La Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (ANCiU) anunció que su actual presidente desde 2016, el investigador de ciencias biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República Rafael Radi, fue reelecto por un segundo período de cuatro años. Para recibir a las nuevas autoridades –fueron también reelectos el químico Eduardo Manta como secretario, el matemático y miembro también del GACH Fernando Paganini como tesorero y la ingeniera química Liliana Borzacconi y el virólogo Juan Cristina como vocales– la ANCiU realizó una ceremonia –al aire libre– en su sede ubicada en la Quinta Vaz Ferreira.

La ANCiU funciona en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura –razón por la cual en la ceremonia estuvo el ministro Pablo da Silveira–, fue creada por ley en 2009 y comenzó a funcionar en 2011, por lo que este año lleva una década trabajando en el asesoramiento sobre ciencia y políticas de ciencia y tecnología a los organismos públicos que así lo soliciten, así como promoviendo la ciencia. El objetivo de esta nota era hablar con Rafael Radi acerca de su gestión, tanto pasada como la que ahora comienza, al frente de la ANCiU, tratando de evitar hablar del coronavirus.

Sin embargo, mientras Uruguay atraviesa su peor momento en cuanto a cantidad de contagios, camas de CTI ocupadas y crecimiento de las curvas desde que arrancó la pandemia, podría parecer que hay razones de peso para fracasar en esa empresa con tan rotundo éxito. Pero también podría verse como una muestra más de algo que este año quedó muy claro: la respuesta a la pandemia fue posible por la existencia de un sistema científico articulado y comprometido. Así como no fue casualidad que en el país existiera gente formada y con capacidad y voluntad de desarrollar kits de diagnóstico e instituciones donde pudieran hacerlo, tampoco es casualidad que el coordinador del GACH fuera una persona de prestigio dentro de la comunidad científica, un investigador sin temor a remangarse la túnica y a dejar de lado grandes cantidades de su vida profesional y personal para ocuparse de la ciencia por fuera de su entorno inmediato.

¿Tu reelección a la presidencia de la ANCiU implica que hay evidencia científica de que las reelecciones son favorables para una gestión? ¿Se equivocan los que defienden una alternancia en el gobierno?

¡Yo no fui por una reelección, me reeligieron! (risas). No tenía un deseo particular de seguir o no. Entendía sí que era un momento importante para la ciencia nacional y que si la asamblea lo decidía estaba dispuesto a mantener el compromiso. También hubiese sido muy feliz si hubiera habido otro colega que hubiese agarrado la posta, pero se consideró que lo conveniente era que yo siguiera, y como fue por unanimidad, agradecí mucho. Como la Academia está funcionando bien, tenemos mucho trabajo adelantado, por lo que tampoco era que había que remar contra la corriente, más bien al revés. Lo que más me deja tranquilo es que mis compañeros pensaran que había hecho un trabajo razonable.

Estás terminando cuatro años al frente de la ANCiU y vienen otros tantos por delante. A la hora de hacer un balance, ¿qué te quedó en el debe del período pasado?

En realidad, con las herramientas que teníamos, porque el presupuesto de la Academia es realmente muy bajo y hasta su propia estructura, en cuanto a número de miembros, se siguió consolidando en el último período, era muy difícil pensar que se pudiera haber logrado mucho más. Quizás me hubiese gustado aprovechar este espacio notable aquí en la quinta, como lugar icónico de la ciudad de Montevideo, para hacer más actividades científicas, charlas, conferencias. Es un tipo de espacio que es muy típico en universidades europeas, pero de los que aquí no sé si hay muchos. Lugares con jardines a los que puedas venir con un extranjero, hacer una jornada, y me parece que mucho más en función de todo esto que ha ocurrido por la pandemia, de la utilización de los espacios al aire libre. Si bien esto quedó un poco como en el debe, fue un poco por la vía de los hechos, quedó lamentablemente trunco por la pandemia y es una de las cosas que quiero impulsar.

Después, no tanto como un debe sino algo hacia el futuro, algo que creo que tenemos que hacer y por lo que tenemos que trabajar, es ver de qué forma le adicionamos a la Academia una capa de científicos jóvenes, no sólo para darle dinamismo y a su vez lograr una interlocución con sus cogeneracionales, sino también porque ha sido notorio el impacto de los jóvenes científicos en este 2020. Y entonces me parece algo lindo, algo que rejuvenece, que le da frescura y que refleja mejor cómo funciona el sistema científico en Uruguay. Gente entre los 30 y los 45 años que esté también trabajando en estos temas y que a su vez va a ser la futura capa de miembros de número de la Academia.

Sigue habiendo disparidad de género en el ingreso a la Academia Nacional de Ciencias. ¿Es este también un debe?

Sí, es un problema. Nosotros vamos a seguir insistiendo para mejorar esto en el próximo período. Ana de Nicola, que forma parte de la ANCiU, trabaja para el programa Mujeres en la ciencia a nivel de la IANAS, la Inter-American Network of Academies of Science, o sea que el tema está metido dentro de nuestra Academia porque Ana es la delegada uruguaya ante ese organismo. Pero a los efectos prácticos nos ha faltado incorporar más mujeres a la Academia. Tenemos que intensificar el trabajo en esta área y creo que lo vamos a lograr, porque también el sistema científico en su conjunto, incluyendo el Sistema Nacional de Investigadores y otros ámbitos, que cada vez tiene más mujeres en lugares relevantes. El tema es que la selección en la Academia es muy rigurosa desde el punto de vista de los estándares de lo que se pide. Entonces lo que sí tenemos que asegurar es que quien entre los cumpla.

Supongo que vos, que estás entre investigadores, sabés que hay mujeres que bien podrían cumplir con esos criterios rigurosos de selección.

Sí, hay personas y es importante que los académicos y académicas propongan mujeres, porque el ingreso a la Academia se considera a partir de la propuesta de los otros miembros. Este va a ser uno de los temas a abordar en mi próxima presidencia, sin dudas. Este año la Academia no ha incorporado a nadie porque la pandemia nos impidió ese trabajo, pero la idea es que una vez por año, en la reunión de cierre del año, podamos decir quiénes ingresan a la Academia. Haremos todos los esfuerzos para mejorar el balance de género y aumentar el número de mujeres. Y tenemos oportunidad de hacerlo, porque esta es una academia que tiene un número fijo de 30 miembros. En breve algunos de los miembros pasan a ser eméritos, y hay otras plazas que no se han incorporado, por lo tanto, va a haber un conjunto de plazas a completar, por lo que va a haber muchas posibilidades para considerar múltiples candidaturas.

Pasando al vaso medio lleno, ¿cuáles considerás que fueron los mayores logros?

Me parece que la Academia logró, y ahí hay mucho trabajo previo de Rodolfo Gambini, que fue el primer presidente fundacional, quedar integrada a la trama de ciencia y tecnología. No es una academia figurativa, que está en una ley fría y muerta, sino que realmente hace cosas. El gobierno consulta a la Academia, el Parlamento consulta a la Academia, la UNESCO, organizaciones internacionales, otras academias. La Academia ha permitido vehiculizar premios a científicos jóvenes uruguayos y ha podido dar opinión en temas importantes. Por ejemplo, ahora el Ministerio de Educación y Cultura nos está consultando sobre tres temas cruciales. Uno es cómo debe ser la formación universitaria de los futuros docentes, el otro cómo va Uruguay a la ONU y a la UNESCO con una posición conjunta sobre el tema de la ciencia abierta y, en términos más generales, sobre el derecho a la ciencia, temas en los que se había empezado a trabajar el año pasado y que este gobierno ha retomado. Finalmente, nos ha pedido asesoramiento para el diseño institucional de la ciencia y la tecnología. Entonces, me parece que en ese sentido la Academia ha logrado un espacio creíble de articulación. Y también creo que el gobierno, tanto el pasado como el presente, está descubriendo que la Academia, tal como lo pide la ley, puede asesorar en temas diversos. Por ejemplo, el Ministerio de Industria, Energía y Minería nos ha pedido opinión sobre el fracking.

La ley que crea la Academia Nacional de Ciencias establece como uno de sus cometidos asesorar a los organismos públicos, entre ellos al Poder Ejecutivo y el Legislativo. Lo que implica ese “asesoramiento en ciencia” cambió drásticamente este año. Siendo el coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario, ¿qué enseñanzas podés trasladarles a tus compañeros de la Academia sobre esta tarea de asesorar científicamente?

A nosotros nos contactaron varias veces de la Internacional Government and Science Advice Organization, una organización que está bajo el paraguas de la UNESCO, preguntándonos por nuestra experiencia asesorando al gobierno. Y de lo que se habla es de que hay un cambio del paisaje del asesoramiento científico a nivel global. Desde esta organización muestran una cantidad de ejemplos que han sido buenos, incluso en países que son muy pobres, lo que contrasta un poco con lo que sucedió en Estados Unidos a instancias de Donald Trump y que ahora John Biden quiere corregir.

“Aprendimos mucho sobre cómo hablar con el mundo de la política”.

Creo que en esto de asesorar con evidencia hay dos etapas. Una es la etapa interna del análisis y síntesis, y después está la etapa de transferencia hacia los tomadores de decisiones. Lo que aprendí o se me hizo tal vez más evidente es que a esa etapa de transferencia hay que prestarle tanta atención como a la primera. Aquello que querés decir, ya sea en forma escrita u oral, para que realmente sea decodificado en forma correcta para tomar decisiones, no es obvio, por lo que tenés que hacer varios intentos de aproximación. Entonces en estos meses aprendimos mucho sobre cómo hablar con el mundo de la política.

Hay problemáticas que son complejas, y si bien hay evidencia, no siempre es sencilla de trasladar.

Así es. Fue el caso del asesoramiento sobre la reapertura de los centros educativos en mayo, o del turismo de frontera. Nosotros analizamos el tema, luego hicimos un informe escrito, les mandamos esa información y después lo discutimos y les pedimos que nos hicieran todas las preguntas. Porque son temas complejos en los que no se puede escuchar el reporte y tomar rápidamente una decisión. El análisis y la síntesis es algo que hacemos todo el tiempo para la interna, pero creo que lo que más aprendí en esta etapa, y lo más virtuoso de este proceso, fue generar formas consistentes de transferir esa información a los tomadores de decisiones sin que haya lugar a dudas, ni trampas, ni errores por no haber entendido.

Hay varias facetas y aristas que son esenciales en esa transferencia. Si los que hacen el análisis y la síntesis son los mismos que lo transfieren, eso es objeto de discusión. En el caso de GACH, Henry Cohen, Fernando Paganini y yo siempre hemos estado en las dos partes, pero ha habido algunas instancias, por ejemplo con el caso de la reapertura de las escuelas, en que el tema era tan importante que todo el equipo que había hecho el análisis y la síntesis, más los coordinadores, se reunieron con todas las autoridades. En ese caso, análisis, síntesis y transferencia fueron hechos por todo el equipo. Y cuando el poder político tomó la decisión, no había ninguna duda sobre qué terreno estaba pisando. Más allá de la decisión que fueran a tomar, lo que estaba por debajo de esa decisión era muy firme. Lo mismo que el tema turismo de frontera. Lo que sí me di cuenta es que tenés que tener dos o tres vueltas de rosca antes de que el tomador de decisión pueda decidir. Porque son temas complejos que vos podés tener recontra masticados, pero cuando se los tirás al tomador de decisión, para él es un mundo nuevo. Y si quieres ser realmente serio, tenés que tener varios formatos y reasegurarte de que realmente se entendió todo.

Sé que la idea era no hablar de la pandemia, pero resulta que es casi imposible. Hoy estamos en una situación mucho peor en cuanto a muchos indicadores que al mes de que ustedes arrancaron con el GACH. Para uno es claro que una cosa es contar con la mejor evidencia para tomar decisiones, y otra son los resultados de las medidas adoptadas, que resultados no de todo alentadores no implican, necesariamente, una mala ciencia, pero me gustaría una reflexión de tu parte sobre el punto.

De hecho, hay países con un sistema científico paradigmático en lo que ha sido el control de la pandemia, como es el caso de Alemania, que después del verano lamentablemente han tenido que ir al lockdown por más de un mes. Porque hay un asunto que tiene que ver con el comportamiento social, que se independiza de la ciencia y de los sistemas de salud. O sea, al inicio teníamos aquí cinco contactos estrechos por persona. Luego llegamos a 12 contactos estrechos por persona y estábamos en una situación estable. Pero hoy tenemos 25, entonces ahí se te empieza a independizar lo que sucede con lo que podés hacer desde el testeo, el rastreo y el aislamiento, porque esta cantidad de contactos se transforma en una vehiculización de la transmisión viral que contrarresta este otro esfuerzo. Estos son procesos ultracomplejos. Estados Unidos tiene al mejor epidemiólogo e infectólogo del planeta, Anthony Fauci, y la situación se les fue de control.

“Con buena ciencia lo que se hace es mitigar situaciones peores que podrían ser desencadenadas por malas tomas de decisiones”.

Lo que uno puede hacer con ciencia es acercarse a que el resultado obtenido con las distintas medidas pueda ser bueno. Pero puede no serlo, porque hay una parte del fenómeno, en este caso el comportamiento de la sociedad, la dinámica social, que queda por fuera. Hay un tema que tiene que ver con la libertad de cada uno. En China podés hacer un lockdown de 12 millones de personas sin que nadie chiste, pero eso no lo podés hacer en Alemania, ni en Uruguay, ni en España. Sí creo que con buena ciencia lo que se hace es mitigar situaciones peores, que podrían ser desencadenadas por malas tomas de decisiones.

“El sistema sanitario, el sistema científico y la población contribuyeron mucho a que esta situación estuviera bajo relativo control durante mucho tiempo. Luego empezó a aparecer algo que científicamente está medido, que es la fatiga de la pandemia”.

Es que el mayor efecto, muchas veces, es el que no se ve. Y eso tiene una consecuencia no deseada: al evitar situaciones de desborde, también está la percepción de que el tema no es tan grave.

Y ahí es importante no mirar sólo la foto sino la película. Si mirás la película de Uruguay y la comparás con la de Argentina o Brasil, aquí tendríamos que tener más de 3.000 muertos [al lunes 14 de diciembre Uruguay lleva poco más de 90], y 120.000 infectados [al lunes 14 de diciembre Uruguay lleva menos de 10.000]. Entonces, el sistema sanitario, el sistema científico y la población contribuyeron mucho a que esta situación estuviera bajo relativo control durante mucho tiempo. Luego empezó a aparecer algo que científicamente está medido, que es la fatiga de la pandemia. Y esa fatiga lleva a que la gente quiera verse con sus amigos, que afloje las medidas de mitigación de intervención no farmacológica, que esté más rato de lo que tiene que estar en una reunión, que comparta el mate, una bebida. Sobre eso, sobre lo comportamental, hay que trabajar mucho. De hecho, el GACH lo que está planteando, por intermedio de Ricardo Bernardi y otros colaboradores, es la generación de un observatorio comportamental para tratar de entender qué es lo que nos está pasando. Porque si no, no lo medís, se hace difícil corregirlo. Lo que es seguro es que cada uno de nosotros tiene muchos más contactos. Cuando teníamos 12 estábamos bien, ahora con 25, no. Por eso se habla mucho de las burbujas, de achicarlas para bajar el número de contactos. El 18 de diciembre veremos si las primeras medidas han tenido o no algún efecto. A nivel internacional lo que está marcando la evidencia es que las medidas de lockdown son lo último a lo que hay que acudir, porque la disrupción que generan, desde todo punto de vista, es enorme. Y si bien Uruguay está en una situación privilegiada, venimos con un apaleo de muchos meses.

Hablaste recién de la fatiga de la pandemia. Así como se da en la población, supongo que hay también una fatiga de los científicos y científicas, a quienes estás representando desde la Academia, pero también una fatiga personal, ¿es así?

Creo que los científicos, como también el personal de la salud y la población en general, han sentido la fatiga. Son muchos meses de mucha tensión y de mucha responsabilidad, y eso va generando un desgaste. En lo personal, he pasado por períodos de algunos días en los que me siento un poco abrumado por el trabajo y por el cansancio. También sabemos que este partido no terminó y que, como decía Tom Petty, there ain’t no easy way out [no hay una salida fácil], por lo que no nos podemos borrar. Entonces, tendremos que seguir, jugando en la altura con poco oxígeno hasta que termine el partido.

Siguiendo con las metáforas futboleras para referirte a esta pandemia, algo que a esta altura ya es una de tus marcas registradas, ¿cuántas veces miraste al banco pidiendo cambio?

Todavía no llegué a ese punto, todavía no miré para el costado, pero sí me he sentido cansado. Y tengo que decir que si tuviera que volver a elegir dos cocoordinadores elegiría exactamente los mismos dos, porque parte de mantenerse en partido, en lo personal, es tener a estos dos pilares al lado. Cuando uno de los tres decae, los otros dos lo levantan, y eso ha sido fundamental y nos ha dado una solidez interna muy grande. Otra cosa importante es trabajar mucho con el resto de la gente, respetando sus tiempos, sus cansancios y sus necesidades. Por suerte, la adhesión sigue siendo muy alta, pero tenemos que ver cómo administramos las energías, porque todavía nos quedan varios meses.

Hoy tenemos el tema comportamental, el tema de si el sistema de salud está o no desafiado y cómo responde a las vacaciones, y en un horizonte de algún mes más, el tema de las vacunas. O sea, quedan temas, y en el medio están las fiestas, el turismo, el carnaval. Todo eso va a ir en paralelo, y habrá que ver cómo es la circulación viral y hasta dónde se puede llegar.

Como decían algunas publicaciones de abril, que hoy parecen muy lejanas, probablemente vamos a tener que convivir con el SARS-CoV-2 durante 2021 y el distanciamiento social nos acompañará, casi con seguridad, también hasta entrado el año 2022.

Por lo menos hay que llegar hasta que el hito de la vacunación se lance. Creo que esa etapa tiene que empezar para poder sentir que la tarea básicamente se está completando. Y ese hito, seguro, nos va a llevar el primer trimestre de 2021 y, quizás, parte del segundo trimestre.