El nuestro es un país donde la política ocupa un lugar importante. De hecho, la observación bastante consensuada de que venimos de una campaña electoral bastante fría o atípica no hace más que confirmar cierta violación a las expectativas de que la política partidaria ocupe ese lugar preponderante en el menú de conversación diario (virtual o cara a cara). Tal interés se refleja también en una fabulosa comunidad académica y profesional que tiene a la política, los partidos y las elecciones como objeto de estudio.

La ciencia política, una rama de las ciencias sociales, tiene su encarnación en politólogas y politólogos. Si bien siempre sus contribuciones son relevantes y esperadas, en los últimos meses antes de la elección –en esta campaña fría tal vez sólo en estas últimas semanas– recae sobre estos cientistas una particular y expectante atención. Sin embargo, lo que la ciencia puede decir sobre las elecciones no se agota en qué puede pasar, a nivel político, cada vez que un pueblo es convocado a las urnas.

Aquí nos proponemos hacer un repaso de alguna literatura científica sobre una dimensión por lo general poco abordada al tratar las elecciones: ¿pueden los resultados de una jornada electoral afectar la salud mental de las personas?

Las investigaciones que comentaremos fueron realizadas en Estados Unidos –hay algunas más sobre el tema en Europa–, por lo que desde ya advertimos que lo reportado en ellas no debe trasladarse tal como viene a nuestro contexto. Cada elección, país, cada candidato y pueblo elector es distinto. Casi no hace falta decir que no es lo mismo un Donald Trump vs Kamala Harris –en un país altamente polarizado y con larga tradición bipartidista– que lo que este domingo tenemos por delante. Pero aun así, lo observado en estas investigaciones puede llevarnos a pensar si algo así podría estar pasando aquí también.

Así que, respetando la veda y habiendo escogido algunos trabajos relevantes sin otro criterio que la curiosidad que despertaron, veamos algunos aspectos interesantes de cómo las elecciones de este domingo –y las que hubiere en noviembre en caso de un eventual balotaje– podrían afectar nuestro bienestar y otras dimensiones de la salud mental.

Tu estrés podría aumentar cuando anuncien los resultados... si estás en el bando perdedor

La jornada electoral no sólo puede ser estresante para los políticos que se juegan sus próximos años en ella, sino también para algunos de los votantes. Eso es lo que se desprende del trabajo “Política estresante: respuestas de cortisol de los votantes a los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2008”, liderado por Steven Stanton, del Centro de Ciencia Cognitiva de la Universidad Duke de Estados Unidos. No sólo se trata de una investigación pionera e innovadora, con resultados más que llamativos, sino que resulta profundamente interesante por el abordaje que hace de las elecciones. Vayamos a él.

Cuando el trabajo arranca afirmando que “en muchas especies, la subordinación social puede resultar en un perfil fisiológico asociado con una ‘respuesta al estrés'”, es decir “la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal” que resulta en “aumentos agudos en la hormona del estrés, el cortisol”, podemos pensar que Stanton y colegas harán malabares para llegar a hablar de las elecciones. Pero no.

“Las luchas por el dominio son un factor determinante del liderazgo de las jerarquías sociales en una amplia gama de especies”, afirman citando evidencia. Y entonces sostienen que “en las sociedades humanas modernas, esta competencia por el dominio tiene lugar en las elecciones democráticas”. Siguiendo con su línea de pensamiento, esgrimen que “en una elección democrática los partidos políticos se reorganizan en grupos dominantes y subordinados, en los que el grupo dominante obtiene el control de la maquinaria política y tiene el mayor poder para tomar decisiones legislativas. Por el contrario, los grupos perdedores y subordinados carecen del poder político para controlar las decisiones políticas”. Así las cosas, “el resultar perdedor de una contienda por el dominio es la experiencia estresante de la subordinación”, tanto para lobos en una manada como para humanos profundamente democráticos. Pero hay más.

“La subordinación resultante puede ser estresante tanto de forma aguda como crónica si la jerarquía de dominio recién formada es estable, como es el caso de los cambios en el poder gubernamental basados en partidos”, es decir, si esa subordinación se dará hasta que haya otra elección.

Luego de decir que “los estudios en humanos sobre el efecto de los resultados de las competencias de dominio sobre los cambios de cortisol han tenido resultados inconsistentes” y señalar que estos estudios en humanos “se han limitado a competiciones cara a cara” pero que “nunca han examinado las respuestas del cortisol a los cambios en las jerarquías de dominio político”, anuncian que eso es justamente lo que se proponen hacer.

“El presente estudio utilizó las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2008 para determinar si los votantes que apoyaron a los candidatos perdedores experimentaron una respuesta de estrés biológico reflejada en elevaciones en los niveles de cortisol después del resultado de la elección”, anuncian en su publicación. Su hipótesis de trabajo era que aquellas personas que hubieran votado al candidato perdedor –a diferencia de lo que sucede en Uruguay, en Estados Unidos el voto no es obligatorio y tampoco hay segunda vuelta, por lo que indefectiblemente en una elección nacional habrá un candidato elegido presidente– verían incrementados sus niveles de cortisol, una hormona asociada al estrés.

Sobre el aumento del colesterol, además, citan trabajos que han mostrado que “cuando las personas experimentan un estrés agudo y notorio, aumentan la liberación de cortisol. El estrés psicológico y las respuestas de cortisol subsiguientes son particularmente grandes cuando el factor estresante es incontrolable, impredecible y tiene un componente de evaluación social”, características que, apuntan, tiene una elección, ya que los resultados “no están bajo el control de un solo votante”, son “difíciles de predecir” y también tienen un componente de evaluación social dado el comentario “negativo de la mayoría de los votantes (miembros del partido ganador) sobre los votantes del partido perdedor”.

¿Cómo midieron el cortisol de los votantes? Haciéndolos escupir en determinados momentos tanto antes como después de que se anunciara el ganador de la jornada electoral. Para ello reclutaron a 183 votantes en los estados de Michigan y Carolina del Norte a los que entregaron kits de saliva que incluían “frascos de muestreo, chicles, marcadores e instrucciones para la recolección de saliva”. Los participantes debían recolectar una muestra de saliva a las 20.00 del día de la elección (4 de noviembre), momento en que cierran todos los circuitos. Deberían luego hacer lo mismo inmediatamente después de enterarse de quién resultara ganador, así como a los 20 y 40 minutos de ese anuncio.

El ganador de aquella noche fue Barack Obama, del Partido Demócrata, que se impuso al candidato del partido Republicano, John McCain, algo que se anunció sobre las 23.30 por todos los medios. ¿Que vieron los investigadores tras analizar las muestras de saliva remitidas a su laboratorio?

“En Carolina del Norte, los votantes de John McCain (perdedores) tuvieron aumentos en los niveles de cortisol posteriores al resultado, mientras que los votantes de Barack Obama (ganadores) tuvieron niveles de cortisol estables posteriores al resultado”, reportan en su artículo. Por eso anuncian que su investigación “aporta evidencia novedosa de que los cambios sociales en el dominio político pueden afectar las respuestas de estrés biológico en los votantes cuyo partido político se vuelve sociopolíticamente subordinado”.

Pensando en nuestras elecciones –y, una vez más, salvando todas las distancias–, este efecto podría notarse más en el caso de una segunda vuelta –el escenario más probable según todas las encuestas– que en este último domingo de octubre, en el que todo apunta a que dos candidatos pasarían al balotaje, por lo tanto, no habría votantes de un partido subordinado. Aun así, un triunfo en primera vuelta sería posible para alguno de los candidatos o, por otro lado, podría haber sorpresas y que los dos candidatos que pasen a la segunda vuelta no sean los que algunos votantes esperaban. ¿Habrá aumento en los niveles de cortisol en los votantes de un candidato que esperaban pasar a la segunda vuelta y no lo lograron? No lo sabemos, habría que investigarlo.

Por otro lado, junto a las elecciones nacionales también se vota por un plebiscito sobre la seguridad social y otro sobre los allanamientos nocturnos. ¿Los perdedores en la votación de estas iniciativas verán sus niveles de estrés alterados? Podría pensarse que sí, pero, una vez más, sería un lindo tema para investigar.

Antes de pasar a otra investigación, hay otro aspecto encontrado por Stanton y colegas que puede sernos de utilidad. Como vimos antes, los votantes para el experimento de la saliva fueron recolectados en dos estados, pero el efecto se notó sólo en el estado de Carolina del Norte. ¿Por qué? Porque parece que en esto también importa qué pasa donde se vota y cuál era la tendencia histórica.

“La observación de que la ubicación del estudio afectó nuestros resultados fue sorprendente. Sin embargo, al menos dos razones podrían explicar los aumentos de cortisol en quienes votaron por el candidato perdedor en Carolina del Norte pero no en los de Michigan”, señalan en el trabajo. Entonces cuentan que desde 1993 Michigan fue un estado donde el ganador resultó el candidato demócrata, mientras que en Carolina del Norte pasaba lo contrario: desde 1980 ganaban allí los republicanos.

“Las elecciones, tanto en Michigan como en Carolina del Norte, fueron ganadas por Barack Obama, un resultado que históricamente fue sólo incongruente con la tendencia de Carolina del Norte”, dicen entonces, señalando que “es plausible que la pérdida de las elecciones, combinada con una inversión de la tendencia histórica de votar por el candidato republicano, haya llevado a que el resultado fuera más estresante para los votantes republicanos de Carolina del Norte”. ¿Qué nos dice esto? Que tal vez un cambio de signo en el partido que más votos recoja en algunos departamentos donde ese partido no fue el más votado en las elecciones pasadas podría hacer aumentar el cortisol de quienes allí hayan votado al perdedor, más allá de que aún pueda restar una segunda vuelta para confirmar o no ese resultado a nivel nacional.

Pasando en limpio: votar al candidato perdedor podría hacer subir el estrés de quienes lo apoyaron, más aún si en la localidad en la que votan eso implica un cambio respecto de lo que se venía dando. Con los plebiscitos también podría haber alteraciones al estrés para quienes hayan perdido.

No sólo estrés: los resultados de las elecciones podrían afectar tu bienestar subjetivo... si estás en el bando perdedor

El artículo titulado “Elecciones presidenciales, política dividida y felicidad en Estados Unidos”, liderado por Sergio Pinto, de la Universidad de Maryland y el Instituto Universitario de Lisboa, y publicado en 2021, no relaciona los resultados de las elecciones con el estrés, sino con la felicidad o el bienestar.

“A pesar de una serie de estudios que examinan los determinantes de las elecciones, hay una escasez de investigaciones sobre cómo los resultados electorales afectan la felicidad individual”, comienzan diciendo en su artículo Pinto y colegas. Cada vez que determinados autores dicen algo similar en un trabajo, lo que sigue es que ellos sí pusieron la lupa sobre ese aspecto. Este no es la excepción y así lo dejan por escrito: “En este estudio exploramos la relación entre los resultados electorales y el bienestar individual estimando y comparando los efectos de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y 2012 sobre el bienestar subjetivo de las personas que se identifican como demócratas, republicanos e independientes”.

Para lograr tal cruce de variables, recurrieron a una encuesta nacional y representativa que hace la firma Gallup y, dentro de ella, prestando atención a “una variedad de indicadores que capturan dos dimensiones distintas del bienestar subjetivo: el evaluativo (satisfacción con la vida) y el hedónico (afecto negativo y positivo)”. Lo dicen así al pasar, pero esa encuesta, que “se recopila diariamente entre personas adultas en todo Estados Unidos” y se llama Healthways (algo así como “trayectorias de salud”), es una gran herramienta de monitoreo de la salud que incluye la salud mental, algo que podría inspirarnos a nivel local, ya que tantos candidatos hablan del asunto. Pero volvamos al trabajo.

Los autores definen que “el bienestar evaluativo captura cómo las personas piensan y evalúan sus vidas”. Para el trabajo utilizaron “preguntas sobre satisfacción vital actual y esperada, definidas en una escala de 0 a 10 números enteros que va de la peor a la mejor vida posible”. Por su parte, “el bienestar hedónico captura cómo las personas experimentan sus vidas diarias”, y lo capturaron “a través de múltiples medidas de afecto positivo (haber sentido disfrute o felicidad, haber sonreído o reído el día anterior) y negativo (haber sentido estrés, preocupación, enojo o tristeza el día anterior)”, que en la encuesta se responden con un sí o un no.

En el trabajo exploraron “los efectos sobre el bienestar posterior a las elecciones”, así como cuánto duró este efecto, “de quienes se identifican con los partidos ganadores y perdedores (así como los independientes)”. ¿Qué encontraron? En su artículo reportan que tanto las elecciones presidenciales de 2012 como las de 2016 en Estados Unidos “tuvieron fuertes efectos negativos en el bienestar de quienes se identificaron con el partido perdedor”. Por otro lado, reportan que los resultados evidencian “poco o ningún aumento en el bienestar de quienes se identificaron con el partido ganador”.

¿No es extraño que el bienestar disminuya en los perdedores pero no aumente en los ganadores? Para los autores del trabajo no, ya que eso “es consistente con la teoría prospectiva: las personas evalúan la pérdida y la ganancia de manera asimétrica”, como reportaron en 1979 Amos Tversky y Daniel Kahneman (ganador de un premio Nobel compartido de Economía, en 2022, por derrumbar la racionalidad que supuestamente estaba tras las decisiones humanas).

Sergio Pinto y sus colegas también reportan que el efecto negativo en el bienestar fue mayor en las elecciones de 2016 que en las de 2012. Analizan allí que en 2016 la irrupción de Donald Trump (republicano que venció a la demócrata Hillary Clinton), la brecha y polarización generada, lo parejo de la votación y la irrupción de las redes (con todo lo bueno pero sobre todo con lo malo que permiten) pueden haber incidido en esa diferencia. Para nosotros, que no tenemos ni Trumps ni Clintons, ni un bipartidismo tan marcado (los politólogos seguro tendrán mucho que decir al respecto tras este domingo), lo valioso es que estos investigadores encontraron que los resultados de las elecciones pueden tener impactos en el bienestar de los votantes. Ahora, ¿cuánto duró esa afectación?

Según reportan, “después de ambas elecciones, las brechas de bienestar hedónico entre los partidos se disiparon en dos semanas, pero hubo más persistencia en las brechas de bienestar evaluativo, especialmente en la satisfacción vital esperada”. Así las cosas, el bienestar relacionado con la vida diaria –estar contentos, de buen humor, o estresado, preocupado, enojado o triste– se afectaría por un plazo breve –un par de semanas de congoja–, mientras que lo que esperamos para nuestras vidas y las perspectivas duraría un poco más. De hecho, para las elecciones de 2016 reportan que ese bienestar evaluativo en quienes votaron a la candidata demócrata –y perdieron las elecciones– “persistió durante todo 2017”.

Ojo con un triunfo ajustado en primera vuelta o en el balotaje: cuanto más pareja una elección, peor podría ser para la salud mental

En el artículo “Las elecciones tienen consecuencias (para la salud): depresión, ansiedad y las elecciones presidenciales de 2020”, firmado por Sankar Mukhopadhyay, de la Universidad de Nevada, Estados Unidos, se comentan algunos resultados que podrían sernos útiles. En esa ocasión en el país norteamericano el perdedor resultó Donald Trump (republicano) y el ganador el actual presidente Joe Biden (demócrata), lo que nos despeja el camino para ver que no sólo cuando un outsider fuera de control gana las elecciones se ve afectado el bienestar o la salud mental de los votantes.

“Puede haber dos fuentes de estrés relacionados con las elecciones: 1) la incertidumbre asociada a las elecciones y 2) un resultado adverso en las elecciones (pérdida partidista)”, dice Mukhopadhyay, y avisa que se centrará en la segunda.

“En este artículo estimamos el efecto de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2020 sobre la ansiedad y la depresión de los estadounidenses”, sostiene el autor, y afirma que esa contienda electoral “fue una de las más reñidas de la historia del país”. Al respecto, reseña que “una encuesta realizada por la Asociación Estadounidense de Psicología en setiembre de 2020 concluyó que las elecciones presidenciales fueron una fuente de estrés para 68% de los estadounidenses, una cifra sustancialmente superior a la correspondiente a las elecciones de 2016 (52%)”.

Para ver los efectos de las elecciones el investigador usó datos de la Encuesta Pulso de Hogares de 2020, “una encuesta de respuesta rápida representativa a nivel nacional que se realizó semanalmente de abril a julio de 2020 y luego quincenalmente hasta diciembre de 2021”. Sobre esta periodicidad destaca que “la naturaleza de alta frecuencia de la encuesta implica que podemos identificar cambios semanales en los resultados de salud mental”. ¿Qué vio entonces?

“Observamos que los síntomas de ansiedad y depresión moderados a severos autorreportados aumentaron de manera constante hasta las elecciones presidenciales y disminuyeron después de las elecciones”, afirma la publicación. Y atención: hay un dato interesante si tenemos en cuenta que en 2020 la pandemia sacudía al planeta: “Los niveles de ansiedad y depresión son significativamente más altos en torno a las elecciones de 2020 que en abril de 2020, cuando la mayor parte de Estados Unidos estaba bajo órdenes obligatorias o el consejo de quedarse en casa debido a la pandemia de covid-19”.

Pero lo más importante para reflexionar es lo que dice Mukhopadhyay en sus conclusiones: “Este artículo muestra que unas elecciones reñidas pueden tener efectos adversos importantes en la salud mental”. “También mostramos que, además del aumento de los síntomas de ansiedad y depresión moderadas a severas declarados por los propios participantes, las elecciones de 2020 también provocaron un mayor uso de consultas de salud mental relacionadas con la ansiedad y la depresión y del consumo de medicamentos recetados”.

Ahondando en los resultados, el investigador sostiene que “una gran parte de la literatura reciente se ha centrado en el efecto de la derrota electoral en la salud mental” y agrega: “Nuestros resultados sugieren que una elección reñida puede aumentar la ansiedad y la depresión a nivel de la población independientemente del resultado”. Mukhopadhyay no se contenta con reportar lo que vio, sino que hace recomendaciones: “Estos resultados indican que las autoridades de salud pública deberían hacer un seguimiento de los resultados de salud mental durante las elecciones futuras (especialmente, las elecciones presidenciales reñidas) y abordar esta cuestión”.

Ese escenario de elecciones reñidas se dio aquí en 2019 y todo indica que podría volver a darse ahora tanto en esta primera vuelta como en la segunda. Tal vez para esta llegamos tarde, pero si hay segunda vuelta, podamos hacerle caso a la sugerencia de Mukhopadhyay: “Una solución puede ser realizar campañas educativas que enseñen a la población acerca de mecanismos para lidiar con la situación que puedan reducir la ansiedad relacionada con las elecciones”. Aunque, siendo honestos, si alguien ahora saliera a decir algo así seguro se confundiría con alguna de las tantas promesas de campaña para abordar la salud mental.

Las elecciones podrían hacerte dormir mal

El artículo “Cómo las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020 afectaron el sueño y su relación con el estado de ánimo del público y el consumo de alcohol”, liderado por Tony Cunningham, del Centro del Sueño y la Cognición del Departamento de Psiquiatría del Centro Médico Beth Israel Deaconess de Estados Unidos, como bien señala su título, nos amplía el panorama hacia cómo las elecciones podrían afectar el sueño y también el consumo de alcohol, dos componentes relacionados con la salud mental.

“Los acontecimientos sociopolíticos importantes pueden influir en el estado afectivo del público en general y en otros procesos relacionados con los afectos, como el sueño”, señalan en el trabajo Tony Cunningham y sus colegas. “Una de las lentes a través de las cuales se ha estudiado este efecto se conoce como ‘estado de ánimo público', o la forma en que el estado afectivo general del público se ve influenciado en una dirección positiva o negativa específicamente debido a su pertenencia a una comunidad particular”.

Sobre esto, amplían diciendo que “el aspecto de afiliación política del estado de ánimo público es similar al de otras reacciones emocionales de base social impulsadas por la pertenencia a un grupo social y la diferenciación entre grupos internos y externos”. Una vez más, redactan el párrafo que justifica lo que harán: “Dada la relación propuesta entre factores psicológicos, como el afecto negativo y el estrés, y procesos biológicos, como el sueño, es sorprendente cuán poca investigación se ha realizado para explorar la relación entre los cambios agudos en el ‘estado de ánimo público’ y el sueño durante estos eventos sociopolíticos altamente intensos y otros eventos sociales importantes, tanto positivos como negativos”. Así que eso que faltaba fue lo que se propusieron.

“En este artículo, investigamos en qué medida las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020 afectaron el sueño, el estado de ánimo del público y el consumo de alcohol. También exploramos la relación entre los cambios en el afecto y el sueño durante el período pico de estrés electoral”, reportan.

Para su trabajo reclutaron a 437 residentes de Estados Unidos (también 106 no residentes, pero ello no es lo que nos interesa aquí) por internet que respondieron “evaluaciones diarias de sus afectos, sueño y consumo de alcohol durante un período de referencia (del 1º al 13 de octubre de 2020) y en los días cercanos a las elecciones estadounidenses de 2020 (del 30 de octubre al 12 de noviembre de 2020)”. Lo que hipotetizaron es que habría “cambios bruscos en las medidas de sueño y estado de ánimo del público en los días cercanos a las elecciones en comparación con los reportes promedio durante el período de evaluación”.

¿Qué encontraron? “Los parámetros de afecto, estrés, depresión y sueño empeoraron significativamente el día y la noche de las elecciones estadounidenses de 2020 en comparación con el funcionamiento típico en un subconjunto de la población estadounidense”, dicen en su artículo (del alcohol hablaremos más adelante).

“Entre los participantes, la interrupción del sueño en la noche de las elecciones se correlacionó con cambios en el bienestar emocional y el consumo de alcohol el día de las elecciones”, agregan. También señalan que “una peor eficiencia del sueño en la noche de las elecciones se asoció con mayor estrés, afecto negativo y depresión el día de las elecciones”, por lo que en las conclusiones sostienen que sus resultados “sugieren que los principales acontecimientos sociopolíticos pueden tener impactos en el sueño que pueden interactuar con fluctuaciones significativas en el estado de ánimo y el bienestar de la población”.

¿Podrías aumentar tu ingesta alcohólica por los resultados de esta elección?

El artículo “El efecto de los resultados de las elecciones presidenciales en el consumo de alcohol”, liderado por Isabel Musse, del Centro de Evaluación de Políticas de Salud de Chicago, Estados Unidos, se centra justamente en el consumo de la droga más consumida en nuestro país y en muchos otros.

“En este trabajo medimos el impacto que tiene el apoyo a un candidato presidencial perdedor sobre el gasto en alcohol, una conducta de riesgo para la salud”, dicen Isabel Musse y sus colegas. Dada evidencia anterior que arroja que “las personas se preocupan por los resultados de las elecciones y les disgusta perder más de lo que disfrutan ganar, votar por el candidato perdedor puede aumentar la ansiedad”, lo “que a menudo” dispara la ingesta de alcohol, utilizaron datos sobre las compras diarias totales de alcohol a nivel de hogares con el fin de “comprobar si los distritos con mayor apoyo a los candidatos presidenciales perdedores consumen relativamente más alcohol después de las elecciones que los distritos con menor apoyo al candidato perdedor”.

“Nuestros resultados muestran que el efecto de apoyar a un candidato perdedor sobre el gasto en alcohol es positivo y significativo sólo para las elecciones de 2016”, reportan. Recordemos: fueron las que ganó Donald Trump. “En los 30 días posteriores a la elección, cada diez puntos porcentuales en el apoyo al partido perdedor aumenta el gasto en alcohol en un 1,1%”, destacan en su artículo, por lo que afirman que “el efecto es impulsado por los distritos con una mayor proporción de partidarios del candidato perdedor”.

Así que estar del lado perdedor de las elecciones podría disparar el consumo de alcohol entre algunos de sus votantes. Si sabemos que alguien tiene consumo problemático y quedó del lado equivocado de las encuestas de los candidatos o los plebiscitos, tal vez deberíamos estar cerca el próximo domingo (y también el último domingo de noviembre si hay balotaje).

Por su parte, el trabajo que ya mencionamos de Tony Cunningham, encontró un aumento del consumo de alcohol en las elecciones de 2020 que fue independiente de si la persona votó al candidato perdedor o no. “Investigamos cómo el consumo de alcohol puede verse afectado y relacionado con estos cambios en el estado de ánimo y el sueño de las personas. Descubrimos que hubo un aumento significativo en el consumo de alcohol la noche de la elección entre los participantes que informaron haber bebido alguna vez durante todo nuestro estudio”.

Así las cosas, celebremos que hay elecciones, celebremos que podemos decidir sobre quiénes nos gobiernan, hacia dónde vamos, cómo nos jubilamos y cuándo la Policía se puede meter o no dentro de un hogar. Eso sí: sepamos que esta fiesta de la democracia también puede tener aspectos que promueven el estrés y afectan el bienestar y la salud de la población no sólo por las consecuencias de lo que quienes resulten electos hagan cuando gobiernen, sino por el propio acto de participar del proceso de elegirlos.

Artículo: “Stressful politics: Voters’ cortisol responses to the outcome of the 2008 United States Presidential election”
Publicación: Psychoneuroendocrinology (2010)
Autores: Steven Stanton, Kevin LaBar, Ekjyot Saini, Cynthia Kuhn y Jacinta Beehner.

Artículo: “Presidential Elections, Divided Politics, and Happiness in the USA”
Publicación: _Economica _ (2021)
Autores: Sergio Pinto, Panka Bencsik, Tuugi Chuluun v Carol Graham.

Artículo: “Elections have (health) consequences: Depression, anxiety, and the 2020 presidential election”
Publicación: Economics and Human Biology (2022)
Autores: Sankar Mukhopadhyay.

Artículo: “How the 2020 US Presidential election impacted sleep and its relationship to public mood and alcohol consumption”
Publicación: _Sleep Health _ (2021)
Autores: Tony Cunningham, Eric Fields, Dan Denis, Ryan Bottary, Robert Stickgold y Elizabeth Kensinger.

Artículo: “The effect of presidential election outcomes on alcohol drinking”
Publicación: Economics & Politics (2022)
Autores: Isabel Musse y Rodrigo Schneider.

Algunas posibles afectaciones de las elecciones

  • Tu estrés podría aumentar cuando anuncien los resultados si el candidato que votaste quedó en el bando perdedor (con base en Steven Stanton et al., 2010).
  • Tu estrés podría aumentar si en el departamento que votaste el partido que pierde es el que venía ganando en elecciones anteriores (con base en Steven Stanton et al., 2010).
  • Quienes voten a candidatos que pierden pueden sentir una pérdida en la percepción de su bienestar, pero los que voten a candidatos que ganan no mejoran su bienestar (con base en Sergio Pinto et al., 2021).
  • Ojo con un triunfo ajustado en primera vuelta o en el balotaje: cuanto más pareja es una elección, peor podría ser para la salud mental (con base en Sankar Mukhopadhyay, 2022).
  • Las elecciones podrían hacerte dormir mal (con base en Tony Cunningham et al., 2021).
  • Quienes voten a candidatos que resulten perdedores pueden aumentar su consumo de alcohol (con base en Isabel Musse et al., 2022).