Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo, dice el dicho que se nos ha enseñado como la fórmula mágica para bajar de peso o, al menos, mantener un peso saludable. El desayuno es protagonista de muchas creencias: se define como la comida más importante del día, que ayuda a tener mayor control sobre el peso, previene una mayor ingesta de calorías a lo largo de la jornada e incluso aporta a disminuir de peso por una reacción del metabolismo en el gasto de energía durante la jornada. Sin embargo, según una revisión científica publicada en la revista The British Medical Journal, estas ideas provienen de estudios observacionales y, en realidad, no existe evidencia sólida para recomendar a los adultos un buen desayuno para bajar de peso.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Monash, Australia, analizó el impacto de desayunar regularmente sobre el cambio de peso y el total de calorías consumidas durante el día, basándose en los resultados de 13 estudios desarrollados entre 1990 y 2018 principalmente en Estados Unidos y Reino Unido. Los investigadores explican que optaron por incluir estudios realizados en países de altos ingresos, porque “los hábitos alimenticios varían enormemente en los entornos con recursos limitados”.
Entre los estudios seleccionados para la revisión científica algunos se centraron en la relación entre comer o saltearse el desayuno y su impacto en el peso corporal, mientras que otros analizaron el efecto del desayuno en el total de ingesta diaria de calorías. No se tomaron en cuenta estudios realizados sobre niños o grupos de adultos con alguna enfermedad, incluyéndose sólo aquellos que involucraron hombres y mujeres adultos sanos.
Más es más
Los científicos encontraron que la ingesta diaria total de energía fue mayor en los grupos que tomaron el desayuno que en los que lo omitieron (en promedio, 260 calorías más por día), independientemente de sus hábitos habituales de desayuno. Además, quienes omitieron la primera comida del día mostraron una pérdida de peso de alrededor de 0,44 kilogramos. El efecto del desayuno sobre el peso no difirió entre las personas con un peso normal y las que tenían sobrepeso.
Los autores también determinaron que saltearse el desayuno no está relacionado con que las personas sientan más hambre por la tarde ni encontraron diferencias significativas en el gasto diario de energía entre los consumidores habituales de desayuno y quienes no lo son, lo que desmiente la creencia de que el desayuno favorece el gasto de energía desde las primeras horas del día. En la mayoría de los estudios incluidos tampoco se encontraron variaciones significativas, entre los grupos que consumieron desayuno y los que no lo hicieron, en los niveles de hormonas relevantes para la nutrición y el metabolismo, como la leptina, la grelina, el glucagón y la insulina, ni tampoco en los de glucosa.
Por lo tanto, los autores concluyen que si bien desayunar regularmente puede tener “efectos importantes” que no fueron contemplados en su trabajo ‒por ejemplo, sobre la concentración y los niveles de atención durante la infancia‒, “la evidencia disponible no admite la modificación de las dietas en adultos para incluir el consumo de desayuno como una buena estrategia para perder peso” y que incluso podría tener el efecto contrario.
Asimismo, los autores plantean que son necesarios estudios con mayor rigidez, profundidad y duración para examinar el papel del desayuno en un enfoque general de control de peso. También señalan que es necesario implementar estudios similares en países de bajo y mediano ingreso, donde “la obesidad se identificada cada vez más como un problema de salud”, y así “examinar el efecto del consumo de desayuno en entornos en los que la desnutrición coexiste con la sobrealimentación”.
Artículo: “Effect of breakfast on weight and energy intake: systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials”.
Publicación: The British Medical Journal (01/2019).
Autores: K Sievert, S Monira Hussain, M Page, Y Wang, H Hughes, M Malek, F Cicuttini.