Puede gustarnos o no, pero desde hace un buen tiempo hacer ciencia no implica sólo generar conocimiento nuevo, sino que ese conocimiento debe ser publicado en una revista (en papel o digital desde hace unas décadas) que, tras una revisión por pares, es decir, mediante el escrutinio más o menos riguroso sobre cómo se generó ese conocimiento, pasa por cierto estándar de calidad. La publicación de un artículo científico sirve para comunicar ese conocimiento al resto de la comunidad científica, que podrá tomarlo como referencia, lo usará para otras investigaciones o intentará superarlo. Aunque no esté dentro de sus objetivos, también personas curiosas encuentran en estas publicaciones científicas material para hacer notas que se publican en diarios.
Las publicaciones científicas, además, se usan para evaluar a quienes hacen ciencia. Un peso excesivo de las publicaciones ha hecho que hoy, en todas partes, para poder renovar sus cargos o acceder a financiación, quienes hacen ciencia deban publicar sí o sí. A esto se le llama publish or perish, publicar o quedarla. Quienes hacen ciencia mejoran sus chances si publican en revistas de alto impacto. El impacto se mide de distintas formas, pero no sorprende que en un mundo dominado por el norte, las revistas de mayor impacto sean anglosajonas.
En muchas ramas de la ciencia, las revistas de mayor impacto solían funcionar mediante el modo de suscripción: mientras que los científicos mandaban sus trabajos cruzando los dedos para que fueran publicados –y llenando de contenidos a las publicaciones que no desembolsaban un peso por ellos–, quienes quisieran leer esos trabajos tenían que pagar por eso. Pero llegó internet. Sin embargo, las suscripciones, pese a que las editoriales se ahorraban el costo de la impresión y distribución, no bajaban. Para colmo, buena parte de la investigación científica es financiada por fondos públicos: los estados les pagaban a sus investigadores para que generaran conocimiento, y luego les volvían a pagar a las editoriales para poder leer lo que sus investigadores habían descubierto.
La concentración en inmensos grupos editoriales de publicaciones científicas tampoco ayudaba. Por ejemplo, el grupo Elsevier, uno de estos grandes con revistas como The Lancet y Cell, obtuvo en 2012 ganancias por unos 10.000 millones de dólares. Algunas agencias públicas de financiación de la ciencia sintieron que ellas pagaban la fiesta pero otros se quedaban con la diversión. Como tenían dinero, procuraron que la diversión se generalizara sin preocuparse mucho por el pago.
Y entonces se comenzó, más que nada desde Europa, a promover el modelo de revistas científicas de acceso abierto. ¿Qué es eso? Revistas que, a diferencia de las publicaciones por suscripción, no cobran a nadie por leer sus contenidos. Si la ciencia, y más aún si es financiada por dineros públicos, es patrimonio de todos, que todos puedan leerla. ¡Fantástico! El asunto es que recibir los artículos científicos, enviarlos a los revisores, editarlos, diagramarlos, subirlos a servidores y mantener las bases de datos indexadas cuesta.
En 2018 la Unión Europea propuso el Plan S, en el que la “s” era por shock. Ningún investigador financiado con fondos europeos podría publicar en revistas o repositorios que no fueran de acceso abierto. Pero el shock no era tal: a las revistas se les permitiría cobrar por el trabajo que hacían. Ese cobro se denominó “cargo por procesamiento de artículo”, o en inglés, APC. ¿Del bolsillo de quién saldría? Lo abonarían los propios investigadores que remitían sus artículos, que como contaban con fondos públicos harían el pasamano entre los dineros europeos y las editoriales científicas. Revistas prestigiosas como Nature y Cell comenzaron a cobrar unos 10.000 dólares por publicar. Europa estaba dulce, así que siguió pagando la fiesta.
En el mundo existen otras revistas académicas y científicas que son completamente gratuitas, tanto en su acceso como para publicar. Se las conoce como revistas de modelo diamante y en general son subsidiadas por universidades o fundaciones. Pero no todas tienen un alto impacto y hay muchas disciplinas que carecen de oferta de revistas diamante.
En 2024 termina el período de transición del Plan S. Para entonces, las revistas que quieran contar con artículos de investigadores financiados por Europa deberán ser completamente de acceso abierto. No van más las suscripciones ni cobrarle a la gente por leer sus artículos. El mundo va hacia allí.
¿Y nosotros qué hacemos? ¿Cuánto nos cuesta la fiesta europea del acceso abierto? ¿Tenemos margen de maniobra? Algo de eso era lo que se preguntaba Juan Pablo Tosar, uno de nuestros ídolos sobre el estudio del ARN, que investiga en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y en el Institut Pasteur de Montevideo. Invitado a participar en un número especial dedicado a la ciencia abierta de la revista diamante Informatio, de la Facultad de Información y Comunicación, dio a luz al artículo “Costo de los cargos por procesamiento de artículo (APC) para Uruguay: el precio desmedido del acceso abierto”. Allí no sólo estima cuánto venimos pagando ante esta movida del mundo editorial científico, sino que deja en evidencia que o bien tomamos al toro por las astas, o vamos a salir lastimados.
Llorando la milonga
“El tema me preocupaba desde hacía tiempo. Sentía que el mundo estaba cambiando y uno se adaptaba como podía. Cada vez más revistas en mi rubro sólo trabajan en esta modalidad de acceso abierto y te piden entre 2.000 y 3.000 dólares para publicar. Uno tiene que recurrir a llorarles la milonga a los editores y en general consigue una rebaja. Pero a nivel de sistema esto no se puede manejar de esta manera, de que cada uno esté llorando a nivel individual para ver qué se consigue”, dice Tosar desde el hotel en el que se encuentra en Milán. No se fugó por no haber podido pagarle a una revista científica, sino que está allí invitado a un congreso en el que esperan que cuente sus avances sobre los estudios de ARN que hace en Uruguay.
“Me interesaba ver como país qué tan asentada estaba esta realidad”, dice, así que aceptó la invitación de Gregory Randall para escribir en Informatio. “Fue una excusa para obligarme a indagar un poco en qué estaba el asunto y a empezar a tener algunos números. Hasta ahora nos manejábamos con la autopercepción de cada investigador, pero nos faltaba tener datos”, resume.
En el trabajo se dedicó a analizar las publicaciones de nuestros investigadores e investigadoras entre 1990 y 2020 usando la base Scopus, con el objetivo de “lograr una estimación razonable de cuánto paga un país como Uruguay por concepto de APC, poniendo especial énfasis en la evolución temporal de dichos costos”.
Su inquietud puso en plata, por primera vez, lo que implica para Uruguay esta movida mundial hacia el acceso abierto. En primer lugar, encontró que “el acceso abierto ha crecido fuertemente en la última década, independientemente del área del conocimiento”, habiendo analizado tres grandes categorías globales: ciencias de la vida, ciencias sociales e ingenierías. Por su parte, reporta que la publicación en revistas de acceso cerrado (por suscripción) de artículos nacionales bajó de 94,5% en 1990 a 50,1% en 2020.
Al analizar bajo qué modalidad de acceso abierto publicaban nuestros investigadores, encontró que la “ruta verde”, es decir, publicar versiones de los artículos en repositorios libres, “fue el mecanismo más frecuente al comienzo del período estudiado”, pero se estanca “desde 2015 a la fecha”. Por su parte, la publicación en acceso abierto en revistas que cobran APC “ha ganado en importancia relativa en los últimos años, pasando de 7,6% de los artículos nacionales en 2010 a 27% en 2020”. Al analizar lo que sucede en el tiempo, el artículo de Tosar advierte: “Si estas tendencias se mantienen, es de esperar que un tercio de la producción científica nacional” se publique en revistas de acceso abierto que cobran por procesar los artículos.
Al estimar los costos que pagamos por publicar, tomando como base un pago de 1.500 dólares, ya que los sudamericanos pedimos rebaja, Tosar pone un número sobre la mesa: en 2020 los investigadores de Uruguay pagaron entre 138.000 y 200.000 dólares por publicar sus artículos en revistas de acceso abierto. Y la cosa crece: “Los costos por pago de APC se han multiplicado por cuatro entre 2016 y 2019”.
Cuestión de disciplinas
“Me topé con que distintas disciplinas publican de formas muy distintas. Las disciplinas cuya materia de estudio tiene más que ver con realidades locales publican más en español y en revistas que son de acceso abierto de tipo diamante, que no cobran ni por leer ni por publicar. La mayor oferta para este tipo de artículos son de revistas diamante”, comenta Tosar. Sin embargo, la cosa es distinta en otros rubros. “Por ejemplo, en la microbiología, 80% de la oferta de revistas en acceso abierto son con pago de APC”.
Queda claro que pensar en una solución única para la publicación de toda producción científica y de conocimiento no es sencillo. “Hay que reconocer esa diferencia entre disciplinas para poder empezar a pensar soluciones. De lo contrario, hay salidas fáciles que no lo son”, dice Tosar.
“Una de esas salidas fáciles es decir que la culpa es de los biólogos que les gusta codearse con los gringos. Eso no es así. Si uno hace un análisis de la historia de Uruguay y encuentra elementos de cómo el país cambió bajo el gobierno de Venancio Flores, y lo publica en inglés en una revista norteamericana, probablemente no sea lo mejor, porque la comunidad a la que le interesa eso probablemente esté dentro de fronteras. En cambio, si me estoy preguntando sobre cómo funciona la mitocondria, la gente que querés que lea eso no está sólo en Uruguay”, ejemplifica.
“Es naíf pensar que los que trabajamos en ARN vamos a empezar a publicar en un blog, al que vamos a llamar Blog del Club de ARN del Uruguay, que va a estar en internet y que va a ser gratuito, y que los colegas del mundo lo van a encontrar si lo buscan en Google. No funciona así”, prosigue. “La cantidad de información que hay es abrumadora y los journals, aunque parezcan cosa del pasado, siguen teniendo hoy día un rol en facilitar y canalizar el flujo de información. Capaz que eso cambia en 20 años, pero hoy todavía sigue siendo así”, agrega sin que sea una defensa a ultranza de las revistas científicas actuales. “Si tuviera que diseñar de cero el sistema de publicación científica, capaz que haría otra cosa. El asunto es que no está en nuestra capacidad hacerlo, por lo que tenemos que jugar con el sistema como funciona hoy en día”, reconoce.
Sobre el rol de los journals y la importancia de publicar allí donde la comunidad científica busca contenidos, guarda un as bajo la manga. “La mayor financiación con la que trabajamos en el laboratorio, y esto vale para mí y para varios estudiantes que trabajan en el grupo, viene de afuera del país. Hoy día nos ingresan más fondos para hacer investigación de fuera de fronteras que de dentro, y eso es porque en el pasado hemos publicado artículos en revistas que han posibilitado que otros investigadores en el exterior lean lo que hacemos, digan qué interesante lo que hace este grupo de uruguayos, nos sigan y decidan comenzar a interactuar con nosotros”, sostiene. De hecho, su presencia en Italia, a expensas de sus anfitriones, es parte de esta red que viene construyendo.
Números escandalosos y miedos
El artículo de Tosar presenta unos números y reflexiones que, de ser malinterpretados por aquellos que siempre buscan ahorrarse unos billetes o que son poco partidarios de la inversión en ciencia, podrían ser peligrosos. Si se suma lo que el país pagó por publicar en revistas de acceso abierto en 2020 –cerca de 200.000 dólares– a lo que paga la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) por tener acceso universal a revistas científicas por suscripción a través del portal Timbó –unos 1,5 millones de dólares–, el artículo sostiene que “se invierte más en las editoriales científicas que en la propia investigación que se produce y publica”.
“A la hora de escribir esto tuve distintos miedos”, admite Tosar. “El miedo número uno pasaba por que estos números se malinterpreten por quienes financian la ciencia. Por ejemplo, que al leer esto digan que hay que cerrar el Portal Timbó”. Pero no es por ahí, al menos no ahora. “En un mundo futuro en el cual todo tenga acceso abierto, no tiene sentido pagar costos de suscripción. Pero hay que entender que todavía no estamos en ese mundo. Es un horizonte probable, pero en el camino tenemos que seguir leyendo ciencia para poder seguir haciendo ciencia. Cortar con el acceso a la lectura de las publicaciones científicas hoy día liquida las posibilidades de hacer ciencia y se volvería a un período en el que la ciencia era muy amateur porque no podías leer aquello en lo que estaban trabajando los demás”, justifica Tosar.
Pero ese no era el único miedo que tuvo. “Al exponer estos números escandalosos de lo que pagamos por publicar en revistas de acceso abierto, me dio miedo también que alguien diga que estamos pagando mucho y que hay que descolgarse de esto porque es una corrupción del principio de que la ciencia tiene que ser libre, abierta y gratuita. Pero si nos descolgamos, ¿qué nos queda?”, dice con amargura.
“No apoyar estas nuevas modalidades de publicación en acceso abierto es desconocer el sentido en el que está yendo el modelo de las publicaciones. Así como es un problema no poder leer, no poder publicar es también un gran problema, o es un problema terminar publicando fuera de los espacios donde se publica la ciencia mundial”, dice Juan Pablo. “Eso nos lleva a decir que no hay que plantear un dilema de falsa oposición, sino que ahora en realidad se necesita hacer un poco de todo” conjetura.
Lo que se nos viene
“No sé si todo el mundo entiende que la realidad que estamos viviendo hoy va a cambiar. Lo que hoy vemos, cuando en disciplinas como las ciencias de la vida hay muchas revistas que son de acceso abierto con pago de APC pero sigue habiendo muchas revistas muy buenas que son por suscripción, se va a terminar. Hay una presión internacional fuerte, sobre todo de Europa, para que las revistas por suscripción pasen a ser de acceso abierto con pago de APC. Esto nos va a explotar en la cara de acá a dos años, o al menos va a ser mucho más severo”, dice Tosar sin perder la calma pero como si supiera que un meteorito se dirige en trayectoria de colisión hacia la Tierra mientras nadie le presta atención.
“Hoy podemos decir que esto no es un problema: publicamos un pre print, subimos el archivo a internet o a un repositorio institucional antes de que lo publique la revista, y de esa forma las publicaciones con fondos uruguayos quedan en acceso abierto, y luego se publican en revistas por suscripción. Aunque no se diga, esa es la posición política hoy en día en Uruguay. No sé si es oficial, pero de alguna forma la ANII va para ahí, apuesta por favorecer la vía de los repositorios”, expone Tosar. “Pero esto va a cambiar. En pocos años nos vamos a quedar casi sin revistas por suscripción, y de alguna forma será necesario ir hacia un modelo de pagar por publicar. O la alternativa es ir con las revistas diamante. Pero realmente en biología, con nivel internacional, que sean leídas por todo el mundo, no hay revistas diamante”, dice desesperanzado.
Juan Pablo se propuso hacer un diagnóstico de situación. Aun así, no deja de pensar en posibles salidas. “Algunas editoriales no tienen fines de lucro, pero otras son empresas que quieren ganar dinero. Esas editoriales no van a pensar por nosotros el modelo que más nos conviene, van a intentar cobrarnos todo lo que puedan. Entonces hay que entablar una negociación con las editoriales, es un tema que tendrán que resolver quienes están en eso”, plantea.
Pero, ¿cómo? “Creo que hay que salir a negociar los precios de las publicaciones en acceso abierto, porque pagar 3.000 dólares por publicar un paper, que es lo que están cobrando las revistas de mitad de tabla, es impagable cuando los fondos que tenés para investigar en Uruguay, si te sale un proyecto, son 15.000 dólares por año. Alguien tiene que salir a decir que esa tarifa no la vamos a pagar. No es que no vamos a pagar nada, no planteo la desconexión del sistema, porque ese es mi otro gran miedo, que la solución sea decir que cortamos con las editoriales porque son todas capitalistas y que la ciencia no puede prostituirse. El costo de desconectarse del mundo en la ciencia para Uruguay sería terrible”.
“Los números muestran que los investigadores uruguayos ya están publicando más en revistas de acceso abierto con APC. El problema es que quien está negociando el costo hoy en día es cada investigador”, sostiene. “Algunos sacarán la guitarra y explicarán las penurias que implicaron hacer ese trabajo y tal vez logren que les descuentan 50%”, dice. “Lo admito, en algunos casos creo que he dado tanta lástima que directamente me dijeron que no pague nada”, agrega con total sinceridad.
Pero la negociación no puede ser esa. No es serio. Y en la unión tal vez esté la fuerza. “Creo que Uruguay solo no tiene fuerza ninguna. Europa consiguió doblarles el brazo a las editoriales y cambiar el modelo de negocio porque es un conjunto de países que sumados tienen peso”, explica. Así que si bien Europa nos puso en apuros, al menos tal vez sirva de ejemplo.
“América Latina tiene una realidad muy distinta a la europea, pero de alguna forma está jugando con las reglas de juego que impuso este plan europeo. Nosotros estamos pagando lo mismo que pagan los europeos, los norteamericanos o los japoneses. De alguna forma las agencias financiadoras de los distintos países de América Latina, o por lo menos del Mercosur, se deberían juntar para hacer una contrapropuesta conjunta, que puede venir por plantear precios diferenciales, que nos cobren la mitad de la tarifa. No sé cuál ni cómo es la manera de hacerlo, lo que sí sé es que estos números no son sostenibles en el largo plazo”, dice.
Habría que implementar entonces un Plan Sa, por Sudamérica. Una negociación colectiva de las agencias de financiación latinoamericanas. “No digo que sea sencillo. Hace falta reunir todas las voluntades políticas. Si ya es difícil hacerlo en Uruguay, lograr eso a un nivel más grande lo es aún más. Pero creo que alguien lo tienen que hacer, porque si no lo que esto va a empezar a demandar en plata se va a volver impagable. Y mi miedo es que cuando se vuelve impagable caigamos en la opción de descolgarnos del mundo y hagamos un sistema de revistas latinoamericanas, como ya existe, y sólo publiquemos ahí, desde América Latina y para América Latina”, conjetura. “Para quienes hacemos una ciencia que se hace preguntas universales, que no están restringidas a una región geográfica en particular, eso sería terrible”.
Hacer de cuenta que no está pasando nada y no tomar una decisión es, tal vez, la peor de las decisiones. “Sí, porque hoy día esos 200.000 dólares de algún lado están saliendo y de alguna forma el sistema ha podido amortiguar eso. Pero el techo de esto todavía no lo hemos visto. Para no llegar a ese punto en el cual esto se vuelve insostenible e impagable, hay que empezar a actuar y a pensar ahora en un escenario futuro donde probablemente, en muchas disciplinas, las publicaciones sean todas de acceso abierto y con pago de APC. Tenemos que poder seguir jugando en el juego internacional pero pagando un precio que definamos como justo y que nos permita tener un sistema sostenible”.
“Desde luego que quienes puedan no hacerlo, no lo hagan. Por ejemplo, si para publicar este artículo lo hubiese traducido al inglés y lo hubiese publicado en Nature en acceso abierto pagando 10.000 dólares, no tendría gollete. Porque quienes lo tienen que leer sos vos, son colegas, gente que está sobre todo en Uruguay. Entonces no siempre tiene sentido la publicación en acceso abierto con pago de APC. Pero cuando tiene sentido hay que buscar la manera de que sea un problema que podamos visualizar y que busquemos la manera de manipular, y no algo que esté creciendo en las sombras y de lo que no se habla”, enfatiza. “Al menos me quedaría contento con que hay gente que se pone a pensar en cómo nos posicionamos frente a esto. Sé que hay gente que ya está pensando en el tema desde hace tiempo, pero espero que esto sea un aporte cuantitativo de cómo es la tendencia y que por tanto permita proyectar cómo esto puede llegar a incrementarse a futuro”.
Artículo: “Costo de los cargos por procesamiento de artículo (APC) para Uruguay: el precio desmedido del acceso abierto”
Publicación: Informatio (junio de 2022)
Autor: Juan Pablo Tosar.