostró que la seda que está en las paredes de la cueva es muy intrincada, pero que lo que le da la estabilidad a la construcción es que los hilos de seda quedan enredados con los granos de arena”. Efectivamente, el paper demuestra que lo que evita que la cueva colapse no es la estructura de seda en sí, sino los granos de arena apretados y cohesionados por la seda. “Lo que sabemos también es que nuestras arañas lobo tienen las hileras de la seda muy desarrolladas, son muy largas en comparación con otras arañas lobo que viven en otros ambientes”.
Durante la investigación, las científicas hicieron otro descubrimiento. “Andrea estaba trabajando en su doctorado sobre las estrategias de las Allocosa senex para cavar en la arena y probó distintas formas de hacer moldes de sus cuevas; con yeso, con espuma de poliuretano y, al final, lo que mejor captó la estructura fue la cera de abeja”, cuenta Aisenberg. En la foto del molde de Albín, publicada en el artículo, se aprecia que la cueva se ensancha en su base e incluso tiene una pequeña recámara al final. Para las investigadoras, esto puede deberse a distintas razones. El ensanchamiento de la cueva es útil para la cópula, ya que las Allocosas senex realizan la monta en su interior. De hecho, una vez apareados, el macho abandona la cueva y se la cede a la hembra, que se alojará allí hasta el nacimiento de su prole (por favor, no antropizar el asunto y menos aun tratar de aplicarle una perspectiva de género). “La pequeña camarita al final podría servir también para protegerse de las avispas parasitoides, que son uno de los predadores más dañinos para estas arañas”, dice Aisenberg, y explica que “los machos se atrincheran en esa pequeña cámara para evitar que la avispa, una vez que entra a la cueva, los pueda aguijonear”.
Con la constatación de la presencia de canastas formadas por setas y el análisis bajo microscopio electrónico de las paredes de las madrigueras que revelan cómo la seda y los granos de arena seca se unen para evitar el colapso que produciría la presión lateral del túnel en la arena, la ciencia está en mejores condiciones de explicar cómo las arañas logran construir en la arena. Pero la aventura de la búsqueda del conocimiento nunca termina. Y Aisenberg cuenta que las Allocosas senex seguirán siendo objeto de estudio: “Ahora estamos estudiando el tiempo que les lleva construir y la profundidad de las madrigueras en relación a si la playa tiene arena fina o arena gruesa. En el laboratorio hemos visto que cuando hay arena gruesa, las arañas cavan más fácil y las cuevas son más profundas. Suponemos que es porque la cantidad de seda que hay que poner para que la cueva quede firme en arena fina es mayor. Al mismo tiempo, también estamos tratando de medir, junto con la gente del Centro Universitario del Este de Maldonado, el costo energético de construir la cueva. Para ello utilizaremos técnicas de respirometría, en nuestro caso, midiendo el consumo de CO2 durante la construcción”.
Pero hay más: “Con un proyecto que ganamos en los Fondos Clemente Estable y National Geographic, vamos a recorrer distintas partes de América viendo arañas de esta familia que cavan en otros tipos de suelos y ambientes, por ejemplo, en pastizales. La idea de Foelix es hacer un estudio comparativo de estas estrategias de construcción en las distintas especies”. Sobre trabajar con el autor de la biblia de los arácnidos, Ainsenberg dice que “fue espectacular. Los aracnólogos son un grupo de gente muy abierta. Por eso es importante que nuestros estudiantes puedan salir del país, vayan a congresos y tomen contacto, porque es un colectivo muy dispuesto a colaborar”. Siendo la araña lobo objeto de tantas investigaciones en curso, como diría un tapicero, aún hay mucha más tela para cortar.
Las arañas lobo y el verano
Aisenberg nos cuenta que las arañas lobo están en Playa Honda, en Playa Malvín, en la Verde, la Mulata, la de los Ingleses y en playas en las que las dunas no están tan dañadas –“por ejemplo, en la Playa Ramírez no hay”–. Esto conlleva una implicancia: podríamos confiar en que si la araña lobo anidó, la playa aún conserva parte de sus dunas y de vegetación samófila asociada. Para los que aman la playa, las Allocosas senex pasan casi inadvertidas: “Estas arañas salen de sus cuevas cuando baja el sol, por lo que la gente por lo general no las ve. Tal vez sea bueno recalcar que son completamente inofensivas para el ser humano. Lo que sí hemos observado es que cuando viene la época estival y hay presencia masiva de gente en la playa, las arañas tienden a salir más tarde”, agrega nuestra investigadora. Eso sí: las arañas lobo están en la lista de arácnidos prioritarios para la conservación en Uruguay, ya que su hábitat se está reduciendo. Así que en caso de que vean una, háganle caso a Lennon y McCartney y déjenla ser.