La historia es bastante conocida. Caperucita Roja sale al bosque rumbo a casa de su abuelita. En el camino, un desconocido, el lobo, la engaña para devorarla. Los tiempos cambian, los miedos permanecen. Ya casi nadie sale con una cesta a atravesar un bosque para visitar a un pariente. Los animales salvajes tampoco abundan en los caminos. Pero nuestras niñas, niños y adolescentes atraviesan otros senderos más intrincados que los de un bosque achaparrado. Hoy gran parte de sus vidas transcurre por redes, plataformas, juegos y aplicaciones. Los adultos pensamos que en ese ciberespacio, los lobos embusteros pululan, que los extraños están allí con sus colmillos afilados, que ellas y ellos no están preparados para adentrarse en ese bosque. ¿Cuánta evidencia hay para esta aprensión hacia las redes?
El cuento de Caperucita –que tiene varias versiones y finales más o menos truculentos– transmite una moraleja clara: los extraños son peligrosos. Para que los niños eviten interacciones riesgosas con extraños, el relato apela al miedo. Pero se pasa por alto que la abuela, una adulta, también fue engañada y devorada por el lobo. En lugar de inculcar miedo a andar por el bosque –o el ciberbosque–, más valdría que les enseñáramos a las caperucitas –y a las abuelitas– formas de detectar y evitar el engaño. Y, obviamente, a que aprendan a moverse por el bosque sin correr riesgos y, más importante aún, sin miedo.
Al leer el artículo “‘Alguien quiere contactarse contigo’: prediciendo las respuestas de los menores uruguayos a las solicitudes de amistad online”, publicado en la revista Global Studies of Childhood (2021) por Matías Dodel, del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Uruguay, Pablo Menese, del Centro de Estudio de Políticas Educativas de la Universidad de la República, y Nicolás Trajtenberg, uruguayo que se encuentra en la Universidad de Cardiff, en Reino Unido, lo primero que uno hace es preguntarse de dónde sacamos las ideas de qué es lo que sucede con nuestros jóvenes en las redes.
Estamos atravesados de prejuicios y pánicos morales, como que todo contacto con un extraño en las redes es peligroso, que las interacciones sociales mediadas por la tecnología son más pobres y de menor calidad que las interacciones cara a cara, entre otros. Nada de esto se sustenta en evidencia, sobre todo porque no tenemos demasiada evidencia al respecto. Y la poca que tenemos no pasa por preguntarles a niñas, niños y adolescentes cómo viven sus vidas en el mundo digital ni por tratar de entender qué les pasa allí. Este trabajo, que se enmarca dentro de la iniciativa Kids Online Uruguay, que recogió datos mediante una encuesta representativa que abarcó a casi 1.000 menores de 18 años y a sus respectivos adultos a cargo en 2017, no sólo aporta información de calidad, sino que además nos interpela como adultos. Fomentar el miedo al lobo parece ser un abordaje inadecuado si la vida de nuestras caperucitas se vive en gran parte en el ciberbosque.
Aceptando amistades
“Este artículo estudia cómo reaccionan los niños uruguayos a los nuevos intercambios en el mundo digital y, en particular, qué factores están asociados con la aceptación de solicitudes de amistad en línea de personas con vínculos más débiles o no preexistentes”, dice con claridad el trabajo publicado. Con claridad, rigor y, como dijimos, preguntándoles a los propios niños, niñas y adolescentes (948 de entre nueve y 17 años de ambos sexos), el trabajo aporta evidencia sobre qué tanto nuestras caperucitas y caperucitos interactúan con personas que no conocen previamente (lo que no quiere decir que por ello todas sean pérfidos lobos).
Kids Online Uruguay, versión local de Global Kids Online, “tuvo como objetivo caracterizar la vida digital de los niños uruguayos, enfocándose tanto en los riesgos como en los beneficios de sus vidas interconectadas”. Ya iremos a los resultados, pero antes veamos algunos aspectos del fenómeno con base en evidencia y en la literatura científica existente que se cita en el trabajo. Y dejemos que Matías Dodel, primer autor, nos acompañe en este recorrido. Dodel es como un boxeador exitoso: ha logrado reunir dos títulos que rara vez coinciden: sociólogo y psicólogo. Y en el trabajo publicado ambas disciplinas se entrelazan. “Todos estos estudios están como en un área común entre la comunicación, la sociología, la psicología y hasta la ciencia política. En estos temas trabaja un montón de gente, lo que hace que las disciplinas dejan de ser relevantes en algún momento y lo que importa es la temática”, comenta.
Niñez, adolescencia y redes
El trabajo señala que en la infancia y la adolescencia la “transición a la edad adulta implica romper una clara dependencia de los padres o tutores”, en un camino que lleva hacia “la autonomía psicosocial”. Entonces se da “una tensión inherente entre el desarrollo y la autonomía de los niños y su seguridad y bienestar”. A este cóctel que cualquiera que sea padre o madre sigue con atención –¿qué hay más importante que que nuestros hijos sean personas felices y autosuficientes?– se suma el hecho de que en las últimas décadas las tecnologías “se han convertido en un componente clave en la vida social de los niños y niñas”. Sus interacciones están “mucho más mediadas digitalmente” que las de los adultos, reseñan, aunque todos conocemos adultos que se refugian en sus celulares.
Si bien tendemos a pensar que los encuentros cara a cara son más profundos, intensos y provechosos que los mediados por tecnología, relacionarse de esta forma presenta también sus cosas buenas: “practicar sus habilidades sociales con mayor grado de control; generación de nuevos amigos; fortalecer los lazos con amigos y familiares anteriores; y, cuando sean mayores, encontrar parejas románticas y sexuales y otras oportunidades para la autoexploración sexual”, señala el texto. Incluso reporta que hay evidencia que sugiere que hasta permiten “una comunicación más intensa o ‘hiperpersonal’ en comparación con las interacciones fuera de línea, principalmente debido a la selectividad de la autopresentación habilitada por la asincronicidad y controlabilidad de la comunicación mediada por computadoras”. Nunca me molestaron demasiado los rollos que cargaba de niño, pero seguro en un juego en línea con amigos me hubiera sentido menos incómodo que cuando al jugar al futbol me mandaban para el arco. Qué novedad, el hombre a veces es el lobo del hombre.
Dodel amplía: “Imaginate alguien que por sus orientaciones sexuales en su familia se sienta totalmente aislado o aislada. La posibilidad de conocer gente que tenga esa u otras orientaciones que le permitan ver que no es uno el que está mal, que lo que sucede es que su contexto es hiperestructurado, es positivo”.
Pero no todo es color de rosa, también hay riesgos: “acoso en línea, solicitación sexual, estafas e incluso un uso excesivo o problemático de sitios de redes sociales que podrían dañar otros aspectos de la vida social de los jóvenes”. Aun así, los autores sostienen que los riesgos en línea asociados con el uso de internet no parecen ser marcadamente más altos que los asociados con las actividades sociales fuera de línea.
Entonces llegamos al nudo del asunto: “la mediación digital de la participación cada vez más autónoma de los niños en el mundo social ha sido uno de los problemas más candentes para los padres y los responsables de políticas, generalmente guiados más por intuiciones y pánicos morales que por evidencia real sobre el comportamiento de los niños en línea”, señala el trabajo. Debe permitirse entonces “la realización del potencial de los infantes y adolescentes en el mundo digital” y, al mismo tiempo, “brindarles las herramientas para hacer frente al riesgo y minimizar los daños en línea”.
“La adolescencia es un momento en el que juntarse con otros no tiene por qué ser negativo. Para todo ser humano encontrarse con otras personas es relevante. Y si lo limitás, entiendo que puede ser tan perjudicial como encontrarse con todos sin ningún criterio”, comenta Dodel.
Los extraños
El artículo señala que “la vida mediada digitalmente de los jóvenes incluirá inevitablemente interacciones con personas con las que tienen vínculos débiles o inexistentes”. Suena tan lógico como deseable. ¿Cómo enriquecer la experiencia si no se amplían los horizontes? Los autores advierten: “Si bien la mayoría de estas interacciones en línea con personas nuevas tienden a ser neutrales o incluso positivas para su desarrollo, la mayoría de los padres y los decisores de políticas las perciben como riesgosas por defecto, algo problemático en términos de bienestar y desarrollo”. Los investigadores tiran la piedra pero no esconden la mano: “Tanto la falta de datos de calidad como nuestra renuencia a escuchar las voces de los jóvenes dificultan nuestra comprensión del problema”. Este trabajo es un aporte relevante en ese sentido, que se suma a otro obtenido en otros países.
Un botón de muestra de que las interacciones en línea con desconocidos pueden ser muy positivas para los jóvenes es un trabajo que reseñan, realizado en 2014 –cuánto habrá cambiado esto en estos años y sobre todo en estos años de pandemia–, en el que “la mitad de los adolescentes estadounidenses dijeron que habían conocido a un nuevo amigo en línea y que los sitios de redes sociales y el juego en línea son los canales digitales más comunes para formar nuevas amistades”.
Que nadie se confunda, dicen los autores, esto no implica “que tener niños pequeños siendo contactados por extraños sea un resultado deseado” ni tampoco “ridiculizar las preocupaciones genuinas de los padres con respecto a personas malintencionadas, como estafadores o delincuentes o pedófilos con motivación sexual”. Que hay lobos en el bosque es innegable. Pero también lo es que el bosque es más que sus lobos.
Por todo esto, señalan que la comprensión de cómo los niños responden a los contactos iniciados por “extraños en línea” se vuelve aún más crítica debido a su impacto potencial para el bienestar y la seguridad de los menores”, y agregan que “el fenómeno debe contextualizarse dentro de la autonomía y el desarrollo progresivos de los niños, niñas y adolescentes”.
¿A quién le aceptan amistad nuestras niñas, niños y adolescentes?
“Contrariamente a las creencias populares, gran parte de la evidencia sugiere que los niños no son usuarios pasivos ni incapaces de desarrollar estrategias para hacer frente a eventos en línea desagradables o incluso perjudiciales”, señala el artículo. Basándose en tres fuentes de la literatura sobre el fenómeno, los investigadores trazan hipótesis que buscan respaldar o desechar con base en los datos arrojados por la encuesta a 948 niños, niñas y adolescentes de Uruguay en la que, entre otras cosas, realizaron preguntas tendientes a determinar sus habilidades digitales, si usan internet de manera excesiva y comportamientos arriesgados fuera de línea.
80,3% de los encuestados tenía cuentas en redes sociales, sitios de chat o aplicaciones de juegos y otras. A estos niñas, niños y adolescentes con presencia en redes y aplicaciones se les realizó la siguiente pregunta: “En general, ¿cómo respondes cuando alguien te pide ser tu ‘amigo’ en línea?”. Allí tenían cuatro opciones de respuesta: “Generalmente acepto a todos los que me preguntan”; “Acepto solo si tenemos amigos en común”, “Acepto solo si los conozco”, “Acepto solo si los conozco muy bien”. Los resultados fueron claros y esperanzadores.
60,7% de las niñas, niños y adolescentes dijo aceptar las solicitudes de amistad sólo si conoce a la otra persona. 12,4% dijo aceptar sólo si tienen amigos en común. En los extremos se ubicó 4,9% de los encuestados, que dijeron aceptar generalmente a todos los que les solicitan amistad en línea, mientras que, en la otra punta, 22% dijo aceptar sólo si los conoce muy bien.
Por ello, los autores afirman que “contrariamente a los pánicos morales, nuestros hallazgos muestran que el tipo de respuesta más prevalente en los menores uruguayos es aceptar solicitudes sólo de personas que conocen”. Corroborando además todas sus hipótesis, agregan que “las diferencias en las respuestas se ven significativamente afectadas por el género, los grupos de edad, el nivel de habilidades digitales, los comportamientos de riesgo previos fuera de línea y por problemas previos relacionados con un uso excesivo de internet”.
La aceptación de pedidos de amistad de personas con menores vínculos o con ninguno aumenta con ciertos factores. La edad es uno de ellos: cuanto mayores, más chances hay. Comparados con los niños de entre nueve y 12 años, los adolescentes de entre 16 y 17 eran cerca del doble de propensos a aceptar esas solicitudes. También hay un sesgo de género: las niñas tienden a aceptar menos esas solicitudes de personas que conocen poco o nada. “A mayor edad uno tiende a vincularse con gente más distinta, amigos de amigos”, dice Dodel. Incluso va más allá: “Es más negativo para alguien, del sexo que sea, de 17 años, solamente aceptar gente en internet que conoce bien a que acepte amigos de amigos. El riesgo para su bienestar psicosocial es mucho mayor si sólo acepta a gente que conoce muy bien”.
Tener más competencias digitales también es otro factor que aumenta las chances de ser más aceptador de pedidos de amistad, al punto que los que se encuentran en el tercio más alto de esas habilidades “tienen 60% más de probabilidades de aceptar solicitudes de personas con vínculos más débiles o no preexistentes”. “En criminología dicen que cuanto más tiempo estás en la calle, más te exponés a que te roben”, explica Dodel. “Pero el asunto es que uno no sale a la calle para que lo roben, sino que uno lo hace para encontrar cosas buenas en el mundo. Y lo mismo pasa en internet”, afirma.
Por último, también lo que pasa en el entorno y la experiencia previa impactó en sus respuestas: “Aquellos que informaron haber participado en al menos dos comportamientos de riesgo fuera de línea, y aquellos que informaron al menos un comportamiento problemático como consecuencia del uso de internet” reportan que tienen probabilidades más altas de aceptar solicitudes de amistad de gente no tan conocida.
La mayoría de los menores de 18 años llevarían bien esto de aceptar gente en las redes. “El problema puede darse cuando tienen muchas habilidades, cuando están mucho tiempo en redes, y cuando tienen dificultades para controlarse o están con depresión o cualquiera de esas cosas que afectan cualquier comportamiento. Cuando todo eso se combina es cuando el riesgo de aceptar cualquier invitación es más alto”, dice Dodel. “Y ahí lo primero que tenés que hacer por la salud de tu hijo es tratar de saber qué le está pasando”, agrega.
¿Y entonces?
De cierta forma, lo que dice el trabajo es que lo que pasa en las redes no es distinto de lo que pasa en el mundo fuera de ellas. Dodel coincide, pero acota: “Puede que algunas cosas se potencien, porque en las redes encuentran un mundo ilimitado”.
Pero eso también se da con las cosas positivas: las posibilidades que ofrece para sociabilizar, conocer gente, compartir experiencias son grandes. “Si bien hay que asumir que hay problemas distintos o propios de las redes, lo más importantes son los que están fuera de las redes. Todo eso se va a replicar en los entornos digitales”, agrega Dodel.
El informe muestra que hay que confiar más en los niños, niñas y adolescentes. La gran mayoría no acepta invitaciones de amistad de desconocidos. “Te digo más, en Kids Online teníamos una pregunta cualitativa sobre quién era el responsable de sus cuidados. Y la mayoría decían que eran ellos mismos. Hay un montón de conductas que son privadas, más con el celular. Entonces, por un lado hay que depositarles confianza y por otro, darles herramientas para hacer las cosas”, sugiere el investigador.
El asunto es bastante claro: lejos de inculcarles miedos o de imponer prohibiciones, a los menores hay que acompañarlos. “Sí, la palabra técnica es ‘mediación’, es decir, poder estar en el medio de sus cosas, no para meterse, sino para ayudarlos a que esto impacte de la mejor forma posible. Hay gente que sigue creyendo que todas estas redes y vida digital puede no impactar en los menores, que puede hacer que permanezcan ajenos a ellas, pero eso no sólo no es posible, sino que puede ser incluso perjudicial”.
Las cosas han cambiado desde la encuesta de 2017. Hay redes sociales, aplicaciones, modalidades de juego nuevas. Y pasó la covid-19. “Hay gente que piensa que cuando pase la pandemia vamos a volver a la vida previa, padres que creen que esto fue una situación puntual y que en breve les van a volver a sacar las pantallas a sus hijos. Pero hoy en día los niños se vinculan con amigos por internet. A veces están con el celular y los adultos piensan que están solos, pero están jugando con sus amigos, o incluso a veces se juntan varios amigos en una misma casa y está cada uno en su celular jugando entre ellos, como si estuvieran jugando a las cartas, un juego de caja, una pelota o cualquier otra cosa”, dice Dodel.
“Los padres tienen que darse cuenta de que si cierran este canal de comunicación, incrementan notoriamente los riesgos de sus hijas e hijos. Porque capaz que sus hijos no aceptan solicitudes de amistad de desconocidos, pero si llegan a aceptar y justo se da una de esas situaciones, extremadamente poco frecuentes, pero que pueden ser complicadas, no van a tener las habilidades para evitar el daño. Y si no mantenemos un entorno abierto de comunicación con nuestros hijos, vamos a cerrar la posibilidad de que nos cuenten lo que les pasa”, sostiene.
Querida Caperucita, lo peligroso no es el lobo. Lo realmente bravo es inculcarte miedo, impedir que seas lo que quieras ser y no querer entender qué es lo que encontrás atractivo y relevante en el bosque.
Kids Online Uruguay. Este trabajo se enmarca en el trabajo de Kids Online Uruguay, iniciativa integrada por instituciones gubernamentales (Plan Ceibal y la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento), de cooperación internacional (Unicef y Unesco) y la academia (Universidad Católica del Uruguay).
Artículo: “‘Someone wants to connect with you’: Predicting Uruguayan kids’ replies to online friendship requests”
Publicación: Global Studies of Childhood (2021)
Autores: Matías Dodel, Pablo Menese, Nicolás Trajtenberg
¿A quién le aceptan pedidos de amistad nuestras niñas, niños y adolescentes?
- 4,9% generalmente acepta a todos los que les solicitan amistad en línea
- 12,4% sólo acepta solicitud si tienen amigos en común
- 60,7% acepta sólo si los conoce
- 22% acepta sólo si los conoce muy bien