¿Qué significan los cerritos en tu vida?

Son algo muy importante, porque he pasado muchas etapas de mi vida arriba de cerritos, y adentro de ellos, haciendo las excavaciones. Son casi 40 años investigándolos. Vas conociendo decenas, después conocés centenas, después miles, conocés los de acá, los de allá. Sin duda, te atrapan.

El libro recapitula información dispersa que abarca 130 años de trabajo arqueológico, ya que ponés el mojón de “las primeras investigaciones con explícito interés científico” en el trabajo de Figueira de 1891.

Sí, pero hace poco, luego de escribir el libro, descubrí una expedición de naturalistas españoles de 1860 que describen unos de pasadita. Eso era algo que no conocíamos, pero sí, son unos 130 años de investigación. Y van a seguir, porque hay una masa crítica, ya va por la tercera o cuarta generación de arqueólogos que los estudian. Nosotros fuimos pioneros cuando arrancamos con este tema, porque en Rocha estaban haciendo las obras de drenaje de los bañados del este para recuperar tierras para hacer ganadería extensiva. Esas obras implicaban canales para drenar los bañados, y los canales iban justo por los lugares donde estaban los cerritos. Eso fue hace 40 años, yo recién había llegado de Francia.

Un día, en 1986, me cruzo con Roberto Bracco en la plaza Independencia, y me dijo que otros colegas de la misma generación, recién egresados, estaban armando un grupo para ver esto de los cerritos que estaban amenazados por las obras de drenaje. Y entonces se armó un equipo entre la gente del Museo de Historia Natural y la Facultad de Humanidades. Y Adela Reta [entonces ministra de Cultura] nos envolvió en la Comisión de Rescate Arqueológico de la Laguna Merín. Ella fue la que dijo “sí, vamos arriba con eso”.

¿Tenés uno que sea tu favorito?

Tengo que confesar que con los cerritos soy muy enamoradizo. Veo un conjunto nuevo y siempre le descubro algo. Puesto a elegir alguno, me gustan mucho los de Rocha. Los de India Muerta son un capítulo importante de mi vida, por ejemplo La Viuda, el cerrito más alto conocido [se eleva 7,32 metros] que excavamos en los 2000. Por eso también me pareció que era importante hacer una síntesis y presentarlos en sociedad, porque hablamos de la prehistoria, hablamos de los indios de Uruguay, pero es una cosa más etérea y la idea era señalar todos estos lugares como algo más concreto, geolocalizado.

El libro hace algo que yo por lo menos no había visto en ningún lado, que es listar todos los sitios conocidos en una única publicación, hacer una descripción de cada lugar y de todos los cerritos allí reportados.

No, creo que eso no se había hecho. El libro tiene un inventario de cerritos de las dos grandes regiones, Rocha y Tacuarembó. Yo arranqué tratando de hacer eso. Y, bueno, después me fui por los otros capítulos, la parte del paisaje, la parte de la economía y demás. En realidad, el libro está pensado para gente que no sea totalmente especialista. El que quiera leer arqueología se va a tener que familiarizar con un par de términos técnicos, necesariamente, pero el objetivo del inventario es que pueda servir para que la gente de diferentes lugares pueda ir a ver cuáles son los cerritos que están en su pago. Eso me parecía interesante como devolución social, porque las investigaciones que hemos hecho en estos últimos 40 años las pagaron los contribuyentes. No sé por qué se me ocurrió eso, pero pensé que si estaba el inventario, cada persona de cada pueblo podría saber dónde están los cerritos de su lugar.

Queda claro que los cerritos de indios fueron cambiando con el tiempo, se fueron diversificando, reflejando cambios que se estaban dando en la sociedad.

Totalmente. Hasta el día de hoy ese nicho humano que crearon las tierras inundables lo utiliza la gente de San Miguel y de San Luis, lugares inundables de Rocha. ¿Dónde tienen los galpones, donde tienen las casas hoy en día? ¡Arriba de los cerritos! Ese nicho humano sigue existiendo, es funcional.

También se ha investigado mucho, y el libro lo muestra, qué hay adentro. Eso es importante también, porque cerrito de indios es una expresión genérica. Cerrito de indios es todo montículo producto de la acumulación de materia indígena. Puede ser pequeño o grande, pueden ser muchos conjuntos, pueden estar separados. Unos son cementerios, otros son plataformas, hay una variedad muy grande, y esa variedad se conoce solamente excavándolos. Por eso conocerlos ha llevado tiempo, porque excavar es lento. Por ejemplo, a un cerrito grande nunca lo excavás totalmente. Y el trabajo de campo en cerritos grandes te puede llevar años. La información acumulada en todos estos años es suficiente como para consolidar algunas hipótesis y darles sustento sobre su origen, el uso que se les ha ido dando y cómo evolucionaban.

En la parte del libro en que desarrollás las ideas e hipótesis que te fuiste formando en estas cuatro décadas de estudio de los cerritos, planteás que estos pueblos que comenzaron a construir cerritos de forma consistente hace ya unos 5.000 años presentan una continuidad con los indios que en el período colonial se conocían como guenoa minuanos.

Hasta hace un cierto tiempo, y más aún en la época de los pioneros, la antropología, cuando da cuenta de que los cerritos son realmente estructuras impresionantes y que los enterramientos que están adentro muestran que hay rangos sociales, lo que hacía era decir que la de los cerritos fue una cultura importante... lástima que vinieron los charrúas y los minuanos, que eran unos salvajes de mierda, los mataron y se quedaron con sus tierras. Siempre se dijo eso. Ese discurso no es inocente, porque lo que habilitaba es a que se pudiera echar a los charrúas y minuanos y quedarse con sus tierras, porque el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Pasó lo mismo en Estados Unidos. Thomas Jefferson, antes de ser presidente, fue arqueólogo y excavaba cerritos, y él quería demostrar eso también, porque se decía lo mismo en Estados Unidos, que los que estaban arriba de los cerritos no eran los pobladores originales, sino unos usurpadores. Eso justificó la apropiación de sus tierras, y ya lo denunciaba Thomas Jefferson, que quería demostrar que había una continuidad entre los grupos precoloniales que habían hecho esas estructuras y los indios que estaban allí todavía.

¿Por qué resulta novedoso hoy en día leer que estos cerritos, algunos con varios miles de años, fueron ocupados a lo largo del tiempo y que, llegado el momento de la colonia, los herederos, sucesores o representantes de esos pueblos constructores de cerritos eran los guenoa minuanos?

Estimo que porque acá aún no hay una historia indígena, se está escribiendo. Hasta que apareció el historiador Diego Bracco, poca gente iba a los archivos. Durante 100 años o más se reinterpretaba lo que ya había sido escrito antes. El hecho de que haya empezado a haber información nueva, que los historiadores volvieran a los archivos a buscar la información original, que se empezara a excavar un cerrito acá y otro allá, generó una cantidad de información que justamente comenzó a poner en tela de juicio los discursos tradicionales. Poco a poco empezó a verse que había algo que no cerraba, que había algo interesante, y que incluso somos herederos de muchas de esas cosas, aunque no lo sepamos. Andá a Rocha, andá a Castillos. Toda la artesanía de Castillos y la gestión del butiá, ¿de dónde viene? Bueno, viene de esta gente, que usaba rompecoquitos de butiá desde hace 3.500 años. Vas a la casa de una señora que tiene dos palmeras en el fondo y lo que aguanta la puerta del fondo es un rompecoquitos. Es decir, no es un pasado muy distante, es un pasado que no está tan lejos.

Y en ese sentido, como científico, me parece interesante devolverles a los docentes y a la sociedad uruguaya el hecho de que la diversidad que nos constituyó originalmente es una riqueza. Todo muy lindo con el batllismo, todos con la misma túnica para cubrir las diferencias, pero decir que todo el Uruguay es producto del alud inmigratorio no es un discurso que se sostenga. Ha habido un proletariado indígena y afro impresionante, que fue usado para trabajar la tierra y de carne de cañón en las guerras civiles.

Los cerritos se van complejizando a medida que la sociedad también se va haciendo más compleja. En el libro más o menos decís que el cerrito es consecuencia de cierto asentamiento en el territorio de pueblos que antes eran cazadores-recolectores a tiempo completo.

Sí, comienzan a ser menos nómadas. No podemos decir que son totalmente sedentarios, porque también en el libro se menciona que tanto los de Tacuarembó como los de Rocha, en una época del año, se trasladaban. Los de Rocha, a la costa, y los de Tacuarembó, a los arenales de los grandes ríos. Es increíble. En la arqueología a eso se le llama movimientos logísticos. Y son normales en poblaciones que están creciendo demográficamente. Hoy hay un acuerdo general en que desde hace 11.000 años, con el fin de la glaciación, la población mundial comienza a crecer. Y en ese contexto, ser nómada tiene un costo social por los viejitos y los niños. Entonces, hay una transformación de la sociedad. Y me parece que la agricultura, la cerámica, el cerrito, son producto de esa transformación que está ocurriendo, pero como continuación de los pobladores más antiguos.

José López Mazz.

José López Mazz.

Foto: Mara Quintero

Al leer el libro pensaba que si hubiera habido un Daniel Viglietti hace 4.000 años, quizá hubiera cantado “a descerrizar, a descerrizar”. ¿El cerrito comienza a ser parte de un proceso de apropiación y privatización de la tierra?

Le llaman “construcción del territorio”. La construcción del territorio es la constitución de un espacio geográfico que el grupo defiende, donde pone a sus muertos y reclama en exclusividad. En cierta medida, podría ser una propiedad comunal de la tierra. Y después se van quedando. Y luego está la tumba del abuelo de fulano y el padre de zutano. Y si mandaban a los niños a buscar agua al río, podrían decirles que agarraran por el cerrito de fulano y doblaran en el segundo cerrito a la izquierda. Esa apropiación va conformando el paisaje. Hay una construcción simbólica del territorio.

En el libro introducís el concepto, que se maneja en otros lugares, de urbanización de baja intensidad. ¿Aplica eso a algunos de los conjuntos de nuestros cerritos de indios?

Ese es un concepto que maneja José Iriarte, que es un arqueólogo que se formó acá, y que habla de eso en un libro que acaba de sacar. Y el colega francés Stephen Rostain, que trabaja en la Amazonia ecuatoriana, que también está encontrando estas mismas aldeas de conjuntos de cerritos adentro de la selva. Antes no las veían, pero ahora están empezando a decir que había muchas aldeas y vías de tránsito. Y eso es un tipo de urbanismo. No es el urbanismo tradicional que se miraba para Babilonia o Egipto, que eran las altas culturas iniciales del hemisferio norte, pero sí tiene comparación con el urbanismo de los mayas. Iriarte dice que el del Próximo Oriente es un urbanismo denso, y que el de acá es extensivo. Hace un matiz entre ambos.

¿Los cerritos de indios entonces están evidenciando ese urbanismo de baja intensidad del que habla Iriarte?

Es algo parecido a eso. Pero acá son 1000 años más antiguos que los conjuntos de los que ellos hablan en el Amazonas. Me parece que alguien va a aparecer y va a trabajar esto. Lo que tenemos acá es lo mismo, sólo que esta gente tiene mejor prensa, tienen más recursos, tienen un Lidar, pagan helicópteros... pero acá tenemos lo mismo, sólo que lo investigamos a pedal. Pero los nuestros están allí 1000 años antes de lo que ellos encontraron allá.

El libro, con su valioso inventario y tu desglose de lo que sabemos de estos pueblos constructores de cerritos, también cumple con la tarea de ponerlos en valor, algo esencial, porque muchos de estos cerritos son un patrimonio en riesgo de ser destruido por la presión de actividades productivas.

Sí, corren serias amenazas. Contar dónde están parte también de la intención de que cada región se mueva. El asunto es que tenemos legislación. La ley de ordenamiento territorial obliga a hacer un inventario de bienes culturales, arqueológicos y demás. Después tenés la ley de parques nacionales y de áreas protegidas. Las dos tienen artículos que dicen que el patrimonio cultural es un elemento válido para inspirar el diseño de un parque nacional y de un área protegida. Existe una legislación, lo que pasa es que hay que ejecutarla.

Hay dos cerritos que son Monumento Histórico Nacional...

Sí, el de La Viuda y el de García Ricci, que está cerca. Se logró que se declararan Monumento Histórico Nacional en 2008, cuando María Simon era ministra de Cultura.

Después hay otro conjunto que está bajo cierta protección ya que se encuentra en predios del Instituto Nacional de Colonización y hay un acuerdo con la Universidad de la República para su investigación y protección.

Sí, los Cerros Lindos. Ese es un proyecto súper interesante. Pero tendría que haber muchas más experiencias como esa. Ojalá estas experiencias con los colonos puedan servir para también explorar este tipo de cosas. Porque a los tipos no les arruinás nada. ¿Cuántas bolsas de arroz se pierden por no arar un cerrito? Pocas. Incluso podría darse un descuento de tributos de la intendencia, como quiso hacer Irineu Riet Correa [intendente de Rocha en los períodos 1990-1995 y 2000-2005] a quienes no rompieran los cerritos en sus tierras. Esa fue una idea interesante.

En el país hay varios miles de cerritos de indios. Es prioritario que no se rompan, que se conserven, ya que si fueron construidos hace 4.000 años, también puedan verlos los uruguayos dentro de otros 4.000 años. ¿Cuántos elementos de los pueblos originarios son Monumento Histórico Nacional, que es la única figura de protección física que hay? Poquísimos. Estos cerritos, las pinturas rupestres de Chamangá y pará de contar.

Por otro lado, hay que protegerlos como bienes culturales que le generen oportunidades a la gente del interior. Si se arman itinerarios de visitas de cerritos, podría haber guías turísticos, venta de productos de la zona. En todos lados del mundo la gente va a ver cerritos. ¿Sabes cuáles son los monumentos principales de la identidad irlandesa? ¡Cerritos! Claro, tienen el pasto bien cortado, tienen caminería y es toda una cosa turística. Lo que pasa es que acá nosotros no estamos descolonizados. El Ministerio del Turismo trae a la gente de afuera y le da un desayuno americano en lugar de darle un huevo frito de ñandú.

La idea es buena... salvo por el pequeño detalle de que no hay producción de huevos de ñandú, por lo que tales huevos serían quitados a animales silvestres, lo que constituye un delito estipulado en la ley de fauna. Tal vez sería mejor darles torta fritas con mermeladas de frutos nativos...

(Ríe) Sí, claro. Me parece que nuestro patrimonio también puede ser fuente de recursos. Entonces, además de la conservación, porque es un derecho de las próximas generaciones recibirlos en buenas condiciones, si se promueve esta puesta en valor del patrimonio se pueden generar muchísimas oportunidades. En verano juntan 300.000 personas en la costa, y si está nublado tres días seguidos la única alternativa es mamarse. Nadie los invita a salir a dar la vuelta a la Laguna Negra. No está promocionado, no sé por qué. Es raro. Están esperando que venga algún porteño y lo haga. Y después van a salir todos corriendo.