El vínculo de la bióloga Carolina Rodríguez con las playas de Punta del Diablo, en Rocha, surgió por medio del colectivo Aulamar, que creó junto con un grupo de amigos para promover la “sensibilización ambiental”, la investigación y la educación sobre el entorno marino-costero entre los niños de la escuela local. Así, cuenta, por medio de varios años de trabajo en el terreno y de las preguntas que surgían en los pequeños pensantes interesados en aprender qué es un microplástico y cómo llegan a las playas, nació un “amor personal” por el lugar. A raíz de todo aquello, Rodríguez decidió profundizar lo que había trabajado con los escolares y desarrollar su tesis de grado de la Licenciatura en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, que más tarde derivó en la publicación del artículo “Mesoplásticos y microplásticos a lo largo de un gradiente de uso en la costa atlántica de Uruguay: tipos, fuentes, destinos y cargas químicas”.
Los residuos plásticos tienen básicamente dos grandes formas de llegar a las playas: desde la tierra, debido a diversas actividades antropogénicas, o desde el propio mar, como consecuencia de la actividad de barcos comerciales y turísticos y por las propias dinámicas del océano, explica Rodríguez. La pregunta que guio su trabajo fue determinar cuál de estos factores tenía mayor incidencia en la presencia de los microplásticos y mesoplásticos en las playas de Punta del Diablo.
Para poder realizar el estudio, el grupo de investigadores estableció un gradiente de uso turístico a lo largo de la playa desde el punto más cercano al centro urbano, en la playa Pueblo, hacia playa Fabeiro, la más lejana, para “evaluar y caracterizar” la contaminación plástica. Al comenzar la investigación, los autores se encontraron con la sorpresa de que la tendencia de la densidad de desechos plásticos a lo largo del gradiente no era la esperada. “Lo que vimos es que si bien hay una relación directa con el impacto turístico de la playa respecto de la presencia de plástico, el factor que toma fuerza es el aporte oceánico. Es lo que pasa en Fabeiro, que si bien está lejos del pueblo y no es tan accesible, es un basurero natural. Te rompe los ojos”, dice Rodríguez.
De todos los tamaños
El plástico está por todas partes; no hay ambiente que esté a salvo. Parte del plástico que va a parar a las playas y los ecosistemas acuáticos es visible, como las botellas, bolsas, o tapitas de envases. Por procesos de fragmentación y reducción, algunos terminan teniendo tamaños reducidos, por lo que se hace una división entre macroplásticos (de más de 2,5 centímetros) y mesoplásticos (entre 2,5 centímetros y 5 milímetros). Por debajo de esa medida entramos al mundo de los microplásticos. En este estudio los investigadores optaron por distinguir entre “microplásticos pequeños (menores a 1 milímetro)” y “microplásticos grandes (entre 1 y 5 milímetros)”.
Además, según su origen, los microplásticos se dividen en primarios y secundarios. Los primarios que “han sido manufacturados en ese rango de tamaños, como los pellets de resina o las microperlas”, explica Rodríguez en su tesina, son utilizados en la producción de otros plásticos y están contenidos en artículos personales o de higiene. En tanto, los microplásticos secundarios son “producto de la degradación de un elemento mayor”. Podríamos decir que microplástico primario se nace, mientras que microplástico secundario se hace.
Aunque el plástico nos acompañe permanentemente y conozcamos sus múltiples impactos, como el que produce en la fauna marina su ingesta accidental, aún quedan algunas preguntas sin respuesta en relación al impacto en la salud humana. En el documento los investigadores advierten sobre algunos impactos “muy evidentes” del contacto del plástico con la biota, como daño intestinal, infecciones, problemas digestivos, respiratorios y reproductivos, e incluso mortandad. También señalan que hay otro nivel de impacto no tan visible pero igual de importante: los microplásticos tienen la capacidad de absorber “contaminantes orgánicos persistentes”, transportarlos y, de esa manera, hacer que terminen dentro de los animales marinos.
Plásticos aquí y allá
Para cubrir el gradiente costero de uso turístico y desarrollo urbano se seleccionaron cuatro sitios de muestreo en la playas Viuda y Fabeiro. Los puntos más cercanos a la ciudad fueron Pueblo, ubicado más al norte, y Viuda a 1,3 km de distancia, ambos sobre la playa Viuda. En tanto, los puntos más alejados del pueblo fueron Fabeiro, a 2,6 km, y Buzón, a 5,2 km, en el extremo más al sur, ambos dentro de la playa Fabeiro. Para poder evaluar correctamente el efecto de la actividad turística se tomó una muestra en julio y otra en marzo, antes y después de la temporada alta de verano, cuando la población aumenta 20 veces, según indican los autores en el documento.
Los investigadores encontraron un total de 10.173 ítems, que constituyeron 563,66 gramos de residuos plásticos, en 96 m2 de arena analizada. En promedio la abundancia de residuos plásticos fue de “106 ítems por m2 y 5,87 gramos por m2”. Como señalamos al comienzo, la presencia de residuos plásticos que encontraron los investigadores no fue la esperada. Fabeiro tuvo más presencia de microplásticos. En el muestreo de invierno, la cantidad de plásticos fue de 426 ítems por m2, seguido por Viuda con nueve ítems cada m2, Buzón con seis ítems por m2 y en último lugar, Pueblo con un ítem por m2.
Lo contrario ocurrió durante el muestreo de verano, donde el puesto con mayor abundancia de residuos plásticos estuvo en Pueblo, con 201 ítems por m2, y Fabeiro en segundo lugar, con 159 elementos por m2. En tercer lugar estuvo la muestra de Viuda, con 30 ítems cada m2, y el valor mínimo fue registrado en Buzón, con siete ítems por m2.
En este punto el biólogo Juan Pablo Lozoya hace una precisión interesante. Si bien hubo una correspondencia en Pueblo entre la cantidad de residuos y la presencia de mayor cantidad de personas por la temporada turística, el análisis del tipo de plástico presente desentrañó algo curioso. “Cuando fuimos a mirar qué tipos de residuos eran, vimos que la principal cantidad estaba dada por pellets y no por la presencia exclusiva de colillas de cigarro en ese momento, algo que hubiera estado de acuerdo con la presencia de gente en la playa”, dice Lozoya, y agrega: “Los pellets son algo industrial, y un plástico primario diseñado con ese tamaño no es algo que uno lleve a la playa o que use. Ni siquiera hay una industria de pellets cerca de la playa o un arroyo que desagüe cerca del pueblo y pueda ser una fuente indirecta de actividades terrestres que existan en la cuenca”. En ese sentido, el investigador destaca la importancia del aporte marino en la cantidad de microplásticos secundarios que se generan por la ruptura o fragmentación de residuos mayores que sí podrían corresponder a la actividad turística.
Otro aspecto que señalan los autores en el artículo es que hubo diferencias significativas en la abundancia de desechos plásticos entre los sitios y las estaciones. En cuanto a las dos épocas del año analizadas, del total de elementos encontrados 5.408 ítems correspondieron a la muestra de invierno y 4.765 a la muestra de verano. Sobre los sitios, el documento explica que en cada uno de los puntos analizados se presentaron variaciones entre las estaciones, pero el único sitio con variaciones significativas fue Pueblo, “donde la abundancia promedio fue 200 veces mayor en verano que en invierno”, plantea la investigación.
Basurero natural
Los residuos más abundantes fueron los fragmentos de plástico (59,4%), seguidos por los pellets (39,5%) y en tercer lugar la “espuma de poliestireno” (1,1%). Las colillas de cigarro sólo se encontraron en Pueblo durante el verano, lo que tiene sentido dada la actividad turística, y se incluyeron en la categoría de fragmentos de plástico. Los investigadores también tomaron en cuenta la composición de residuos en cada época de muestreo para los cuatro sitios. Durante el invierno, en Pueblo se encontró en promedio dos veces más pellets que fragmentos, y en verano esa relación aumentó hasta casi seis veces más pellets (171 pellets contra 30 fragmentos por m2).
Pero concentrémonos en Fabeiro, que fue la sorpresa de este estudio. Rodríguez lo describió como “un basurero natural”. Pero, ¿por qué los plásticos terminan en una playa de difícil acceso para los humanos? La bióloga cuenta que la presencia de residuos es tal que “rompe los ojos” y recuerda que cuando visitaron la playa con los escolares encontraron plásticos provenientes de sitios tan lejanos como Singapur, Francia y Malasia.
En Fabeiro la proporción de densidades de plásticos fue de 374 fragmentos y 52 pellets por m2 en invierno y en verano la relación se invirtió; hubo un incremento de la presencia de pellets y una gran disminución de la presencia de fragmentos plásticos (89 pellets y 69 fragmentos por m2).
Los investigadores sostuvieron que en esta playa cobran fuerza las actividades marinas y las dinámicas oceánicas como los vientos superficiales, las mareas y las corrientes. La orientación y características de la playa parecen propiciar la acumulación de residuos en la arena, donde quedan enterrados y se conforma naturalmente “el basurero”. Fabeiro tiene una orientación oeste-suroeste y características reflectivas. Este tipo de playas suelen ser más angostas, tener una pendiente más pronunciada, carecen de bancos de arena y tienen grano grueso. Según explicó Rodríguez, en el estudio los investigadores tomaron en cuenta las corrientes superficiales del océano y la dirección del viento y lograron establecer un mapeo de la dirección de las “principales fuerzas” oceánicas durante un año. Allí observaron que se dirigían en el mismo sentido que la playa. “Entonces esas dos cosas juntas, la orientación de la playa y la corriente, quedan enfrentadas, y eso produce que se amontone el plástico ahí. El sistema amontona plásticos que, como son flotantes y tienen poco peso, son afectados por el viento y por las corrientes superficiales. No pasa lo mismo en la playa de al lado porque tiene otra orientación”, sostiene la bióloga.
Dime de qué color eres y te diré tu edad
Los pellets también fueron clasificados según su color, información que luego se utiliza para determinar el tiempo de la presencia del plástico en el ambiente. En el caso de Fabeiro, durante el verano, los microplásticos más presentes fueron los blancos (66,9%) y amarillos (22,7%), seguidos por los pigmentados (6,6%), los de color ámbar (3,1%), y marrón (0,7%). No obstante, en invierno los más presentes fueron los amarillos y blancos (34,9% y 32,1%, respectivamente), seguidos de los pigmentados (20,4%), ámbar (6,6%) y marrones (6,0%). Para el estudio de envejecimiento sólo se utilizaron los de origen blanco o transparente en los que “se podrían ver rasgos de vejez”, sostiene Rodríguez.
“Cuanto más amarillo o marrón está un plástico blanco o transparente, hace más tiempo que está allí”, explica Rodríguez, y agrega que resulta también en “diferencia en la cantidad de metales pesados y otros contaminantes que han adsorbido en su superficie durante este tiempo en el ambiente”.
Justamente, uno de los aspectos que la bióloga destaca del estudio es el análisis de los compuestos químicos contenidos en los residuos plásticos, que agrega más elementos para conocer sus impactos sobre los ecosistemas acuáticos y la biota marina, así como una aproximación sobre su impacto en la salud humana al consumir los pescados que ya ingirieron esos químicos. “Trabajamos con compuestos químicos orgánicos persistentes [POP, por su sigla en inglés]. Algunos son derivados de pesticidas que si bien en Uruguay están prohibidos desde hace un tiempo, son residuos de la actividad agroindustrial. Otros contaminantes son los hidrocarburos aromáticos policíclicos [PAH, por su sigla en inglés], derivados de la quema de combustibles orgánicos”, explica Rodríguez. Asimismo, la investigadora plantea que ambos figuran entre los “principales contaminantes del mundo” y “la mayoría son mutagénicos y carcinógenos”, además de que generan otras tantas complicaciones a nivel ambiental.
“A nivel de Uruguay sería muy interesante seguir trabajando en esto, porque se sabe poco y es bastante desafiante. Dado que esto impacta más en el ser humano, podés hacer que el tema llegue mucho mejor. No es lo mismo hablar sólo de la cantidad de plásticos que hay en la playa, que puede no importarle a mucha gente, que de plásticos que tienen contaminantes adheridos que van a pasar a los peces y frutos del mar que vos después te vas a comer”, reflexiona Rodríguez.
¿Qué se puede hacer?
Los investigadores expresan que una vez que los desechos plásticos llegan a los mares y océanos “ya no es un problema local”, sino que se convierten en un problema regional o incluso global. En ese viaje a lo largo de las cuencas hidrográficas, los plásticos pueden caer al fondo, permanecer en la superficie o ser arrastrados a las playas y permanecer enterrados en los sedimentos hasta que una tormenta los libere de nuevo hacia las aguas.
Rodríguez sostiene que identificar los basureros naturales puede ser un aporte para la elaboración de políticas municipales sobre la gestión de las playas y la limpieza. Por su parte, Lozoya señala que “hay diferentes escalas de abordaje”. En primer lugar, “la conciencia a nivel del consumidor y la generación de esos residuos”, y al respecto afirma que “tenemos incorporados ciertos usos del plástico, que si bien como material tiene un montón de virtudes, también tiene un montón de utilidades que son absurdas”. En segundo lugar, identificar las zonas donde naturalmente se acumulan los residuos y “optimizar ciertas medidas de gestión locales”. En tercer lugar, el investigador coloca las medidas a nivel global, que tienen un grado mayor de dificultad por requerir acuerdos regionales y la “presencia de industrias e intereses”.
La naturaleza no siempre responde a leyes estandarizadas. En Punta del Diablo una de sus playas es ejemplo de ello. La mayoría del plástico que hay en ella no proviene directamente del consumo y uso humano cercano, sino que es aportada por las dinámicas oceánicas. El trabajo de los investigadores demostró que a la hora de estudiar la presencia de los residuos plásticos en las costas es necesario tener en cuenta más elementos que reflejen la complejidad del fenómeno y hagan contribuciones para procurar una mejor protección del ambiente, de las especies y de nosotros mismos.
Artículo: “Mesoplastics and large microplastics along a use gradient on the Uruguay Atlantic coast: Types, sources, fates, and chemical loads”.
Publicación: Science of the Total Environment (03/2020).
Autores: Carolina Rodríguez, Mónica Fossatti, Daniel Carrizo, Laura Sánchez-García, Franco Teixeira de Mello, Federico Weinstein, Juan Pablo Lozoya.