El robo de fósiles del Museo Paleontológico de Soriano –que sigue en investigación sin que aún se haya determinado si se recuperaron todas las piezas sustraídas– motiva esta reflexión de dos paleontólogos de la Facultad de Ciencias sobre cómo determinar la importancia de una colección de fósiles.
Es frecuente ver en notas de prensa, reseñas u otro tipo de publicaciones la referencia a que tal o cual es la colección paleontológica (es decir, de fósiles) más importante del país, o la segunda, o la tercera. Es el caso de la nota sobre el robo al Museo Paleontológico Alejandro Berro de Soriano publicada semanas atrás en la diaria y que ofició de disparador de esta. Allí el paleontólogo Pablo Toriño dice que “la colección Berro es una de las colecciones paleontológicas más importantes de todo el territorio nacional, la más grande luego de la del Museo Nacional de Historia Natural”.
Casi siempre, la vara de la “importancia” de una colección refleja el número de especímenes o piezas que la integran. En ocasiones, la importancia tiene también que ver con si tal o cual colección alberga piezas interesantes del grupo de fósiles que estudia el protagonista de la reseña, en una concepción tan subjetiva como seguramente parcial. También suele haber referencias a ejemplares tipo, número que depende mucho de las veleidades humanas y que obliga a las colecciones a extremar los cuidados, e incluso a fósiles bonitos para exponer. Esta necesidad de rankings (que por cierto no se limita a las colecciones) tiene su paralelismo en la pregunta que solemos recibir los paleontólogos sobre cuál es el fósil más importante de una colección, del país o del mundo.
Sin embargo, clasificar las colecciones en base al número de especímenes que albergan o al número de entradas de material que contienen es altamente engañoso. Es relevante aclarar que una entrada en el catálogo de una colección puede incluir decenas, cientos o miles de especímenes, los cuales por motivos prácticos son ingresados como un lote. Esto es muy frecuente en colecciones de invertebrados fósiles o de ciertos microfósiles, en las cuales los ejemplares de una misma especie provenientes de una muestra colectada en un sitio determinado son catalogados colectivamente. Por ende, el número real de especímenes de una colección, especialmente aquella que incluya lotes, suele ser mucho (¡muchísimo!) mayor que el número de entradas de catálogo que contiene.
Para ejemplificar la eventual magnitud de esta diferencia tomemos algo muy puntual: el número de entradas y el número de especímenes correspondiente a moluscos marinos del Pleistoceno Tardío (unos 125.000 años antes del presente) de Uruguay almacenados en la Colección Paleontológica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. El número de entradas (la mayoría son lotes) a la colección ronda las 1.000, mientras que el número de especímenes (valvas) ronda los 200.000, una cifra que seguramente supera ampliamente el acervo total de “las colecciones más importantes” del país. Otorgar a cada pieza un número independiente puede ser lo correcto en muchos casos. Sin embargo, en ejemplos como el anterior esto sólo incrementaría los renglones del catálogo sin demasiado sentido y generaría una engorrosísima tarea de documentación, manejo y almacenamiento de los especímenes.
Considerando entonces que simplemente el número de entradas al catálogo de un museo o institución no puede ser tomado como único parámetro de la importancia de una colección, podemos explorar otros elementos que contribuyen a su valoración.
Los fósiles y su información asociada
Una colección, además de especímenes que se pueden ver, tocar, medir y fotografiar, contiene información. La más básica pero absolutamente imprescindible tiene que ver con dónde, cuándo, cómo y quién colectó cada espécimen. Un fósil pierde gran parte de su valor científico si dichos datos básicos no son preservados junto con él. Luego, y mediante el estudio de los investigadores, se genera, a partir de ese fósil y sus datos asociados, información taxonómica, morfológica, paleobiológica, ecológica, evolutiva, biogeográfica, estratigráfica, paleoambiental, etcétera. Es decir que se genera conocimiento con valor científico, cultural y educativo.
Por ende, la importancia de una colección paleontológica depende en gran medida de que no sea solamente un conjunto de fósiles, sino que la información asociada esté presente, sea de calidad y adecuadamente preservada.
Diversidad de fósiles y representatividad
Podemos medir la importancia de una colección paleontológica según cuán representativa es en relación con el registro fósil de un área, digamos por ejemplo Uruguay. Entonces, un elemento importante será que contenga un conjunto de fósiles (y su información asociada) que represente la riqueza fosilífera del país, teniendo en cuenta aspectos tan variados como la diversidad de grupos, edades geológicas o paleoambientes representados, entre otros.
Si se considera la extensísima bibliografía que desde hace décadas se acumula sobre la gran diversidad de fósiles de nuestro pequeño país, descubriremos que el registro fósil de Uruguay incluye variados microfósiles, icnofósiles (rastros de la actividad de los organismos), invertebrados (una categoría muy amplia, por otra parte), plantas y vertebrados fósiles.
A su vez, desde el punto de vista temporal, Uruguay posee registros del Precámbrico, Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico, es decir, con antigüedades que van desde los miles de millones de años hasta algunos miles de años. Desde el punto de vista de los ambientes, el registro incluye fósiles marinos, costeros y continentales, incluyendo por ejemplo formas terrestres y de ambientes acuáticos. Esto hace que prácticamente se encuentren fósiles de distinta afinidad biológica o tipo, rango temporal y ambiental en diferentes áreas del país.
A pesar de esta diversidad, la mayoría de las colecciones o museos públicos de Uruguay que poseen material paleontológico contiene una relativamente pequeña o mínima representatividad en términos de grupos representados (en la mayoría de ellos predominan los restos de mamíferos), edad (predominan fósiles del Período Cuaternario) y región (muchos de ellos concentran fósiles del departamento donde están ubicados). Por supuesto que para investigadores especializados en este tipo de fósiles su acervo será considerado especialmente importante, pero si la vara es la diversidad y representatividad respecto del registro fósil de Uruguay, su importancia será ciertamente limitada. Ello no quita que estos museos tengan el potencial de cumplir un rol académico, social, educativo y cultural relevante, ni significa que deban nutrirse a marchas forzadas de elementos de otras zonas para posicionarse en una carrera absurda.
Accesibilidad y uso
La importancia de una colección puede medirse también en términos de la posibilidad de acceso a sus piezas y a su uso en sentido amplio. En cuanto a la accesibilidad, muchas colecciones del país tienen serios problemas para posibilitar el acceso y la consulta de sus especímenes por parte de investigadores. Esto puede deberse a dificultades de índole burocrática, de falta de personal, a que los materiales no estén en condiciones de ser consultados (por estar “perdidos”, embalados, etcétera), a problemas de disponibilidad de la información asociada a la colección, entre otros.
La accesibilidad es uno de los aspectos inherentes e innegociables de los múltiples servicios que debe brindar una colección. Sin ella es estéril, y lamentablemente no siempre está presente.
El uso y la consulta de los especímenes de una colección por parte de investigadores nacionales o internacionales es signo de su jerarquía y referencia. Esto se ve claramente en una institución que reciba la solicitud frecuente de consulta, en la que los materiales de la colección o sus fotografías y sus datos asociados son sustento de actividades de investigación (proyectos, publicaciones, etcétera), de formación académica de estudiantes de grado y posgrado (maestrías y doctorados), de actividades de enseñanza (uso en cursos de grado y posgrado) y de actividades de divulgación para un público amplio (muestras de fósiles, charlas, visitas guiadas, notas de prensa, etcétera).
El uso en actividades de enseñanza y divulgación está frecuentemente vinculado a la disponibilidad de una colección didáctica asociada, integrada por ejemplares especialmente destinados a ello y por réplicas, lo que no implica el compromiso y posible deterioro de la colección científica.
Cuidado permanente de la colección
El cuidado, acondicionamiento y mantenimiento permanente del acervo de una colección realza su importancia. La disponibilidad de recursos humanos con una formación académica vinculada a la paleontología y en conocimiento de las mejores prácticas de conservación de los fósiles a largo plazo es vital. Asimismo, contar con recursos materiales destinados a mejorar el estado de los especímenes, los contenedores y el mobiliario que los aloja en la colección y que garantice la disponibilidad de los insumos necesarios para la conservación de estos es fundamental.
Por ende, la importancia de una colección paleontológica en la que los fósiles son cuidados, almacenados en condiciones adecuadas para prevenir su deterioro y/o destrucción por la acción de diversos agentes (malas condiciones de almacenamiento, plagas, vandalismo, etcétera) será mayor que la de una colección que esté abandonada a su suerte o débilmente monitoreada. La misma premisa es válida para la información asociada a la que nos hemos referido anteriormente.
Crecimiento y proyección a futuro
La posibilidad de crecimiento y desarrollo a futuro de una colección es un aspecto muy relevante para considerar. Lamentablemente, muchas colecciones que contienen material paleontológico tienen extremadamente escasas posibilidades de crecer y sostenerse para cumplir las funciones de investigación, educación, etcétera.
Varias de ellas se iniciaron como colecciones de particulares que pasaron en algún momento a la órbita pública, generalmente departamental. Desafortunadamente, son extremadamente escasas las que no han quedado congeladas desde el momento de su transferencia y que, a pesar de contener en muchos casos material de referencia o sustentar exhibiciones que cumplen funciones educativas, carecen del motor que las haga crecer y desarrollarse, es decir, la investigación paleontológica. Las colecciones son entidades que deben mantenerse vivas y sustentar e impulsar el conocimiento y no deben confundirse con exhibiciones cuya importancia, por supuesto, no desconocemos.
Como es posible apreciar, los insumos para posicionar a las colecciones –en este caso paleontológicas de Uruguay– en un ranking de importancia van mucho más allá del mero número de entradas catalogadas o especímenes que contienen. La disponibilidad de los imprescindibles datos que los acompañan, su representatividad de la riqueza fosilífera del país, su accesibilidad, su capacidad para sustentar actividades de investigación, enseñanza y divulgación, el cuidado y la conservación de sus especímenes por personal idóneo y comprometido, y su potencialidad para crecer y perdurar en el tiempo es lo que determina su verdadera importancia.
Alejandra Rojas es docente del Departamento de Paleontología y responsable de la Colección Paleontológica de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República. Sergio Martínez es docente del Departamento de Paleontología de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República.
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