Uno podría pensar que un prestigioso científico francés sólo se acercaría a Montevideo en febrero para disfrutar de sus vacaciones. Pero no: el matemático, desarrollador de la Gestalt Computacional y referente mundial en el análisis de las imágenes digitales Jean-Michel Morel vino a Uruguay para trabajar en las entrañas del Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República (Udelar).
En coincidencia con su visita de trabajo, que Morel hace junto con varios investigadores la de Facultad de Ingeniería que pasaron por su equipo en París, el viernes 23 la Udelar le entregó el título de Doctor Honoris Causa, luego de que la propuesta elevada por el Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería fuera analizada positivamente por la Comisión Asesora de Títulos de Doctor Honoris Causa (integrada por Hugo Achugar, Enrique Cabaña, Rodolfo Gambini, Susana Mallo y Roberto Markarian). Conversamos con Jean-Michel Morel sobre la distinción recibida y sobre formar investigadores, entre ellos, a varios compatriotas.
–¿Qué se siente al ser recibido con el título honoris causa?
–Es una sorpresa para mí. Todos estos años he trabajado con uruguayos en París, cuya contribución ha sido enorme. Ahora vine a trabajar con ellos porque disfruto haciéndolo. Lo del Doctor Honoris Causa tal vez es una manera de señalar que ha pasado eso, de informar a la Universidad y a la sociedad que ha habido un grupo de investigación fuerte. A mí esto me halaga mucho.
–Su vínculo con la Udelar y, en particular, con la Facultad de Ingeniería surge a partir de que ha dirigido tesis y posdoctorados de varios uruguayos, algunos de ellos ahora docentes e investigadores.
–Sí, es una universidad muy grande, a la que admiro y respeto. He visto estudiantes que llegaban de aquí y eran muy competitivos, era gente muy bien formada en matemáticas e informática, muy independientes de mente, autónomos e incluso con bastante formación política. Es curioso, pero eso cuenta, porque en ciencias tienes que pensar todos los aspectos. Ya ha pasado varias veces que un uruguayo haya redefinido cómo tiene que trabajar un grupo. Por eso respeto muchísimo la formación que se da aquí.
–Uno concibe el pasaje de los genes a la próxima generación como parte importantísima de la vida y la evolución. ¿Para un docente e investigador, formar posdoctorados e investigadores que siguen investigando es una realización en ese sentido? ¿Siente que se transmiten tus inquietudes y tus líneas de trabajo a nuevos estudiantes es trascender?
–La verdad es que yo llevo todo al instante. Llega un momento de madurez, cuando eres un investigador, en el que te das cuenta de que no vas a poder avanzar mucho sin ayuda y colaboraciones valiosas. Y entonces tienes que evaluar qué grupo necesitas para llevar adelante la investigación. En el caso de la formalización de la percepción, el grupo no puede ser demasiado pequeño, tiene que ser lo más grande posible. Entonces yo veo que formar gente para colaborar es algo de uso inmediato, no pienso en la posteridad. Lo que pase después de que muera no lo sé, yo lo veo como que ahora, en el presente, podemos hacer más cosas, y por eso estoy muy agradecido con ellos. Y cuando montas una escuela, lo más grato es ver que ahora ellos son completamente autónomos y que seguimos colaborando e interactuando. Lo veo como lo que pasaba con los agricultores en el siglo XIX cuando los niños eran una riqueza, ya que se precisaban todos los brazos posibles para trabajar. Nuestra investigación es un poco así: se precisa mucha gente para que la granja funcione. Lo fantástico es que los jóvenes que llegan no son las manitas, también traen ideas y los equipos se nutren de esos aportes. Cuando uno ha visto muchas veces una cosa, ya no la ve. La gente nueva aporta nuevas miradas que potencian a los equipos y los renuevan, y eso es importante en el presente. De todas maneras, algo de lo que preguntas hay, porque las ideas perduran. A mí lo que me gusta son los algoritmos, porque son cosas muy prácticas. Cuando un equipo produce un algoritmo que funciona, enseguida se utiliza, lo ves en todas partes y ves que es algo que se va a quedar, uno siente orgullo, sabe que va a ser difícil de superar y que la gente lo va a tener para siempre. No es cierto del todo, porque la tecnología evoluciona, pero hay ahí sí cierta trascendencia y una sensación grata cuando lo produces.