En un lugar del norte de cuyo nombre es mejor no acordarse, hay indicios de presencia de pumas (Puma concolor) desde hace muchos años. La gente de las estancias cercanas a la zona tiene varios cuentos de “leones bayos” que cada tanto se comen alguna oveja o son sorprendidos por las luces de los autos en los caminos.
Para Álvaro Saralegui, que desde hace casi dos décadas se encarga de los relevamientos de fauna y flora en ese sitio para una empresa forestal, este tipo de relatos no suelen ser creíbles, pero en este caso se reiteraban con suficiente frecuencia como para prestarles atención. Más aún cuando se sumaron a ellos algunas evidencias físicas, como una huella encontrada por el veterinario Jorge Cravino en uno de los cerros del lugar, o acumulaciones de restos y huesos de mamíferos medianos, iguales a los que suelen dejar estos felinos.
Álvaro, que desde entonces busca huellas de puma en cada uno de sus recorridos, también encontró indicios prometedores unos años después de iniciados sus relevamientos. En una de sus incursiones por los montes, hace ya 15 años, bajó hasta el fondo de una quebrada intrigado por el olor a podredumbre y encontró un guazubirá depredado. Un mes después, sorprendido al sentir nuevamente olor a carne descompuesta en el mismo sitio, halló otro igual. Incluso hasta empezó a salir con precaución en sus recorridas nocturnas, por si acaso, aunque tenga claro que el puma no es agresivo con los humanos y que en Sudamérica los ataques son casi inexistentes.
Tan mansa es la fama del puma en Sudamérica que el escritor británico-argentino William Hudson -autor de La tierra purpúrea- aseguró en 1892 que el puma no atacaba al hombre ni siquiera en defensa propia y lo calificó como “el más pusilánime de los grandes carnívoros”. 90 años antes, otro conocido de nuestro país, el explorador y naturalista español Félix de Azara, contaba que no había escuchado que el puma hiciera daño a hombres ni perros “aunque los encuentre dormidos; al contrario, huye o se esconde manifestando temor”.
Hudson y Azara quizá hayan exagerado un poquitín, pero la estadística los respalda en términos generales. Excepto el raro y desgraciado incidente ocurrido en Iguazú en 1997, cuando un puma mató a un niño de menos de dos años (hijo de un guardaparques), es difícil encontrar registros confirmados de ataques no provocados en Sudamérica. Tal cual decía Azara, es un felino que sabe esconderse muy bien ante el mínimo ruido. Por eso, para encontrarlo es útil tener ojos que no descansan y que no se mueven.
El fantasma de los montes
En 2019, Álvaro colocó diez cámaras trampa en un territorio de unos 200 kilómetros cuadrados, pertenecientes a la empresa en la que trabaja, con el objetivo de relevar fauna y también controlar la presencia de cazadores. El puma estaba aún en su cabeza, pero no tenía muchas expectativas de captarlo en las cámaras. Aunque la especie está registrada para Uruguay desde 1972, gracias al hallazgo de un cráneo, los reportes en el país han sido ocasionales, como huellas, algún ejemplar cazado o videos tomados con celulares o cámaras térmicas. Especie considerada abundante en nuestra tierra al menos hasta comienzos del siglo XIX, ya en el siglo pasado se lo percibía como infrecuente o directamente extinto, estatus que empezó a cambiar con las evidencias recogidas en las últimas décadas, que demuestran al menos su presencia esporádica en Uruguay.
En realidad, Álvaro tenía las esperanzas puestas en la aparición de otra figurita extremadamente difícil: el huidizo ocelote (Leopardus pardalis), cuyo último registro confirmado para Uruguay es de 1962. No pierde aún las esperanzas de lograrlo, aunque los acontecimientos que se desencadenaron a partir de fines del año pasado hicieron que se olvidara de él por un tiempo.
En diciembre de 2021 el círculo comenzó a estrecharse. El encargado de seguridad de la empresa, Abel de Souza, encontró huellas de un animal grande en el rodal de una forestación de pinos y avisó a Álvaro, que tomó moldes de yeso para analizarlas mejor. Para Álvaro, naturalista por afición y guardaparques por formación, se trataba de huellas de pumas, opinión que también compartieron los especialistas de Estados Unidos a los que pidió asesoramiento. Un mes después, el 26 de enero de 2022 a las 23 horas, las sospechas se transformaron en certezas: el puma hizo su primera aparición triunfal frente a las cámaras. Una foto lo muestra cruzando una zona de monte ribereño como un fantasma sigiloso, no muy lejos de un camino y a 13 kilómetros de distancia de la huella encontrada.
Aquella presentación no era un encuentro casual, pensó Álvaro, pero para confirmarlo necesitaba más estudios y evidencias. Para ello, unió fuerzas con un especialista en felinos y amigo desde la adolescencia: el biólogo y guardaparques Ramiro Pereira. Juntos dieron forma a un artículo que recoge los hallazgos de casi un año de monitoreo y que se convirtió en el primer registro de presencia continua de un puma en nuestro territorio.
Me parece que vi un lindo gatito
Tal cual sospechaban Álvaro y Ramiro, el puma se volvió una presencia bastante regular en las cámaras. En abril de 2022 reapareció en el mismo sitio y en junio se lo detectó en una segunda cámara, donde fue fotografiado tres días seguidos. Desde marzo hasta julio fue registrado al menos una vez por mes, tanto de noche como de día.
Las imágenes son muy claras e incluyen no solo fotografías sino también filmaciones. El puma tuvo la cortesía de orinar más de una vez frente a una de las cámaras, lo que permitió identificarlo como un macho posiblemente joven (“por el tamaño del escroto”, aclara Álvaro con delicadeza).
“Nos dimos cuenta de que hacía una especie de ciclo, daba una vuelta larga y aparecía una vez por mes. Entre los dos primeros sitios en que lo registramos hay unos dos kilómetros de monte nativo. Busqué el lugar donde me pareció que podía estar cruzando, en una cañadita, y encontré una huella. Allí colocamos otra cámara y efectivamente apareció también ahí. Descubrimos luego todo un trillo de huellas a lo largo de más de dos kilómetros y nos dimos cuenta de que era parte de su circuito”, explica Álvaro.
Contando sólo las dos primeras cámaras, entre enero y setiembre obtuvieron 13 grupos de fotografías y videos, aunque la historia del felino en la zona estaba entonces lejos de terminarse. Luego de finalizado el artículo, el puma continuó con sus visitas, ajeno a los tiempos editoriales de las publicaciones científicas. El equipo de Ciencia de la diaria, que recorrió la zona de día y de noche en la segunda semana de noviembre, junto a los dos investigadores, constató la aparición del animal en una de las cámaras trampa en esos días. El puma pasa majestuosamente y de cuerpo entero frente al lente a las 6.20 de la mañana, en una secuencia que dura cuatro segundos.
Otra filmación, obtenida en una cuarta cámara a fines de noviembre, muestra al felino bastante delgado y a paso lento en uno de los caminos. Este último registro fue un alivio especial para los investigadores, que a mediados de noviembre creían que el felino había pasado a mejor vida (y no precisamente a Brasil). La culpa, cuándo no, la tenía un video viralizado en Whatsapp y de dudosa procedencia.
En él aparecía un grupo de cazadores con sus perros dando muerte a un puma en un campo, cuya ubicación variaba de acuerdo con quien lo mandara. Este tipo de videos suelen circular con información falsa y corresponden generalmente a hechos ocurridos en Argentina o Brasil, pero lo que preocupaba a Álvaro y Ramiro, de este registro en particular, era que unos contactos de la zona aseguraban que había sido filmado en el lugar donde realizan el monitoreo. La reaparición del puma en las cámaras y el hallazgo de nuevas huellas algunos días después los tranquilizó: el animal estudiado aún estaba a salvo, pero el susto también ayudaba a entender por qué la presencia estable del felino en la zona era una rareza.
Estamos bien en el refugio
En el norte del país quedan aún muchas zonas agrestes y en las que se han colocado cientos de cámaras trampa. Nunca hasta ahora, sin embargo, registraron la presencia continua de un puma. ¿Qué atraía y mantenía al animal en aquel lugar en particular?
“Si me preguntás en qué lugar del Uruguay puede aparecer el puma y quedar establecido, yo te contestaría que en esa zona. Tiene mucho lugar para esconderse y hay muy poca gente en la vuelta. Está en una parte de la escarpa basáltica que se caracteriza por una red de quebradas muy densa e interconectadas en la que prácticamente no ingresa nadie”, cuenta Ramiro Pereira.
Es un sitio ideal para ver animales poco frecuentes en Uruguay. Un tiempo atrás apareció en esas mismas quebradas un macho juvenil de mono aullador (Alouatta caraya) que Álvaro vio regularmente durante cuatro años. Por las noches se escucha cada tanto al extrañísimo urutaú (Nyctibius griseus), con su canto de fantasma melancólico, o la lechucita canela (Aegolius harrisii), de muy escasos registros en Uruguay. El puma se siente también a gusto allí por varios motivos.
“Para empezar, tiene a su disposición comida abundante, como muestra el relevamiento de las cámaras trampa. Aparecen carpinchos, guazubirás, mucho jabalí con crías, pavas de monte, tatúes, coatíes, zorros. Tiene comida y mucho lugar para andar y esconderse, como cerros, bosques de escarpa, sierras y montes densos, a lo que hay que sumarle algo muy importante: es una zona muy vigilada y en la que prácticamente no entran cazadores”, dice Álvaro. Por eso a ambos investigadores les resultaba extraño que el video de los cazadores y el puma hubiera sido filmado allí.
Dado que la actividad forestal no requiere la presencia humana durante gran parte del ciclo productivo, vastas extensiones del territorio pasan a ser zonas despobladas o de muy baja densidad de poblamiento humano. Debido además a que las forestales vigilan sus terrenos para evitar la presencia de cazadores y cualquier otro intruso que pudiera desatar un incendio y poner en riesgo el emprendimiento, se dan las condiciones ideales para recibir a un animal que busca cierta tranquilidad. Zona despoblada a la que encima no acceden cazadores, también implica la ausencia de perros, otra de las pesadillas para la fauna nativa en Uruguay, acota Ramiro. “El puma encontró un ambiente donde se puede mover, está tranquilo y encima tiene comida a disposición”, agrega Álvaro. El lugar es casi un resort turístico, lo que no está tan lejos de la verdad si las suposiciones de ambos son ciertas.
“Eso explica por qué permanece. Ahora, ¿cómo llega hasta ahí? No tenemos evidencias por ahora de que haya hembras que estén criando cachorros en Uruguay. Yo creo que llega desde el sur de Brasil como parte de los procesos naturales de dispersión de la especie. Hay un corredor que une esa zona con el Área de Protección Ambiental de Ibirapuitã en Brasil, que es básicamente bioma pampa protegido, y también tenés el río Cuareim, que conecta con el río Uruguay y podría formar un corredor con la selva misionera”, dice Ramiro.
No es raro que los pumas cubran distancias tan grandes. Los machos juveniles, como parece ser el de los registros, suelen ser exploradores, agrega Álvaro. “Son animales que usan territorios muy amplios, y por eso no podemos hablar de una población de pumas exclusiva de Uruguay. Estamos en el límite sur de una población que ocupa probablemente también parte de Brasil, de Paraguay y de Argentina. El problema es que nos falta saber más no sólo sobre lo que ocurre con la especie acá en Uruguay sino también en Río Grande del Sur (Brasil), donde no hay mucho estudio”, dice. Esas necesidades territoriales son las que hacen creer a ambos investigadores que es un solo puma el que aparece en las cámaras.
Mi casa está en la frontera
Como el puma no tiene características distintivas en el pelaje que permitan identificar fácilmente a los individuos, Ramiro y Álvaro no tienen un 100% de certeza de que el ejemplar que aparece en todas las fotos y filmaciones sea siempre el mismo. “Lo que ocurre es que los machos tienen muy poco solapamiento de territorio. Sería muy extraño que se tratara de más de un macho, aunque no podemos descartar que en alguna de las cámaras aparezca una hembra, por ejemplo. Por eso nosotros concluimos que estamos ante un primer registro de un puma residente; no son observaciones aisladas sino continuas de al menos un individuo, para el que Uruguay es sin dudas parte de su área base o home range”, explica Ramiro.
Las cámaras llevan ya casi un año mostrándolo en el lugar, pero no sólo de comida, seguridad y un hábitat propicio vive el puma. “Es posible que se quede en la zona hasta que salga a buscar pareja”, anticipa Ramiro. Eso lo llevará probablemente a exponerse más. El puma es el “rey de la invisibilidad”, según Álvaro, un auténtico fantasma del paisaje, pero eso no significa que pueda permanecer siempre a salvo, especialmente en un contexto en el que sus poblaciones van quedando aisladas por la expansión de las actividades humanas.
A diferencia del jaguar, cuyos últimos registros en Uruguay son de hace 120 años, el puma se las ingenia para permanecer en nuestro territorio desde que sus ancestros ingresaron a Sudamérica hace ya más de tres millones de años. O, como aclara a medias en broma Ramiro, “el puma es mucho más uruguayo que el jaguar: es de perfil bajo, tranquilo, no le gusta mucho hacerse ver”.
Su plasticidad para ocupar todo tipo de ambientes y su oportunismo en la alimentación explican también en parte su éxito. “La abundante disponibilidad de presas de fauna nativa y ganado, la escasa presencia humana y el comportamiento elusivo del puma hacen probable que la especie se encuentre presente pero pase desapercibida”, indican los autores del artículo.
En el caso de estos registros en particular, es posible que “la zona funcione como sitio de resguardo y que los individuos realicen incursiones a zonas aledañas”, lo que podría dar lugar a encuentros con personas o animales domésticos “y provocar situaciones en las que tengan lugar conflictos” entre el felino y el humano, advierten luego.
Para evitar estos conflictos, Álvaro y Ramiro consideran que la sensibilización y educación son fundamentales. “Es necesario que la gente sepa que hay pumas, pero que no atacan a la gente y que la depredación de ganado que hacen en Uruguay es ínfima. Es un animal que primero se cuida a sí mismo. Por eso es importante saber más de la situación de la especie en el norte de Uruguay y el sur de Brasil, e incluso pensar en una campaña o proyecto de conservación del puma que sea binacional”, dice Ramiro.
Te sigo a donde vas
Los requerimientos territoriales de la especie demuestran que es necesaria alguna iniciativa para garantizar su supervivencia en Uruguay. “Para mantener una población viable a mediano plazo, de entre 15 y 20 individuos, el puma necesita entre 1.000 y 2.200 km2”, apunta el artículo. Un estudio previo del propio Ramiro sugiere que “áreas protegidas de tamaño no muy grande pero con poblaciones estables son de importancia como fuente de individuos para las poblaciones de fuera de las áreas protegidas”.
“Consideramos que es poco probable que en Uruguay convivan en simultáneo ese número de individuos, y que las áreas protegidas existentes puedan mantener poblaciones de pumas, por lo que es imprescindible garantizar la conectividad entre áreas protegidas, así como con poblaciones estables de pumas en la región”, concluyen.
Para ampliar el conocimiento sobre la realidad de la especie en el país hay algo más que se puede hacer. Requiere una logística compleja, pero la aparición de este ejemplar establecido hace ya casi un año en el norte del país brinda una oportunidad única. “Colocarle un collar de telemetría a uno o más ejemplares sería importantísimo para obtener datos más fiables sobre el comportamiento y dinámica de la especie en Uruguay, que permitan generar mejores planes de conservación”, dicen Ramiro y Álvaro.
Para eso puede ser esencial el incipiente Proyecto Puma, una iniciativa interdisciplinaria coordinada por el Museo Nacional de Historia Natural, que tiene entre sus objetivos la investigación y comunicación de la situación de la especie en Uruguay.
Un seguimiento con collar de telemetría sería útil “para conocer el tamaño del home range y el uso de hábitat de este individuo. De esta forma se podría estimar la presencia de la especie en el territorio nacional, en base a las posibilidades de desplazamiento y requerimiento de hábitat”, concluye el artículo.
Mientras el proyecto busca financiación, hay otros pasos a seguir, señalan los autores. Por ejemplo, ampliar el número de cámaras y así cubrir más territorio en busca de otros individuos o evaluar la potencialidad de nicho (el conjunto de condiciones en el que podría vivir).
El puma es un sobreviviente en Uruguay. Convivió en nuestras tierras con tigres dientes de sable, osos de cara corta, jaguares enormes, cánidos hipercarnívoros y gigantescos herbívoros como macrauquenias o perezosos gigantes. De todos ellos, es el único que sigue entre nosotros. Sobrevivió a la competencia de depredadores de mayor tamaño, a la extinción masiva de finales del Pleistoceno y a la omnipresencia humana del último milenio. La aparición de un ejemplar establecido en nuestras tierras, posando con tanta frecuencia ante las cámaras, es un recordatorio de lo importante que es mantener ese largo hilo -cada vez más frágil- que atraviesa continentes y millones de años de evolución.
Artículo: Primer registro de residencia del puma (Puma concolor Mammalia: Carnívora: Felidae) en Uruguay
Publicación: Comunicaciones Zoológicas del Museo Nacional de Historia Natural (diciembre 2022)
Autores: Álvaro Saralegui y Ramiro Pereira.