Tome un mapamundi. Luego use una regla o un compás. Trace la distancia entre Reino Unido y las Islas Malvinas. Ahora repita los pasos pero midiendo la distancia con Argentina. No hay lugar a dudas: mientras las Malvinas están a casi 13.000 kilómetros de las islas británicas, apenas las separan unos 480 kilómetros de nuestros vecinos del Río de la Plata.

Tampoco cabe duda de que la proximidad, por más que suene lógica, no es suficiente para determinar soberanías en un mundo injusto que aún no logra desembarazarse del colonialismo. Mientras los reclamos territoriales siguen sin dirimirse, ni siquiera es claro quiénes pueden reclamar el descubrimiento de ese conjunto de las islas ventosas del Atlántico sur. Para ese trompo hay varios niños, obviamente todos europeos.

La publicación reciente de un artículo científico brinda nueva información: los primeros en poner sus pies y canoas en las Islas Malvinas fueron indígenas de Tierra del Fuego. Y lo hicieron varios siglos antes de cualquier pretendida hazaña naviera inglesa, francesa o española.

Bajo el título “Evidencia de actividad humana prehistórica en las Islas Falkland” se da a conocer una investigación liderada por Kit Hamley, de la Escuela de Biología y Ecología de la Universidad de Maine, Estados Unidos, que propone que los yaganes, uno de los pueblos de la Tierra del Fuego que dominaron la navegación en canoa, se especializaron en la caza de leones y lobos marinos y, pingüinos, que entablaban relaciones cercanas con perros y cánidos nativos y que llevaban el fuego adonde quiera que fueran, habrían usado la isla con relativa frecuencia hace entre 550 y 400 años antes del presente, pero hay evidencia de que estuvieron incluso antes.

La investigadora y sus colegas encuentran pistas tanto en rastros de carbón vegetal como en huesos de leones marinos y pingüinos, que indican que los yaganes habrían andado por allí alimentándose y quemando cosas. Pero aún más: en todo este rompecabezas que arman también incluyen una pieza extraña e intrigante: el lobo de las Malvinas (Duscicyon australis, que no es ni un lobo ni un zorro), que se extinguió acorralado por los pobladores europeos durante el siglo XIX. Veamos un poco cómo es todo este asunto.

Ladrándole a Darwin

Cuando uno se dispone a leer el artículo que intenta arrojar luz sobre la presencia de humanos en las Islas Malvinas, puede llamar la atención cómo comienza. “Cuando Charles Darwin visitó las Islas Malvinas en 1833, notó la inusual ocurrencia de una sola especie de mamífero terrestre: Dusicyon australis, un cánido parecido a un zorro conocido como el lobo de las Islas Malvinas o warrah”. Con warrah los autores intentan reflejar el vocablo indígena guará, que en guaraní vendría a ser algo así como “zorro”. Efectivamente, tras haber pasado por nuestro país a bordo del Beagle, el famoso naturalista británico no sólo se encontró con este animal, sino que capturó algunos ejemplares que envió a Inglaterra.

“El único cuadrúpedo nativo de la isla es un gran zorro parecido a un lobo”, anotaba Darwin, para agregar que no tenía “ninguna duda de que es una especie peculiar y confinada a este archipiélago”, ya que dice que “muchos marineros, gauchos e indios que han visitado estas islas sostienen que no se encuentra tal animal en ninguna parte de América del Sur”. El origen de estos animales era algo curioso para quien luego escribiría El origen de las especies. Al respecto, anotó: “Hasta donde sé, no hay otro ejemplo en ninguna parte del mundo de una masa tan pequeña de tierra aislada, distante de un continente, que posea un cuadrúpedo tan grande que le es peculiar”. Ya volveremos sobre este punto de cómo habría llegado un cánido tan grande a una isla tan lejana sin que haya arribado otro mamífero. Pero había más.

Los lobos de las Malvinas tenían otra particularidad: en lugar de mostrarse fieros y hostiles a los humanos, Darwin señala que algunos exploradores se tiraban al agua al verlos venir hacia ellos, confundiendo alegría perruna, meneo de cola incluido, “con fiereza”. Eran amigables o ingenuos. Y eso no es bueno cuando tu pretendido amigo forma parte de una especie explotadora y codiciosa. “Su número ha disminuido rápidamente; ya están desterrados de la mitad de la isla”, observaba el naturalista, para luego hacer una de esas conjeturas brillantes que le venían a la mente. “Dentro de muy pocos años, luego de que los colonos se hayan asentado regularmente en estas islas, con toda probabilidad este zorro será clasificado con el dodo como un animal que ha desaparecido de la faz de la tierra”.

Eso efectivamente ocurrió. En 1856 se consignó su extinción. En el trabajo de Hamley se reseña que este fue “el primer cánido en extinguirse como resultado de la caza excesiva en el período histórico mundial”. Un trágico récord Guinness que, a juzgar por las palabras del propio Darwin, nos tiene como parcialmente protagonistas: si bien distintos a los nuestros, fueron otros intrépidos gauchos los encargados de su desaparición de la isla en la que habían aprendido a ser confiados. “Los gauchos los han matado con frecuencia al anochecer, sosteniendo un trozo de carne en una mano y en la otra un cuchillo listo para apuñalarlos”, anotó. Entre la protección de las ovejas y sus lindas pieles, la suerte del lobo de las Malvinas estuvo echada.

¿Qué relación hay entre una especie de cánido que sólo se ha encontrado en las Islas Malvinas y la incógnita de quiénes arribaron primero a este archipiélago? Desde hace tiempo, ambos acontecimientos han estado relacionados, al menos en el campo de las hipótesis.

Cuadrúpedos y humanos

“La naturaleza y el momento de la dispersión inicial de guará en las Islas Malvinas han sido objeto de especulación durante siglos”, reseña el artículo publicado. Y entonces se proponen dos caminos principales: o bien el lobo de las Malvinas es una especie que se creó en las Malvinas, separándose de sus ancestros que quedaron en el continente -y por ello no se han encontrado sus restos en ningún lugar fuera de la isla-, o bien es una especie originada en el continente que, de alguna manera, llegó a la isla. Dentro de esa segunda hipótesis, bien podría haber llegado por sus propios medios -una hazaña extraordinaria pero no imposible dada la distancia a la tierra más próxima- o bien podría haber sido llevado por humanos, ya que hay evidencia de relaciones estrechas entre distintos cánidos y pobladores de Tierra del Fuego. Pero, claro, esa segunda opción presentaba sus problemas.

“Cuando los europeos llegaron por primera vez a las Malvinas no había humanos para recibirlos, por lo que siempre se asumió que debido a que no estaban allí cuando los europeos llegaron, probablemente nunca habían estado en las islas”, sostiene la investigadora y primera autora del trabajo Kit Hamley en un video en el que explica su investigación. Dado que tampoco había evidencia arqueológica de ocupación humana de las Malvinas -salvo una punta de proyectil de piedra encontrada en 1979 sin contexto arqueológico-, si los humanos no estaban en la escena, menos aún podría pensarse en ellos como la causa del arribo de estos cuadrúpedos a las islas.

Otro grupo de investigadores, liderados por Graham Slater, de la Universidad de California, basándose en secuencias de ADN mitocondrial de ejemplares de lobos de las Malvinas -incluido uno colectado por el propio Darwin-, habían demostrado que el pariente vivo más cercano no es otro que nuestro escurridizo aguará guazú (Chrysocyon brachyrus). Por otro lado, habían determinado que los lobos de las Malvinas se habrían separado de sus parientes más cercanos, los también extintos Dusicyon avus, hace unos 16.000 años. Como en ese momento los humanos, hasta donde sabemos, no deberían haber andado mucho por esas zonas, proponían entonces que los antepasados de estos cánidos habrían llegado caminando por hielos temporales en una época -el Último Máximo Glacial- en el que el nivel del mar era más bajo y se podrían haber formado corredores.

Para los autores del artículo que ahora salió a la luz, “esta hipótesis se ve socavada por la escasez de pruebas de un puente de hielo marino, así como por la falta de otros mamíferos terrestres nativos en las Islas Malvinas”. Es cierto: si cruzaron los guarás, ¿por qué no habrían de haberlo hecho otros mamíferos? Slater y sus colegas ya habían tratado de responderlo, sosteniendo que para animales acostumbrados a comer carroña de lobos y leones marinos, además de pingüinos, adentrarse en un corredor de hielo de unos cuantos kilómetros es más probable que para un roedor que come insectos que andan por la vegetación. Pero se ve que el argumento no les gustó demasiado a Hamley y compañía.

Entonces en el trabajo publicado en Science Advances reseñan que si el lobo de las Malvinas se separó de sus parientes cercanos “en la parte continental de América del Sur, tal vez a través de la domesticación, entonces podría haber llegado a las Islas Malvinas durante el Holoceno a través del transporte por yaganes (yámana) u otros pueblos indígenas antes de la exploración europea del Atlántico sur”. Y entonces se pusieron a buscar evidencia tanto de poblamiento humano como de presencia antigua de estos cánidos. Y lo que encontraron les cerró... al menos para sostener la presencia humana.

Lobo de las Malvinas ilustrado por John Gerrard Keulemans.

Lobo de las Malvinas ilustrado por John Gerrard Keulemans.

¡Llegamos primero!

En su trabajo los investigadores sostienen que la hipótesis de que los nativos de Tierra del Fuego hayan desembarcado en las Malvinas se basaba en ciertas evidencias e indicios previos, entre ellos algunos artefactos líticos, arpones de huesos, datos sobre un aumento del carbón vegetal del suelo datado en unos 4.800 años atrás, y que Darwin encontrara en 1833 canoas en las riberas de las Malvinas. Decidieron entonces reunir más evidencia, y con el objetivo de “determinar si había presencia humana en las Islas Malvinas antes de la llegada de los europeos y evaluar el posible vínculo entre los humanos y el momento de llegada del guará a las islas” realizaron varios análisis.

El primero de ellos tuvo como protagonista al carbón vegetal en los sedimentos, indicio de que allí hubo fuego. Los autores señalan que el fuego en la isla puede tener dos orígenes: o humano o debido a incendios causados por tormentas eléctricas, aunque esto último es poco probable por el clima y datos históricos. Al muestrear sedimentos de tres puntos de las islas -uno bien alejado y en una zona poco propicia para pueblos recolectores-cazadores como control- encontraron una pequeña señal de incremento hacia los 7.000 años del presente en uno de los dos sitios que no eran control. En el restante, el incremento era más pronunciado hacia entre 550 y 450 años antes del presente (se mide como presente el año 1950).

Allí había un dato interesante, más aún cuando esa señal de incremento volvió a notarse hace entre 180 y 120 años antes del presente, momento en que arriban los europeos. Incluso señalan que “la brecha en los eventos de fuego entre 550 y 180 antes del presente también es consistente con la ausencia documentada de habitantes humanos en las Islas Malvinas en el momento de la exploración europea temprana de la región”.

Por otro lado, realizaron una exploración de superficie en las inmediaciones de donde en 1970 se encontró una punta de piedra. Encontraron “siete depósitos desarticulados de huesos de aves y mamíferos”. Estaban dominados por restos de leones marinos (Otaria flavescens, también habitante de nuestro país) y de pingüinos saltadores de rocas (Eudyptes chrysocome). Al datar diez de estos huesos obtuvieron fechas con antigüedades que iban de los 675 a los 530 años antes del presente. Alejados de la costa y con esas edades, que no estaban completos, así como que esa especie de pingüino es presa del león marino “y es poco probable que estas dos especies se encuentren juntas en abundancia en ensamblajes de muerte natural”, hace que los investigadores sostengan que se trata de “un ensamble de huesos antopogénico”.

Por último, analizaron restos provenientes del único lugar de las Malvinas donde se han encontrado fósiles de los lobos. Un diente arrojó el fechado más antiguo para un lobo de las Malvinas: unos 3.790 años antes del presente. Por otro lado, la relación isotópica de las muestras de estos lobos de las Malvinas antiguos “sugieren que tenían una dieta de origen marino que consistía principalmente en depredadores marinos tope”, es decir que comían o grandes cetáceos, o mamíferos como lobos y leones marinos, o pingüinos.

“Si bien estos resultados pueden ser consistentes con el carroñeo selectivo costero”, es decir que comían a estos grandes animales que aparecían heridos o muertos en la costa -los pingüinos podrían haber sido cazados sin problema por estos parientes de los guará-, también señalan que “podrían indicar una relación comensal con los humanos”, es decir, que si habían sido domesticados de alguna manera y llevados a la isla por ellos, es lógico que comieran los restos del banquete antopogénico del que dimos cuenta líneas más arriba. Ahora... si las señales de fuego tienen una “brecha entre 550 y 180 antes del presente”, habría que pensar cómo subsistieron estos cándidos comensales sin sus cazadores favoritos.

¿Y entonces?

En el trabajo concluyen que “la posibilidad de una presencia humana prehistórica en las Islas Malvinas reabre el debate sobre el origen del guará y podría explicar la anomalía debatida durante mucho tiempo de un único mamífero terrestre en un archipiélago aislado”. En ese sentido, en la discusión citan a otros autores que sugieren que “los guará podrían haber sido semidomesticados a partir de Dusicyon avus, lo que podría explicar la naturaleza dócil y curiosa observada del guará descrito por Darwin y otros”. Con esta cita pasan por alto la evidencia molecular que sostiene que los caminos de ambos cánidos se separaron hace 16.000 años y también el hecho de que en otras islas se han extinguido animales dóciles no preparados para enfrentar nuevos predadores sin que la domesticación haya tenido absolutamente nada que ver (el propio caso del dodo citado por Darwin es uno de ellos).

Da la impresión de que el trabajo, lejos de zanjar el origen de los lobos de las Malvinas y su misteriosa llegada a la isla, expresa más deseos o ideas a probar que un panorama definitivo. Sin embargo, es maravilloso -y más contundente- lo que aporta sobre la evidencia de presencia humana. “Múltiples líneas independientes de evidencia indican que la gente estaba en las Islas Malvinas siglos antes de la colonización europea”, resaltan.

Dentro de esos posibles pobladores, apuntan a los yagán. “De los varios grupos que habitaron Tierra del Fuego durante el Holoceno, la evidencia en Isla Nueva es más consistente con la cultura del pueblo yagán, marinos altamente capaces que subsisten con una dieta marina compuesta principalmente de pinípidos, pingüinos y mariscos”. También sostienen que “antes de la colonización europea, los yagán eran personas muy móviles sin asentamientos permanentes, y las familias (incluidos los cánidos) viajaban juntas en canoas hasta las Islas Diego Ramírez, ubicadas 105 kilómetros al suroeste del Cabo de Hornos en el Pasaje de Drake”.

Por todo esto, Hamley y sus colegas terminan diciendo que “una presencia humana preeuropea en las Islas Malvinas amplía nuestra comprensión de la historia humana no sólo de las Islas Malvinas sino también del Atlántico sur en general, y destaca la habilidad y adaptabilidad de los hábiles pueblos marineros del sur de América del Sur”. Estamos lejos de resolver la soberanía de las Islas Malvinas. Lo que es seguro, al menos ahora, es que no la descubrieron ni los ingleses, ni los franceses ni los españoles. Es mucho más de lo que sabemos del lobo de las Malvinas. Y es un dato que no debería pasar inadvertido, tanto en las mesas de los curiosos de la fauna como en las de negociaciones.

Artículo: “Evidence of prehistoric human activity in the Falkland Islands”
Publicación: Science Advances (27 de octubre, 2021)
Autores: Kit Hamley, Jacquelyn Gill, Kathryn Krasinski, Dulcinea Groff, Brenda Hall, Daniel Sandweiss, John Southon, Paul Brickle, Thomas Lowell.