A lo largo de la historia, el crecimiento de la población y la sobreexplotación de los recursos han conducido a nuestra especie a buscar mejores estrategias para obtener más alimentos, o incluso a cambiar sus hábitos alimenticios. En este siglo, uno de los mayores desafíos no es solo cómo producir alimentos suficientes para una demanda en crecimiento, sino principalmente cómo hacerlo conservando la salud del planeta en el que vivimos. La consigna es producir más pero sin perjudicar ‒o incluso mejorando‒ la salud global, que incluye problemáticas como el cambio climático, la deforestación en algunas partes del globo, la pérdida de biodiversidad, la salud y el bienestar de los animales, y la salud de la gente. Conocida como “la tormenta perfecta de eventos globales”, la pregunta es cómo abordar esta problemática.

La necesidad de producir más con menos requiere varios cambios de alcance global, y el concepto Una Salud aparece como una de las respuestas a poner en marcha. Aquellas prácticas que la perjudiquen o no la consideren, tarde o temprano dejarán de aplicarse.

No sólo se trata de sustentabilidad

El concepto Una Salud se basa en un principio muy simple: la salud global depende de la interacción entre la gente, el ambiente y los animales. La salud es una sola, y sería un error intentar preservar la salud de la gente, o la salud de los animales, o la del ambiente, en forma aislada. No podremos sostener los sistemas de producción de alimentos ‒ni otros‒ a largo plazo si no consideramos el planeta como un todo.

La iniciativa Una Salud es promovida, entre otras instituciones, por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y el Banco Mundial. Distintas organizaciones sociales se han sumado a esta iniciativa y el público está tomando posición en este sentido. La producción de alimentos debe contemplar esta tendencia global, ya sea por responsabilidad sobre el planeta como para responder a las demandas de los consumidores. Incluso representa una oportunidad para países como Uruguay, que poseen la capacidad de responder rápido y producir alimentos en este contexto.

La iniciativa requiere la contribución de diversas disciplinas actuando a diferentes niveles, abarcando algunos aspectos ya contemplados desde la sustentabilidad ambiental, pero también otras dimensiones vinculadas a la salud pública y a la salud animal. Sostenibilidad y Una Salud son conceptos complementarios y fundamentales para la agroindustria actual y la producción de alimentos.

Enfermedades humanas que provienen de animales

Si bien la iniciativa Una Salud surgió hace algo más de una década, la pandemia del SARS-CoV-2 le ha dado aún más visibilidad. Aquello de que “somos lo que comemos” nunca ha sido más pertinente que en estos últimos tiempos. El incremento en la población del planeta, la migración del campo hacia grandes ciudades, la convivencia con animales en los hogares, la producción intensiva de la ganadería y animales de granja, el mayor trasporte y conectividad internacional, entre otros factores, favorecen la ocurrencia de enfermedades humanas, animales y de las zoonosis ‒emergentes, reemergentes, trasfronterizas y exóticas‒.

60% de las enfermedades infecciosas que padecemos los humanos proviene de los animales. A nivel local estamos expuestos a varios ejemplos, como la leishmaniasis, cuyo primer caso en humanos en Uruguay ocurrió en 2018, dengue, hantavirus, tuberculosis, leptospirosis, brucelosis, salmonelosis, rabia, entre otras enfermedades, todas ellas presentes en Uruguay y transmitidas desde animales a humanos. A esto se suma la preocupación por las enfermedades transmitidas por los alimentos de origen animal, la resistencia a los antimicrobianos, así como la inocuidad de los alimentos. Preservar la inocuidad de los alimentos obliga a dejar de usar determinados químicos en los sistemas productivos, a la vez que impone restricciones al comercio internacional, algo que hemos visto con productos de Uruguay que en algunas ocasiones no han sido aceptados en los mercados de destino, o con la exigencia de nuevas medidas que no permiten el uso de ciertos fármacos. Tenemos más enfermedades y menos herramientas para combatirlas, con la necesidad de desarrollar nuevas estrategias que cumplan con el concepto de Una Salud. Necesitamos producir animales sanos y alimentos inocuos y saludables, y para ello es de suma utilidad el marco de Una Salud.

Pérdidas en la producción animal y en cultivos

Justo antes de la pandemia de covid-19, en 2018 nos enfrentamos a otra epidemia que también tuvo su origen en China, la fiebre porcina africana. Esta enfermedad reemergente de origen viral que afecta a los cerdos, que no tiene cura, para la que no existen vacunas, y que posee una elevadísima tasa de contagio, genera la muerte de toda la piara y la pérdida absoluta de la granja. Se estima que esta reciente epidemia ha sido responsable de la muerte de unos 200 millones de animales en Asia, y la magnitud del impacto se comprende por ejemplo al considerar que Estados Unidos ‒el segundo productor mundial de cerdos‒ posee una población de 70 millones de cabezas. Por este motivo, esta epidemia fue devastadora para el mercado mundial de la carne de cerdo, pero además generó una gran distorsión en la demanda y el precio de otras carnes y también de algunos granos. Las consecuencias han sido globales, con un alcance mucho más allá de donde ocurre la enfermedad. Basta con observar a nivel local la evolución de la demanda y del precio de la carne bovina hacia China, así como los anuncios recientes de megaproyectos de origen chino para producir carne porcina en Argentina y destinarla al país asiático. Recientemente se ha informado sobre un brote de esta enfermedad en nuestro continente.

Años antes ocurrió con la enfermedad de la vaca loca, que en ese caso amenó el mercado mundial de carne bovina. Si bien esta enfermedad actualmente está bajo control y Uruguay se encuentra en una situación muy segura, hace unas semanas fueron reportados dos casos de vaca loca atípica en Brasil.

En el pasado, en Uruguay hemos vivido consecuencias de alto impacto desatadas por problemas de salud animal. Los brotes de fiebre aftosa que ocurrieron en 2001 contribuyeron a desencadenar una de las mayores crisis económicas sufridas en la historia del país. Si bien en Uruguay actualmente se vacuna contra la fiebre aftosa, la situación podría cambiar considerando el contexto regional y los intereses comerciales.

Pero aún sin considerar tragedias como las indicadas, que suelen ocurrir de manera esporádica, Uruguay pierde cada año cifras millonarias debido a un gran número de enfermedades endémicas. Sólo por citar algunos ejemplos, las pérdidas anuales asociadas a la garrapata representan entre 37 y 45 millones de dólares, las pérdidas por la mosca de la bichera, otros 40 o 50 millones por año. Por problemas de salud animal se pierden cada año entre 10% y 15% entre la preñez y el destete de terneros, lo que representa unos 300.000 a 400.000 animales que se dejan de producir. Y a esto se suman otras pérdidas directas por otras enfermedades, así como los costos para controlarlas, que en conjunto representan pérdidas por varios cientos de millones de dólares, año tras año. Si bien varios de estos problemas son reconocidos, no todas las preguntas tienen respuestas y las soluciones no están todas disponibles.

Los vegetales nos proporcionan alimentos y preservan nuestro ambiente, y además generan prosperidad a quienes los producen, los comercializan y los llevan a la mesa. A nivel global las enfermedades y plagas generan hasta 40% de pérdidas en cultivos destinados a producir alimentos. Considerando los recursos asignados a esta actividad y las pérdidas mencionadas, esto representa un problema global que también debe ser abordado desde el concepto de Una Salud. Al ocuparnos de la salud vegetal también estamos contribuyendo en este sentido, pero debemos hacerlo desde una perspectiva amplia que considere también el ambiente, los animales y la gente.

Cómo incorporar Una Salud a nuestra agenda en ciencia y tecnología

Si bien la iniciativa Una Salud es promovida por las organizaciones internacionales de gran influencia mencionadas anteriormente, la puesta en marcha en cada país requiere del compromiso de las instituciones locales vinculadas a la ciencia, tecnología e innovación (CTI), así como de la producción primaria.

Esto está ocurriendo de manera clara en países europeos, donde instituciones como el Instituto Nacional para la Investigación Agronómica en Francia, el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria y el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias en España, el Teagasc en Irlanda, Wageningen en Países Bajos, entre otras, han colocado Una Salud como insignia de sus prioridades. Estas demandas generalmente no surgen del sector productivo por distintas razones, entre ellas, la de estar ocupados con los problemas a los que se enfrentan cada día. Entonces, es necesaria una mayor amplitud en el abordaje de la CTI local para identificar estas prioridades, y así incorporar las necesidades de los productores y las de los consumidores.

Más aún, es necesario actuar en prospectiva para que las demandas actuales, tanto de unos como de otros, no comprometan nuestro porvenir global. Es aquí donde los gobiernos y las direcciones institucionales que poseen competencia en definir prioridades deben encontrar el equilibrio para dar soluciones y generar prosperidad en el corto plazo, y a la vez ofrecer condiciones sostenibles para el futuro.

Una Salud permite eso, complementando la sustentabilidad, apoyando la productividad e integrando la salud de los animales, del ambiente y de la gente.

En este momento se está definiendo el Plan Estratégico del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de 2021 a 2025, y en breve se iniciará la reflexión del nuevo Plan Estratégico de CTI a nivel nacional. Por tanto, es oportuno incorporar Una Salud en la discusión y la agenda de CTI como posible desafío a nivel país que articule las capacidades de investigación (Universidad de la República, INIA, Institut Pasteur de Montevideo, Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, entre otras), las empresas privadas y las políticas públicas. Abordar este desafío requiere seguir fortaleciendo las capacidades de los equipos humanos, las infraestructuras científico-tecnológicas, la generación de políticas públicas informadas por ciencia, y la adaptación del sector privado. Es necesario avanzar en estos aspectos en clave de innovación abierta, construyendo redes con actores nacionales e internacionales.

Alejo Menchaca es Coordinador de la Plataforma de Salud Animal en el INIA. Otto Pritsch es profesor del Departamento de Inmunobiología de la Facultad de Medicina de la Udelar y responsable del Laboratorio de Inmunovirología del Institut Pasteur de Montevideo. Miguel Sierra es gerente de Innovación y Comunicación en el INIA.