Un cuarto de las playas de todo el mundo están bajo seria amenaza. Muchas de nuestra extensa costa están padeciendo lo que se denomina “estrechamiento costero”, una disminución del tamaño de la zona litoral activa –comprendida por las dunas, la arenita donde nos sentamos en la playa, y lo que se conoce como la “zona de surf”, que vendría ser la parte en que las olas rompen y se dan contra la arena de la costa– debido a dos fuerzas que operan desde lados opuestos.

Por un lado hay un incremento del nivel del mar, que en Uruguay además se agrava por el aumento de la frecuencia de vientos fuertes del sureste debido a la Oscilación de El Niño, que empuja el avance del agua sobre las playas. Por el otro lado, la urbanización y la presión del humano, que fascinado desde sus orígenes por el mar gusta de vivir en zonas costeras, avanza sobre las dunas, endureciéndolas y quitándoles movilidad. Presionada por ambos lados como una rodaja de fiambre entre dos panes, esa zona litoral activa no tiene más remedio que comprimirse. Y en algunos lados, como se da en algunas zonas de nuestro país, esa compresión implica playas sin arena, mares que rompen directamente contra una línea dura y que cuando hay tormentas, arrasa con casas, rutas y lo que se ponga a su paso.

Es un tema que viene estudiando desde hace décadas la ciencia mundial y local. “Estos sistemas socioecológicos en la interfaz tierra-mar están sujetos a las fuerzas del mercado, instituciones de gobernanza débiles e indiferencia social: la mayoría de las personas quiere una playa, pero pocos la reconocen como un ecosistema en riesgo”, decía el año pasado Omar Defeo, investigador de la Unidad de Ciencias del Mar de Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. No lo dijo ante una organización de vecinos, ni ante un juzgado, sino en una revista científica internacional. Tampoco lo dijo solo, sino junto a Anton McLachlan, Derek Armitage, Michael Elliott y Jeremy Pittman, investigadores de instituciones de Sudáfrica, Canadá y Reino Unido. El artículo en cuestión llevaba por nombre “Las playas arenosas, sistemas socioecológicos en riesgo: cambios de régimen, colapsos y desafíos de gobernanza”, y fue publicado en la revista Frontiers in Ecology and the Environment (Fronteras en Ecología y Medio Ambiente) en setiembre de 2021.

No fue el único artículo por el estilo en el que participó en los últimos meses nuestro investigador Defeo. “El ‘triple golpe’ a las costas amenazadas: ¡por qué deberíamos estar preocupados!” vio la luz en noviembre de 2020. “Evaluación del impacto a largo plazo y a niveles múltiples de El Niño de 2015-2016 en una playa arenosa del Atlántico suroccidental” se publicó en febrero de 2021. “Gestión más allá de los límites del ecosistema en la interfaz tierra-mar: el caso de las playas arenosas” salió en junio de 2022.

Pero Defeo no sólo estelariza, junto a otros colegas, publicaciones científicas. Artículos periodísticos también lo tuvieron por centro, y en mayo de 2020 el prestigioso diario The Washington Post ganó el premio Pulitzer por una serie de notas sobre el calentamiento global, una de ellas protagonizado por el trabajo científico de Defeo y los pescadores de La Coronilla con los que trabaja desde hace décadas. Más modestos, pero igual de fascinados por su trabajo, tanto aquí como en otros medios Defeo ha compartido los conocimientos que viene acumulando en más de cuatro décadas de investigación sobre las playas arenosas y las dinámicas costeras.

¡Qué orgullo para el país tener a un referente mundial sobre el tema! Si queremos preservar lo que queda de nuestras costas o incluso soñar con un futuro menos trágico, ¡qué bueno es poder contar con lo que él y otros colegas vienen investigando! Si el colapso de las playas fuera una pandemia, acá ya tenemos desde hace tiempo a investigadores e investigadoras que estudian cómo la proteína Spike ingresa a las células y qué pasa luego.

Si la pandemia dejó claro que el conocimiento científico es un insumo valioso para la toma de decisiones –pero no el único, que quede claro–, cabría pensar que los gobiernos, tanto nacionales como departamentales, así como la sociedad toda, demanden ese conocimiento sobre las dinámicas costeras. Sin embargo, tal idea de un mundo mejor, apoyado en el saber para enfrentar sus problemas, se nos cayó estrepitosamente al piso. Si tienen toallitas para secar lágrimas, este es el momento para agarrarlas: en lugar de demandar ciencia, la Intendencia de Maldonado decidió demandar a los científicos.

Al juzgado

El mencionado Defeo y su colega Daniel Panario, investigador de larga trayectoria del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales, también de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fueron presentados como testigos técnicos en la audiencia solicitada por la la Clínica de Litigio Estratégico de la Facultad de Derecho en nombre de dos asociaciones civiles de vecinos de Punta Colorada, la Comisión de Fomento de Punta Colorada y Nativos Punta Colorada. El objetivo de los demandantes era detener las obras en torno a la rambla costanera de ese balneario que venía llevando adelante la Intendencia de Maldonado.

El 8 de julio, el juez Alejandro Recarey hizo lugar al pedido de medidas cautelares solicitado por las dos organizaciones civiles. A los pocos días, el 13 de julio, la Intendencia de Maldonado, además de apelar la sentencia, radicó una denuncia penal por falso testimonio contra Defeo y Panario, en un escrito en que se afirma: “Surge claramente la deliberada y consciente intención de los señores Defeo y Panario de testimoniar en falso en el expediente civil relacionado donde fueron citados como testigos de la Sede”.

Lo que dijeron Defeo y Panario ante el juez, en calidad de investigadores que llevan décadas estudiando la dinámica costera, como consta en las grabaciones a las que pudo acceder la diaria, es preocupante. Constatado el deterioro en varias playas de varios departamentos del país gobernados hoy por distintos partidos –aclaramos para dejar especulaciones político-partidarias de lado–, ambos científicos contaron cómo se produce esa degradación de los ecosistemas costeros y de los servicios que prestan a diversos sectores de la sociedad. Lo que sucede con la rambla de Punta Colorada, a la luz de la acumulación y producción de conocimiento de ambos, es una crónica de una degradación anunciada. Puede que no guste saber que lo que se viene no es agradable, pero no por eso las cosas van a dejar de pasar. Y por mucho que se los denuncie, tampoco es razonable esperar que Defeo y Panario cambien su discurso científico por una acción judicial.

Aprendiendo de y con la gente

“Mi juicio técnico radica en lo que se está viendo en las fotos y lo que vi personalmente. Vas con el auto y ves que la arena se está volando para todos lados, que ocupa y obstruye la carretera. Tan sólo el hecho de ver eso implica científicamente que las cosas no se hicieron ni se siguen haciendo bien. Esa movilidad de los granos de arena es un desastre, porque como dije, está afectando al corazón de la playa” dice Defeo, quien se confiesa muy afectado por toda la situación. Sin embargo, de todo y de todos se aprende.

“Yo me he formado trabajando con los pescadores, aprendí más de ellos que de muchos libros científicos, porque el conocimiento tradicional aportado por la gente es fundamental para enriquecer a la ciencia, que no es una sola. Complementar el conocimiento científico con el conocimiento tradicional generado por los pescadores o por los usuarios ha sido el leitmotiv de mi vida científica”, afirma Defeo.

“El desarrollo inexorablemente trae puntos de vista muy contrapuestos, violencia discursiva, etcétera. Lo que debe haber en este momento es una reflexión profunda y una discusión sana, debatiendo sobre diferentes puntos de vista, con el objetivo de construir y no de destruir”. Omar Defeo

“Cada vez estoy más convencido, como dijo esa mujer extraordinaria que ganó el premio Nobel, Elinor Ostrom, de que muchas políticas gubernamentales han agravado, deteriorado y colapsado la situación de los recursos naturales. Ella decía, y yo lo he intentado desarrollar durante toda mi carrera, que la participación de la sociedad civil, la acción colectiva y el sentido de pertenencia son fundamentales para compatibilizar desarrollo, manejo y conservación. Aquí no es desarrollo versus conservación, aquí lo que debemos hacer como sociedad es armonizar estrategias de manejo y conservación. Esto no se trata de ser una máquina de impedir; aquí lo que queremos es compatibilizar esas acciones. Y creo que lo podemos lograr. Tenemos una costa maravillosa, tenemos todas las posibilidades, conocimientos científicos, grupos multidisciplinarios, tenemos grupos sociales extraordinarios trabajando en esto, y creo que el gobierno tiene que escuchar a la sociedad civil y a la ciencia para armonizar, para discutir diferentes percepciones” expresa Defeo.

Le pregunto si, ante este panorama, volvería a asesorar a la sociedad civil. “Sin duda. Esto es una parte muy importante de mi vida científica, y así como he estado con los pescadores trabajando durante 40 años, y en tiempos recientes junto a estos grupos de la costa, que nuclean a más de 70 colectivos, ahora me siento más identificado que nunca, más comprometido que nunca, y con mayor convicción aún, de que incluir a la sociedad en este tipo de trabajos es fundamental para el desarrollo de nuestro país”, afirma.

“Uruguay ratificó recientemente el acuerdo de Escazú, que es clave respecto de los protocolos para protección del medioambiente. Ese acuerdo garantiza la implementación del derecho de acceso a la información ambiental, pero lo más importante, creo, es lo que refiere a la participación pública en los procesos de toma de decisiones en el entorno del ambiente y de la justicia ambiental”, agrega Defeo. “El acuerdo de Escazú no es para estar colgado como un cuadro, sino que es para que se tome realmente en cuenta la participación pública. Y te repito, estoy más consustanciado que nunca, y voy a seguir en esta línea de trabajo de percepción de lo que es la ciencia, tomando en cuenta el conocimiento tradicional, la participación de la sociedad y el conocimiento científico para armonizar conservación y desarrollo”.

El apoyo recibido por los colegas en estas semanas ha sido, según Defeo, “fundamental”. “Lo agradezco profundamente. Fue un momento muy difícil, pero recordemos que estos temas tienen antecedentes nefastos a nivel mundial. Lo hemos visto en la Amazonia, con asesinatos en algunos casos. Aquí es nuevo, esto no había llegado, pero creo que es un momento como para reflexionar. El desarrollo inexorablemente trae puntos de vista muy contrapuestos, violencia discursiva, etcétera. Lo que debe haber en este momento es una reflexión profunda y una discusión sana, debatiendo sobre diferentes puntos de vista, con el objetivo de construir y no de destruir” dice con esa actitud casi zen que dan los 62 años, más de 40 trabajando en la costa con la gente, formando a investigadoras e investigadores, y con decenas y decenas de artículos científicos publicados.

Amedrentando

“Omar está pasando mal. Él es muy bueno, un gran científico, pero está poco acostumbrado a la guerra”, ríe Panario.

Más allá de que Panario esté más curtido debido a su trabajo con grupos de la sociedad civil que defienden el medioambiente, y de que tenga un estilo más confrontativo, tampoco es que le dé lo mismo que lo acusen de prestar falso testimonio por presentar su parecer científico. “Esto es algo relativamente nuevo, pero en el pasado han sucedido cosas peores. Y ya que nos tildan de ‘ambientalistas’, en otras partes del mundo, por menos que esto te matan; nosotros, en Uruguay, podemos hasta divertirnos con esto”, dice.

“Esa denuncia es ridícula. En el fondo, lo que están buscando es que las nuevas generaciones entren en el ‘no te metás porque te podés acabar en un lío’. Imaginate que un juez diera lugar a esto, todos los que vienen atrás van a evitar meterse en estas cosas, porque hay que tener plata para pagar a un abogado que te defienda, y entonces más vale callarse la boca. Eso es lo que están buscando. Es una actitud que prefiero calificar en privado. Pero amenazar es una forma de cubrirse a futuro”, reflexiona Panario.

“No es a nosotros que nos quieren amedrentar. Quieren amedrentar a los que vienen atrás, por eso yo me pongo un poco agresivo, porque lo que quiero evitar es que alguno de mis alumnos, que ya tienen grados 2, 3 y 4, se asusten y no quieran declarar cuando corresponda”. Daniel Panario

“Si la rambla estaba terminada, ¿qué les importa que un juez diga que no la pueden seguir? Su furia no es por esta parte de la obra, que igual tiene algunos aspectos de pésimo manejo de las dunas –plantan especies exóticas y no cumplieron con lo que les exigió en su momento la Dirección Nacional de Medio Ambiente–”, dice. “Creo que en el fondo están buscando el amedrentamiento. Pero se equivocaron de persona. Dentro de lo posible, les voy a hacer pagar la macana que se mandaron acusándonos torpemente, porque es imposible que me puedan acusar de que dije una mentira, porque yo no di fe de nada. Yo no fui de testigo y di fe de que fulano apretó el gatillo. Me puedo equivocar en mi recomendaciones, la ciencia es falible y los científicos somos más falibles que la ciencia. Sin embargo, decir que cometimos falso testimonio es descabellado. Es casi para reírse si no fuera trágico, porque en el fondo Uruguay es signatario del convenio de Escazú, que obliga a las autoridades a proteger al ambiente y a la sociedad que lo defiende, y acá hacen todo lo contrario” dice Panario, quien ya buscó el asesoramiento de un abogado y está viendo sus opciones de acuerdo a cómo vayan las cosas.

Ambos, tanto Defeo como Panario, no sólo son grados 5, el máximo de la Udelar, sino que tienen una vasta trayectoria y están cerca de jubilarse. Sin demasiado que demostrar académicamente, esta denuncia los agarra bien plantados. “Por eso digo que no es a nosotros que nos quieren amedrentar. Quieren amedrentar a los que vienen atrás, por eso yo me pongo un poco agresivo, porque lo que quiero evitar es que alguno de mis alumnos, que ya tienen grados 2, 3 y 4, se asusten y no quieran declarar cuando corresponda”, explica Panario. “Pero justamente una de las obligaciones de la Universidad es propender a la comprensión de los temas de interés publico. Eso es lo que estamos haciendo Omar y yo. Encima, Omar está por encima del bien y del mal desde el punto de vista científico, yo estoy un poco más cascoteado”, vuelve a bromear.

¿Y entonces?

Como decíamos en la primera parte de esta nota, la sola presentación de la denuncia por falso testimonio no implica que un fiscal decida que hay méritos suficientes como para seguir con el caso. Aun así, como las dunas y las playas, la relación entre gobiernos, sociedad civil y comunidad académica también puede erosionarse. Presumir que se mintió a sabiendas de que la verdad era otra no parece ser la mejor forma de construir un diálogo fructífero.

“No hay ningún tipo de agresión a la ciencia por parte de la Intendencia de Maldonado, que es la primera interesada en preservar la playa, las dunas y la sustentabilidad del sistema”, nos decía el abogado Hugo Alvez, quien presentó la denuncia por falso testimonio en nombre de la Intendencia de Maldonado y es el vocero sobre el tema. “La Intendencia de Maldonado es la que tiene la responsabilidad sobre esto, tiene que gestionar y tomar decisiones con el problema planteado. La Intendencia no inventó una rambla porque se le ocurrió, reparó y tomó las medidas en una rambla preexistente, por la cual circulan miles y miles de personas, y que no es propiedad de los vecinos de Punta Colorada”, sostenía. “Teníamos una rambla que la duna la tapaba y la sigue tapando, con vecinos reclamando el paso del ómnibus, el paso de ambulancias, con caídas de motos permanentemente”, agregaba Alvez.

Cada grano de arena que la sudestada arroja sobre la rambla que hay hoy en Punta Colorada –y en Parque del Plata y cualquier otro trazado costero– está más cerca de darle la razón a lo que Defeo y Panario expusieron sobre los problemas que enfrentan nuestras costas, que de indicar que faltaron a la verdad.