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Yo contengo multitudes. Los microbios que nos habitan y una visión más amplia de la vida. Ed Yong. Editorial Debate.

“Los microbios siempre han gobernado el planeta, pero hoy, por primera vez en la historia, están de moda”, afirma Ed Yong, quien escribe de ciencia para los lectores del prestigioso The Atlantic. La frase podría sorprender si uno hace caso a los avisos publicitarios que ofrecen eliminar 99,9% de las bacterias como si fueran la fuente de todo mal, pero en los últimos tiempos la ciencia está prestando más atención a los microbios, esos organismos tan pequeños (además de las bacterias, incluyen a las arqueas y algunos hongos) que los humanos recién pudimos observar en 1675 y sin los que la vida en el planeta no sería la misma. “Si fuese a una biblioteca y arrojase por la ventana un manual de microbiología, podría fácilmente causarle a un transeúnte una conmoción cerebral. Si arrojase sólo las páginas que tratan a los microbios beneficiosos, como mucho alguien sufriría un desagradable corte con el papel. La narrativa de la enfermedad y la muerte aún prevalece en nuestra visión de la microbiología”, dice Yong, cuyo libro es un aporte monumental a construir otra narrativa más acorde al hecho de que, por ejemplo, sin bacterias no podríamos hacer la digestión.

El libro de Ed Yong es fascinante. No está dirigido a expertos; su lenguaje sencillo y entretenido resulta cautivante sin importar lo informado que uno esté. La organización en capítulos, con notas al final para no entorpecer la lectura, construye un relato potente y muestra lo que se sabe del tema desde el siglo XVII hasta nuestros días. Yo contengo multitudes debería convertirse en un clásico automático, ya que es una obra de divulgación mayúscula que despierta pasión por la biología en particular y por la ciencia en general. Puede reposar en cualquier biblioteca al lado de gigantes como Cosmos, de Carl Sagan, Una breve historia de tiempo, de Stephen Hawking, y hasta de un ejemplar de El origen de las especies, de Charles Darwin.

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Los Rolling Stones y la ciencia. Ernesto Blanco. Siglo Veintiuno Editores.

No es la primera vez que Ernesto Blanco incursiona en la mezcla de música y ciencia: en 2015 el experto en biomecánica y docente de la Facultad de Ciencias editó, en la misma colección, dirigida por el científico y también divulgador argentino Diego Golombek, el libro Los Beatles y la ciencia. En su nuevo libro, el divulgador combina datos de la vida de los músicos ingleses, sonidos de sus instrumentos, fragmentos de sus letras y hasta detalles de su anatomía para hacer lo que más le gusta: demostrar que la ciencia es una actividad fascinante para intentar explicar parte del mundo que nos rodea. Pero como en cada actividad que Blanco ha emprendido para divulgar la ciencia, lo hace de una forma para nada dogmática o absolutista: la ciencia es más lo que sucede cuando se busca una respuesta que la respuesta a la que uno pueda llegar. Importa tanto lo que pueda explicar sobre la preferencia de los hombres a tener parejas menores que ellos a medida que aumenta la edad como la defensa de que cada uno viva la vida más plena posible sin andarse fijando en qué indican las grandes estadísticas (como por ejemplo cuenta en el libro, una cierta correlación entre el aumento de la mortalidad de las mujeres que tienen parejas hombres estables menores que ellas).

El libro no sólo entusiasmará a quienes gustan de leer sobre ciencia, sino que también contentará a los fanáticos de la banda, que verán en la ciencia una forma de seguir tratando eso que tanto les gusta. Como dijo el colega dedicado al periodismo cultural y rollinga de corazón Ignacio Martínez, “en este libro los Stones sirven de buena excusa para recorrer caminos científicos que de otra manera quizás los civiles melómanos ajenos a la ciencia no pisaríamos”.

Como su anterior libro sobre los Beatles, la obra de Blanco sobre los Rolling Stones es una lectura ágil, animada y luminosa que demuestra que la ciencia, como el arte, la filosofía y la política, es una herramienta útil, entretenida y fascinante para abordar cualquier actividad humana. Los Rolling Stones y la ciencia se devora con placer, y, a diferencia de lo que le pasaba a Mick Jagger, uno sí que obtiene satisfacción.

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Que la ciencia te acompañe a luchar por tus derechos. Agostina Mileo. Editorial Debate.

Que la ciencia te acompañe es un libro tan entretenido, ágil y contundente como documentado, político y movilizante. En el prólogo, Mercedes D’Alessandro, economista y autora de Economía feminista: cómo construir una sociedad igualitaria, sostiene que el de Mileo es un libro “de activismo científico y feminista”. Allí radica el que tal vez sea el principal valor de la obra: Mileo, lejos de atacar a la ciencia como construcción humana, deposita en ella la tarea de producción del mejor conocimiento posible en nuestra sociedad, al punto de que señala que es “la mejor herramienta para argumentar que tenemos (y eso incluye argumentos contra el sexismo)”. El asunto es que para hacer mejor ciencia hay que asumir que como en toda actividad humana, la inequidad de género incide en ella. Esta inequidad no sólo implica dificultades e injusticias para las mujeres que quieran dedicarse o se dediquen a la ciencia, sino que también afectan al propio conocimiento, por lo que en las páginas se propone mostrarnos también cómo el sesgo de género genera peor ciencia.

Los capítulos, destinados al público general, son salpicados por tips, consejos que para la autora pueden ser útiles para que “quienes lean puedan ser críticos de lo que publican los medios sobre lo científico, pero también algunas herramientas para usar ciertos conocimientos a la hora de defender iniciativas de la agenda feminista”. Estos tips tal vez sean la parte menos lograda del libro (tampoco molestan ni son tantos), y a uno le generan cierta incomodidad por parecer artefactos propios de las revistas “para mujeres” que tanto colaboran en perpetuar el machismo y en imponer modelos de lo femenino patriarcales. Salvo por ese detalle, Que la ciencia te acompañe es un libro brillante, provocador, ameno y necesario.

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Ciencia Kiria. Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad. Agustín Courtoisie, Proyecto Editorial UTU

Con clara referencia a Historia Kiria, de Pedro Figari, esta selección de artículos y textos del filósofo y docente de la Facultad de Información y Comunicación más que hablar de la ciencia en sí misma trata sobre cómo, para qué y cómo divulgar la ciencia. Courtoisie hace énfasis en la “trama social que da sentido a la construcción del conocimiento”, al tiempo que propone a la apropiación ciudadana de la ciencia como el camino para guiar a la ciencia y la tecnología.

Si bien la prosa de Courtoisie es sobria y siempre bien documentada, los textos seleccionados en algunos casos evidencian que no fueron creados para compartir una publicación, repitiéndose ideas, conceptos y a veces hasta frases en algunos de ellos. Fuera de este detalle –mejor tener toda la producción sobre el tema congregada en un sólo lugar que muchos textos dispersos de difícil acceso–, Ciencia Kiria invita a reflexionar sobre qué ciencia queremos, cuál tenemos y qué relación debería tener la sociedad con el conocimiento.

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El viaje que cambió la ciencia. Las aventuras de Darwin en el Río de la Plata. Anita Aisenberg, Silvia Soler, Marcelo Casacuberta, Pantana, Renzo Vayra. Ediciones de la Banda Oriental y +Cerca.

Orientado hacia un público infantil y juvenil, El viaje que cambió la ciencia relata el pasaje de Charles Darwin por nuestro país cuando, con poco más de 20 años, viajó alrededor del globo a bordo del barco inglés Beagle como naturalista. El viaje terminaría siendo extremadamente relevante para la historia de la humanidad, ya que gracias a lo que Darwin observó de los animales, rocas y plantas, terminaría desarrollando la teoría de la evolución de las especies mediante la selección natural. Si bien siempre se ha hecho hincapié en el aporte de los picos de los pinzones de las Galápagos para que Darwin comenzara a pensar que los animales cambian para adaptarse al ambiente, en nuestro país también realizó observaciones que hicieron que se cuestionara la idea clásica de que los animales siempre habían sido como se los veía en el presente.

Con textos de la bióloga especializada en arañas Anita Aisenberg y de la divulgadora Silvia Soler, fotos de Marcelo Casacuberta e ilustraciones de Sebastián Santana (Pantana) y Renzo Vayra, el libro tiene todo para cautivar a los jóvenes lectores y hacerlos reflexionar sobre la vida que los rodea. Más allá de la ciencia –que está presente de forma clara y concisa–, el libro también enfatiza en la importancia de que cada uno siga con tenacidad su camino, pues como es sabido, el estudio de los animales no era lo que la familia tenía en mente para el joven Darwin.

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21 lecciones para el siglo XXI. Yuval Noah Harari. Editorial Debate.

A diferencia de los dos libros anteriores del historiador israelí Harari, Sapiens y Homo Deus, en los que trataba el ascenso de la especie Homo sapiens y hacia dónde vamos, aquí el autor propone centrarse “en el aquí y ahora”. Al respecto, señala que “el liberalismo está perdiendo credibilidad justo cuando las revoluciones paralelas en las tecnologías de la información y en la biotecnología nos enfrentan a los mayores retos que nuestra especie ha encontrado nunca”. Uno podría preguntarse por qué Harari decide escribir sobre estos temas, y más allá de la respuesta obvia –porque quiere– él lo fundamenta: “Puesto que las empresas y los emprendedores que encabezan la revolución tecnológica tienden naturalmente a cantar las alabanzas de sus creaciones, le toca a los sociólogos, filósofos e historiadores como yo hacer saltar la alarma y explicar todas las maneras en que las cosas pueden ir terriblemente mal”. En esa titánica tarea en la que se embarca radica el punto fuerte del libro, pero también su talón de Aquiles.

Como ya ha escrito antes Harari, los seres humanos precisan relatos para poder sobrevivir, y en esa categoría entran las religiones pero también el capitalismo, el comunismo, el fascismo y la democracia neoliberal. Como dice el autor, “en 1938 a los humanos se les ofrecían tres relatos globales entre los que elegir, en 1968 sólo dos y en 1998 parecía que se imponía un único relato; en 2018 hemos bajado a cero”. Para el autor esta ausencia de relato en momentos en que la inteligencia artificial (IA) y la biotecnología prosperan es muy peligroso. Pero el asunto es que Harari, casi sin darse cuenta, crea un nuevo relato tan absoluto como los anteriores, el del algoritmo, y propone que en poco tiempo los seres humanos seremos dominados por la IA, los algoritmos sabrán antes que nosotros las canciones que nos emocionan, los robots nos reemplazarán en casi cualquier trabajo, la biotecnología diseñará castas mejoradas de personas pudientes que harán aumentar al desigualdad, todas cosas que poco tienen que ver con lo que afirman los científicos y gente que trabaja en la frontera del conocimiento.

De todas formas, Harari es un gran provocador, tiene una prosa tan atractiva como vigorosa y una capacidad de conectar hechos aparentemente inconexos maravillosa. Pese a que las lecciones no funcionen como tales, cualquier persona que en un libro sobre los problemas más grandes de la humanidad cite no una sino varias veces a los Monty Python merece ser leída con atención.

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Einstein para perplejos. Materia, energía, luz, espacio y tiempo. José Edelstein y Andrés Gomberoff. Editorial Debate.

Como dicen los autores en el libro, Einstein fue sin dudas el científico más popular del siglo XX. Sin embargo, tal fama “contrasta tristemente con la distancia que sus fabulosas ideas han tomado con el público”. Con un lenguaje ameno y sencillo, el físico argentino José Edelstein, radicado hace años en Santiago de Compostela y que este año visitó nuestro país, y su colega chileno Andrés Gomberoff, acercan a cualquier curioso no sólo a las ideas revolucionarias de Einstein, sino también a la elegancia de sus soluciones, al camino arduo para concebirlas, y hasta a los errores, que no faltaron, en la vida del genio.

Como nos confesó Edelstein en su pasaje por nuestro país, “el libro en casi todos sus textos tiene un toque emocional” y eso se nota: la cultura, la música, la poesía se ponen no sólo al servicio de que la lectura sea fluida, sino también porque para los autores, en las soluciones encontradas por Einstein y otros físicos de los que se habla en el libro se encuentra también la belleza. “Yo creo que todas las categorías que inventamos los seres humanos obedecen a la pereza mental. Llamamos a algo arte o ciencia para hacernos la vida más fácil, y eso no está mal siempre y cuando uno no use esa división para sacarse cosas de encima y decirse que ya no se tiene que ocupar de la otra mitad”, reflexionaba Edelstein.

Einstein para perplejos se devora de principio a fin –también admite una lectura desordenada de cada uno de los capítulos– y al terminarlo no es que uno esté preparado para dar cursos de física teórica, pero seguro sentirá que cuando las cosas se explican con pasión, sensibilidad y conocimiento del tema hasta las ideas de un fuera de serie pueden ser comprendidas y, mejor aun, disfrutadas.

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La ciencia es eso que nos pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas. Diego Golombek. Siglo Veintiuno Editores.

Si, como dice Golombek al inicio de su libro, “la ciencia es una forma de intentar robarle los secretos a la naturaleza”, hace décadas que la tarea del científico argentino es que esos secretos estén al alcance de todos. Ya sea al frente del programa de televisión Proyecto G, que en nuestro país aún puede verse en la pantalla de TNU, o como director de la colección de libros Ciencia que ladra, Golombek es un entusiasta en la misión de que los científicos “asomen la cabeza por fuera del laboratorio y cuenten las maravillas, grandezas y miserias de la profesión”.

En su último libro, el científico argentino que estudia los ritmos biológicos parece un mono con metralleta. Pero claro, esa metralleta, lejos de estar cargada de balas, está cargada de investigaciones, papers y datos interesantes. En la balacera casi nada queda fuera de su alcance: organizado por capítulos temáticos, Golombek divulga ciencia que tiene que ver con el oficio científico, la belleza y la felicidad, la evolución, el baño, el cerebro y la percepción, la historia de las ciencias, los genes, la ciencia inútil, cotidiana e innoble, el tiempo, el sueño y sobre lo que somos. Textos breves se van sucediendo para dar grandes pantallazos de qué es lo que la ciencia sostiene hoy sobre esa maraña de tópicos o cómo, en ocasiones, la ha pifiado antes. Como dijera a este medio el autor, una de las razones para divulgar la ciencia es que “es muy entretenido. Evolucionamos como contadores de historias, y contar ciencia es contar historias”. Leer el libro de Golombek es entonces como sentarse en torno a una fogata y dejarse fascinar por uno de los mejores contadores de historias de la aldea.