Si hay temas que a Uruguay debieran importarle de manera particular, el de la intensificación agrícola y su relación con la sustentabilidad sin duda es uno de ellos. Hasta que no encontremos otra forma de generar ingresos, la apuesta por la producción de commodities agrícolas sigue siendo de vital importancia. Sin embargo, el aumento de su producción, desde principios de este siglo, ha generado problemáticas varias, que van desde el empobrecimiento de los suelos al aumento de la aplicación de agroquímicos y su consecuencia en la eutrofización de los cursos de agua, floraciones de cianobacterias, mortandad de colmenas, impacto en los niveles de los cursos de agua e incluso afectaciones a la salud humana. Dado que, por un lado, en la lógica de las sociedades actuales se persigue el paradigma del crecimiento perpetuo en el que el no aumento del Producto Interno Bruto equivale al estancamiento de la economía y que, por el otro, la demanda de alimentos de una población mundial en crecimiento impone producir más, las alternativas son dos: o se produce más plantando en una mayor extensión, o se intensifica el rendimiento de las superficies actualmente cultivadas. Sobre algunos aspectos de la intensificación sostenible ya escribieron en estas páginas los investigadores Jorge Smeding y José Paruelo. La publicación de una investigación reciente en la prestigiosa editorial Nature deja en evidencia que el problema está siendo pensado en varias partes del mundo y que, como cabría esperar, no tiene respuestas sencillas ni soluciones netamente científicas.

Un problema mundial

El artículo, titulado “Impactos globales de la futura expansión e intensificación en los mercados agrícolas y la biodiversidad”, salió publicado en Nature Communications a fines de julio. Allí, investigadores de diversas instituciones alemanas y checas (por ejemplo el Departamento de Geografía de la Universidad de Múnich, el Instituto Kiel para la Economía Mundial y el Departamento de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad Palacký) se proponen evaluar los impactos, tanto en los mercados como en la biodiversidad, de aumentar la producción agrícola para 2030 mediante dos escenarios, uno de expansión y otro de intensificación agrícola. ¿Por qué estudiar eso? Porque, como dicen en el artículo, “se proyecta que la demanda de commodities agrícolas aumente inexorablemente” entre 70% y 100% para 2050, y dado que el interés en la producción agrícola también está orientado “por la generación de ingresos y el crecimiento económico, la alta presión sobre los sistemas agrícolas continuará en las próximas décadas”.

En el trabajo recuerdan que hoy 38% de la superficie mundial está cubierta por tierras de cultivo y que “casi 30% de la producción primaria neta global se destina para uso humano”, por lo que un aumento hace que sea probable que “la agricultura siga siendo el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad mundial, porque ambas estrategias para aumentar la producción, a saber, la expansión e intensificación de las tierras de cultivo, plantean grandes amenazas para muchas especies”, tanto comunes como en la lista roja de especie amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los autores señalan que la expansión de las áreas cultivadas amenaza a la biodiversidad debido a la fragmentación y pérdida de hábitats, mientras que la intensificación puede tener “efectos negativos menos pronunciados”. De todas formas, destacan que “hay evidencia clara de que la intensificación del uso de la tierra amenaza a muchos taxones de especies que hacen uso de las tierras de cultivo debido a la homogeneización del hábitat, la irrigación y niveles altos de agroquímicos, como fertilizantes y pesticidas”. Por todo esto, los autores afirman que “alcanzar las demandas futuras de biomasa y, al mismo tiempo, salvaguardar los ecosistemas y biodiversidad restantes es un desafío crítico que enfrentamos en el siglo XXI”.

Por tanto, en el análisis de sus escenarios, los investigadores utilizan “retroalimentaciones entre los impulsores biofísicos y socioeconómicos del cambio en el uso de la tierra, así como las interacciones con la biodiversidad”, y examinan “las compensaciones globales entre los mercados agrícolas y la biodiversidad global” que puedan ocurrir en las predicciones de producción. De acuerdo a varios indicadores, crearon mapas de “expansión e intensificación de tierras de cultivo simulados para 17 cultivos agrícolas a una resolución espacial de 30 segundos de arco”. Esos cultivos elegidos representan 73% del área de cultivo global y entre ellos se encuentra, obviamente, la soja, tan omnipresente en nuestro campo. Luego examinaron “el impacto de la expansión e intensificación de las tierras de cultivo en los mercados agrícolas” mediante “un modelo computable de equilibrio general (CGE) de la economía mundial que explica las interrelaciones entre los sectores económicos con dos escenarios comparables de expansión e intensificación de tierras de cultivo hasta 2030”. Finalmente, utilizaron mapas de distribución de 19.978 especies de vertebrados “para examinar la concordancia espacial entre patrones de biodiversidad global y los de potenciales para la expansión e intensificación de tierras de cultivo en un futuro cercano”. Los objetivos de todo esto eran dos: cuantificar las diferencias en el impacto de “la expansión de tierras de cultivo versus intensificación en los rendimientos de los cultivos, precios, comercio y consumo” e “identificar puntos críticos de posibles conflictos futuros entre la expansión e intensificación de las tierras de cultivo y la biodiversidad”.

Resultados simulados

En ambos escenarios –para que pudieran ser comparados– sus simulaciones produjeron un aumento de los cultivos de 19%. Esto implicó destinar 7,3 millones de kilómetros cuadrados extras a áreas de cultivo en el modelo expansivo o intensificar la agricultura en 1,5 millones de kilómetros cuadrados en el otro escenario. “Ambas estrategias tuvieron diferentes impactos considerando las regiones geográficas” adelantan en su trabajo.

En el escenario de expansión del área cultivada, la región con aumento es América Central y América del Sur, con un crecimiento de 146%, y Australia y Nueva Zelanda, con 78%. Sin embargo, ese aumento de producción tiene una consecuencia inesperada, o tal vez no para los que saben: “Debido al incremento de suministro a los mercados agrícolas, los precios de los cultivos caen en todas las regiones, incluso en las regiones donde la producción doméstica disminuyó (Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia)”. Sobre estas cuestiones de mercado que deberían interesarnos, la investigación agrega que la Unión Europea “pasó de ser un exportador neto a un importador neto”.

Por otra parte, el escenario de intensificación de agricultura no afecta tanto a nuestra región (el estudio no señala margen para ello en el grupo en que se encuentra Uruguay junto a Chile, Argentina y Paraguay) y registra los mayores crecimientos de cultivos en África subsahariana (78%), India (68%) y la ex Unión Soviética (63%). Una vez más, los precios en los mercados caen en este escenario. Por otro lado, se señala que producir más no significa que el país productor aumente su consumo de alimentos. Por ejemplo, sin intensificar su producción, China aumenta de todas formas la importación de commodities agrícolas. En ese sentido, los autores afirman: “Los impactos de las estrategias agrícolas en los mercados agrícolas no sólo dependieron de los cambios en la productividad de la tierra o la dotación de tierras, sino que fueron el resultado de mecanismos del mercado, ya que las economías compiten bajo precios flexibles en los mercados mundiales”. De todas maneras, indican que ambos escenarios “contribuyen a mejorar la seguridad alimentaria en términos de aumento de la producción y de precios más bajos no sólo en los países donde aumentó la producción, sino también en aquellos que importaron cultivos”.

En cuanto a la afectación de la biodiversidad, los puntos de mayor riqueza más afectados en el escenario de la extensión de la agricultura serían aquellos ubicados en América Central y Sudamérica, “incluida la cuenca del Amazonas y la mata atlántica, los bosques y sabanas de África central y Madagascar, así como partes de África del sur, el este de Australia y grandes porciones del sudeste asiático”. En cuanto a los puntos críticos de biodiversidad, sitios con multitud de especies amenazadas o de gran valor, la expansión agrícola en nuestro continente afectará principalmente a la parte tropical de los Andes así como a la mata atlántica. Por su parte, señalan que la presión en la biodiversidad de la intensificación “fue generalmente menos pronunciada, especialmente en América Latina, pero incluyó regiones en África subsahariana, India, Nepal, Myanmar y China, donde se proyecta que la intensidad de la agricultura aumentará sustancialmente hasta 2030”.

“La expansión de las tierras de cultivo amenazó la biodiversidad en mayor medida en América Latina y África central, lugares con hábitats naturales grandes y relativamente intactos con condiciones biofísicas y socioeconómicas que probablemente promuevan la expansión de las tierras de cultivo en las próximas décadas”, advierten en la discusión. También señalan que sus resultados “sugieren que las ganancias de la producción ocurrirán a costa de la biodiversidad, predominantemente en las regiones tropicales en desarrollo, mientras que Europa y América del Norte se benefician de los precios más bajos del mercado mundial sin poner en riesgo su propia biodiversidad”.

Uruguay en el informe

Si bien en las conclusiones del artículo los autores dicen que “los resultados a escala global rara vez son directamente transferibles a escalas espaciales más finas”, y sugieren que estos análisis de escenarios se hagan a escala local “empleando datos regionales de biodiversidad y análisis económicos reducidos”, hagamos énfasis en algunos aspectos del informe que mencionan nuestro país.

Agrupado junto a Chile, Argentina y Paraguay, en el escenario de la expansión del área de cultivo nuestro país está en el renglón que registra el mayor crecimiento, con 178% del aumento de kilómetros cuadrados destinados a plantaciones para 2030. Paradójicamente, ese crecimiento redundará en una baja de casi 75% de los precios de los cultivos producidos. Con la intensificación de la agricultura, el grupo en el que está Uruguay baja su producción en cerca de 5%. Los precios, una vez más, nos perjudican si nos jugamos al país exportador de commodities: caen cerca de 10%.

En la información suplementaria del artículo, disponible en la versión web, varios mapas detallan cómo y en base a qué se realizaron las estimaciones para los distintos escenarios. Allí nuestro país está entre las zonas con mayor potencial biofísico para la expansión de 17 tipos de cultivo (junto a regiones del norte de Argentina, partes de Paraguay y regiones tropicales de los Andes). Uruguay no sería tan adecuado para la intensificación, manteniéndose en un mitad de tabla discreto en América Latina, con un potencial biofísico de entre 80% y 100% (hay regiones de Brasil y Chile con más de 500%). La soja, en el grupo integrado por Uruguay, ascendería significativamente la facturación al aplicarse la expansión de cultivos (pasando de poco más de 16.000 millones de dólares de la línea base a cerca de 45.000 millones), pero se reduciría levemente en el escenario de la intensificación (de 16.000 millones de dólares a unos 14.000 millones). También se señala un aumento de la exportación de commodities del bloque Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay, que para 2030 superaría los 50.000 millones de dólares en el escenario expansivo pero que quedaría igual o con una leve disminución en el escenario de intensificación. La investigación de los alemanes y checos ya está publicada. Sería fascinante tener escenarios futuros con ambas alternativas de aumento de la producción agrícola generados aquí con datos con resolución local sobre biodiversidad, suelos, mercados y otra información relevante.

Artículo: “Global impacts of future cropland expansion and intensification on agricultural markets and biodiversity”.

Publicación: Nature Communications (28 junio, 2019).

Autores: Florian Zabel, Ruth Delzeit, Julia Schneider, Ralf Seppelt, Wolfram Mauser, Tomáš Václavík.