Cuando se registró el primer caso de covid-19 en Sudamérica, el 26 de febrero de 2020, supimos que en cuestión de días la enfermedad golpearía nuestras puertas. Aunque algunos se aferraban a la esperanza del “excepcionalismo” uruguayo o a aquel chiste que dice que a nuestro país todo llega muy tarde, los virus no saben de chauvinismo ni de refranes humorísticos. Sólo hacen lo que mejor saben hacer, que es propagarse. El 13 de marzo lo confirmamos con los primeros casos, luego de alimentar una esperanza tenue al ver que resistíamos un poco más que los países vecinos.
Los lobos marinos y leones marinos de Uruguay pasaron por una situación parecida, con la desventaja de no poder anticipar lo que se les venía. En lugar del coronavirus que causó la covid-19, se las vieron con otro virus que mutó y saltó entre especies: la influenza aviar altamente patogénica del subtipo A(H5N1), causante de la gripe aviar.
Si bien este virus se detectó originalmente en 1996, la historia para nuestro continente comenzó a complicarse en 2021, cuando fue detectado por primera vez en Canadá y Estados Unidos por culpa de una cepa capaz de permanecer todo el año en algunas poblaciones de aves silvestres. En 2022 ingresó a Sudamérica y comenzó a bajar por el continente hasta llegar a Uruguay en febrero de 2023, mes en el que se detectó en cinco cisnes de cuello negro en Laguna Garzón.
Pero el virus tuvo más tarde otra puerta de ingreso a nuestro país, para el que usó un medio de transporte marítimo en vez de aéreo. Para eso, debió saltar primero exitosamente a mamíferos marinos.
A principios de 2023, cientos de lobos y leones marinos aparecieron muertos o moribundos en las playas de Perú, afectados por la gripe aviar. Exhibían síntomas neurológicos (como temblores, convulsiones y parálisis) y respiratorios (secreciones bucales y nasales). A partir de allí, las poblaciones de estas especies cayeron como un dominó a lo largo de la costa del Pacífico.
Cuando el virus llegó al sur argentino y luego subió hasta alcanzar las poblaciones de Mar del Plata, la suerte de los lobos y leones marinos de Uruguay ya estaba echada. “Muchos de los animales que se mueven ahí son los que llegan acá. Cuando vimos las noticias sobre la mortalidad que ocasionó en Mar del Plata, teníamos claro que se venía y así fue: en agosto de 2023 apareció varado un león marino en el Cerro y pocos días después se confirmó el diagnóstico”, cuenta la bióloga Diana Szteren, que desde hace 25 años se dedica al estudio de los pinnípedos, como se llama a la superfamilia de mamíferos carnívoros que incluye a lobos, leones y elefantes marinos, entre otras especies.
Aquel “paciente cero”, que apareció en todos los medios sin que sus congéneres lo culpabilizaran de la llegada del virus o lo escracharan en redes sociales, fue sólo el principio. Entre setiembre y diciembre de 2023 la gripe aviar se ensañó en Uruguay con las poblaciones de las dos especies de pinnípedos más frecuentes en nuestras costas: lobos marinos (Arctocephalus australis) y leones marinos (Otaria flavescens), aunque hubo también varamientos de unos pocos elefantes marinos (Mirounga leonina) y un lobo marino subantártico (Arctocephalus tropicalis). Durante un par de días circularon varias imágenes de los animales moribundos en las costas y luego el interés decayó, muy a diferencia de los estragos que provocaba la enfermedad.
En realidad, el verdadero impacto de esta panzootia (el equivalente de pandemia para animales no humanos) en los lobos y leones marinos se conoció recién ahora, gracias a la publicación de un artículo firmado por Diana Szteren y su compañera Valentina Franco —reciente ganadora del premio L’Oreal-Unesco por las mujeres en la ciencia—, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. En él, muestran que si bien la gripe golpeó duro a ambas especies, para los leones marinos se convirtió en una amenaza cuyas consecuencias aún son inciertas.
¿Lobo está?
Si hoy podemos conocer el impacto que produjo la gripe aviar en estas especies emblemáticas del país (usadas a menudo para incentivar el turismo) es gracias a un proyecto que no tiene que ver ni con la gripe aviar ni con instituciones oficiales: la Red de Varamientos Uruguay, impulsada desde 2018 por Diana Szteren junto a colegas y organizaciones no gubernamentales (ver recuadro), que registra justamente la presencia en las costas de mamíferos marinos varados, ya sea muertos o vivos con alguna problemática .
“Desde ese año yo llevo el registro de todos los reportes de mamíferos marinos que varan, con los aportes de ONG y de ciudadanos. Cuando comenzó a reportarse una gran mortalidad por gripe aviar, decidimos aprovechar la experiencia y los datos para hacer un seguimiento de lo que estaba pasando. Lo bueno de haber empezado a hacerlo en 2018 es que nos dio también la posibilidad de poder comparar el brote de la gripe con lo que ocurría en años previos. Era importante tener esta información para empezar a ver tendencias”, explica Diana en los jardines de la Facultad de Ciencias.
Y, tal cual muestra su trabajo, la diferencia de varamientos y muertes de 2023 con años previos fue impresionante. Las limitaciones que tuvieron en la investigación fueron muchas, porque por motivos de seguridad sanitaria no pudieron tomar muestras de los ejemplares o acercarse a ellos (incluso debieron suspender otros trabajos que venían realizando con estas especies).
Para analizar la cantidad de ejemplares varados y muertos durante el brote, recurrieron a los datos de la propia red y también cursaron pedidos de acceso a la información pública tanto a la Dirección Nacional de Biodiversidad Ecosistémica (Dinabise), del Ministerio de Ambiente, como a la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. De ese modo accedieron al registro de los animales muertos que llevaron estas dos dependencias y también a los resultados de los hisopados realizados para detectar el virus de la gripe aviar.
A blindar setiembre
“Entre setiembre y noviembre se da un salto brutal respecto a años anteriores, aunque ya a fin de noviembre bajó mucho y para diciembre y enero de 2024 los números eran parecidos a los de años previos. Por ejemplo, desde 2019 a 2022 se produjeron entre 120 y 230 varamientos entre setiembre y diciembre, y durante el brote de gripe aviar la cifra fue de 2.713. Si lo vemos por mes, lo normal antes era tener entre 20 y 85 varamientos, y en 2023 hubo entre 800 y 960 por mes”, cuenta Diana. Es decir, la tasa registrada fue, como mínimo, diez veces superior durante el brote de gripe aviar que en el mismo período de los años anteriores.
El número de varamientos creció muchísimo a partir de mediados de setiembre y llegó a un pico a comienzos de noviembre, con el registro máximo de 700 individuos en una quincena, que fue la medida usada por las investigadoras para dividir los datos.
Los números asustan, pero probablemente representan sólo la punta del iceberg. “Seguro hay submuestreo y nos perdemos un montón todos los años, porque esto depende mucho de los aportes de la gente, y hay varios puntos de la costa donde generalmente no tenemos datos”, dice Diana.
Si hacemos una necropsia a los números —cosa que no se pudo hacer con los animales por restricciones sanitarias— surgen otros datos interesantes. 92% de los animales aparecieron muertos (2.508 del total de 2.713). Entre los que estaban vivos, 52 mostraron síntomas clínicos (convulsiones, temblores en la cabeza y cuello) o debilidad extrema. Además, 80 de los ejemplares eran fetos, la mayoría de ellos abortados antes de la época reproductiva.
Cuando las investigadoras intentaron comprobar cómo afectó la gripe aviar a ambas especies, se toparon con algunas dificultades para el análisis. Pese a que lobos y leones marinos son relativamente fáciles de reconocer, sólo 1.121 de los ejemplares varados (41%) fueron identificados; sin embargo, en los conteos de años anteriores el número de individuos no identificados jamás superó el 20%. ¿A qué se debió este cambio notorio en las cifras? A las carencias en la recolección de los datos oficiales.
¿Quién sos?
“Lamentablemente hubo un montón de información que se perdió debido a la urgencia de los enterramientos. Nosotras incluso pedimos que nos mandaran las fotos de los ejemplares, ya que no estábamos autorizadas a trabajar allí, pero nos dijeron que era demasiada la cantidad de animales que debían procesar. Eso fue una lástima, porque esa información era súper importante para entender mejor cuál era la afectación para las dos especies”, se lamenta Diana.
Algo similar ocurrió con los hisopados que la Dinara y Dinabise realizaron a los animales varados con el fin de comprobar si estaban afectados por el virus. Se hicieron hisopados a 159 individuos (5,8% del total de varamientos). 36 resultaron positivos, pero en la mayoría de estos casos no se identificó o anotó de qué especie se trataba, lo que no permite sacar muchas conclusiones sobre la presencia del virus según especie.
Un dato significativo de los hisopados es que luego de mediados de noviembre no se registraron positivos, lo que va en línea con el descenso que pareció experimentar el brote. De todos modos, es difícil establecer tendencias porque el muestreo no fue constante, incluso en algunas de las quincenas con mayor número de varamientos.
Aún incompletos, algunos de los datos aportan indicios preocupantes sobre el impacto de la gripe aviar en el futuro de los animales. Por ejemplo, el alto número de muertes de hembras adultas (21% en leones marinos), de crías (14% en lobos marinos) y la cantidad de fetos abortados.
Pese a las carencias en la identificación, es posible deducir cuánto afectó la gripe aviar a cada especie si se asume el porcentaje de individuos identificados como muestra representativa de la tendencia. Y lo que se deduce de eso, sobre todo, es que el panorama pinta negro para la población de leones marinos de Uruguay.
Contrato leonino
Del total de 2.508 muertes confirmadas durante el brote de gripe aviar, se estima que unas 1.465 correspondieron a leones marinos. “Considerando que su población local se calcula en unos 10.000 individuos, la mortalidad causada representa un 15% del total. Esta alta tasa es particularmente preocupante dado que la cantidad de leones marinos en Uruguay ya es pequeña y está en declive”, dice el artículo.
Lo ocurrido a los lobos marinos también es importante, pero como su población es 20 veces más grande que la de los leones marinos en Uruguay, los efectos de la gripe aviar en su futuro no serán tan severos.
“Este es un golpe duro para la población de leones marinos. Por qué los afectó más la gripe aviar a ellos sigue siendo un misterio, aunque un trabajo reciente de Valentina (coautora del artículo) aporta datos de contaminación en la especie que podrían dar algunas pistas”, dice Diana. Tal cual contamos hace ya varias semanas, los leones marinos de Uruguay registran los niveles más altos de mercurio en el mundo, un contaminante que genera inmunodepresión en dosis altas.
El impacto para los leones marinos uruguayos fue desmedido incluso comparándolo con el que sufrieron algunos de los países más afectados por la enfermedad. La mortalidad alcanzó exactamente al 14,7% de la población de esta especie en Uruguay, más que el 12% registrado en Chile y el 5% de Perú. Estos resultados “resaltan la necesidad de estrategias de conservación y manejo específicas que aborden este impacto desproporcionado en el stock reproductivo”, indica el trabajo, algo esencial para “asegurar la recuperación de la población y su viabilidad a largo plazo”.
Los lobos y leones marinos no podían anticipar lo que les ocurriría debido al salto de este virus a los mamíferos. Los seres humanos sí, lo que nos deja una lección para aprender de cara al futuro.
Lo urgente y lo importante
El trabajo señala que “la respuesta al brote reveló debilidades críticas en la vigilancia y manejo de enfermedades en la fauna silvestre”. La respuesta gubernamental fue “inadecuada, como quedó en evidencia por la recolección incompleta y despareja de datos de los varamientos”.
Por ejemplo, durante el pico del brote no se hicieron hisopados (la quincena entre finales de octubre y comienzos de noviembre). “Además, los animales fueron enterrados inmediatamente siguiendo protocolos, sin una correcta identificación de especie, sexo y edad, o sin tomar muestras. Por lo tanto, un porcentaje significativo de los animales hisopados no fueron identificados a pesar de haber sido manipulados. Eso llevó a pérdida de información y de oportunidades de muestreo y necropsias, datos que podrían haber mejorado nuestra comprensión de los efectos de la enfermedad; mucha información podría haberse obtenido implementando medidas sanitarias necesarias”, resalta el artículo.
En sus conclusiones, las autoras recuerdan que mejorar la coordinación entre instituciones estatales y la academia, así como tener protocolos de monitoreos consistentes, “son esenciales para abordar estos baches, que resaltan las carencias significativas en el monitoreo y control de la propagación del virus”.
Las autoras prefieren ser más constructivas que críticas sobre la respuesta del Estado ante el brote de gripe aviar en mamíferos marinos. Más que lamentarse sobre lo sucedido, consideran que esta es una buena oportunidad para mejorar la coordinación futura entre todas las partes y centralizar los datos.
Ambas entienden las urgencias que hubo por los riesgos sanitarios que presentaban los animales muertos en las playas, así como los esfuerzos que debieron hacer los funcionarios que trabajaron en ese contexto, pero piensan que hubiera sido útil tener muestras para estudiar si algunos animales adquirieron inmunidad ante el virus y analizar el efecto de la enfermedad en los distintos órganos, entre otros aspectos.
Lo ocurrido con los lobos y leones marinos de nuestro país también dejó en evidencia el lugar que ocupa la fauna silvestre en las prioridades nacionales. “Es llamativo que en febrero de 2023, luego de la muerte de cinco cisnes de cuello negro que dieron positivo al virus, se declaró una emergencia sanitaria que se mantuvo hasta diciembre de 2023, probablemente debido a la amenaza potencial para las aves de corral. Sin embargo, la muerte de más de 2.500 pinnípedos no despertó una respuesta similar. La decisión subraya la disparidad en la respuesta a las crisis sanitarias de la fauna silvestre, potencialmente impulsada por consideraciones económicas más que ecológicas”, concluye el trabajo.
Por eso, el artículo sugiere mejorar los esfuerzos de monitoreo, hisopados y realización de necropsias a animales varados. En este trabajo, por ejemplo, las investigadoras debieron hacer malabares para combinar las fuentes de información oficiales y no oficiales sobre los varamientos. Tener un protocolo estandarizado, que no quede librado a la buena voluntad de ciudadanos y organizaciones no estatales, nos ayudaría a comprender mejor lo que está ocurriendo con los animales que habitan aguas uruguayas y los ambientes en los que se mueven.
Para los lobos y leones marinos, mamíferos sociales y de gran inteligencia, la gripe aviar fue una calamidad. Si eso no fuera motivo suficiente para preocuparse, hay otros. La pandemia de coronavirus ya dejó muy claro que los problemas de la fauna silvestre no afectan sólo a la fauna silvestre. En Sudamérica, este mismo virus saltó al menos dos veces a humanos, con un caso en Chile y otro en Ecuador, lo que pone de manifiesto la necesidad de una vigilancia epidemiológica con los mejores datos posibles. Más aún, este año en Estados Unidos el virus saltó a algunos vacunos en 16 estados, y en abril se registró un caso de humano contagiado de gripe aviar por vacuno, algo de especial interés para un país ganadero como Uruguay. A esta altura cualquier buen mamífero que se queme con leche ve un león marino y llora.
Artículo: Incidence of highly pathogenic avian influenza H5N1 in pinnipeds in Uruguay
Publicación: Diseases of aquatic organisms (noviembre de 2024)
Autores: Diana Szteren y Valentina Franco Trecu.
La Red de Varamientos Uruguay: tus ojos valen
El trabajo sobre los efectos de la gripe aviar en pinnípedos no habría sido posible sin la labor de la Red de Varamientos Uruguay, iniciativa con colaboración ciudadana que monitorea los varamientos de mamíferos marinos en las costas uruguayas.
La red fue impulsada en 2018 por la bióloga Diana Szteren y organizaciones e instituciones como Socobioma, Coendú y el Museo Torres de la Llosa, y cuenta con el apoyo de otras ONG, como Karumbé, así como el de guardavidas, funcionarios del Sistema Nacional de Áreas Protegidas y algunos servicios de limpieza de playas. Cualquiera que tenga un celular puede ayudar a mejorar sus datos, algo esencial para varias líneas de investigación que lleva a cabo el Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias.
Si ves un mamífero marino varado en la costa, sacá una foto y mandala al Whatsapp 096 019 284, junto con la fecha y lugar del registro.
Cualquier tortuga marina o cetáceo que aparezca en las playas está varado, pero no ocurre igual con los pinnípedos. Es común ver a lobos, leones y elefantes marinos descansando en las playas sin que por ello tengan problema alguno. Se los considera varados cuando muestran síntomas de enfermedad, algún objeto enredado o tienen mala condición física. Ante la duda, lo mejor es enviar un video a la Red para que evalúe la situación.
Otra opción para colaborar es usar la app creada para esta iniciativa. Para eso hay que descargar la aplicación Epicollect5 en el celular y elegir el proyecto Varamientos Uruguay. Es una herramienta sencilla que toma tu ubicación por georreferenciación, te permite subir imágenes y te pide algunos datos básicos. En esta app se puede subir también información de tortugas y aves, además de mamíferos marinos.
“Me lleva varias horas por semana procesar toda la información, pero es fundamental hacer un seguimiento continuo y saber cuántos y cuáles animales están saliendo, cuándo y dónde”, concluye Diana Szteren.
Nombre: Red Varamientos Uruguay
Contacto: 096 019 284
Aplicación: Epicollect5 (proyecto Varamientos Uruguay)
Facebook: Red de Varamientos de Fauna Marina y Red de Varamientos de Fauna Marina de Uruguay
Instagram: @reddevaramientos