La angurria de energía del ser humano moderno viene disfrazada de necesidad. Necesitamos energía para mover nuestros vehículos, para iluminar nuestros entornos cerrados y prolongar las horas de luz, para hacer que las industrias y el comercio hagan lo suyo, para calefaccionarnos y refrigerarnos, para comunicarnos de formas diversas, para entretenernos o ser productivos, para cuidar nuestra salud, para vivir vidas más confortables y también para alimentar aparatos de gimnasia que contrarresten en parte la excesiva comodidad de nuestras sedentarias vidas. La economía necesita energía como un heroinómano necesita su dosis intravenosa. Encima los modelos imperantes sostienen que la economía que no crece es una economía que se derrumba.

La imposibilidad de sostener un crecimiento perpetuo en un planeta con recursos finitos ya se hizo evidente. Así como este universo en que vivimos se expande tras el Big Bang, varios trabajos sobre el uso sostenido de los recursos naturales y su impacto en los ecosistemas han hecho notar que, como sostienen algunos modelos cosmogónicos, vamos rumbo a un Big Crunch (luego de la expansión causada por la Gran Explosión, se propone que vamos a una “Gran Implosión” o colapso en el que el Universo conocido dejará de ser tal y, tal vez, tras otro Big Bang, se barajen de nuevo las cartas y emerja otro universo).

Con este mar de fondo, se han realizado distintos esfuerzos para cambiar un poco la pisada. Dan cuenta de ello el uso y el abuso de conceptos como sostenible o autosustentable. Con el calentamiento global presionando sobre nuestros sueños a futuro, la necesidad de cambiar la quema de combustibles fósiles, gran responsable de las alarmantes cantidades de dióxido de carbono liberadas a la atmósfera desde la Revolución Industrial, por energías más limpias, renovables y con menos emisiones de efecto invernadero, ha sido impulsada en varias partes del planeta. Según algunas proyecciones, la demanda mundial de energía se triplicará en los próximos 30 años. Ya que no podemos cambiar la adicción energética, al menos cambiemos lo que nos provoca adicción por algo menos dañino.

Uruguay ha dado varios e importantes pasos en esa dirección. Tras un fuerte impulso del gobierno a la energía eólica, con una tradición de represas hidroeléctricas y con el abaratamiento sostenido de los paneles solares, desde 2016 aquí el petróleo dejó de ser la sustancia energética de la que más dependemos. Cerca de 97% de la energía eléctrica la obtenemos de fuentes renovables. En la matriz primaria del país los combustibles fósiles aún no dan el brazo a torcer, pero así y todo ya no representan más de 40%.

Si como prometía UTE hace unos años, el futuro es eléctrico, deberíamos preocuparnos aún por aumentar la producción renovable de electricidad para satisfacer las demandas actuales de todo aquello que todavía depende del petróleo y otros generadores de gases de efecto invernadero y las demandas de los futuros yonquis eléctricos que, como los automóviles, ya se asoman con fuerza en el horizonte. Allí entonces hay espacio para empezar a pensar fuera de la caja. Eso es justamente lo que nos invita a hacer el trabajo de investigadoras e investigadores de la Facultad de Ciencias y otras instituciones titulado “Potencial de la energía geotérmica en las cuencas sedimentarias terrestres de Uruguay”, publicado recientemente en la revista internacional Geothermics.

¿Geotermia? ¿En Uruguay?

Como señala el artículo, firmado por Ethel Morales, Gerardo Veroslavsky, Agostina Pedro, Facundo Plenc, Rodrigo Umpiérrez, Micaela Ferreiro y Manuela Morales, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), Alberto Manganelli y Lucía Samaniego de Ceregas (Centro Regional para la Gestión de Aguas Subterráneas en América Latina y el Caribe) y Josefina Marmisolle de Ancap, “en general, la palabra geotermia se refiere a la energía térmica natural existente en el interior de la Tierra. En la práctica, se le denomina así al estudio y utilización de la energía térmica que es transportada a través de la roca o de fluidos; se desplaza desde el interior de la corteza terrestre hacia sus niveles superficiales, dando origen a los sistemas geotérmicos”.

Es que debajo de nuestros pies la cosa está que arde. A medida que nos adentramos en la corteza terrestre, las temperaturas aumentan. El calor es energía. Y si encima hay agua caliente, hay muchas formas seguras y limpias de utilizarla. “Sin embargo, no ha habido la motivación, inversión o incentivos necesarios para analizar la viabilidad técnica y económica del desarrollo de la energía geotérmica, a pesar de que se sabe que existe energía geotérmica de baja temperatura en el país”, señala el artículo. Claro que sabemos que tenemos energía geotérmica: tenemos todo un sector turístico que vive de ella. “El Sistema Acuífero Guaraní ha sido explotado por más de 50 años; sin embargo, los usos son directos, utilizándose las aguas termales únicamente con fines recreativos y balneológicos”, afirma el trabajo.

El uso que hacemos en Uruguay de estas aguas calientes es el más antiguo conocido. ¡Bañémonos en aguas termales! Sin embargo, desde principios del siglo pasado ya comenzó a generarse electricidad a partir de la geotermia. Y aún hay otros usos posibles ideales para un mundo que quiere ser más sustentable.

Ensayando tal vez por qué nos aventuramos a explorar estos usos aquí, las autoras y autores del artículo señalan que uno de los factores “que más dificulta la consideración de la geotermia es el alto costo de la etapa de exploración, relacionado con la perforación de pozos y el riesgo de no obtener buenos resultados”. Pero dado que “las experiencias globales muestran que la mitigación de estos riesgos, especialmente durante la fase exploratoria inicial, a través de estudios geológicos y geofísicos, puede desbloquear efectivamente las inversiones en el campo de la energía geotérmica”, estas investigadoras y sus colegas hacen un gran aporte, ya que su objetivo fue “utilizar datos geológicos y geofísicos para identificar y caracterizar sistemas geotérmicos potenciales en las tres cuencas sedimentarias terrestres de Uruguay”. Es decir, la publicación podría usarse como una guía que nos indique dónde tenemos más chances de explorar este uso de la energía sin llevarnos costosos fiascos.

Para ello trabajaron en las tres cuencas sedimentarias terrestres del país: “la Cuenca Paleo-Mesozoica Norte en el norte y las Cuencas Mesozoicas de Santa Lucía y Laguna Merín en el sur”. Y recolectaron “toda la información disponible” que se encontraba “dispersa entre diversos organismos e instituciones nacionales, artículos científicos y documentos técnicos”. Así que revolvieron, desempolvaron, accedieron y escrutaron “informes y bases de datos pertenecientes a las Agencias Nacionales de Minería y Geología (Dinamige), Agua (Dinagua), Medio Ambiente (Dinama), Energía (DNE) y Meteorología (Inumet), junto con la empresa petrolera estatal (Ancap) y el Centro Regional de Gestión de Aguas Subterráneas de América Latina y el Caribe (Ceregas)”. Además, recabaron información propia a través de 25 estaciones magnetotelúricas de la cuenca Norte y la cuenca Laguna Merín. Al analizar toda esa información, quedaron delineadas las zonas de interés geotérmico y sus posibilidades futuras.

Metiéndose en el tema

Ethel Morales, geóloga de la Facultad de Ciencias y docente del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba) nos vuelve a recibir en la facultad. Si bien tiene amplia experiencia en hidrocarburos ‒previo a Facultad de Ciencias pasó también por Ancap‒, su área de acción son los recursos energéticos. “Hay mucha conexión entre la geotermia y los hidrocarburos a la hora de buscarlos. Por ejemplo, el flujo de calor proveniente del interior de la Tierra que se necesita para generar la maduración de los hidrocarburos es el mismo flujo de calor que permite que el agua esté caliente, formando un sistema geotérmico”, señala.

En nuestro país hay una clara relación entre ambos: algunas de las infructuosas búsquedas de petróleo terminaron dando con aguas termales, algo así como un premio consuelo que ha permitido desarrollos más sustentables para algunas regiones que haber dado con el viscoso oro negro. “Aprovechando mi base de conocimiento sobre hidrocarburos y análisis de cuenca, pensando en el flujo de calor y otras cosas asociadas, vi la necesidad de comenzar a trabajar en esta área de recursos geotérmicos. Y la verdad que es un tema apasionante”, dice Morales.

Tras un congreso sobre geotermia, el tema le quedó picando. Así que con sus colegas establecieron vínculos con el Observatorio Nacional de Brasil, que tiene un laboratorio de geotermia donde trabajan el tema desde hace tiempo, y presentaron un proyecto a la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar. “El proyecto estaba restricto a un área del país donde se conoce que están los sistemas geotérmicos en Uruguay, en el norte, pero como veníamos trabajando en hidrocarburos, desde hacía mucho pensábamos que la cuenca de ese sector del norte tenía una estructuración que podría permitir que hubiera áreas más profundas, y eso supondría, además de las posibilidades de que hubiera hidrocarburos, la presencia de sistemas geotérmicos a mayor profundidad y, por lo tanto, a mayor temperatura”, recuerda.

El proyecto presentado a la CSIC llevaba por nombre “Evaluación del potencial de energía geotérmica en el área piloto Salto (Cuenca Norte-Uruguay)”. Su aprobación le dio a Morales y al equipo el impulso para empezar a trabajar. Pero la ciencia es una actividad contagiosa. “Después nos entusiasmamos y nos preguntamos qué pasaba en otras zonas”. El resultado de ese entusiasmo es comunicado en el artículo científico ya mencionado, que además de caracterizar la cuenca de la región de Salto, hace lo propio con la cuenca Santa Lucía y la cuenca Laguna Merín.

“Los sistemas geotérmicos profundos se pueden clasificar en tres grupos: los de baja temperatura, los de temperatura media y los de alta temperatura”, explica Morales, con su paciencia de docente. “Nosotros sin duda no tenemos sistemas de alta temperatura, porque eso está asociado a volcanes. Tenemos sí, en el norte, un sistema que es el del Acuífero Guaraní, que es un sistema de baja temperatura. Se trata de un sistema clásico, que se da cuando hay un reservorio de agua ubicado a una profundidad importante. Simplemente por el gradiente de temperatura, por su aumento debido a la profundidad, el agua contenida en el reservorio está caliente”. De allí abrevan varias de las termas del litoral norte del país. Pero su experiencia en el trabajo relacionado con la búsqueda de hidrocarburos les hacía pensar que allí podía haber algo más. Y ese algo más estaba allí.

No quedarse con lo obvio: el caso de Salto

En Salto y aledaños hay más potencial geotérmico del que pensamos. “Proponemos, porque tenemos caracterizado el lugar desde el punto de vista geológico y a través de análisis geofísicos, que entre Salto y las Termas del Arapey hay también un corredor estructural donde la cuenca alcanza profundidades más importantes”, afirma Morales.

“Con los datos que teníamos estábamos bastante seguros de que ese corredor tiene una orientación noroeste y que se continúa hacia territorio argentino. Pero pensamos que, además de esa profundización que se da en esa dirección noroeste, también había otras estructuras norte-sur que hacían que la cuenca fuera aún más profunda”, explica dejándonos asomar al balcón de las hipótesis que llevaron al campo. “Con el objetivo de identificar esa zona donde se profundizaba más, realizamos algunas transectas magnetotelúricas que las cortaran para poder confirmar que la cuenca se profundizaba”, dice.

Su trabajo dio resultado. “Encontramos esa zona que determina la profundización del basamento y por lo tanto tenemos un espesor mucho mayor de la cuenca, y una profundidad de unos 3.500 metros”, afirma Morales. Y antes de que alguien se alarme por el Acuífero Guaraní, el trabajo señala que “este sistema geotérmico está separado del Sistema Acuífero Guaraní por más de 600 metros de rocas sedimentarias pertenecientes a la megasecuencia del Carbonífero Tardío-Pérmico”.

Morales prosigue entusiasmada y señala que esta falla más profunda está muy cerca del río Uruguay. “La mayor profundidad de ese basamento se da en territorio argentino, pero en nuestro territorio tenemos una profundidad de unos 3.700 metros, que es una profundidad adecuada para tener una temperatura de por lo menos unos 95° C. Eso ya no es una energía geotérmica de baja temperatura, como la de las termas, sino media”.

“Con una temperatura de unos 95° C se podría pasar a otros usos de la energía geotérmica, como la generación de energía eléctrica. Sería allí en la cuenca Norte la única zona de Uruguay en que vislumbramos que podría procederse a ese uso indirecto de la energía geotérmica”, agrega Morales. Así como resulta imposible no pensar en un elefante luego de que te digan “pensá en cualquier cosa menos en un elefante”, una vez que uno escucha a Morales o lee el artículo, es inevitable no pensar en un futuro en el que en Salto se genere energía eléctrica limpia usando el calor de las entrañas del planeta. Conocer es también soñar.

Ethel Morales.

Ethel Morales.

Foto: Federico Gutiérrez

Energía eléctrica limpia

¿Cómo generar energía con esa agua a temperatura media? Ya que la tengo al lado, evacuo la duda. “Hay diferentes formas, pero en líneas generales se extrae el fluido que está en el reservorio, que está en fase líquida en profundidades como las de la cuenca Norte, y se lleva a la superficie, donde se coloca en un separador. Allí el fluido se descomprime y una parte pasa a vapor y la otra permanece líquida. El líquido se descarta y, en general, se vuelve a inyectar al reservorio, mientras que el vapor se usa para mover una turbina y generar energía eléctrica”.

La energía eléctrica así obtenida podría considerarse amigable con el planeta. “Digamos que es ‘bastante’ limpia”, expresa Morales, y explica: “El líquido producido en la separación del vapor suele tener una alta concentración de sales e impurezas. Por lo general, ese líquido se vuelve a inyectar en otros pozos, por lo que se mantiene el sistema cerrado”. De todas formas, hay algo para remarcar: esas “impurezas” ya estaban en el agua sacada de las profundidades, no son el resultado de la adición de productos o procesos para extraer la energía. Si además el agua vuelve al sistema, casi se trata de un sistema cerrado (no lo es del todo porque una parte del agua se evaporó).

Si bien los recursos geotérmicos pueden llegar a agotarse tras muchos, muchos años ‒parte del agua no regresa, podría alterarse la temperatura y ya no ser redituable su conversión a energía, entre otras cosas‒ es una energía limpia y confiable. “Es una energía renovable a escala humana”, explica Morales. “Las limitantes que tiene esta energía podrían pensarse ahora también con relación al uso del agua de las termas. En el caso de las aguas termales ni siquiera se vuelve a reinyectar el agua extraída del reservorio”.

Uno ya ve la planta de energía eléctrica a partir de geotermia y se anticipa. ¿Pero cómo podríamos llegar a eso? “Es una opinión personal, pero creo que tendrá que haber una participación de privados, y también una intervención del Estado. Como ya hemos visto en nuestro país, en general estas transiciones en las matrices energéticas se logran con un fuerte apoyo del Estado”, conjetura la investigadora.

Otras oportunidades norteñas

Esas zonas profundas de la cuenca Norte podrían aportar aguas a más de 95°C como para producir electricidad con turbinas si avanzamos en esa dirección. Sin embargo, ya hay allí energía geotérmica de baja temperatura, como la de las termas, que podría hacer sus aportes para una vida menos dañina con el ambiente y más independiente de los vaivenes de los precios internacionales de los combustibles. Está bien que nos bañemos en agua calentita, que disfrutemos del relax en piletas templadas, pero podemos hacer que ese calor nos lleve a mirar más lejos.

“La energía geotérmica permite usos directos. Pero hay otros”, dice la investigadora. En el trabajo Morales y sus colegas son astutos. Según la cuenca estudiada, proponen algunos usos que seguro tentarán a varios actores locales. En el caso del litoral norte, mencionan en el artículo la “calefacción y refrigeración residencial en sistemas individuales o comunales, así como algunos usos de calefacción en operaciones agrícolas (por ejemplo, calefacción de invernadero) o industriales (por ejemplo, calefacción en las industrias del papel y del azúcar)”. Morales justifica: “Es que para que esta energía se utilice se tienen que conjugar varios factores. Nosotros pensamos que Salto tiene un alto potencial de desarrollo porque ya tiene una infraestructura instalada y hay una densidad de población que lo permite”.

Atento, Andrés Lima y otros posibles futuros intendentes. Incluso señalan en el trabajo que “en algunas áreas, los usos en cadena de las aguas geotérmicas serían factibles. Por ejemplo, el agua caliente podría aplicarse a balneología, calefacción de invernaderos, residencias o piscicultura, donde las aguas residuales se pueden utilizar para riego”. En otras palabras: usar mejor lo que ya tenemos.

“En Salto se podría aprovechar el agua de desecho de las piscinas termales, que actualmente se vierten en los cursos de agua fluviales” dice Morales. “Esa energía se podría utilizar, por ejemplo, mediante un sistema de cadena, haciendo pasar el agua caliente por un invernáculo”. Es un sistema parecido al de la losa radiante: cañerías por las que circula agua caliente. “Hubo una experiencia de un proyecto de la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación] de colegas del Centro Universitario Litoral Norte y dieron buenos resultados, por ejemplo, en el cultivo de tomates. Y ese resultado se obtuvo simplemente utilizando el agua de desecho de las termas, no hubo otras perforaciones, lo que muestra que se podría hacer un uso más eficiente del agua de desecho de las piscinas termales”, señala.

En efecto, el trabajo “Potencial del efluente de los parques geotermales del Sistema Acuífero Guaraní para la calefacción de invernáculos”, llevado adelante por Julián Ramos, Carlos Blanco, Pablo Gamazo, Celmira Saravia, Romina de Souza, Jorge de los Santos y Oscar Betancur, de la Udelar, y Álvaro Ferreira, de Campo Azul, dice que el agua de las termas genera “un efluente que es vertido al ambiente con altas temperaturas”. Evaluaron entonces “el uso del efluente para la calefacción de invernáculos” y calcularon el ahorro en comparación con un sistema de calefacción tradicional. Encontraron que “poder contar con energía geotérmica de baja entalpía para calefaccionar invernáculos representa un ahorro de energía eléctrica de 4,46 kW.h/m² o de 0,61 l/m² de gasoil en el mes de máxima demanda energética”. Así, establecen un uso potencial para el control de heladas, un mejoramiento de los tomates de invernáculo y una reducción del “impacto ambiental por el vertido directo del agua termal en los cursos de agua”.

Potencial esteño

El trabajo en la cuenca de la Laguna Merín es más especulativo, y así lo señalan: “Tiene las mayores incertidumbres con respecto al potencial geotérmico, debido a la falta de datos geológicos y geofísicos”. Pero, de todas formas, avanzaron.

“Tuvimos un proyecto de investigación ANII en la cuenca de la Laguna Merín, que es la menos conocida del Uruguay porque no hay ningún pozo que haya llegado a su fondo, ni siquiera se sabía exactamente a qué profundidad estaba el basamento. Entonces hicimos un estudio geofísico magnetotelúrico, que es accesible, y pudimos obtener información”, cuenta Morales.

El proyecto presentado a la ANII no estaba enfocado en la geotermia. Se llamaba “Evaluación preliminar del potencial hidrocarburífero de la Cuenca Laguna Merín”. Pero ya que estaban allí y lograron hacer hablar a las rocas, no iban a dejar pasar lo que les pudieran decir sobre esta energía.

“Quedamos encantados con lo que obtuvimos de la cuenca. Pudimos definir su geometría sus bordes. Hoy podemos decir que, al contrario de lo que pensábamos, el basamento no está a 4.000 metros sino a 2.500. Se trata de una cuenca somera”, comenta.

“Encontramos cosas fascinantes. Y pensando en geotermia, encontramos unos cuerpos con una elevada conductividad a profundidades importantes, de unos 1.250 metros”. Y si bien el potencial geotérmico aquí no parte de evidencia directa irrefutable, lo que ven les permite hipotetizar. “Sabemos que el relleno de la cuenca es esencialmente volcánico, por lo que, si bien esos niveles altos de conductividad pueden representar varias cosas, seguramente correspondan a la presencia de una fase líquida. Entonces, si bien no sabemos exactamente la naturaleza de eso que está ahí, pensando en situaciones análogas en la cuenca Norte, podría haber allí un acuífero con areniscas. De ser así, y pensando en el gradiente geotérmico normal, a esa profundidad habría agua a una temperatura cercana a los 50°C”, dice Morales.

En el trabajo señalan que esa energía geotérmica podría tener variados usos directos: “Calefacción y refrigeración residencial, evaporación de leche, secado de cereales, calor de proceso para industrias lácteas, cultivo de hongos y carbonatación de bebidas”. Como bien sabe el pescador astuto, la carnada utilizada es gran parte del éxito. Y en la cuenca analizada, la actividad arrocera abunda. “Pensamos más que nada en el secado de granos por la actividad productiva que hay en esa zona”, reconoce Morales, como quien dice que a las carpas hay que pescarlas usando maíz con un poco de masa.

“En la cuenca del Santa Lucía, si bien hay pozos, no hay mediciones de temperatura como hay en la cuenca Norte. Lo que hicimos allí fue utilizar toda la información existente con una mirada geotérmica”, explica Morales. Y todo ello les hace dejar por escrito en el trabajo que “los datos geológicos y geofísicos apoyan la presencia de sistemas geotérmicos de baja temperatura dentro de esta cuenca intracratónica”.

“La cuenca del Santa Lucía es una cuenca rift, es decir que tiene bordes muy marcados y tiene un alto de basamento central muy marcado, entonces habría circulación de agua por esas estructuras que irían a profundidad. Y simplemente, por el gradiente geotérmico, de nuevo, se calentaría el agua a unos 50° C”, señala. A diferencia de la cuenca de la Laguna Merín, aquí sí hay pozos. “Sabemos entonces que hay cuerpos de arenisca con buena porosidad y permeabilidad que podrían funcionar perfectamente como reservorios, tenemos roca sello, que impide la circulación de fluidos, por encima de ese reservorio”. Por todo eso, dice que “la configuración estratigráfica y geológica nos muestra que es altamente probable que allí, pasando los 1.200 metros, haya un reservorio geotérmico con una temperatura de unos 50° C”.

¿Cómo podría utilizarse esa geotermia? Nuevamente, con usos directos: “Además de las posibilidades asociadas a la calefacción y refrigeración residencial, son posibles diversos usos en procesos agrícolas e industriales (evaporación de leche, calor de proceso para industrias textiles, papeleras y lácteas)”, dicen en el artículo. Otra vez, encarnan bien: dicen que “el territorio ocupado por la Cuenca Santa Lucía es estratégico para la sociedad uruguaya”, dejando constancia de que “casi el 32% de la población rural se concentra en esta zona” y mencionando las distintas actividades productivas (horticultura, fruticultura, viticultura, avicultura, lechería, entre otras).

Y otra oportunidad más

“Creemos que hay otro potencial enorme de uso de la geotermia que se podría dar en todo el territorio uruguayo”, dispara Morales. Mis ojos se abren enormes como lo harían, aunque supongo por distintos motivos, los de un gerente de UTE y los de un CEO de una exportadora de petróleo.

“Se trata de la geotermia de muy baja temperatura albergada por el suelo a escasos metros de profundidad”, dice. “El suelo, a menos de diez metros, funciona como si fuera una cerámica: almacena y mantiene el calor. Durante el día la temperatura del aire sufre variaciones, pero en el suelo la temperatura se mantiene relativamente constante durante todo el día y durante todo el año”, se explaya.

“Esa energía geotérmica de muy baja temperatura puede ser usada para calefaccionar hogares o para refrigerar si se utiliza un intercambiador de calor”, dice entonces. “La temperatura de nuestro suelo es de unos 18-19° C. Entonces, durante el verano, se puede usar, porque es más eficiente y económico refrigerar a 22° C una casa partiendo de 18° C que de 32° C, o en inverno es más fácil calefaccionar, ya que no es lo mismo partir de 5° C que de 18° C. Eso creemos que tiene un potencial”, explica.

Pero no es algo que esté completamente en el aire. “Hicimos una estimación bastante preliminar pero alentadora en Salto. Allí hay un acuífero superficial, formado por areniscas y conglomerados, que tiene agua en sus intersticios, llamado Formación Salto. Hicimos estimaciones del potencial de energía geotérmica y los resultados son alentadores. Esa agua a 19° C podría usarse para calefaccionar o refrigerar residencias, para obtener agua sanitaria caliente. Es un uso más restringido pero que si lo extendemos a todos los usos residenciales, podría tener un impacto significativo”, afirma. Esta energía geotérmica de muy baja temperatura se podría explorar en todo Uruguay, porque es el calor contenido en las capas más superficiales, ya que a 10-15 metros la temperatura del suelo comienza a estabilizarse. Y en el país tenemos muchos acuíferos superficiales”, señala. Una vez más aclaramos: el agua podría volver al sistema y en ningún momento se le agregan productos que alteren sus propiedades. Solo sería el vehículo para hacernos llegar el calor que ya está allí unos metros más abajo.

Los puntos marcados. ¿Y ahora qué?

La investigación realizada señala zonas donde hay potencial para pensar en la energía geotérmica como una posibilidad. ¿Y ahora? ¿Qué esfuerzo deberíamos hacer como país para confirmarlo? ¿Tenemos lo que se necesita?

“Tal vez lo primero que tenemos que hacer es analizar algunas muestras de agua y tomar perfiles de temperatura en pozos, algo que teníamos previsto con nuestros colegas del Observatorio Nacional de Brasil para marzo del año pasado, pero que no se pudo dar porque fue cuando se inició la pandemia”, señala Morales. Le digo que haga de cuenta que tiene más recursos. “Pensando más en grande, sería ideal hacer sísmica en la cuenca de la Laguna Merín para luego ver dónde hacer perforaciones”, contesta.

“Creo que sin dudas este es un campo sobre el que vamos a ver un interés creciente en el corto plazo, sobre todo viendo cómo ha crecido en otras partes. Debería haber un foco interesante de atención, de investigación y de trabajo. Creo que vamos a replicar lo que ha sucedido en otros países”, dice Morales. Los vecinos, principalmente Brasil, ya trabajan en esto. “Nosotros somos los que en la región estamos más atrás, tanto en su uso como en su estudio”, afirma. “La energía geotérmica está un poco relegada en nuestro país por varias razones. Y eso se ve incluso en la carrera de geología, donde no hay una clase de algunas de las disciplinas donde se hable de geotermia. Y eso se traslada a todas las esferas. Creo que esto de empezar a poner la mirada en ella es responsabilidad de todos. Desde la academia, al hacer estos estudios preliminares, tenemos la responsabilidad de mostrarles a los otros actores las cosas que existen y cómo se puede avanzar desde el conocimiento”, sostiene.

La energía geotérmica está allí, bajo nuestros pies. Necesitamos estudiarla. Y tras un proceso de evaluación racional y basado en evidencia, veremos si es viable o no usarla y si queremos o no hacerlo. Pero otra cosa muy distinta es no usar esa energía por desconocimiento. “Eso es muy importante y pasa también con los hidrocarburos. Saber es lo principal. Luego viene el cómo se gestiona o qué prioridad se le da o si se desecha el uso por 50 años o para siempre. Pero saber siempre nos da poder, siempre ayuda”, remata Morales. El trabajo que acaba de publicar con sus colegas nos empodera y nos sumerge en un cálido optimismo que viene desde las entrañas del planeta.

Artículo: “Potential of geothermal energy in the onshore sedimentary basins of Uruguay”
Publicación: Geothermics (n° 95, 2021)
Autores: Ethel Morales, Gerardo Veroslavsky, Alberto Manganelli, Josefina Marmisolle, Agostina Pedro, Lucía Samaniego, Facundo Plenc, Rodrigo Umpiérrez, Micaela Ferreiro, Manuela Morales.