Hubo un tiempo que fue hermoso y parece que fue ayer. Al menos así le debe haber parecido hace unos 30.000 años en la zona donde hoy marcamos como Sauce, en Canelones, al perezoso gigante Lestodon armatus, un mamífero herbívoro que llegaba a pesar tres o cuatro toneladas. Parándose sobre sus patas traseras y ayudándose con su cola como tercer punto de apoyo, este gigante de unos cuatro metros de largo podría erguirse y alcanzar las copas de los árboles para variar su dieta, principalmente compuesta por pastos. El sitio paleontológico Arroyo del Vizcaíno, muy cerquita de Sauce, la localidad donde viviera José Artigas, no deja lugar a dudas: con más de 20 fósiles de distintos ejemplares de lestodonte recuperados en unos 30 metros cuadrados, es claro que allí este perezoso proliferaba. Pero poco a poco fuimos dándonos cuenta de que el Lestodon no reinaba solo.

El hallazgo del sitio con fósiles en el Vizcaíno se dio en 1997 cuando una gran sequía disminuyó tanto el caudal del curso de agua que hizo que vecinos de la zona se toparan con una gran cantidad de huesos expuestos. Docentes del liceo local y varios alumnos rescataron fósiles antes de que el agua volviera. Tras el azaroso encuentro, el paleontólogo Richard Fariña, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), comenzó a trabajar en el sitio, realizando allí excavaciones anuales desde 2011. Gracias a complicadas maniobras, que implican represar y contener por unos días el agua del arroyo de manera de poder acceder a los sedimentos con fósiles que están debajo, desde entonces se han recuperado más de 2.000 fósiles de mamíferos de la megafauna del Pleistoceno de Uruguay, período que comenzó hace unos 2,5 millones de años y terminó hace apenas unos 11.000. En todos estos años, el lestodonte dejó claro su reinado: de cada diez huesos que se recuperan en El Vizcaíno, nueve son del perezoso Lestodon. Pero como dijimos, gracias al meticuloso trabajo de Fariña y sus colegas, había allí también otros perezosos.

Si bien en menor número, Fariña y colegas han recuperado en el lugar un puñado de fósiles del perezoso milodon (Mylodon darwini), que con sus entre una y dos toneladas era un coloso por derecho propio, pese a que podría parecer pequeño al lado del Lestodon. La presencia del milodon, si bien aportaba a la diversidad de perezosos en la zona, no era particularmente extraña, como tampoco fue que encontraran allí fósiles del perezoso glosoterio (Glossotherium robustum), que aunque pesaba cerca de una tonelada y media, debía contentarse con ser el más pequeño de la tríada de perezosos del Vizcaíno. Pero los paleontólogos siguieron trabajando y el Vizcaíno siguió abonando la idea de que Sauce era una tierra de perezosos.

En 2021 Carolina Lobato, Luciano Varela, Sebastián Tambusso, Lucía Clavijo y el ya mencionado Fariña, todos en ese entonces del Departamento de Paleontología de la Facultad de Ciencias y del Servicio Académico Universitario y Centro de Estudios Paleontológicos (Sauce-P) de la Udelar, reportaban por primera vez la presencia en Uruguay del perezoso Valgipes bucklandi, al que, siendo un poco perezosos nosotros mismos, llamaremos valgipes. Se trataba de un animal mucho más pequeño que los anteriores, pues llegaba a pesar entre 200 y 700 kilos, pero eso no era lo más llamativo: hasta el trabajo de los paleontólogos de la Facultad de Ciencias, la presencia más al sur de este herbívoro se había registrado en el estado de Mato Grosso do Sul, en Brasil. Su fósil encontrado en Sauce no sólo implicaba el registro de una nueva especie de perezoso para Uruguay, sino la ampliación de su rango de distribución conocido. Pero había algo en el sitio del Vizcaíno que hacía el hallazgo aún más relevante.

Dado que gracias a sus investigaciones el equipo de paleontólogos afirma que el Vizcaíno permitiría ver “un evento de tiempo muy acotado”, no es que cada una de estas cuatro especies de perezoso dominó la zona en algún período dejando luego el lugar para que otra tomara la posta. Por el contrario, los perezosos terrestres lestodonte, milodonte, glosoterio y valgipes compartieron las proximidades de Sauce al mismo tiempo. “Al menos a nivel de comunidad podemos decir que había cuatro perezosos en el mismo momento y en el mismo lugar”, decía entonces Luciano Varela. Y aunque en ciencia más vale ser precavidos con los datos hasta no tener las investigaciones cerradas, ya en aquella charla de 2021 adelantaban que probablemente en el sitio hubiera una quinta especie de perezoso gigante. Como un vino que mejora con el tiempo, ahora aquella confesión informal se convirtió en una publicación científica.

El título “Ocurrencia del perezoso terrestre Nothrotheriops (Xenarthra, Folivora) en el Pleistoceno tardío de Uruguay: nueva información sobre sus preferencias dietéticas y de hábitat basada en análisis de isótopos estables” puede despistar un poco. No lo dice, pero es el primer reporte para Uruguay de este perezoso, el Nothrotheriops, al que no tenemos otra que llamar coloquialmente notroterio. Tampoco el título nos dice que se trata de un género de perezoso que se había encontrado sólo en Estados Unidos y partes de Norteamérica hasta 2019, cuando se reportó su presencia en Santa Fe, Argentina. Aún así, como en el caso del valgipes, el fósil de Sauce pertenece al perezoso Nothrotheriops que se aventuró más al sur, al menos hasta donde el registro fósil nos permite afirmarlo por el momento, ya que el de su congénere de Santa Fe se encontró a una altitud de 31° 10' 24'' Sur y el de Sauce a 34° 37' 3'' (sé que al decirlo tan así me expongo a que me tilden del Gorzy de la Paleontología Celeste, pero qué más remedio, los datos indican que esa copa queda en casa).

Así que con una nueva especie de perezoso reportada para Uruguay, que además es de un animal pocas veces reportado en América del Sur, su registro más al sur, y siendo la cuarta y la más pequeña especie de perezoso que comparte el reinado del Lestodon en Sauce, salgo disparado a la Facultad de Ciencias para conversar con Luciano, Sebastián y Richard, los tres autores yoruguas del artículo científico publicado junto al paleontólogo estadounidense Gregory McDonald, experto en perezosos del norte, y Raúl Vezzosi, de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, Argentina, quien en 2019 fuera uno de los dos autores en reportar por primera vez al Nothrotheriops en el hemisferio sur.

Despacito como perezoso actual

Podría pensarse que el hallazgo de esta quinta especie de perezoso, que indiscutiblemente convierte a Sauce en la tierra de los perezosos, se dio recientemente. Pero no. El fósil que permitió decir que el perezoso que hasta hace poco se pensaba que habitaba sólo en América del Norte también lo hace en el sur lleva unos cuantos años quemándole las manos y la cabeza a Luciano, Sebastián y Richard. De hecho, tenemos que remontarnos a la campaña que llevaron a cabo en 2016. Y dado que los fósiles son tan abundantes en el Vizcaíno –vienen encontrando una media de 100 huesos por metro cuadrado–, cuando les pregunto quién encontró este húmero en particular, los tres se miran entre sí y son incapaces de recordarlo.

“Cuando estamos excavando estamos todos mirando todo”, dice Luciano, excusándose. “Es una cuestión azarosa a quién le toca levantar qué piedra. Porque además, levantes la piedra que levantes, vas a encontrar un fósil”, lo secunda Sebastián. El asunto es que el húmero estaba mezclado con varios fósiles –en el Vizcaíno da la impresión de que allí están todos los fósiles que escasean en otras partes- y que cuando quien sea que haya reparado en él lo mostró todos pensaron que sin dudas era el húmero de un perezoso. Y para todos fue evidente que tenía algunas particularidades.

“Enseguida que lo sacamos, como ocurrió con el fósil de Valgipes, ya ahí en el yacimiento empezamos a buscar de qué perezoso podía ser, porque era claro que no era ni de lestodonte, ni de glosoterio ni de milodonte, que eran los tres perezosos que hasta ese año habían aparecido en el sitio”, recuerda Sebastián. “La primera señal fue el tamaño, porque era muy chico en comparación con los otros húmeros de las otras tres especies”, reafirma Luciano mientras Richard asiente.

El fósil en el sitio (esquina inferior izquierda). Foto: Eva Fariña

El fósil en el sitio (esquina inferior izquierda). Foto: Eva Fariña

Un tamaño menor podría indicar que se trataba de un juvenil de alguna de las especies conocidas. Pero Luciano lo descartó de inmediato: “Tenía las epífisis fusionadas, lo que indicaba que era el húmero de un adulto que ya no crecería más”. Dijera Sherlock Holmes, descartado lo imposible, hay que buscar incluso en lo poco probable. Y eso hicieron ya en el campo. “Conversando concluimos que a lo que más se parecía era al húmero de un Nothrotheriops. Pero claro, nos decíamos que eso era casi imposible, porque en 2016 ese perezoso se había encontrado sólo en Norteamérica”, rememora Sebastián.

Luciano dice que era claro que se trataba de un notrotérido, uno de los cinco clados en los que hoy se divide a los perezosos (los otros son los bradipódidos, con cuatro representantes vivos en el presente que, por sus movimientos lentos, llevaron a que a todos esos animales se les diga perezosos, aunque muchos de los extintos fueran mucho más ágiles o activos; los milodóntidos, dentro de los que está el extinto Mylodon; los megaloníquidos como el Megalonyx; y los megatéridos, entre los que destaca el gigante entre gigantes megaterio).

Pero había un escollo para pensar que estaban ante el fósil de un notrotérido: “Si era un perezoso de ese clado, tenía que tratarse de un Nothrotherium, ya que ese era el único género registrado de ese clado para el Pleistoceno de Uruguay”, dice Luciano. “¡Pero para ser un Nothrotherium era muy grande!”, protesta aún hoy Luciano. Su pálpito quedó respaldado en el trabajo científico, en el que con análisis detallados se ve bien que el húmero queda fuera del rango esperado para el Nothrotherium, que era un bicho considerablemente más chico. Por el tamaño y algunas características, en lo más parecido que podían pensar era en un Nothrotheriops. Pero claro, estaba el pequeño detalle de que en 2016 todos los fósiles de ese género de perezosos se habían encontrado a miles de kilómetros de distancia, en Norteamérica.

“Si bien del campo salimos más o menos con una idea de qué podría ser, había que conseguir datos de los Nothrotheriops de Norteamérica y conseguir datos y materiales de notrotéridos de Uruguay, que para el Pleistoceno son todos de Nothrotherium”, dice Sebastián. Y eso fue lo que hicieron. Limpiaron, midieron, describieron y retrataron el fósil, y cada vez era más evidente de que lo más parsimonioso era pensar que el húmero de Sauce habría pertenecido a un Nothrotheriops. Pero entonces las cosas cambiaron para su perezoso yanqui.

El segundo también rinde

El fósil fue rescatado de los sedimentos del Vizcaíno en 2016. Por entonces nadie había reportado jamás la presencia del Nothrotheriops en Sudamérica y, por tanto, se pensaba que era un linaje de perezosos gigantes exclusivo del norte. Pero el trabajo se fue retrasando, entre otras cosas porque el tiempo es finito y los paleontólogos, además de intentar tener vida propia y cumplir con sus obligaciones laborales, publicaron otros trabajos científicos también relevantes. En el ínterin, colegas de Argentina los primerearon.

En el artículo “Nothrotheriops sp. (Mammalia, Xenarthra) del Pleistoceno Tardío de Argentina: implicaciones para la dispersión de los perezosos terrestres durante el Gran Intercambio Biótico Americano”, publicado en 2019, el paleontólogo argentino Diego Brandoni, junto a su colega Raúl Vezzosi, reportaron por primera vez la presencia de este género de perezosos en Sudamérica, a partir de un fémur fosilizado procedente de la provincia de Santa Fe.

“Nos quedó la sensación de que podríamos haber sido nosotros los primeros si no nos hubiéramos demorado tanto, pero tampoco es algo tan grave”, dice Sebastián sin enojo ni mucho pesar. “Igual tenemos el sitio con más perezosos del planeta”, bromea Luciano. “¡Del Sistema Solar!”, le redobla la apuesta Richard. Pero, bromas aparte, el trabajo previo de sus colegas argentinos les allanó el camino. “En cierta medida, nos resultó más fácil decir que este perezoso de Norteamérica estaba en Uruguay, porque ya había evidencia de otros lugares”, reconoce Sebastián.

“Sin ese trabajo podrían haber dicho algo así como que otra vez el sitio del Vizcaíno salía con cosas raras”, dice Richard un poco en serio y un poco en broma. “Sería un buen ejercicio intelectual pensar qué hubiera pasado si hubiéramos sido nosotros los primeros en decir esto. Probablemente nos hubieran dicho que otra vez tirábamos la pelota a lo de doña María. Un sitio que tiene 30.000 años con presencia humana y que además tiene un perezoso de Norteamérica...”, dice dando a entender de que, o bien el artículo hubiera sido rechazado o que, en el mejor de los casos, le hubieran puesto un millón de peros.

Porque en el Vizcaíno han aparecido fósiles que Richard y varios colegas aseguran que presentan marcas de haber sido faenados por herramientas humanas. Dado que el sitio tiene poco más de 30.000 años y que muchísimos trabajos consideran que el ser humano habría comenzado a incursionar en América no hace más de unos 18.000 años, sus artículos al respecto son objeto de crítica (sana y de la otra, como mostró una réplica del año pasado que mezclaba argumentos atendibles contra lo propuesto por Richard y colegas así como tonterías y descalificaciones gratuitas y que a su vez fuera motivo de una respectiva réplica). Pero no nos vayamos por las ramas humanas y sigamos por las perezosísticas.

Lejos de amedrentarse entonces por la publicación desde el otro lado del charco, invitaron a participar en su trabajo a Raúl Vezzosi. “Fue coautor del trabajo que determinó que el Nothrotheriops estaba en Sudamérica y que marcó que hay una serie de fósiles que tienen sus dificultades para identificarlos a nivel de especie pero que, con base en lo que conocemos, tienen características que los acercan mucho más al género Nothrotheriops que al género Nothrotherium”, señala Luciano.

En el trabajo ahora publicado queda claro entonces que el húmero de Sauce habría pertenecido a un perezoso del género Nothrotheriops. Es entonces el segundo fósil encontrado en años recientes de ese animal en Sudamérica.

Dado que salvo estas pocas excepciones la gran mayoría de los fósiles de Nothrotheriops se hallaron en América del Norte, bromeo que la nota se titulará algo así como “El perezoso de la CIA”. Todos ríen pero Richard mejora el título: “Un yanqui en la corte del rey Lestodon” y me dice que puedo usarlo. Los tengo a ustedes de testigos entonces de que no se trata de un plagio.

Richard Fariña, Sebastián Tambusso y Luciano Varela.

Richard Fariña, Sebastián Tambusso y Luciano Varela.

Foto: Alessandro Maradei

Armar sin la caja

Si los paleontólogos arman un puzle con las piezas que los sedimentos les permiten ir encontrando, a veces se enfrentan a un problema extra: en ocasiones el puzle viene sin caja ni lámina explicativa que diga qué es lo que tienen que formar. Entonces tratan de hacer encajar las piezas basándose en el conocimiento disponible. Si el Nothrotheriops se había encontrado sólo en Estados Unidos y otras partes del norte, entonces no es lo primero que se le viene a la cabeza a un paleontólogo de Uruguay cuando se pone a armar el puzle de un perezoso de tamaño mediano. Es difícil mirar el mundo que nos rodea sin los sesgos que nos proporciona el conocimiento que de él tenemos.

“Como siempre uno parte de sus prejuicios y trata de vencerlos, eso es la ciencia”, dice Richard. “No es que los científicos no tengamos prejuicios, pero profesionalmente estamos obligados a progresar a partir del prejuicio. Y es como vos decís, a partir de esa base después vas acomodando según la evidencia que va apareciendo”, añade.

Para determinar que el húmero del Vizcaíno pertenecía a un Nothrotheriops, debieron compararlo con huesos de estos animales de América del Norte así como con el reportado en Argentina en 2019, pero también de otros notrotéridos encontrados en Sudamérica. En nuestro país, para el Pleistoceno, sólo había registros del Nothrotherium, así que los investigadores se propusieron ver esos materiales. Y hubo sorpresas.

“Luego de la publicación argentina de 2019, cabía revisar si algunos fósiles asignados al Nothrotherium no serían del Nothrotheriops. El propio Raúl Vezzosi nos comentó que en el Museo Argentino de Ciencias Naturales había un fragmento de húmero, proveniente del Río Negro, de Uruguay, que estaba referido como de Nothrotherium. Sin embargo, al ver la foto de ese fósil que nos envió Raúl y el húmero que teníamos, parecían ser del mismo animal. Las medidas eran las mismas. Entonces empezamos a pensar que el del Vizcaíno no era el único registro para Uruguay de Nothrotheriops. Y entonces nos propusimos ver qué otros registros de Nothrotherium de Uruguay podríamos vichar”, cuenta Sebastián.

En el Museo Paleontológico Alejandro Berro, en Mercedes, había fragmentos de una tibia recolectados en 1928 por el propio Berro que habían sido asignados al Nothrotherium maquinense. “Al medir ese fósil, vimos que todos los análisis caían fuera de lo que sería un Nothrotherium”, dice Sebastián. En el trabajo comunican que el material del Museo Berro “es más grande de lo esperado para esta especie y muestra una morfología de las superficies articulares congruente con la de Nothrotheriops”.

Un tercer fósil demandó su atención. En este caso, se trataba de un fémur casi completo proveniente de Arenal Chico, en Soriano, que formaba parte de la colección del Museo Municipal Profesor Lucas Roselli. El mismo profesor que da nombre al museo en 1967 había reportado que el fémur correspondía a una nueva especie, a la que bautizó Nothrotherium normarosellii. Lamentablemente, en este trabajo de Luciano y colegas queda claro que el homenaje a Norma Roselli no perdurará en la taxonomía, al menos no como nombre de una especie válida. En el artículo lo dicen sin anestesia: “El fémur muestra las características distintivas del género Nothrotheriops, a saber, medio-lateralmente más ancho distalmente que proximalmente, trocánter mayor conectado a la cabeza por una cresta casi recta, y conexión entre el tercer trocánter y el ectepicóndilo”. Sebastián igual sale en defensa de Roselli.

“Roselli ya decía que el fémur era algo raro, si bien lo asigna al Nothrotherium, señala que tenía características del Nothrotheriops”, dice Sebastián mostrando que Lucas vislumbró el problema hace más de medio siglo. “La idea de Roselli va bastante en línea con lo que pasó con los fémures de Argentina, que se consideraban de Nothrotherium porque era un notrotérido de América del Sur para el Pleistoceno tardío. Lo que Raúl y Diego y otros colegas observaron fue que estos fémures tenían ciertas características que los hacían más semejantes al Nothrotheriops. Con el fémur de Roselli pasa lo mismo, tiene esas características que lo hacen más semejante a los fémures que se conocen de las dos especies de Nothrotheriops”, coincide Luciano.

Este es uno de esos casos en que el presente cambia al pasado. Ante un nuevo hallazgo, hay que rever todo lo que se pensaba. La paleontología tiene esa cosa linda de hacer que la flecha del tiempo vaya en ambas direcciones. Los conocimientos de hoy modifican lo que dábamos por cierto antes. “De hecho, es muy probable que en colecciones de Uruguay, de Argentina y de la región haya más fósiles de Nothrotheriops”, afirma convencido Luciano.

¿Un bicho deportado o un agente de la CIA?

El yanqui en la corte del rey Lestodon no hubiera molestado demasiado al soberano. Al menos por su tamaño. “El Nothrotherium, el perezoso de Brasil, era un animal que no llegaba a los 100 kilos. El Nothrotheriops seguramente estaba por arriba de los 100 kilos, pudiendo llegar capaz a los 200 como máximo”, dice Luciano. En un trabajo publicado en la revista Land de este mismo 2023 por el coautor norteamericano del trabajo del ejemplar de Uruguay, Gregory McDonald, el ejemplar de Santa Fe habría pesado unos 193 kilos al hacer una estimación por el largo del fémur. Allí también se da a entender que habría medido unos dos metros y que tendría una cola “musculosa”.

“Hay trabajos que indican que el Nothrotheriops y el Nothrotherium serían perezosos semiarborícolas”, señala Sebastián. No es que vivieran casi todo el tiempo en los árboles como hacen los perezosos actuales, “pero sí que vivirían en la tierra, trepaban los árboles, quizás comían hojas estando arriba o incluso quizás dormían arriba de los árboles”, dice. “Es un tipo de actividad completamente distinta a la de Lestodon”, aclara Luciano como para que el soberano de Sauce no se vea desafiado.

El fósil al ser recién extraído del Vizcaíno. Foto: Martín Batallés

El fósil al ser recién extraído del Vizcaíno. Foto: Martín Batallés

“El Nothrotheriops es un perezoso que si aplicamos el criterio de los 1.000 kilos para definir la megafauna, quedaría fuera, pero que si se aplica el criterio de superar al peso humano, quedaría adentro”, agrega Luciano. “Para mí el criterio a aplicar es el de los 1.000 kilos”, señala Richard bajando de un hondazo al Nothrotheriops del árbol de la megafauna.

El Nothrotheriops se había registrado hasta ahora sólo en Norteamérica. Pero los perezosos se originaron en Sudamérica y conquistaron el norte del continente cuando se produjo el Gran Intercambio Biótico Americano al cerrarse el istmo de Panamá, un evento en varias oleadas que comenzó hace unos 1,9 millones de años y en el que bichos del sur salieron a probar suerte en el norte y los del norte en el sur. Así como a Sudamérica, que había permanecido aislada, llegaron los mamíferos carnívoros, a los del norte les exportamos a los gliptodontes, armadillos y perezosos, entre otros. Siendo así, ¿este perezoso llegó a Norteamérica como el Nothrotheriops o es una especie que nació allá? ¿Es un yanqui en la corte del rey Lestodon, un agente de la CIA que vino a ver cómo andaban las cosas por el sur o se trata de un migrante deportado, un animal que llegó a Estados Unidos y que fue mandado de vuelta para Sudamérica? Por otro lado, entre los fósiles de Estados Unidos y los de Argentina y Uruguay hay un gran vacío en el registro de la especie.

“También hay un vacío temporal”, dice Luciano explicando que en Estados Unidos los Nothrotheriops aparecen tanto en ensambles de fauna que van desde los 1,9 millones de años a los 250.000 años en el pasado y en otros que van desde hace 240.000 años hasta apenas 11.000.

“En América del Sur los primeros Nothrotheriops son de fines del Pleistoceno”, agrega, es decir, de hace unas pocas decenas de miles de años. “Hay entonces un gran vacío en el que no tenés ningún bicho que dé la pauta de cuál es el ancestro de este clado que coloniza América del Norte y en el que sí tenés al mismo género en América del Norte y después en América del Sur”, dice. “Diego Brandoni y Raúl Vezzosi proponen en su trabajo que sería un ejemplo más de un grupo que se especió en América del Norte y que vuelve a ingresar a América del Sur. Análisis filogenéticos en el futuro podrían confirmar eso o apuntar en otra dirección”, cierra Luciano.

“Puede ser también que haya habido un ancestro común al Nothrotheriops de Norteamérica y de Sudamérica. Unos derivados de ese ancestro quedaron en Norteamérica y otros quedaron acá y son muy similares entre sí. Si así fuera no hubo una migración hacia Norteamérica y un reingreso”, conjetura Sebastián, aunque afirma que, si bien es factible, “por ahora no hay evidencias que te permitan decir si pasó así o no”. Richard concuerda: “No podemos decir si lo agarró migraciones y lo deportó o no”.

Un sitio soñado

El sitio del Vizcaíno sigue dando que hablar aportando nuevo material y permitiendo nuevas investigaciones en las que participan varias generaciones de paleontólogos y estudiantes.

“El sitio del Vizcaíno es una bendición del Dios en el que no creo”, apunta Richard. “La inmensa abundancia de fósiles, que esté debajo de un cuerpo de agua que hay que secar y represar para ir a trabajar allí, que en el marco de esa diversidad aparezcan especies raras como estas que hemos estado publicando últimamente, que en esa enorme cantidad de huesos también haya no pocos que tienen marcas que nosotros estudiamos y atribuimos al uso de herramientas de humanos de una antigüedad inesperadamente alta, me hace pensar que tuve mucha suerte”, dice dejando constancia de su gratitud con el sitio.

Sebastián tampoco escatima piropos para el Vizcaíno. “Es un sitio maravilloso en cuanto a las posibilidades que todavía ofrece. Hemos sacado un montón de datos interesantes, cosas novedosas tanto para Uruguay como para la megafauna en general. Más allá de lo que hablaba Richard de la presencia humana, el sitio en diez años produjo un montón de información como sitio paleontológico de importancia para estudiar la megafauna sudamericana”, sostiene.

“El sitio es lo más cerca a una foto que podemos estar”, suma Luciano. “El Arroyo del Vizcaíno claramente no es un sitio de muerte catastrófica, al menos natural. Y no tenemos forma hoy en día tampoco de llevarlo para el lado de los humanos. Lo que sí podemos decir con bastante confianza es que todos esos perezosos formaban parte de una misma comunidad que vivía ahí en Sauce en ese momento. Si todos esos bichos vivieron al mismo tiempo exacto y se solaparon sus vidas, ya es muy difícil de determinar. El sitio va generando dificultades y planteando preguntas y siempre atrás de ellas estamos yendo nosotros”, señala Luciano.

Correr detrás de preguntas ha dejado como saldo dos nuevas especies de perezosos gigantes para el Pleistoceno de Uruguay, los dos registros más australes de ambas, un ensamble de poblaciones de cinco perezosos que compartieron un mismo lugar, entre otras cosas. También el trabajo que realizan Luciano, Sebastián y Richard, así como otras paleontólogas y paleontólogos, nos muestra que, al contrario de lo que podría pensarse, el pasado es infinito. En la tierra del rey Lestodon aún aguardan historias para ser contadas.

Artículo: “Occurrence of the ground sloth Nothrotheriops (Xenarthra, Folivora) in the Late Pleistocene of Uruguay: new information on its dietary and habitat preferences based on stable isotope analysis”
Publicación: Journal of Mammalian Evolution (mayo 2023)
Autores: Luciano Varela, Sebastián Tambusso, Gregory McDonald, Raúl Vezzosi y Richard Fariña.