Lo primero que tendemos a pensar cuando nos dicen que hay una investigación que relaciona la basura que producimos los humanos con animales silvestres es, o bien que los estamos contaminando con nuestros desperdicios, o bien que estamos destruyendo su hábitat. Por ejemplo, hay muchos estudios sobre la presencia de plásticos en el estómago de diversos animales, desde tortugas marinas que aparecen varadas con obstrucción en su aparato digestivo en las costas de Rocha hasta en pequeños peces estacionales que viven en charcos temporales. Sin embargo, tras leer el artículo científico “El impacto de los subsidios alimenticios antropogénicos en una ave marina generalista durante el crecimiento de las crías”, publicado este mes por investigadores del Centro de Investigación y Conservación Marina (Cicmar), la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, el Centro Universitario Regional Norte y la Universidad Purdue de Estados Unidos, el horizonte del problema se amplía: la basura que producimos puede también favorecer a determinados animales y, de esa manera, afectar también negativamente al medioambiente, la biodiversidad e incluso la salud humana y la seguridad aérea.
Subsidio encubierto
A quienes no estamos familiarizados con esta temática lo primero que nos llama la atención es la idea de que nuestros desperdicios pueden convertirse, y de hecho lo hacen, en alimento para una amplia gama de animales. Ese alimento extra puede ser aprovechado por algunos animales que, al ser favorecidos, obtendrían ventajas para, por ejemplo, aumentar sus poblaciones y, de esta manera, imponerse frente a otros animales que comparten el hábitat pero no consumen ese alimento. Esto, que se conoce como “subsidio alimenticio de origen antropogénico”, es definido como “fuentes de alimento derivadas de las actividades humanas que son puestos a disposición de los animales” y, según afirma el artículo, “es uno de los promotores menos estudiados de los cambios de las poblaciones de animales”; es algo a corregir, ya que estos subsidios “crecen exponencialmente”.
En el caso de los ecosistemas costeros de Uruguay, este subsidio se produce de dos grandes formas: por los descartes de pesca y por la proximidad de basureros municipales a los sitios costeros. En el trabajo se señala que los primeros son usados por un amplio grupo de aves, mientras que los segundos son aprovechados por una menor cantidad de especies, de las que “las gaviotas emergen como un grupo significativo”, ya que son generalistas para elegir su comida. Por más que luzcan inmaculadamente blancas, las gaviotas no le hacen asco a nada y, a la hora de alimentarse, son aves que harían que nuestro amigo o amiga con peores modales en la mesa parezca Sergio Puglia o Mirtha Legrand. De ahí que en el trabajo los autores señalan que “los subsidios antropogénicos, como la basura, son un promotor importante de cambios poblacionales en los animales” y que “las gaviotas se alimentan intensamente de esta fuente de alimento”.
Dada “la plasticidad en el uso de recursos” de las gaviotas, en el artículo se señala que el subsidio que les damos “puede tener numerosas implicaciones socioambientales”, que van desde afectar la biodiversidad al aumentar sus poblaciones y desplazar a otras aves hasta propagar enfermedades o incluso convertirse en un peligro para el tráfico aéreo porque en varios países las gaviotas “son las aves más comunes involucradas en colisiones con aviones”. Con esto en mente, los investigadores de nuestro país se propusieron averiguar en qué medida los humanos de la zona metropolitana estamos subsidiando la alimentación de las gaviotas cocineras (Larus dominicanus) que anidan en la Isla de Flores y cuáles serían los potenciales impactos sobre los socioecosistemas costeros.
Complemento para crías
“Usando un análisis de dieta convencional y de isótopos estables de carbono 13 y nitrógeno 15 de la sangre de los pichones de gaviota cocinera, estudiamos la variación del crecimiento de las crías en respuesta a la alimentación de basura en una colonia reproductiva en el estuario del Río de la Plata”, dicen en su artículo los científicos. Lo que encontraron confirmó lo que sospechaban: las gaviotas cocineras se estaban alimentando con desperdicios, principalmente con pollo. De 23 contenidos estomacales de pichones –obtenidos por lavaje estomacal, cuidando de producir el menor estrés posible– el pescado apareció en 39,1% de lo ingerido mientras que el pollo lo hizo en 30,4%. Sin embargo, los investigadores notaron que “la proporción de basura llevada a los pichones de las gaviotas cocineras aumentaba gradualmente a lo largo del período de crianza”, al tiempo que “la variación de basura incorporada en los tejidos de los pichones aumentaba con el tamaño de los pichones”, sostienen.
De esta manera, los autores concluyen que su estudio “respalda la idea de que una de las consecuencias del manejo inadecuado de los desperdicios es que pueden ser aprovechados por aves generalistas como las gaviotas, con potenciales efectos a nivel individual y ecosistémico”. Dado que observaron que los “desperdicios fueron ingeridos y asimilados por los pichones de gaviotas cocineras durante el período de crianza”, afirman que el trabajo “muestra que las implicaciones ambientales de los desperdicios no están asociadas únicamente a seguir parámetros y prácticas relativas a la generación, recolección y deposición final de los residuos, sino que también están relacionadas con el funcionamiento ecológico de los sistemas socioecológicos, los que se conectan también mediante el forrajeo de los animales”.
Los autores no sólo quieren generar conocimiento, sino que buscan que este contribuya a un mundo mejor: “Considerando esta dimensión en el manejo de los residuos, podemos prevenir problemas medioambientales futuros incluyendo la pérdida de biodiversidad, contaminación costera, impactos con aeronaves, calidad del agua y riesgos para la salud, entre otros”, señalan. Incluso son audaces y utilizan las páginas de Science of the Total Environment para hacer una sugerencia: “Creemos que los tomadores de decisiones deberían considerar los resultados de este estudio, que muestra que la basura está impactando directamente los ecosistemas costeros a través de mecanismos pobremente explotados por las ciencias medioambientales”.
¿De dónde viene el subsidio de las gaviotas?
Javier Lenzi, primer autor del trabajo, es investigador en el Cicmar y de los departamentos de Forestación y Recursos Naturales y del Programa de Ciencias Ecológicas e Ingeniería de la Universidad Purdue. Dado que el subsidio de alimento se ha comprobado en las gaviotas cocineras, uno se pregunta si su población está creciendo. “En Uruguay aún no tenemos información a largo plazo para evaluar si las poblaciones de gaviotas están creciendo o no”, contesta Lenzi. “Lo que sí hemos visto en Uruguay, mediante simulaciones por computadora, es que algunas colonias de reproducción de gaviotas estarían en aumento, pero no podemos asegurar una causa”, afirma, al tiempo que dice que hacen falta “más estudios de campo que permitan evaluar si hay una relación entre la trayectoria de las poblaciones y el aprovechamiento de basura y descartes pesqueros”.
¿De dónde provenía el pollo, el principal subsidio que ingirieron las crías de gaviota cocinera? La respuesta de Lenzi incluye aspectos relevantes que no se reflejaron en el trabajo: “Vimos que los adultos se alimentan de pollo y de huesos de asado de vaca, que provienen de los basureros. Te das cuenta porque se nota que están cocidos y son en general huesos de patas y alas de pollo. A veces vienen con otros restos de comida de humanos, como arroz, arvejas, etcétera. Pero cuando analizamos la dieta de los pichones vimos que los restos de pollo (los pichones no comen asado de vaca) eran sólo alas y no estaban cocidas sino crudas. Cuando analizamos la información de algunos GPS que pusimos en los adultos mientras incubaban, vimos que de sus nidos se dirigían hacia el basurero de Felipe Cardoso, pero también hacia la zona de Las Piedras y La Paz, que es una zona con muchos criaderos de pollos”.
Otra fuente de subsidio para las gaviotas suelen ser los descartes de la pesca. “En general, los descartes pesqueros hacen que los pichones y adultos de gaviotas sobrevivan más y que sus poblaciones aumenten”, dice Lenzi, y esto encierra un peligro: “Cuando las poblaciones de gaviotas crecen mucho desplazan a otras especies de aves de sus nidos o de sus áreas de alimentación. Si pensamos en Uruguay, las gaviotas hacen sus nidos en islas costeras, que generalmente son chicas. Allí también se reproducen otras aves. Con otros colegas, en el área protegida Cerro Verde e Islas de La Coronilla hemos visto que otras especies son desplazadas de sus nidos o directamente sus huevos y pichones son depredados”. Por otro lado, el aumento de gaviotas, alerta, “incrementa el riesgo de contraer enfermedades bacterianas como Salmonella, Escherichia coli y botulismo, ya que a través de las excreciones podrían contaminar fuentes de agua, al ganado o directamente a las personas”.
Margen para mejorar
Evidentemente, para cortar con el subsidio de alimentos hay que mejorar la forma en que manejamos nuestros desperdicios. “En otros países, lo que hay es una mejora integral en la gestión de los residuos, que además reduce mucho el acceso de los animales a la basura. En el caso de las gaviotas y otras aves, el problema a veces se reduce casi completamente”, dice Lenzi. Señala, además, que “las mejoras más ambiciosas en gestión de residuos quizá estén en la Unión Europea [UE]”. “Sus metas de reciclado para 2035 son de 65%. Los basureros a cielo abierto están siendo clausurados; se fomenta que la clasificación final en la planta de acopio sea bajo techo para recuperar y reciclar los residuos lo mejor posible; la basura no reciclable o no recuperada (que en algún caso extremo llega sólo a 2%) se composta, se incinera o va a disposición final”, afirma, y a continuación relata que como consecuencia “varias poblaciones de gaviotas se han reducido en Europa”, lo que para él es un ejemplo “de cómo la mejora de la gestión de los residuos impacta positivamente sobre los ecosistemas”.
Lenzi no vive en una burbuja: “Este tipo de sistemas de gestión tiene un costo quizá demasiado alto para nuestra realidad socioeconómica y cultural, incluso para algunos países de la UE”, reflexiona, por lo que afirma que “si lográramos fomentar la economía circular en Uruguay por medio de la nueva Ley de Residuos que se está elaborando, quizá la cantidad de basura orgánica que llega a los lugares de disposición final se podría reducir, así como su disponibilidad para los animales”. También menciona el ejemplo de otros países para impedir el acceso de las aves y otros animales a los basureros que son más económicos, como por ejemplo “un sistema de cetrería similar al que se aplica en el Aeropuerto Internacional de Carrasco, que reduce el acceso a la basura de las aves y, probablemente, de ratas y ratones”. Y ya que se menciona el aeropuerto, amplía: “Es interesante el caso de Isla de Flores, porque a 15 kilómetros de distancia están la usina Felipe Cardoso y el aeropuerto, que además están a unos cinco kilómetros de distancia entre sí. Las gaviotas que se mueven desde la Isla de Flores y desde la cercana Isla de las Gaviotas hacia Felipe Cardoso y el aeropuerto atraviesan las rutas de aterrizaje y despegue de los aviones. Si las aves no pudiesen acceder a la basura en Felipe Cardoso, quizá elegirían otro lugar donde alimentarse, probablemente en el Río de la Plata”. Más allá de ese posible impacto positivo, Lenzi es un hombre de ciencia, por lo que dice que “estas conjeturas habría que estudiarlas y evaluar los mejores escenarios para el manejo de la basura y de las poblaciones de gaviotas y otras aves que se alimentan de residuos y que pueden afectar la seguridad aérea”.
El trabajo de Lenzi y sus colegas, si se quiere, toma a la gaviota cocinera no como un animal perjudicado por nuestros residuos sino como uno al que, sin proponérnoslo, podríamos estar alimentando y que podría causar problemas varios. Vista así, la investigación podría considerarse una advertencia para que veamos a quiénes favorece nuestra forma obscena de desperdiciar alimentos y manejar nuestros desperdicios. “Puede verse como una advertencia sobre las consecuencias de la cantidad de residuos que generamos y lo mal que los manejamos”, afirma el investigador. “También es una evidencia más para alertar sobre cómo las políticas de gestión ambiental, cuando no están bien diseñadas, pueden afectarnos directa e indirectamente”, agrega. “Cuando subsidiamos con energía y nutrientes a los organismos, las consecuencias en algunos casos son bastante conocidas. Las floraciones de algas y cianobacterias que han ocurrido en los últimos años en Uruguay, producto del subsidio de nitrógeno y fósforo, son un ejemplo de esto mismo. Sabemos que estos fenómenos ocurren bajo ciertas condiciones ambientales, la incógnita es por qué, si hay científicos pensando y trabajando en estos temas, no son tomados en cuenta como deberían al momento de diseñar políticas y estrategias de desarrollo”, enfatiza. “En el caso particular de la gestión de los residuos, aún podemos incorporar nuevas miradas que aporten a mejorar las políticas de gestión”, dice. El artículo está publicado y revisado por pares. Una vez más, la ciencia hace su trabajo. De todos nosotros depende de que sea tomada en cuenta.
Artículo: “The impact of anthropogenic food subsidies on a generalist seabird during nestling growth”.
Publicación: Science of the Total Environment (junio de 2019).
Autores: Javier Lenzi, Iván González-Bergonzoni, Emanuel Machín, Bryan Pijanowski, Elizabeth Flaherty.
Conversando con Lenzi
El transporte de nutrientes del continente a las islas, mediante las excreciones de las gaviotas, podría estar favoreciendo el aumento de la vegetación en islas como la de Flores, lo que a la vez contribuiría a un mayor éxito reproductivo de las gaviotas. ¿Esto implica asumir que los desperdicios humanos pueden impactar de formas impensadas –y poco estudiadas– en el ambiente?
Intentar responder una pregunta de investigación trae más preguntas que respuestas, y este es un ejemplo. Hay un fenómeno de transporte de nutrientes entre diferentes ecosistemas por medio de las excreciones que ocurre de manera natural y es bastante evidente cuando el número de aves es muy grande. Por ejemplo, mi colega Iván González estudió este fenómeno en Groenlandia y vio que el aporte de nutrientes (por ejemplo, nitrógeno) desde el mar, mediante las excreciones de las aves marinas, es realmente grande y altera mucho los ecosistemas continentales. Si a este tipo de fenómenos le incorporamos la dimensión humana, como puede suceder con el aporte de nutrientes desde los basureros hacia las islas costeras, el asunto se torna más complejo. En nuestro caso, el aporte de nutrientes desde los basureros por medio de las excreciones podría favorecer el crecimiento de la vegetación en las islas costeras. Algunas especies vegetales que habitan las islas son exóticas e invasoras y podrían estar creciendo más rápido de lo habitual. Lo que sucede con las gaviotas en la Isla de Flores, por ejemplo, es que hemos visto que la mayor parte de los nidos están hechos sobre una especie de pasto que es invasor y que crece muy rápido y muy densamente; además, el pasto conserva mejor el calor que la roca o la arena. Esto no es menor, ya que para incubar los huevos y para los pichones el calor es importante. Entonces podría haber una especie de retroalimentación entre la llegada de nutrientes desde los basureros, el desarrollo de la vegetación y el éxito en la reproducción de las gaviotas, lo cual estaría bueno estudiar.
Cuando en el trabajo dicen “Creemos que los tomadores de decisiones deberían considerar los resultados de este estudio, que muestra que la basura está impactando directamente los ecosistemas costeros a través de mecanismos pobremente explotados por las ciencias medioambientales”, ¿se refieren al manejo de los desperdicios o van más allá de eso?
El aprovechamiento de la basura por los animales, sobre todo aves y mamíferos, no es considerado cuando hablamos políticas de gestión de residuos. Estas políticas están diseñadas desde la ingeniería y enfocadas, a grandes rasgos, en los procesos de generación, recolección y disposición final, y está bien. Sin embargo, algunas ramas de la ciencia, como las ciencias ambientales y la ecología, están avanzando hacia entender cómo los sistemas naturales responden a la forma en la que gestionamos nuestros residuos. Entonces, es bueno llamar la atención sobre esto y fomentar la incorporación de la ciencia en la elaboración de políticas sobre gestión de residuos.
Por ejemplo, cuando hablamos de medidas de mitigación para evitar que los animales se alimenten de basura y de desechos pesqueros, estamos hablando también de políticas públicas orientadas a prevenir conflictos ambientales. Considerando a las gaviotas, los conflictos ambientales están relacionados con el crecimiento de sus poblaciones y el consecuente incremento del riesgo de extinción de otras especies de aves, el riesgo de enfermedades bacterianas, el riesgo de colisión con aeronaves y el disturbio que les ocasionan a las ballenas francas, que además son un recurso turístico importante. Entonces, como mencionaba anteriormente, está bueno considerar otras miradas del problema al momento de elaborar políticas.