La forma más importante en que los científicos y científicas dan a conocer a sus pares el conocimiento que han generado es mediante la publicación de lo que se llama un paper, un artículo que ha sido revisado por otros investigadores que entienden del tema y que ha sido editado por una revista especializada. La mayor parte de esas revistas publican los papers en inglés y, hoy en día, o bien los interesados en el artículo pagan por acceder a él o bien los interesados en publicar pagan para que el artículo sea de libre acceso para quienes quieran leerlo.

En tiempos recientes los modelos y la forma en que se publican los artículos científicos han estado en debate. Mientras parte de la comunidad académica se cuestiona por qué debe pagar por acceder al conocimiento que los investigadores e investigadoras generan sin cobrar al respecto, al tiempo que las principales editoriales se llevan grandes ganancias; mientras se pugna por modelos abiertos de acceso a la producción científica y de evaluación entre pares, llegó la pandemia del nuevo coronavirus y, entre otras cosas, trajo consigo la urgencia de acceder a información y conocimiento no sólo para saber ante qué estamos, sino para tomar las decisiones más acordes de acuerdo a la mejor evidencia disponible.

Así como el coronavirus afectó la vida de todas las personas a lo largo y ancho del globo, también provocó cambios y afectaciones en la forma en que científicos y científicas generan y comunican sus nuevos conocimientos. Y no sólo eso: la avalancha de publicaciones científicas respecto del virus SARS-CoV-2 provocó que incluso fuera casi imposible estar al día con la producción de conocimiento. La pandemia impone su ritmo y, en el apuro, en reiteradas ocasiones la rigurosidad de la producción científica quedó por el camino.

Sobre este tema reflexiona el artículo “Desafíos de las publicaciones científicas en la pandemia por el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2)”, de la neuróloga Carolina Scasso y Julio Medina, director de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, que saldrá publicado en la próxima edición de la Revista Médica del Uruguay y que ya está disponible online.

Urgencia y ciencia

“La pandemia por el nuevo coronavirus trajo cambios inesperados en la forma en que se produce y publica el conocimiento científico”, señalan los autores de trabajo, que a la vez sostienen: “La imperiosa necesidad de contar en forma rápida con evidencia sólida que guíe las decisiones de los responsables de las políticas de salud, de los equipos de salud en primera línea y de la comunidad científica, ha aumentado la presión sobre los investigadores a la hora de producir y divulgar material científico, y, por contrapartida, ha cambiado los contrapesos y controles habituales de esta actividad”.

Es que la pandemia tenía al mundo de rodillas. Y por ello, “diferentes organizaciones, como Wellcome Trust y la Organización Mundial de la Salud, apelaron a la colaboración internacional de investigadores, academia, sociedades científicas y editoriales a fin de compartir la literatura científica relevante de forma abierta y rápida, para potenciar así la investigación que busca, entre otras cosas, apoyar el desarrollo de vacunas eficientes y seguras, y de intervenciones farmacéuticas más efectivas”.

Sobre los riesgos de publicar artículos sin el tiempo que lleva hacer una comunicación científica para que sea considerada por pares, es decir, por otros científicos y académicos, los autores ponen el ejemplo de la publicación de dos artículos “con serios problemas metodológicos”, que aparecieron en la prestigiosa revista inglesa The Lancet, especializada en temas médicos, y en el New England Journal of Medicine. El primer caso trataba de una investigación que sostenía que el uso de cloroquina e hidroxicloroquina se había correlacionado con un aumento de la mortalidad por arritmia en pacientes con covid-19, mientras que el otro reportaba una “inocuidad de los inhibidores de la enzima conversora de angiotensina (IECA) y los antagonistas del receptor de angiotensina (ARA2)”. Ambos casos, publicados por revistas prestigiosas, cuentan los autores de este artículo de opinión, se basaron en el uso de una base de datos proporcionada por la empresa Surgisphere, que ante los reclamos, críticas y discrepancias, se negó a proporcionar los datos, por lo que ambos artículos fueron retirados de las respectivas publicaciones.

En su artículo, Scasso y Medina afirman que “en los primeros meses del año aumentó exponencialmente la cantidad de manuscritos relacionados con covid-19 enviados a las revistas científicas y que el tiempo en el que se realiza la revisión por pares ha disminuido, en algunos casos casi a la mitad, de 117 días a 60 en promedio”, por lo que “algunos se cuestionan si esta aceleración de los procesos no trajo aparejada una disminución en los controles imprescindibles”. La revisión por pares, procedimiento en que al menos otros dos investigadores del área analizan el trabajo, señalan errores o elevan correcciones o aportes, redunda en que el artículo científico publicado tenga un respaldo supuestamente imparcial de la calidad del trabajo. Pero como bien notan Scasso y Medina, gran parte de las publicaciones sobre el SARS-CoV-2 y la enfermedad que provoca se comunicaron en repositorios de preprints, es decir, de artículos en versiones anteriores a las que, eventualmente, serán publicadas. En la mayoría de los casos, esa versión preliminar carece justamente de la revisión por pares. Para que quienes leen la diaria se hagan una idea, son artículos que pueden contener tantos errores como los que tendría esta nota si no pasara por un atento proceso de corrección.

Respecto de los repositorios de artículos preliminares, los autores señalan: “Si bien eran utilizados por la física y las matemáticas desde la década de 1990, su uso para las ciencias médicas no se extendió hasta el momento actual”. Los más populares de estos repositorios son bioRxiv, creado en 2013, y medRxiv, en 2019. Para darnos una idea de la magnitud del asunto, los autores señalan: “Hasta la segunda quincena del mes de mayo, en total, habrían aparecido entre 13.700 y 23.000 trabajos sobre SARS-CoV-2 o covid-19, según las distintas fuentes”, y sostienen que de seguir con ese ritmo, “las publicaciones se duplicarían cada 20 días”. “La avalancha de publicaciones está siendo tal que incluso se han creado algoritmos para, inteligencia artificial y minería de datos mediante, tratar de obtener de forma rápida la información relevante, lo que no siempre ha dado buenos resultados. De todo ese material, al menos 4.000 publicaciones se encontraban en los repositorios más conocidos de preprints (medRxiv, aRxiv, bioRxiv y ChemRxiv)”.

¿Crisis y oportunidades?

La frase que sostiene que las crisis son también oportunidades rechina un poco: por lo general, quienes la esgrimen se centran en la oportunidad de alguien o algo (personas, colectivos, empresas, etcétera) para salir mejor parado de una crisis, pero con frecuencia, sin tener en cuenta que para muchos más (personas, colectivos, empresas, etcétera) la crisis tiene poco de fabuloso o positivo. La llegada de la pandemia no fue una oportunidad para que la ciencia mostrara su valor, sino que más bien debe verse como lo contrario: menos mal que teníamos un sistema científico más o menos desarrollado, que permitió que durante la crisis de la pandemia las cosas no fueran peor.

En este contexto, los autores informan que ante el riesgo de que los preprints “no pasaran por una estricta revisión por pares conlleva el riesgo de incluir datos y resultados incorrectos o fallas metodológicas que invaliden sus resultados, o sea, de contener ‘mala ciencia’”, y apuntan que “han surgido esfuerzos por realizar una curaduría de estas publicaciones”. En ese sentido, hablan de que “surgió la llamada ‘revisión de la comunidad’, una fluida interrelación entre los actores de la comunidad científica a partir de la cual los errores, aun los más pequeños, las omisiones de datos o de la metodología empleada, son señalados en tiempo real”. Al respecto, explican que “esta forma novedosa de curaduría se da en gran medida en las redes sociales, por ejemplo Twitter, y es una de las ventajas de los preprints, que rápidamente pueden ser evaluados por una gran cantidad de investigadores y académicos”. Evidentemente, esto podría funcionar sólo en el contexto de una excepción, por lo que sostienen que “algunas editoriales comerciales y académicas realizaron un llamado a interesados para formar listas de revisores para una evaluación rápida de los manuscritos”, como por ejemplo la plataforma Reviews Commons. Algo de esto podría mantenerse pasada la pandemia.

Otro ejemplo que citan Scasso y Medina es el propuesto por investigadores de Holanda: que “la revisión debería surgir a la par de la investigación. Los investigadores deberían reclutar un ‘equipo rojo’, un grupo de científicos no relacionado directamente con el proyecto, capaces de analizarlo y de criticar sus fallas en cada momento”. También cuentan que en algunas publicaciones ya existe el “reporte registrado”, que implica que “la revisión por pares se realiza antes y durante la investigación. Los autores diseñan su trabajo de investigación, en un manuscrito lo fundamentan, generan las hipótesis pertinentes, explican con qué metodología las comprobarán y envían esto para la corrección por pares. Si este manuscrito inicial es aprobado, los autores tienen la seguridad de que su estudio será publicado cuando esté concluido”. Pero no todos están contentos con el sistema: “Los defensores de este modelo apuntan a que es transparente, eficiente, que se lo puede estandarizar. Los detractores afirman que es rígido y que no es aplicable a todos los tipos de investigaciones”, resumen los autores.

Cautela

Dado que, como dicen, “la revisión por pares es la estrategia universalmente aceptada que asegura un mínimo estándar de calidad en el trabajo auditado y que los resultados por este difundidos son confiables y relevantes para el avance del conocimiento científico”, señalan que si bien hacer que los avances sobre el conocimiento del SARS-CoV-2 y la covid-19 sean rápidamente accesibles es un “objetivo loable”, también señalan que “no todo lo publicado mantiene los estándares de calidad requeridos y la velocidad conspira contra la buena ciencia”.

A este respecto, Scasso y Medina señalan: “Debemos considerar lo publicado en preprint como datos preliminares, y aun frente a artículos provenientes de revistas auditadas sería razonable mantener cierto grado de escepticismo”, y recuerdan que “gran parte de trabajos en prensa son de tipo observacional e incluso los que involucran un alto número de casos aportan un nivel de evidencia bajo”. Por tanto, escriben que “es imprescindible la revisión sistemática de los estudios científicos de la forma tradicional o con las nuevas herramientas que se han desarrollado en esta pandemia”, ya que “las políticas en salud y decisiones a nivel individual de las personas deben estar basadas en conocimientos sólidos, obtenidos de forma transparente, para que aún en momentos de incertidumbre todos los actores estemos convencidos de que el camino indicado es el mejor con la información que se dispone por el momento”.

Para finalizar, citan al profesor de Psicología Biológica inglés Marcus Munafò, quien en un artículo en el sitio The Conversation escribió: “El conocimiento evolucionará y ningún estudio o hallazgo será definitivo. Entender la covid-19 es un esfuerzo colectivo”. Es posible que la forma en que se publican las investigaciones cambie en un futuro cercano, y antes de la pandemia ya había varios movimientos en ese sentido. Pero el coronavirus no parece ser la crisis que trae una oportunidad, sino una crisis que además trae complicaciones para las publicaciones científicas.

Artículo: “Desafíos de las publicaciones científicas en la pandemia por el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2)”.
Publicación: Revista Médica del Uruguay (2020).
Autores: Carolina Scasso, Julio Medina.

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