Un hombre espera nerviosamente en Tres Cruces el arribo de una persona que no conoce. El que llega del interior trae consigo un sobre de manila celosamente cerrado. Tras un breve apretón de manos, el sobre pasa al bolsillo del hombre que esperaba. Los dos salen de la terminal en direcciones opuestas con la adrenalina haciendo saltar el corazón en sus pechos. La escena se repite varias veces al mes, pero no hay que preocuparse: quien recibe los sobres es Alejandro Sequeira, diseñador, artista, editor, docente y también experto en hongos macroscópicos. Los que le entregan los sobres son apenas las mulas de varios entusiastas que, de varios rincones del país, envían a Sequeira los hongos que han encontrado esperando que el envío amplíe el conocimiento que tenemos sobre los hongos del Uruguay. Las cámaras, que todo lo vigilan en la terminal, son incapaces de ver este acto de ciencia ciudadana, pero por suerte, parte de la sociedad sí lo hace.
A Alejandro Sequeira sólo le falta entregar su tesis ante la Facultad de Ciencias para ser biólogo. Pero cuando estuvo allí, hace algunas décadas, se había interesado por las lombrices y no por los fungi, el reino integrado por los organismos que desarrollan llamativas setas, mohos y levaduras. El encuentro se dio años después y con gran responsabilidad de la casualidad: “Escribía y diseñaba una lámina semanal de ciencia en la revista El Escolar, y haciendo fotos de naturaleza me empecé a encontrar con los hongos”, recuerda Sequeira, quien se percató de que ya nada sería lo mismo, o como él dice: “Descubrí que no sabía nada de hongos, pero lo peor de todo, y es lo que me generó más curiosidad, es que nadie estudiaba hongos silvestres en Uruguay”.
Desde aquellos años hasta ahora, muchos hongos han pasado por debajo del puente: Sequeira tiene dos libros editados por Ediciones de la Plaza, Hongos. Guía visual de especies en Uruguay y el reciente Hongos silvestres comestibles en Uruguay, ha organizado paseos denominados “micosenderos” (“mico-” refiere a los hongos, como en antimicótico), ha tendido redes con expertos en hongos de Chile, Argentina y Brasil, y ha logrado contagiar el entusiasmo no sólo entre la gente sino también en algunos investigadores. Todo, claro, empezó a puro entusiasmo y fascinación: “Empecé a fotografiarlos y a investigar ayudado por gente que contacté en el exterior. Fui agarrando training de forma autodidacta en la clasificación, que es de las cosas más complejas del mundo si tenés en cuenta la diversidad de los hongos, ya que se estima que por cada especie de plantas, hay seis especies de hongos. ¡Estamos hablando de un millón y medio de especies en el mundo!”, me dice tan extasiado que uno piensa que, al menos en su caso, todos los hongos son psicotrópicos.
Como Sequeira tenía formación en biología, de inmediato pensó en recurrir al auxilio académico: “Fui a buscar apoyo científico, por ejemplo de Susana Gazzano, que es una referente que antes estaba en el Museo Nacional de Historia Natural, y también de Mario Piaggio y Lina Bettuci, del Laboratorio de Micología de la Facultad de Ciencias, que funciona en Facultad de Ingeniería. Sin embargo, en el laboratorio hay líneas de investigación con hongos pero no con basidiomicetos silvestres, grupo dentro del que están los hongos macroscópicos, que producen setas, sino con hongos que producen toxinas en los granos, que tienen impacto en la agricultura, con los que degradan la madera, que tienen impacto industrial, y luego con el control biológico por medio de hongos”. Sequeira lo resume, un poco en broma, así: “Anormales que estudien los hongos silvestres en Uruguay no hay muchos”, dispara, aunque reconoce en Sebastián Martínez, que trabajó en el Laboratorio de Micología y ahora está en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Treinta y Tres, a otro que, como él, es un entusiasta del tema, y por ello están “conectados permanentemente”.
Divulgar para generar ciencia
Lo curioso es que en el caso de Sequeira la ciencia y la divulgación aparecen en un orden distinto a lo que sucede generalmente. Lo común en ciencia es que los científicos publiquen sus investigaciones en papers y artículos en revistas arbitradas, y que luego ellos u otras personas divulguen ese conocimiento. “Papers no he publicado, lo que hice fue comenzar a publicar divulgación científica sobre los hongos silvestres”, dice. Porque luego de ocho largos años, logró identificar unas 150 especies que fueron a parar a la primera edición de la guía. “En nuestro país se pensaba que había una baja diversidad de hongos, y eso no es así. En la segunda edición de la guía, publicada unos tres años después, ya estamos en las 250. Tenemos una enorme diversidad de hongos”, reflexiona Sequeira, que dice que en realidad hay muchas más pero que aún no ha logrado identificarlas con certeza. Es que la tarea es titánica, y así lo reconoce: “Coincide con lo que pasa a nivel mundial. Se piensa que sólo hay de 5% a 10% clasificado del total de especies de hongos que se estima que existen”.
Muchos de los hongos identificados por Sequeira en su guía nunca habían sido descritos para el país, lo que le hubiera permitido publicar varios papers científicos. Sin embargo, él prefirió publicar todas las especies que logró identificar en libros dirigidos al público en general. “Recién este año se está generando un polo de interés dentro de la Facultad de Ciencias para ver si podemos lograr un grupo de investigación académico sobre hongos superiores silvestres. En eso estamos con Susana Tiscornia y Belén Coralo, haciendo los primeros estudios para empezar a academizar todo este trabajo de años. La idea es también sistematizar los hallazgos en un fungiario que pueda ser de consulta académica”, afirma Sequeira, que a la vez está más que satisfecho por el orden en que hizo las cosas.
“Es alucinante el cuelgue que hay con los hongos a nivel nacional a partir de la primera edición de la guía en 2013. Se ha generado una red de contactos y de interés, que para hablar en términos científicos yo denomino ‘un micelio de gente’”, dice orgulloso. El micelio está compuesto por hifas, filamentos diminutos que por lo general van debajo de la tierra y forman verdaderas redes entramadas de las cuales las setas son sólo la parte visible. Y es esa red de colaboración la que desató el tema que explica la escena de Tres Cruces del inicio de la nota. “Por semana recibo decenas de fotos de hongos que me mandan lectores y entusiastas. Tanto que gran parte del día lo dedico a contestar y archivar el material que me envían para tener un seguimiento de lo que hay en Uruguay”.
Nuevas y codiciadas especies
Uno pensaría que describir nuevas especies para un país en pleno siglo XXI es casi imposible. Pero Uruguay, por razones no del todo para festejar, es fascinante en ese sentido. Sequeira lo resume así: “Por momentos es increíble la pasión que lográs, porque te sentís un naturalista de otra época. Si en Uruguay salís a estudiar hongos, en ocasiones tenés 90% de probabilidades de encontrarte con una especie que nunca vio nadie antes y que no fue descrita para el país”. En lo que va de este año, Sequeira y su micelio de interés han logrado identificar tres nuevas especies para nuestro país que son de gran relevancia.
“Desde Rocha, Sancho González, uno de los lectores y de la gente que sale de las charlas y micosenderos que hemos dado, me manda fotos de lo que pensaba que era un Boletus edulis, que es el cep o porcini, uno de los hongos gastronómicos de mayor reputación”. Luego de analizarlo –envío en sobre de manila mediante–, Sequeira y los suyos están “80% seguros” de que se trata de un porcini, y no deja de mostrar su alegría: “En toda la literatura existente siempre se dijo que no había Boletus en Uruguay. Y venimos encontrando, sistemáticamente, distintos tipos de Boletus, muchos de los cuales aún no pude clasificar. Sí puedo afirmar que hay una diversidad del grupo de boletales muy diferente a la que suponíamos”.
De Rocha también llegó otro de los grandes hallazgos del año. Así lo relata Sequeira: “Cristina Silva, otra de las que concurrió a los micosenderos, me envía fotos de uno de los hongos comestibles de sombrero más grandes del mundo, el Macrocybe titans”. Se trata de un hongo que, en países más tropicales, puede medir más de un metro. “Acá los que se encontraron tienen sombreros de unos 40 cm de diámetro”, dice el investigador, que además acota que el de Rocha no fue el único caso. “Al mismo tiempo apareció otro en Colonia, reportado por Óscar Abraham. Los estamos analizando y hay muchas posibilidades de que se trate efectivamente del Macrocybe titans. En la misma semana que aparecieron en Rocha y Colonia, también se hallaron en el Delta, en Argentina, y por eso estamos en contacto con científicos de allá, para hacer un estudio conjunto y lograr la cita para Uruguay y Argentina al mismo tiempo”.
El tercer hongo de gran interés reportado este año no tiene relevancia gastronómica sino medicinal. “En el Parque Lecocq, donde hay un grupo que también trabaja intensamente, Ramiro Cruzado encontró el hongo melena de león, y también sería el primer registro para Uruguay”. Según Sequeira, el melena de león es uno de los hongos medicinales más codiciados del mundo: “Los japoneses matan por él”, afirma, al tiempo que dice que llama la atención el hallazgo ya que se encontraba en una acacia negra, árbol que no se había reportado como sustrato para el melena de león en ninguna parte del mundo.
Uno podría conjeturar que la aparición de hongos que nunca se habían descrito antes en nuestro país puede deberse o bien al cambio climático o bien a que ahora hay más gente buscando. Sequeira dice que el cambio climático y “el tema de la humedad y los cambios de los patrones de temperatura” pueden tener algo que ver. Al dicho “lo que mata es la humedad” en sus charlas Sequeira lo contrapone con “hay que convertir la humedad en un patrimonio positivo”, dado que los hongos son favorecidos por ella. “No es raro pensar que hay un corrimiento de especies desde el norte al sur, porque en contacto con Brasil, Chile y Argentina estamos viendo ciertas líneas de poblaciones. Y todos esos contactos se han dado gracias a la divulgación”, relata nuestro experto.
¿Cuántos hongos más serán descritos por primera vez para nuestro país? Es de esperar que unos cuantos, dado el micelio de interés del que habla Sequeira. “Los hallazgos de nuevas especies para el país generan un impacto ya sea ecológico, medicinal, biológico, gastronómico o –como artista visual lo digo, estético–. Y ahí está la razón de la fascinación de la gente y del gran público, porque siempre alguna de estas patas llama la atención”, dice Alejandro. “Si conocés, respetás, valorás y conservás”, sentencia, y uno se alegra de que el reino de los fungi haya encontrado en Sequeira un embajador tan apasionado como responsable en nuestro país.
No sólo de hongos vive el hombre
El Centro de Fotografía de Montevideo (CDF) exhibe en la Fotogalería del Prado la muestra Naturaleza extravagante, de Gustavo Casás y Alejandro Sequeira.
“De publicar en los Facebook de fauna conocí a Santiago, que estudia Ciencias Biológicas, se dedica a la cetrería y pasa mucho tiempo en los montes sacando fotos. Ha logrado capturas fantásticas de fauna no tan conocida”, dice Sequeira. “La idea de lo extravagante llama la atención, pero también refiere a la biodiversidad. Estamos acostumbrados a pensar la fauna uruguaya en un grupito de animales muy carismáticos, como la mulita, el ñandú, el carpincho. Pero cuando pensamos en diversidad pensamos en lo opuesto a ese pequeño grupo”, reflexiona el artista sobre estas fotos, en las que podrán verse otros animales no tan conocidos pero igual de nuestros, como las orugas de las coronillas, arañas devorando lagartijas, viejas de agua, comadrejas coloradas y, por supuesto, hongos.
Las fotos forman parte del primer capítulo sobre fauna que Sequeira y Casás vienen preparando y que probablemente vea la luz el año que viene. “Lo mismo sucedió con la Guía de hongos; fue idea de libro, luego exposición del CDF, y finalmente libro editado”, dice Sequeira. Para mitigar la ansiedad, es más que recomendable darse una vuelta por la Fotogalería del Prado.