La Discaria americana crece en regiones serranas, médanos, suelos rocosos y calcáreos, principalmente en el sur de Brasil, pero también se encuentra en algunas zonas de Argentina, donde se conoce como brusquilla, y en el norte de Uruguay. Los uruguayos la llamamos quina de campo. Es un arbusto que alcanza entre 1,5 y dos metros de altura, sus flores tienen forma de pequeñas campanas blancas acompañadas de diminutos frutos rojizos protegidos por espinas. Una investigación del Departamento de Química de la Universidad Federal de Santa María (Brasil) encontró que esta planta posee alcaloides ciclopéptidos con acción antibiótica para trastornos estomacales, de tónico para el corazón y que ayudan a bajar la fiebre.

“La resistencia antimicrobiana a los antibióticos utilizados hoy en día se ha convertido en un grave problema de salud. Estos problemas continúan aumentando a pesar de la introducción de nuevos agentes antimicrobianos, especialmente para pacientes hospitalizados con baja inmunidad”, señalan los investigadores al comienzo de su estudio. “En este contexto, la búsqueda de nuevos antimicrobianos a partir de fuentes naturales ha involucrado a investigadores de todo el mundo”, añaden. Gianna Cecchetto, del Departamento de Biociencias de la Facultad de Química y del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, que no participó en el estudio, no duda un segundo en coincidir: “La resistencia y la multirresistencia de un microorganismo a varios antibióticos es un problema muy importante”, resalta. “La historia dice que lo que hemos hecho fue descubrir los antibióticos en la naturaleza y después cambiarlos. Entonces, están los antibióticos de segunda, tercera y cuarta generación. Se modifican para, de alguna manera, volver a generar antibióticos eficientes, pero se nos agotan las modificaciones, por lo que hay que buscar moléculas nuevas, y volvemos a la naturaleza”, explica.

Cecchetto comenta que este es un tipo de investigación muy presente en Uruguay y que hay varios grupos de investigadores que trabajan en buscar en plantas nativas “cosas nuevas” a las que ya se conocía, y recuerda su participación en la investigación sobre el ibirapitá (Peltophorum dubium), que encontró péptidos con acción antibiótica.

Los autores consignan que, de acuerdo con la literatura internacional sobre etnofarmacología –ciencia que estudia las relaciones entre los humanos y las plantas–, “en la última década, más de 300 metabolismos naturales pertenecientes a diferentes clases estructurales de productos naturales han sido reportados como agentes antimicrobianos”. En ese sentido, explican que dedicaron los últimos años a la búsqueda de “nuevas fuentes naturales ricas en metabolitos secundarios con actividad antimicrobiana”, entre ellas –por supuesto– las plantas. En particular se concentraron en las propiedades antimicrobianas de algunos compuestos químicos de la familia Rhamnaceae, a la que pertenece la Discaria americana.

Flora natural, flora intestinal

Los investigadores aislaron un grupo de alcaloides ciclopeptídicos presentes en el tallo de la quina de campo para analizar su actividad antimicrobiana contra un panel de bacterias grampositivas: Staphylococcus aureus, Bacillus subtilis, Bacillus cereus, Enterococcus faecium, y bacterias gramnegativas: Escherichia coli, Enterobacter cloacae, Enterobacter aerogenes, Salmonella enterica serovar Typhimurium y Pseudomonas aeruginosa.

Los péptidos antimicrobianos son un grupo diverso de pequeñas proteínas con actividad antimicrobiana que, además, ayudan a los organismos a protegerse de diferentes microorganismos, explica Cecchetto, pero aclara que los investigadores brasileños se centraron en otro tipo de estructura química: los alcaloides ciclopeptídicos, que son “una fusión” entre “un alcaloide con una estructura cíclica y algún aminoácido, que son los componentes de las proteínas”.

La mayoría de las bacterias seleccionadas habita en el tracto gastrointestinal de los seres humanos, y algunas cepas pueden conducir a diversas enfermedades –infecciones gastrointestinales, abdominales y urinarias, además de descomposturas y náuseas–, señalan los investigadores. Cecchetto agrega que la acción de éstas bacterias en pacientes inmunodeprimidos puede llegar a causar infecciones intrahospitalarias. A su vez, la microbióloga señala que algunas de las bacterias analizadas no forman parte de la flora intestinal; tal es el caso del Staphylococcus aureus o “estafilococo dorado”, “una bacteria presente en la piel que puede dar infecciones de garganta o infecciones en heridas en la piel”, y el Bacillus subtilis, al que los investigadores analizan “no tanto por el tipo de enfermedad o infección que pueda causar” como por tratarse de un “organismo batalla para estudiar diferentes cosas” y por su “importancia a nivel industrial”. En el documento se menciona el caso de la Enterobacter aerogenes, que puede generar “infecciones del tracto respiratorio, entre ellas la neumonía”.

Los autores encontraron que un total de 14 de los compuestos aislados presentan “interesantes actividades antibacterianas, antifúngicas y antioxidantes”, y destacan la actividad antimicrobiana de la planta frente a la grampositiva Enterococcus faecium, y las bacterias gramnegativas Escherichia coli, Enterobacter aerogenes y Salmonella enterica serovar Typhimurium. Las propiedades antibióticas de nuestra quina de campo sobre estos microorganismos determina que funcione efectivamente “como agente antipirético” –disminuye la fiebre–, para contrarrestar “trastornos estomacales” y como “tónico para el corazón”, concluyen los investigadores, “lo que condice con el uso popular que se hace de esta planta para los malestares de estómago y como antifebril”.

Artículo: “Antibacterial activity of Discaria americana Gilles ex Hook (Rhamnaceae)”.

Publicación: Journal of Ethnopharmacology 239 (2019).

Autores: Janice Dahmer, Gabriele do Carmo, Marco Mostardeiro, Alexandre Tibursky Neto, Ubiratan Flores, Ionara Irion Dalcol, Ademir Farias.