Cuando entré al portal Timbó, de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), tras una breve búsqueda me topé con el reciente artículo “Evaluación de riesgo de árboles: análisis de componentes de seis métodos visuales aplicados en un parque urbano, Montevideo, Uruguay”, de los investigadores Ana Paula Coelho-Duarte, Gustavo Daniluk-Mosquera y Virginia Gravina, de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República. Antes hubiera podido bucear en el artículo científico, gracias al acceso negociado por el portal Timbó, buscando conocimientos relevantes para así hacer una nota interesante para los lectores. Hoy, sin embargo, el portal me dice que debo pagar 30 dólares para bajar el artículo en PDF o acceder al texto completo. Lo mismo sucedió cuando quise acceder al trabajo “Escalado de nivel de cultivo a la granja: marco de coinnovación para mejorar la sostenibilidad de los sistemas agrícolas de hortalizas”, de los investigadores Cecilia Berrueta, Gustavo Giménez y Santiago Dogliotti, publicado en la revista Agricultural Systems y por el que se me pide la misma cantidad de dólares si lo que pretendo es leer más que su resumen.
Si no tengo dinero, puedo escribirles a los autores solicitándoles si, de favor, pueden hacerme llegar una copia del trabajo. También podría entrar al Sci-Hub, un sitio creado en 2011 que permite el acceso a gran cantidad de literatura científica de una forma poco ortodoxa –se la acusa de piratería– y que fue creado por Alexandra Elbakyan, una científica y programadora que se cansó de que los investigadores e investigadoras tuvieran que pagar por acceder al conocimiento científico y que tiene un promedio de 400.000 visitantes diarios.
De todas formas, las peripecias de un divulgador científico no son de relevancia. El asunto es que lo mismo les estaba sucediendo a varios investigadores e investigadoras: al intentar leer artículos científicos de revistas a las que antes tenían libre acceso a través del portal Timbó, se encontraban con que ahora se les exigía un pago. La interrogante sobre qué estaba pasando se disipó hace pocos días, cuando se supo que en el Programa Operativo Anual de 2021 la ANII había reducido en más de 50% el gasto en acceso a literatura científica internacional, pasando de pagar en 2021 un millón de dólares cuando en años anteriores se pagaban más de dos.
En un comunicado emitido el viernes 26 de febrero, el director de la ANII, Flavio Caiafa, sostenía a este respecto que “se inició un proceso de rediseño del portal Timbó” y que “en una primera etapa del proceso se aseguró la continuidad del acceso a 75% de los materiales que estaban disponibles”. Acerca del otro 25% de los materiales informaba que “se inició un análisis” y que si bien “son materiales con bajos niveles de consulta”, eso no quería decir que no fueran “importantes ni que vayan a desaparecer del portal. Lo que se ha iniciado es un análisis de esos títulos, para, en una segunda etapa, tomar decisiones específicas”.
La magnitud del recorte
la diaria accedió a un documento elaborado por el Departamento de Documentación y Biblioteca de la Facultad de Química de la Universidad de la República, que analiza cuáles son las publicaciones a las que tiene acceso hoy el portal Timbó tras pasar de invertir en el entorno de dos millones dólares por año en acceso a literatura científica a menos de la mitad, alrededor de un millón. “Ese documento fue elaborado por ese departamento y fue difundido a través de la lista de correo de la Asociación de Docentes de la Facultad de Química y se ha ido conociendo en otros ámbitos”, confirma David González, quien no sólo es docente e investigador de esa facultad, sino también director del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). El documento se replicó entre investigadores, investigadoras e integrantes del sistema científico.
De ese documento se desprende en qué publicaciones y accesos se produce el recorte del millón de dólares de la ANII. Al analizar los casos de distintas editoriales, se informa por ejemplo que en el caso de Elsevier, mientras que en 2020 se había acordado el acceso a la colección Science Direct Freedom, que permitía el acceso a 2.500 títulos de revistas científicas, en 2021 se contrató el Science Direct Title-by-Title, que permite el acceso “a 150 títulos de revistas con mayor uso en Uruguay”. En el caso de la editorial IOPScience se cancela la suscripción a todas sus publicaciones (salvo algunos libros de física). También para el caso de la editorial OVID se pasa de acceder a 250 títulos en 2020 a sólo 115 en 2021, y en el caso de la editorial IEEEXplore, que se dedica a “ciencias de la computación, ingeniería eléctrica, electrónica y campos afines”, se producen unas cuantas bajas.
“Me resultó tan preocupante lo que estaba en esa lista que me contacté con la ANII; primero con su presidente, quien me derivó con el gerente que se ocupa del tema Timbó; me confirmaron que efectivamente esa lista es correcta y que esos son los recortes en los títulos y accesos”, relata González. “También me dijeron que es correcto lo que informa el presidente de la ANII respecto de que se compra 73% de lo que se compraba en cuanto a revistas”, añade, pero aclara que “lo que pasa es que según cómo mires esos números, ya sea en cantidad total de revistas, en cantidad total de publicaciones, se pueden informar distintos porcentajes. En el acceso a publicaciones importantes, hay un recorte muy grande”.
Sucede también que hay accesos a las colecciones históricas de algunas publicaciones, es decir, artículos y revistas publicados hasta fechas mayores a una determinada cantidad de años –diez, por ejemplo–. Pero en ciencia el acceso a las últimas investigaciones es especialmente valioso, sobre todo cuando un país quiere hacer ciencia relevante y no sólo contemplar la ciencia que ya se ha hecho en otra parte.
Quitar las publicaciones del año en curso puede tener un impacto pequeño en los porcentajes del material al que se accede, pero esos porcentajes no reflejan cualitativamente el impacto del recorte que se está realizando. Para hacer un paralelismo, es como si Netflix ahora sólo permitiera acceder a series realizadas hasta 2019 y que para ver los contenidos nuevos uno debiera pagar una cuota extra. Si bien se podría acceder por el mismo precio a la mayor parte del catálogo –la producción histórica supera a la del año en curso–, lo que se estaría perdiendo es lo nuevo, aquello de lo que luego se habla y se pone en común.
González concuerda: “El tope de la pirámide, que es lo más importante, es lo que estamos perdiendo”, afirma, y pone como ejemplo lo que sucede con la editorial Elsevier. “Más allá de la opinión que uno tenga de las editoriales comerciales y de la actitud restrictiva y dura de esa empresa, Elsevier era un recurso fundamental. Pasamos de un acceso a 2.500 títulos a una suscripción que da acceso a 150 revistas. Eso es una disminución muy grande”. Muy grande significa muuuuy grande: el recorte en este acceso a literatura científica es de 94% en relación a lo que se accedía hasta el año pasado. “Elsevier es una editorial que maneja muchas de las revistas de gran impacto, a las que las investigadores no sólo remiten sus trabajos sino que también tienen interés en leer. Ya de por sí Timbó, desde el año pasado, no tenía acceso a revistas como Nature. Ahora bajamos todavía otro escalón”, comenta González.
Los impactos no sólo abarcan los títulos de revistas y colecciones científicas a los que se puede acceder. “Se cambió también la forma de acceso a Scopus, una base de datos gigantesca que permite buscar por tema, por autor, por filiación, por revista, y si bien no te da acceso a todas las publicaciones, sí permite el acceso a los títulos”, dice González. ¿Y por qué es relevante el acceso a Scopus? “Es muy importante para nuestro sistema científico, ya que allí podemos buscar a los investigadores uruguayos y ver qué, cuándo y dónde están publicando. Antes todos teníamos acceso a esa parte de Scopus, y ahora eso cambia por un acceso institucional sólo para la ANII”, informa.
Según le comentaron desde la ANNI, “el acceso institucional a Scopus de la agencia se va a mantener porque se precisa para la evaluación del Sistema Nacional de Investigadores”. Pero allí González ve otro gran problema de este recorte: “El tema es que Scopus no lo usa sólo el Sistema Nacional de Investigadores, lo utilizan los distintos centros de investigación para auto evaluarse, lo utiliza el Pedeciba para ver en qué están sus investigadores, lo utilizan los institutos de investigación, las facultades, los concursos universitarios. Es decir, Scopus tiene muchos usos además de la evaluación que hace la ANII para el Sistema Nacional de Investigadores; era un servicio que se daba y no solamente una herramienta para la propia agencia”.
Pasos en falso
“Timbó es un ejemplo más de todas las cosas en las que la ANII nos cambió la vida”, dice González. “Lo mismo se puede decir de las becas para los estudiantes o de los fondos para proyectos de investigación concursables”, agrega, sin que ello impida que reconozca limitaciones: “Timbó no era perfecto, nunca tenía suficiente dinero, nunca se llegó a la cantidad de recursos que nos hubiera gustado que la ANII tuviera para la investigación, pero aun así en estas áreas el mundo antes de la ANII y el mundo después de la ANII son radicalmente diferentes”.
El acceso a la literatura científica reciente es imprescindible para hacer ciencia. González lo explica así: “Si vos vivís en una isla desierta y te ponés a hacer investigación, es muy probable que otra persona, en otra isla, ya haya trabajado en lo que estás haciendo y que no te hayas enterado porque no tenías comunicación. Recortar el acceso a la bibliografía es dejarnos aislados. Para que haya investigación, los investigadores, y los estudiantes de posgrado, que también son investigadores, tienen que poder saber qué es lo que están investigando en otras partes, si el problema que están intentando resolver no tiene otra solución que ya se intentó o que una publicación que significó un avance para alguna tarea que estamos llevando adelante aquí. Pensar en la investigación sin un amplio acceso a la información es imposible”.
Antes de que comenzara a operar el portal Timbó, a la literatura científica se accedía mediante suscripciones a revistas en papel, lo que en parte por los costos elevados y en parte por el cambio de las publicaciones digitales, pasó a presentar problemas. “Con la llegada de Timbó fue como que de golpe hubiéramos abierto una gigantesca biblioteca científica en nuestro país”, comenta González. “Pensar en dejar de tener eso es, buscando un paralelismo en otro ámbito, como pensar que hoy o mañana dejáramos de tener Wikipedia”.
Ese acceso a la literatura científica, previo a la existencia del portal Timbó, requería malabares de diversa índole de parte de quienes querían hacer ciencia, “En la década de 1990, cuando yo era estudiante de maestría en Uruguay, y luego a principios del siglo XXI, cuando volví al país, hasta que comenzó la ANII, para acceder a la bibliografía científica recurríamos a favores de colegas que estaban en el exterior para que nos consiguieran determinados artículos. Incluso llegó a haber una red informal, formada fundamentalmente por investigadores jóvenes uruguayos, llamada ‘Dale que va’, en la que la gente que estaba en el exterior, en un plazo de 24 o 72 horas, te mandaba el artículo que solicitabas. El ingenio, y el hecho de que la necesidad tiene cara de hereje, hacían que se buscaran estas alternativas. Pero esa no era una forma profesional de trabajar”, señala el químico.
“Hoy en el mundo actual, donde las publicaciones son caras y donde hay una gran discusión sobre el acceso, hay formas ‘alternativas’ de acceso como es el Sci-Hub, que si bien es interesantísimo conceptualmente, no es la forma profesional en la que trabaja un investigador”, reflexiona. “Volver a trabajar de esa forma al tratar de acceder a la información científica es como dar un paso atrás. La ANII, y en concreto Timbó, habían significado un paso en la profesionalización de la investigación en Uruguay. Estábamos un poquito más cerca de la forma como se trabaja en el mundo. Volver a pedir artículos enviando correo, pedirles a colegas en el exterior o acceder mediante el Sci-Hub, o que distintos investigadores de un grupo se suscriban a una revista cada uno y luego compartan entre todos sus claves de acceso, son todas acciones que precarizan el sistema”, comenta.
Desde la ANII, en el mismo comunicado del viernes 26 de febrero, se señaló que la administración anterior comprometió más recursos de los que disponía y que esos “sobrecompromisos generados por las autoridades anteriores obligaron a algunas medidas que hubiéramos preferido no tomar, como enlentecer transitoriamente la aprobación de nuevos proyectos o reducir la cantidad de recursos destinados a becas posdoctorales”. Sobre el portal Timbó se dio a entender que el “rediseño” era producto también de buscar hacer que las cuentas cerraran. Cuando la Universidad de la República alertó por la disminución de la inversión en ciencia reflejada en el Plan Operativo Anual de la ANII para 2021, el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, afirmó en diálogo con El Observador que en 2019 en la ANII “hubo una verdadera fiesta”.
“Quiero pensar que cuando el ministro hablaba de una fiesta no se refería a que tener acceso a la bibliografía era un lujo innecesario”, comenta González. “Quisiera creer que se estaba refiriendo a alguna otra cosa. Si tenemos el concepto de que tener un buen acceso a la literatura científica, que hacer investigación básica, que haya proyectos de investigación que no estén totalmente sesgados temáticamente a lo que un comité decidió que era crucial investigar en ese momento, si todo eso es un lujo innecesario, entonces Uruguay está mucho más atrás de lo que creíamos”, remató.