Contar esta historia era necesario. Pero para vos no es cualquier historia, fuiste parte de ella. ¿Por qué te propusiste sacar este libro?
Yo no soy lo importante. Corríamos el riesgo de que esta historia se perdiera. Susan Orleans en su libro La biblioteca en llamas cuenta que en Senegal cuando muere una persona se dice que ardió su biblioteca. Mientras estamos vivos todos guardamos recuerdos, imágenes, anécdotas, lo que sentimos. Todo eso se pierde cuando una persona fallece. Ya le pasó a mucha gente que participó en esta génesis y que estuvo en los comienzos del Pedeciba y, de a poco, nos va a pasar a todos. Entonces quise rescatar a las personas, los momentos y los hechos que ocurrieron y, de algún modo, también ponerlos en su justo término, porque creo que merece la pena que sean rescatados. Cuando fundamos el Pedeciba, hace 36 años, era una quijotada quizás, porque no ha habido ni en América Latina, ni quizás en el mundo, algo parecido a esto. El Pedeciba ha cumplido sus fines y además ha mostrado ser viable a lo largo del tiempo, lo cual es mucho.
El libro no es contra nadie, pero das a entender que la figura de su primer director, Roberto Caldeyro Barcia, fue tan importante cuando comenzó a funcionar el programa que de cierta manera opacó a todos quienes participaron en la creación del Pedeciba.
Obviamente todos reconocemos, y además lo digo en el libro, la importancia de Caldeyro Barcia, de sus ideas, su dinamismo y su potencial como gestor de una empresa científica. Todo eso fue lo que hizo Caldeyro, pero hay un antes y un después de la creación del Pedeciba. Los protagonistas hasta la creación del Pedeciba y hasta que se nombra la primera Comisión Directiva, en la que se nombra a Caldeyro como director académico y a Enrique Cabaña como subdirector, no son los mismos que en las etapas previas. Si bien Caldeyro estuvo en algunas instancias previas, no participó de forma activa en las reuniones que llevaron a la fundación del programa. Como no existía este libro y nadie contó la prehistoria del Pedeciba, todo el mundo parte de cuando ya el Pedeciba existe. Y es cierto, desde que existe, la gran figura durante diez años es Caldeyro, eso no lo podemos discutir. Pero lo que yo digo es que hay figuras, y en particular me estoy refiriendo del lado del gobierno a la doctora Adela Reta y del lado de la Universidad al ingeniero Jorge Brovetto, que fueron fundamentales en esto. También fueron importantes el presidente de la República, el doctor Julio María Sanguinetti, y el rector de la Universidad, el contador Samuel Lichtenstein.
El libro también permite reconocer a otros grandes protagonistas. Gratifica leer que esta idea comenzó a gestarse en conversaciones que tuvieron investigadores del IIBCE, entre ellos Omar Trujillo y Omar Macadar. Estaban preocupados porque no existía la formación de investigadores en Uruguay, no había posgrados, y comenzaron a moverse para solucionar ese problema.
Es cierto que la génesis primerísima son esas reuniones que tenían los biólogos del Clemente Estable. Y creo que esa es una de las claves del éxito del Pedeciba. El programa fue una política pública que no nació desde arriba, no nació ni de la Udelar ni del gobierno, nació de la base, de la sociedad civil si se quiere, representada en este caso por los que estaban haciendo ciencia en ese momento en Uruguay. Lo que vieron es que ellos no tenían, y no existía en Uruguay, una profesión de científico. Todas las facultades de nuestro sistema en ese momento eran profesionalistas: formaban ingenieros, médicos, abogados, contadores, etcétera. En algunos casos, alguna de esas facultades tenía investigadores básicos, porque la biología hace a la formación del médico y la física y la matemática hacen a la formación del ingeniero. Entonces uno tenía institutos de Física, Química y Matemática en Ingeniería, y tenía un instituto de Biología y otras cosas en Medicina, y así. Pero, por ejemplo, no existía una Facultad de Ciencias, que se crea luego del Pedeciba. Y de algún modo, creo que la Facultad de Ciencias aprovechó muchas de las cosas que el Pedeciba había ya probado.
Otra de las cosas que sorprenden de los detalles que das en el libro sobre la creación del programa es que las decisiones se tomaban por consenso, ni siquiera había una votación en la que había ganadores y perdedores. Al menos durante los primeros cinco años, las actas muestran que las críticas se tomaban, se pulían, y a la siguiente reunión se incorporaban algunos aspectos a lo que se venía hablando.
Es extraño si uno lo mira con la mirada de alguien que en ese momento, a la salida de la dictadura, se para y mira hacia atrás. Veníamos de 12 años de dictadura en que la gran mayoría de estos científicos que podrían ser partícipes de este proyecto estaban fueran del país porque se habían tenido que exiliar, ya sea por motivos políticos, económicos o por ambos. Después ves que el presidente de la República era alguien que había sido ministro de Educación y Cultura en la época de Juan María Bordaberry y que promovió una ley de educación que fue muy combatida. Si ves las cosas que se decían y se hicieron en aquellas épocas de enfrentamiento entre el gobierno, que todavía era legítimo, y la izquierda y la Universidad, entonces sí llama la atención lo que pasó en ese entonces. Fue como que cuando salimos de la dictadura vimos que la gente era capaz de hablarse y de construir algo. Por eso es que hago tanto énfasis en resaltar esas figuras, tanto del lado de la Universidad como del lado del gobierno, porque tuvieron la grandeza de espíritu, y además la visión, de ver que en cosas como esta sólo se podía salir si uno conversaba y se ponía de acuerdo.
Y allí hay otro tema que aparece en el libro. A la salida de la dictadura se apostaba a una restauración, a un volver a lo que había antes. Pero la relación entre gobierno y Universidad previo al golpe no era algo para añorar. Y aún más, en esto de la profesionalización de la ciencia tampoco había mucho a lo que volver, fue más un arrancar de cero y pensar algo que antes tampoco estaba.
En la primera propuesta que surge del seminario de diciembre de 1984 de cómo tendría que ser una comisión directiva del Pedeciba y todo lo demás, se habla de cómo estaría representado cada uno de los actores, de modo de que todos estuvieran representados. Pero hubo también una propuesta de José Luis Massera, que proponía que de los 16 directivos hubiera siete de la Universidad y sólo uno del gobierno. Cuando voy a hablar con Reta me dice que eso era inaceptable. Le dije que no se preocupara, que yo conocía a Massera y que sabía que íbamos a poder dialogar.
Entre otras cosas, porque como decís en el libro, José Luis Massera era tu tío.
Claro, lo conocía de niño y jugaba con sus hijos. Y realmente fue una sorpresa encontrar en Massera a alguien muy bien dispuesto a dialogar. Y también fue una sorpresa que Massera se sorprendiera de que la Universidad tuviera una actitud también de cooperación y de consenso. Lo dice él mismo cuando termina un seminario. Algo así como que se congratulaba de que hayamos podido sacar todas las cosas por consenso. Siempre fue así la forma de trabajar, y estuvo esa grandeza de todas las partes. Porque además estaba claro que todos nos necesitábamos. El gobierno precisaba a los investigadores porque eran la sustancia del programa, y precisaba a la Universidad porque era la que podía dar los títulos de maestría y doctorado.
En el gobierno creíamos que eso era lo justo y además eso era muy importante para la Universidad. ¿Íbamos a hacer los cursos, y los títulos los iba a dar el Ministerio de Educación y Cultura? Lo bueno de esto fue que todas las partes reconocieron que se precisaban entre ellas y que lo mejor que podía pasar era que todos trabajáramos en pos del bien común. En ese sentido, el temor era la restauración. Porque el clima que había entre la Universidad y el gobierno predictadura era muy muy feo. Con ese clima no hubiéramos llegado a ninguna parte. Por eso quiero rescatar la figura de Reta, porque ella fue en el gobierno quien realmente abrió ese diálogo. Por ejemplo, cuento en el libro que en Brasilia hubo una conferencia de ministros de Ciencia y Tecnología, y ella invitó a la Universidad para que formara parte de la delegación uruguaya, y en esa instancia viajamos con Brovetto.
Por otro lado, Reta tenía un ascendiente brutal en el gobierno. Ella tuvo la visión de que la ciencia y la tecnología iban a ser importantes y no había nadie en el gobierno, ninguna institución ni nada –salvo tal vez el Conicyt [Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología] dentro del Ministerio de Educación, pero que en ese momento no tenía peso– que llevara adelante eso, así que ella tomó esa bandera de la ciencia. Ella tenía peso, y una vez que hablaba con el presidente, todos los demás tenían que inventar de dónde salía la plata.
También decís en el libro que el Pedeciba es un invento uruguayo, una innovación apreciada en otras partes. Por lo general, somos de mirar qué pasa en otro lado y tratamos de adecuarlo a nuestra realidad. En lugar de comprar soluciones hechas, ya desde el vamos la comunidad científica se arremangó para buscar soluciones propias a problemas nuestros. Se discutió si el programa debía tener un lugar físico o si sería un programa, y triunfó esa segunda visión que, entre otras cosas, fue parte de su éxito. De cierta manera, el Pedeciba no está en ningún lado y está en todas partes. Casi que no hay científica o científico con el que hables que no haya pasado o sea parte del Pedeciba.
En el seminario fundacional que hubo en mayo de 1985 en la Universidad de la República, Massera menciona eso de que él se lo imaginaba como un instituto. Hubo alguien de la delegación del Ministerio de Educación que dijo algo que también causó reparos, que lo único que iba a hacer el Pedeciba era administrar recursos y poco más. Yo dije otra cosa que le gustó a Brovetto de la Universidad: que el Pedeciba iba a ser un ámbito. Era un ámbito porque el gobierno no solamente aportaba el esquema de financiación y demás, sino que estaba también el IIBCE, y entonces no podía suceder que alguien que hiciera la tesis de maestría o doctorado en el Clemente Estable no tuviera acceso a un título de la Universidad porque no era un instituto universitario.
Ahí surgió un poco eso, que hoy es marca Pedeciba y que luego tomó la Facultad de Ciencias. Sin eso de que uno puede hacer estudios en unidades asociadas y obtener el título de la Facultad de Ciencias hubiera sido imposible. Tampoco es un gran invento, eso es lo que pasa en Estados Unidos o en Inglaterra. En su momento aquí fue revolucionario porque entonces ni siquiera se podía estudiar cosas en distintas facultades dentro de la misma Udelar. ¿Bioquímica dónde debería estar? En la Facultad de Química dirían que ahí, en la Facultad de Medicina que allá, y no se ponían de acuerdo. A Maggiolo llevar ingeniería química a la Facultad de Ingeniería le costó un triunfo, porque la gente de la Facultad de Química tenía miedo de desaparecer si se llevaban los tres años de ingeniero y se quedaban sólo con la formación básica. De cierta manera esto reconoce que en el mundo científico las cosas se hacen en equipo y que los integrantes de esos equipos pueden estar en diferentes laboratorios, aun cuando estén dentro de la misma facultad o dentro de la misma universidad pero en distintas facultades, o afuera, como puede ser el IIBCE o el Institut Pasteur. Creo que nosotros heredamos de los franceses la universidad dividida en chacras. El Pedeciba ayudó a mostrar que había cosas que se podían estudiar en distintos lugares, y esa fue una de las cosas que la Udelar también aceptó.
El libro tiene el valor per se de contar esta historia, como vos decís, para que no se pierda con la partida de sus protagonistas. Pero además es un aporte para el hoy. Uno mira la realidad de lo que está pasando con la ciencia, y si bien el discurso puede ser el mismo desde el sistema político, de que es algo que hay que apoyar, parecemos estar un poco trancados a la hora de apoyarla más que con palabras bonitas. Hoy hay chisporroteos entre el gobierno y una comunidad científica relegada.
Yo hago mucho hincapié en el tema de la confianza. Si no existe la confianza, es muy difícil llegar a nada. Yo creo que aquel fue un momento en el cual hubo confianza entre todos los actores y quizá lo que hoy está fallando es eso: no hay confianza entre los actores, porque si no, uno no lo entiende. Fijate cómo sería esa confianza que el propio Lichtenstein, cuando se crea el Pedeciba, era rector de la Udelar y después fue el ministro de Educación en el segundo período de Sanguinetti. Las circunstancias son importantes, pero el tema de las personas y de la confianza entre las personas lo es tanto o más. Por ejemplo, uno de los grandes artífices para la creación de la Facultad de Ciencias fue Enrique Iglesias, fue un préstamo BID [Banco Interamericano de Desarrollo] lo que permitió que se llevara adelante. Los préstamos internacionales siempre van a estar, el tema es cómo los usás. Este gobierno vino con la teoría de que con los préstamos internacionales no hay que saber nada, cortó todo lo que pudo y sigue cortando. Y bueno, hay cosas importantes en las que de repente hubiera sido bueno que sí hubieran seguido endeudándose.