Una tarde de mayo de 2019, Gabriel Rocha paseaba por el Jardín Botánico de Montevideo cuando un ave le llamó la atención. Era pequeña y de color oliváceo en el dorso, parecida a nuestro fiofío. La identificó sin dudas como una mosqueta de pico curvo (Phyllomyias burmeisteri), pero no podía entender qué hacía ahí, al igual que les ocurrió a otros especialistas y observadores de aves que la vieron en el Botánico en la misma época. No una sola sino dos, además, porque solían avistar a una pareja.
La mosqueta de pico curvo es un ave típicamente tropical, cuyos registros más próximos a Uruguay, aunque escasos, corresponden al sur de Brasil. Sin embargo, ahí estaba. No en Paso Centurión, donde podría aprovechar la extensión de la mata atlántica, ni en las quebradas del norte, sino en el parque más popular de la capital, lugar que visitan miles de personas por semana.
Rocha tenía claro que no podía tratarse de aves escapadas, porque al ser tiránidos (se alimentan de insectos) no son fáciles de mantener en cautiverio. Habían llegado solas a la capital desde zonas calurosas, como si fueran turistas brasileños en época de fútbol. Supuso que pronto comenzarían a aparecer otros registros en Uruguay, probablemente en zonas más agrestes, pero no ocurrió. La pareja, sin embargo, se quedó durante meses en el Botánico, como pudieron comprobar Rocha y otros especialistas a lo largo de varias visitas.
“Era una cosa extrañísima, una especie tropical en el Jardín Botánico, en vez de aparecer en un monte ribereño”, cuenta Rocha. Ser observador de aves brinda justamente la posibilidad de encontrar esos tesoros inesperados, a veces a la vuelta de tu casa. O en tu propio jardín. Es la gran ventaja que da Uruguay a los amantes de la avifauna: son los animales más fáciles de ver, con una variedad fascinante de especies para un territorio tan reducido (y que, además, tiene características geográficas que ayudan a los avistamientos).
Pájaro en foco
Gracias a su aparición estelar en el Jardín Botánico, la mosqueta de pico curvo se convirtió en una de las 24 nuevas especies que se sumaron a la nueva edición de la Guía completa para conocer aves del Uruguay, que Gabriel Rocha acaba de publicar por Ediciones de la Banda Oriental. Las 508 aves de esta edición son un salto grande respecto de las dos primeras ediciones, que contaban con 480 y 484, respectivamente.
No es, sin embargo, la única novedad de la nueva edición de este libro imprescindible para los amantes de las aves en Uruguay, con fichas detalladas para cada especie. Gabriel agregó también 207 códigos QR que permiten escuchar los cantos de igual número de especies (y verlas en videos), una herramienta esencial cuando algún ave escurridiza se esconde entre la vegetación pero deja escuchar su trino. Observar aves es mucho más que verlas, pese a lo que nos hace suponer el verbo; escucharlas también es importante para su registro e igualmente placentero.
La Guía completa para conocer aves del Uruguay cuenta también con 2.200 fotografías, 950 mapas y una extensa introducción muy cuidada que pasea por todos los temas de interés para sacarle partido al disfrute de nuestra avifauna y darle contexto: apuntes de conservación y anatomía, consejos para la observación y las salidas al campo, un resumen de nuestros ecosistemas y áreas protegidas, fichas taxonómicas de nuestras especies y su estatus de conservación.
Su valor fundamental, sin embargo, es su poder como vehículo para que el lector descubra (o profundice) un mundo natural cercano y muchas veces ignorado, capaz de maravillar al observador atento y sensible. Es, en ese sentido, un libro que jamás termina de leerse y al que, al igual que ocurre con los animales y con quienes los observan, le hace bien pasear al aire libre. Es ahí donde se convierte en una herramienta transformadora del paisaje.
Ignorar a las aves que están al alcance de la vista (y de los oídos) en nuestras ventanas, balcones y jardines no es algo que hacen sólo los citadinos. Rocha cuenta que hay gente de campo que muchas veces tiene 30 o 40 especies en sus terrenos, pero sólo conoce las dos o tres más llamativas. A veces, al leer su libro, muchos de los que no suelen prestar atención se sorprenden al reconocer a varias.
Además, si uno juzga por el grosor de cada actualización de la guía, tenemos cada vez más especies de aves para buscar en nuestras tierras. Son 28 más que en la edición de 2015 de esta misma guía y 132 más que la guía que Rocha tenía como referencia de niño, el libro Aves del Uruguay, de los ingleses Gore y Gepp. Que avistemos cada vez más especies en nuestro territorio, sin embargo, no significa necesariamente que seamos la inesperada meca de las aves de la región.
Mil ojos valen más que dos
“Fue un gran salto sumar 24 especies respecto de la última edición”, admite Rocha, pero inmediatamente ofrece explicaciones. “Creo que ahora es impresionante la cantidad de observadores que hay; tenemos gente que saca muchas fotos, que pregunta, que tiene inquietudes. Muchos de los descubrimientos son de observadores”, apunta.
La tecnología hace su parte. “Las cámaras digitales también ayudan muchísimo, igual que el playback, que es pasar el canto para atraer algunas especies. No es bueno abusar de ese recurso, pero sin dudas ha ayudado a ampliar la distribución conocida de muchas especies. Hay que hacerlo con cuidado de no estresar al ave toda una mañana, por ejemplo, y no usar el playback en el pico reproductivo de octubre-noviembre”, dice.
¿Significa entonces que tenemos mejor tecnología y más cantidad de gente observando, no más aves? Si bien aclara que el tema merece un estudio más profundo, Rocha cree que la aparición de especies más selváticas podría tener alguna relación con el cambio climático.
El caso de la mosqueta de pico curvo no es el único con estas características dentro de los nuevos ingresos. El hermosísimo picaflor tijereta (Eupetomena macroura), de color verde iridiscente y cuyos registros más australes estaban también en Rio Grande do Sul, apareció con regularidad en un jardín de Atlántida entre mayo y setiembre de 2020. Luego, se sumaron más registros en el sur de Rocha y el balneario Solís. Una muestra más de que, tratándose de aves, a veces basta sólo prestar un poco de atención a nuestro entorno para hacer hallazgos importantes.
Nuevas y no tan nuevas
Dentro de las 24 nuevas especies que se suman al libro hay algunas que a Rocha le llaman particularmente la atención. Por ejemplo, el macá plateado (Podiceps occipitales), que fuera avistada en el puerto de La Paloma por Martín Abreu en setiembre de 2019. Pasa casi todo el tiempo en el agua y se caracteriza por su color plateado, su nuca negra y el rojo intenso del iris.
Otro registro interesante para Rocha es el de la gaviota reidora (Leucophaes atricilla), cuyo nombre proviene de su vocalización similar a una risa, avistada en Piriápolis por Carlos Crocce en marzo de 2021.
Dentro del “staff” de nuevos ingresos menciona también al boyero cacique (Cacicus haemorrhous), un ave llamativa de plumaje negro y un largo pico de color marfil. Lo interesante en este caso es que se la registró nidificando en Artigas, algo fácil de constatar gracias al avistamiento de los complejos y largos nidos (parecidos a bolsas) que son característicos de los boyeros.
Los atletas de largas distancias también tienen un lugar importante dentro de esta nueva camada. Entre ellos, el playerito ferrugíneo (Calidris ferruginea), que migra de Asia a Oceanía y de Europa a África. Llamado así por su color rojo óxido en el abdomen, fue avistado por Juan Pablo Millacet en octubre de 2019 en los humedales del arroyo Maldonado. Se encuentra “casi amenazado” (NT) a nivel global, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Otro caso similar es el del playerito de Alaska (Calidris mauri), que se reproduce entre el este de Siberia y el oeste de Alaska. Si bien migra hasta el sur, llega por lo general a Chile por la costa del océano Pacífico y al norte de Brasil por la costa atlántica. Sin embargo, se lo registró por primera vez en Uruguay en el balneario Las Flores en noviembre de 2013, gracias al ojo atento de Emilio Lessa. Si esto fue en 2013, ¿por qué no apareció en la edición del 2015 de la guía? La respuesta nos obliga a meternos en el proceso de chequeo de los registros y sus diferencias con los trabajos científicos.
Ver o registrar
Muchas de estas nuevas especies no están registradas científicamente para Uruguay. No han pasado por el proceso de publicación en revistas arbitradas, con el consiguiente análisis de editores y revisores. Sin embargo, la Guía completa para conocer aves del Uruguay no pretende ser un compendio de registros científicos sino de aves que han pasado por Uruguay y que por lo tanto podrían verse en nuestro territorio, como aclara su autor. Eso no significa, sin embargo, que se incluya cualquier foto o que no se realice un análisis de cada caso, algo que en ocasiones lleva mucho tiempo.
Por ejemplo, el playerito de Alaska se incluyó recién ahora, pese a que la fotografía era de 2013, porque la imagen fue analizada recientemente por un experto portugués que conoce bien la especie (y que dio total seguridad sobre su identificación). Lo mismo ocurrió con el chajá cornudo o aruco (Anhima cornuta), que apareció muy lejos de su área de distribución. Se sospechaba que podía tratarse de un animal escapado, pero se obtuvo otra foto y se concluyó que no tenía las características de un ejemplar en cautiverio.
“Tratamos de poner todo lo que se pueda pero cuidando que esté realmente confirmado, tratando de ser muy cuidadosos de no incluir animales escapados. Yo creo que un libro de aves del Uruguay debe mostrar todas las especies que hay en el territorio, aclarando en algunos casos que es ocasional o tiene un solo registro”, apunta el autor.
Por eso mismo, decidió dejar afuera registros que a su entender eran dudosos, como el del benteveo real de garganta blanca (Tyrannus albogularis) visto en Maldonado, pero del cual tenía poca información, o el capuchino de vientre blanco (Sporophila leucoptera) observado por Rocha y sus alumnos en la playa Penino. En este último caso, sospechó que se trataba de un ejemplar escapado y acertó: se había “fugado” del parque Lecocq.
Conversar y conservar
Estas discusiones son parte de la gracia de la pasión compartida que es la observación de aves en Uruguay, un club cada vez más numeroso y que está integrado por personas sensibilizadas por nuestra fauna y medioambiente. Para Rocha, es un cambio notorio que se dio en las últimas décadas.
Recuerda que hace menos de 20 años, por ejemplo, un diario del interior ofrecía como regalo con su edición una honda para los niños, para que pudieran cazar aves. Hoy, sin embargo, ve cómo niños de ocho o nueve años se anotan a sus cursos y muestran un conocimiento y un interés enormes.
En su caso, acostumbrado desde chico a las largas recorridas por el campo con su padre, siempre tuvo fascinación por ver a los animales vivos y en libertad. Le cuesta entender que la apreciación de la belleza de las aves lleve a algunos a tenerlas en cautiverio: “Por suerte eso está cambiando, pero conozco gente que tiene cardenales en una jaula cuando hay diez cardenales que vienen a cantar al árbol de al lado. Creo que ni siquiera se ponen a pensar en eso”, se lamenta.
En ese sentido, la Guía completa para conocer aves del Uruguay invita a disfrutar y descubrir estos animales en la naturaleza, con una mirada conectada. Su conservación está relacionada con la buena salud de sus ecosistemas y por ende con la nuestra. El libro intenta, justamente, dar contexto para entender estas interconexiones en lugar de ser simplemente una lista de especies.
“Compartir en la naturaleza a veces un día entero o varios, observando aves, es muy bueno, porque te permite sensibilizarte no sólo con ellas sino también con el medioambiente, que es algo fundamental”, dice Rocha. De esta forma, la guía es también un pasaje para acercarse a la naturaleza y respetarla.
Y no sólo eso. “Está también lo social, porque en cada salida de campo uno termina generando vínculos y se arman siempre grupos muy lindos”, añade el autor. Es además un gran momento para dedicarse a esta actividad. A diferencia de lo que le ocurría a Rocha de niño, cuando tenía que recortar fotos de pájaros que encontraba en revistas de caza y pegarlas en un cuaderno, hoy hay un mundo de posibilidades para el observador: plataformas para publicar fotos y discutir los hallazgos, foros para sacarse las dudas, posibilidad de intercambio con especialistas de todo el planeta.
Los observadores de aves son además buenos centinelas de nuestra biodiversidad. En momentos en que los monocultivos avanzan en el país, sumar datos que den cuenta de la abundancia o escasez de algunas especies en salidas de campo puede ser un insumo valioso para iniciar o profundizar trabajos científicos.
Lo fantástico de las aves, sin embargo, es que no hay que aventurarse tres días en el campo para encontrarse con alguna maravilla oculta. Quizá ahora, en medio del ajetreo de la capital, en alguno de los espacios públicos más populares de la ciudad o perchada entre los árboles del vecino, se encuentre una de las especies que formarán parte de las próximas ediciones de esta guía. Basta observar en vez de simplemente ver.
Guía completa para conocer aves del Uruguay, de Gabriel Rocha. Ediciones de la Banda Oriental. 600 páginas. $ 1.800.
4 de las 24 nuevas incorporaciones
Mosqueta de pico curvo (Phyllomyias burmeisteri) observada en el Jardín Botánico. Foto de Gabriel Rocha.
Macá plateado (Podiceps occipitales), avistado por primera vez en el puerto de La Paloma por Martín Abreu. Foto de Natalia Villar.
Chajá cornudo o aruco (Anhima cornuta) avistado cerca de San Carlos, en Maldonado. Foto de Carlos Calimares.
Playerito ferrugíneo (Calidris ferruginea), avistado por primera vez por Juan Pablo Millacet en octubre de 2019 en los humedales del arroyo Maldonado. Foto de Antonio Goncalves.