Antes que nada, el libro es maravilloso porque es la prueba material de un trabajo creativo que las maestras y maestros realizan en el aula y que no necesariamente se ve o valoriza. Hay quienes pueden pensar que las maestras repiten todos los años los mismos contenidos, pero este libro nace como una necesidad de abordar temas que te plantearon en clase y muestra que educar también es crear.
El aula multigrado de la escuela rural te lleva a hacer una planificación súper abierta y a tomar los insumos de las niñas y niños, algo que muchos pedagogos de nuestro país han abordado. Eso me sirvió para romper un poco con estar siempre pendiente del programa, únicamente pensando en los contenidos, y buscarle la vuelta para crear algo que tenga que ver con las necesidades de mis alumnos y que también, como persona y como maestra, me generara una inquietud.
Esas condiciones de la escuela rural, donde tenés alumnos y alumnas de distintas edades, hacen que no tengas una planificación rígida de antemano. En la escuela rural tenés que armar tu propia planificación. Ya desde ahí se requiere un trabajo creativo interesante que te permite romper un poco con lo que sí o sí hay que enseñar. Eso me dio la libertad de emprender un trabajo creativo, que fue un proyecto educativo primero, y luego este libro, que era algo que entonces no me imaginaba.
El libro surge ante una pregunta que se dio en clase y que te descolocó. No sólo tus alumnos te hicieron ver que no conocías científicas uruguayas, sino que cuando quisiste buscar información sobre ellas, te encontraste con que era escasa o prácticamente nula.
Estábamos trabajando sobre mujeres destacadas de Uruguay. Cuando vimos en la lista la ausencia de mujeres, ante la pregunta de cuáles conocía yo, se me vinieron a la mente Juana de Ibarbourou y dos o tres más. Me di cuenta de que yo tampoco conocía tantas mujeres, que no era algo sólo de mis alumnos. Eso me llevó también a pensar sobre cuántas mujeres uruguayas había trabajado yo siendo niña, sobre cuáles de ellas me habían enseñado en la escuela o el liceo. Y realmente no recordaba a muchas. Luego pensé en mi formación en magisterio, donde hay una perspectiva de género, se habla del tema, sobre generar debates sobre igualdad en el trabajo y otros aspectos, pero al ver la lista de autores del programa de las distintas áreas, y en listas de 20 o 30 autores uruguayos en las que me fijé, había sólo dos o tres mujeres.
Entonces creo que la lista de personalidades uruguayas que hicimos junto con mis alumnos reflejó un montón de cosas, desde una ausencia que está en nuestro programa, como la que está en mi propio conocimiento como maestra, pese a que trabajaba en fechas como el 8 de marzo o el 11 de febrero sobre las niñas, las mujeres y el romper con los estereotipos de género. En los distintos referentes que salieron en la escuela, esa ausencia de referentes femeninos se volvía a ver. Me di cuenta de que no era algo propio de los niños de ese grupo o de esa zona, sino que hay un vacío en el conocimiento de referentes de nuestro país. Y yo creía que tenía ese conocimiento. La pregunta surgida en clase me hizo revisar el programa, mi pasaje por la escuela, el liceo y magisterio, y darme cuenta de que yo también tenía un escaso conocimiento y que tenía que hacer algo para empezar a romper con eso.
Esa pregunta en clase me llamó a ver cómo, desde mi lugar de maestra, podía al menos aportar a la reflexión y al cambio. Creo que esa tarea que muchas veces se desconoce de mi trabajo es lo que más me gusta: el quedarme con preguntas y con respuestas de los niños, con inquietudes, con cosas que vieron en el patio, con lo que te traen, y tratar de crear algo.
¿Quiénes son ellas? entonces es una respuesta a una demanda de tus alumnos pero también una obra que llena un vacío para que otros no arranquen de cero como tuviste que hacer vos. Porque aun en estos tiempos en que algunos investigadores e investigadoras adquirieron cierto protagonismo por el coronavirus, lo cierto es que no conocemos mucho a nuestros científicos y menos aún a nuestras científicas. Y no es una información que se encuentre fácilmente.
El libro lo construí en base a una necesidad de mis alumnos y alumnas y mía como maestra. Con esos materiales luego vino la idea de hacer un libro, pero el inicio fue justamente esa necesidad de no haber podido encontrar información. Cuando detectamos esta ausencia de referentes mujeres, arrancamos con todas las áreas. Durante todo 2017 trabajamos con distintas mujeres uruguayas sobre las que las niñas y niños iban trayendo material. En 2018 también trabajamos a nivel general, y comenzamos a conocer a mujeres uruguayas que habían impactado a los niños, como Ida Holz o Mirta Vanni. Y entonces fue que me di cuenta de la gran ausencia de mujeres científicas. En nuestra lista inicial había artistas, de la pintura, la literatura, mujeres de la historia o contemporáneas, había periodistas, maestras o mujeres de la zona, pero la ciencia no estaba hasta que ellos no trajeron las historias de estas mujeres que unas alumnas leyeron en el libro Viejas bravas. Trabajamos sobre ellas, nos contactamos con Mirta Vanni y vimos la ausencia de mujeres en la ciencia, tecnología, matemática e ingeniería, las STEM. Para mí eso fue también una gran sorpresa, porque pensaba que hoy en día el tema ya estaba un poco más saldado. Cuando luego entrás en el tema, ves las gráficas, escuchás las historias de cosas que pasan hoy en día, ves los obstáculos que tienen, te das cuenta de que falta un montón todavía.
Una de las razones para contar la ciencia es promover vocaciones, roles y futuros posibles. En el libro hay una frase de una niña que resume todo lo que está bien de este libro. Tras trabajar sobre la bióloga Bettina Tassino e ir a Facultad de Ciencias, Josefina, una alumna de cuatro años, te dice: “Maestra, ahora en vez de princesa quiero ser científica”.
Esa frase resume todo. Hasta pensé ponerle al libro “De princesa a científica”, pero sentí que no se transmitía que esa frase realmente me la habían dicho de forma espontánea. Con cada una de las científicas que trabajamos se me vienen muchos recuerdos. Trabajar con ellas me posibilitó sacar a los chiquilines del aula, como por ejemplo ir a la Facultad de Ciencias. Fuimos con los niños pero también con muchas mamás de la Comisión de Fomento de la escuela, y fue por ejemplo la primera vez que algunos niños subieron a un ascensor. Dentro del libro para mí hay muchas emociones como maestra.
A esa niña le regalaron un “kit de científico” en la facultad, que era algo súper sencillo: una libretita, una lupa y algo más. Ellos salieron al patio de la facultad con ese kit y estaban fascinados investigando todo. Las niñas y niños tienen la curiosidad a flor de piel, y cuando empezás a trabajar estos temas, eso se potencia. Al otro día de la visita a la facultad, estábamos haciendo una actividad plástica y fue entonces que me llamó y me dijo eso, que si me acordaba de que me había dicho que quería ser princesa, pero que ya no. Me contó que quería ser científica y que ya sabía qué iba a investigar: los lagartos que están hibernando en el fondo de la escuela. ¡Me dijo que quería ser experta en lagartos! Creo que no le dije nada, porque me dio una emoción enorme. Y, como decís, resumió el trabajo, me mostró que lo que hicimos realmente tuvo un valor, algo que cuando recién empecé a trabajar con el proyecto no sabía. Con cada una de las protagonistas del libro hay muchos recuerdos y emociones. Sólo dejé una mínima fracción de todo eso, porque si no era un libro interminable. Pero quería dejar algo para que otros docentes vieran que se pueden lograr un montón de cosas lindas que no son únicamente trabajar con las científicas.
En nuestro país tendemos a venerar a las personas que ya están consagradas, lo que como contracara trae la invisibilización de quienes aún no alcanzaron ese lugar en el parnaso oriental. Uno de los tantos méritos que considero que tiene el libro es que nos habla de científicas activas, algunas de ellas incluso muy jóvenes, de una ciencia cercana, vital y en ebullición.
La idea era esa: mostrar que están acá, o en algún caso en otro país, pero que se formaron acá y que tuvieron una historia similar a la que enfrentan muchos jóvenes cuando van a eligir una carrera o cuando empiezan a formarse en ciencia.
Cuando empezamos a trabajar sobre las científicas, la idea era que los chiquilines pudieran tener contacto con ellas. Contarles la historia de alguien lejano o que ya no está, cuando los niños están empezando a formarse la noción de tiempo, como es el caso a los cuatro años, no era lo mejor. Tenían que ser mujeres reales, que estuvieran acá y que pudiese contactarlas para cubrir esa edad de los niños más pequeños.
Quería también que fueran historias reales. Me pasó que algunas mujeres científicas me dijeron que no tenían nada extraordinario para contar, lo que deja entrever eso de la autopercepción del valor de lo que hacen. Lo que yo quería mostrar era que lo que las hace extraordinarias es justamente que son personas que se enfrentan a los mismos problemas que todos, que tal vez en su momento no sabían qué carrera elegir o que cambiaron varias veces, que superaron obstáculos que son reales. La idea era que las científicas fueran contemporáneas para que los niños y niñas pudieran reflejarse en ellas.
El libro viene con actividades y una guía para tratar los temas en clase. Eso cumple con tu intención de dejarles una herramienta a tus colegas docentes. Sin embargo, creo que es un libro ideal para que niñas y niños, y te diría adolescentes, lean guiados por la curiosidad fuera de un contexto educativo formal, o para que lean en casa con adultos y se comenten algunas de las actividades. ¿Hago mal en ver acá un libro valioso también fuera del aula?
Muchas conocidas que no son maestras me preguntaban si lo podían comprar igual. La verdad es que no había reflexionado sobre todo esto, si era sólo para maestras o docentes o no. Son actividades sencillas que se pueden hacer en cualquier ámbito, porque las pensé para que no requirieran comprar cosas en el aula. Se pueden hacer en cualquier hogar, y estaría bueno que no se hicieran sólo en el aula. Yo pensé algunos experimentos y traté de ponerles un marco y objetivos en base al programa como pensado para una planificación docente, pero podrían llevarse a otras instituciones, como por ejemplo liceos.
En lo personal me pasó que muchas de las protagonistas del libro me dijeron que tenía que compartir el trabajo que habíamos hecho. Yo dudé mucho en presentarme a los Fondos Concursables, tal vez porque también a mí me costaba ver que tenía algo valioso para compartir con otros. Si bien entendía que estaba bueno para mis compañeras de trabajo, con las devoluciones del libro comencé a ver que era un material con más valor del que le estaba dando.
Pero además tiene un valor que trasciende al de visibilizar a las mujeres en la ciencia. El libro muestra que en las escuelas se puede generar conocimiento.
Sí, suele pensarse que en la escuela sólo se aplican cosas. Pero, en realidad, hay un montón de cosas para producir, y eso que se genera se puede compartir. La idea de este libro no es sólo darle estos contenidos; tal vez otros colegas o docentes puedan usar este material para hacer otro abordaje adaptado para quienes tengan enfrente, sean niños, adolescentes o jóvenes. Me encantaría que eso sucediera. Enfocarlo en el aula fue en parte una elección; quería que los docentes supieran por dónde podían abordar esto resumiendo el camino que había transitado para poder trabajar a las científicas uruguayas en el programa cuando no están por ninguna parte. No es una guía, pero doy ideas.
Pero, por otro lado, viendo el resultado y saliendo de mi rol de maestra, es como decís: se puede leer en el hogar con adultos o lo puedan leer y disfrutar los niños por sí mismos.
Parte de lo que hace que el libro sea todoterreno, que pueda ser disfrutado por niños y niñas de cualquier edad y en el contexto del hogar o de enseñanza, es un diseño atractivo, muy lúdico y ameno, que invita a leer y curiosear, incluso siendo adulto. ¿Se transformó mucho lo que generaron con los niños y niñas en el aula para llegar a ser el libro que es?
El formato general de lo que está en el libro es el que hicimos con los chiquilines en la escuela, obviamente no con la calidad espectacular que tiene el libro gracias al trabajo de Marcelo Casacuberta, que hizo la fotografía, y de Alejando Sequiera, que hizo las ilustraciones y el diseño. En la escuela hicimos en papel el dibujo de cada una de las investigadoras y armamos la ficha de cada una con las flechas de las herramientas que usan y los datos como se ven en el libro. Esos papeles se los pasé a Alejandro y sobre ellos trabajó. Si bien no lo pensamos conscientemente, sí tenía eso de que el material tenía que ser para distintas edades. La parte de la ficha está pensada para todas las edades, la de la entrevista y el perfil de cada científica es tal vez para las clases más grandes de la escuela. Como todo eso lo construimos en conjunto con los niños, tal vez por eso ahora es un material que, como decís, es atractivo para múltiples lectores.
Sólo encontré una cosa mala en el libro: da ganas de que haya varios tomos más. El formato amigable y atractivo da ganas de que, tal vez más espaciado y con otros objetivos, hubiera también alguno sobre científicos, porque quienes hacen ciencia en este país no son tan conocidos.
(Ríe). Sí, sería lindo. ¡Pero no sé si me va a dar el tiempo para tanta cosa! Pero es un espacio para trabajar mucho este de poder brindar referentes para las niñas y niños y bajarlos a lo cotidiano.