Muchas personas conocen el billywig, un insecto nativo de Australia de un intenso color azul zafiro, con dos alas como hélices de helicóptero. O el augurey, un pájaro de aspecto curioso que canta cuando percibe que llega la lluvia. O el bowtruckle, tan dotado para el camuflaje que parece simplemente una ramita fina con algunas hojas verdes. O el occamy, que tiene forma de serpiente y es capaz de estirarse o achicarse según el espacio del que disponga. O el escarbato, una criatura peluda y con garras pero con un hocico parecido al del pato.
Todas estas criaturas fabulosas y que despiertan tanto interés tienen algo en común: no existen en la vida real. Salieron de la mente de la escritora Joanne Rowling para la saga Animales fantásticos y dónde encontrarlos, una ampliación del mundo de Harry Potter que hace énfasis en la zoología de su universo mágico.
Sin embargo, sus características no son más impactantes que las de muchos animales que se encuentran muy cerca de nosotros, incluso en ciudades muy pobladas, ante la indiferencia de la gran mayoría de las personas. De hecho, la mayoría de las criaturas creadas por Rowling están basadas en animales que sí existen y que han desarrollado formidables estrategias para sobrevivir.
El billywig se parece a la hormiga azul de Australia, que ni siquiera es una hormiga: es una avispa con una picadura capaz de paralizar y parasitar grillos para que sus crías tengan comida fresca al crecer. El bowtruckle es casi igual a los insectos o bichos palo, a los que la evolución modeló pacientemente para ser casi indistinguibles de las ramitas en las que se posan. El escarbato parece una mezcla del equidna –curioso mamífero que, al igual que el ornitorrinco, pone huevos– y el topo nariz de estrella, un fabuloso animal con garras muy hábiles y una nariz dotada de un manojo de tentáculos súper sensibles.
Si nos dijeran que una de las criaturas de esta saga mágica tiene decenas o cientos de patas, que respira a través de ellas y que cuenta con armas químicas secretas para enfrentarse a sus amenazas, no nos parecería nada extraño, pero ese tipo de animales no se encuentra en relatos fantasiosos sino en las plazas y parques de nuestras ciudades (aunque probablemente JK Rowling no incluiría el dato de que dos de las patas de estas criaturas se transformaron en órganos copuladores).
Este nexo entre las maravillas de la saga potteriana y del mundo natural fue justamente lo que saltó a la mente de un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias, tras elegir el objeto de estudio para su proyecto de investigación PAIE-CSIC (Programa de Apoyo a la Investigación Estudiantil de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República).
A instancias de Miguel Simó y Carolina Rojas, docentes de la Sección Entomología de esa institución, decidieron enfocarse en los miriápodos, el grupo de artrópodos que incluye a los milpiés, ciempiés, sínfilos y paurópodos, y que tiene algunas de las sorprendentes características enumeradas en párrafos anteriores.
Más precisamente, resolvieron hacer una primera aproximación al estudio de la diversidad de estos animales en tres espacios verdes de Montevideo. Su proyecto, presentado en el Congreso Uruguayo de Zoología con el nombre Miriápodos fantásticos y dónde encontrarlos, los llevó a descubrir una cantidad impensada de miriápodos en los parques de la capital, entre ellos algunas especies probablemente nuevas para Uruguay.
Buena pata
Los estudiantes Agustín Carbonell, Lucía Puppo, Mikaela Cúparo y Paula Ferrari (de la Facultad de Ciencias, aunque Agustín integra también el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable) no pensaban originalmente trabajar con miriápodos. “Nosotros subimos a Entomología con la intención de armar un proyecto con arañas y nos topamos con que Carolina Rojas estaba estudiando los milpiés, de los que no sabíamos nada. Y fue ahí que surgió la idea de armar un proyecto con ellos. Al final quedamos todos fascinados”, cuentan alrededor de una mesa de la Facultad de Ciencias mientras sacan algunos ejemplares de cajas de vidrio con tierra.
El objetivo, explica Carolina Rojas, quien los orientó en la investigación, fue explorar la diversidad de miriápodos en algunos espacios urbanos y compararla con la que se viene obteniendo en los estudios en ambientes naturales, que es además el tema central de la tesis de grado de Agustín Carbonell.
Para realizar este inventario de los miriápodos eligieron tres espacios verdes del municipio E de Montevideo: el parque Rivera, la plaza Virgilio y el parque Baroffio, siendo el parque Rivera el más alejado de la costa, mientras que tanto el Baroffio como la plaza Virgilio dan prácticamente a ella. Los tres difieren además en su diversidad vegetal y en el grado de intervención antrópica.
Los cometidos específicos del grupo de investigación fueron comparar la abundancia y diversidad de estos animales en estos tres espacios verdes, comparar la diversidad también en función de la variación estacional y evaluar la incidencia de las variables ambientales.
Para eso hicieron cuatro salidas de campo, una por cada estación, a cada uno de estos tres espacios públicos. Los cinco integrantes del equipo hicieron la recolección manual diurna durante una hora y fotografiaron cada uno de los ejemplares. Además, relevaron la temperatura, humedad y heterogeneidad del suelo, así como la altura del mantillo y la luminosidad.
Estos animales habitan generalmente en lugares húmedos y oscuros, así que la tarea de los estudiantes no consistió en sentarse bajo el sol sobre el césped de la plaza Virgilio o en un banquito del parque Rivera y observar displicentemente si aparecía algún animal con muchas patas. Su trabajo requirió una búsqueda activa, en la que dieron vuelta hojarasca, piedras, cortezas y básicamente revisaron todo lugar en el que estos artrópodos tímidos y escurridizos podían esconderse.
En Uruguay hay registradas ocho especies de milpiés, siete de ciempiés y aún no hay registros formales de sínfilos ni de paurópodos. Es bastante poco para un grupo que tiene cerca de 17.000 especies descritas en todo el globo, así que las expectativas de éxito del equipo eran bastante bajas.
“Hicimos una apuesta la primera vez que salimos y en promedio esperábamos encontrar 13 individuos en los tres parques. Sólo en el primer día hallamos cientos, y todavía estamos analizando los resultados”, cuenta Agustín, lo que habla muy bien de los miriápodos y muy mal del criterio para las apuestas que muestran los estudiantes de ciencia. La cifra, impactante para un estudio bastante acotado, hace reflexionar también acerca de quiénes son realmente los dueños de los espacios públicos de Montevideo.
Miriápodos con vista al mar
La recolección de miriápodos por parte de Carolina y los estudiantes resultó toda una novedad para los montevideanos que disfrutaban los parques. “Se acercaba gente de todas las edades a preguntar qué estábamos haciendo. Cuando les decíamos, lo primero que preguntaban era si los bichos picaban. Había mucho desconocimiento, pero también mucho interés en saber. La mayoría de la gente no sabía que esos animales estaban allí, y mostraba un interés genuino”, cuenta Paula.
Un grupo de niños se sumó incluso a la búsqueda en una de las jornadas y ayudó a rastrear ciempiés y milpiés después de hacer una batería de preguntas al respecto.
La curiosidad de la gente fue llamativa y bienvenida, pero para la entomóloga Carolina Rojas lo más sorprendente de los resultados fue la abundancia y diversidad encontradas en esos espacios, que contrasta con lo que ocurre cuando sale a buscarlos a ambientes naturales.
De los individuos recolectados identificaron 12 morfoespecies, que es el nombre que se da a ejemplares con características morfológicas comunes, antes de “hilar fino” para confirmar su identidad como especie. Más específicamente, ocho morfoespecies de milpiés, tres de ciempiés y una de sínfilo.
El equipo usó lupas microestereoscópicas para intentar identificar cada individuo hasta el nivel taxonómico más preciso posible, pero es claro que un análisis más detallado arrojará un número mucho mayor de especies de las que definieron hasta el momento. Según Carolina, es altamente probable que entre ellas haya especies nuevas para la ciencia.
Los tres espacios verdes muestreados presentaron la misma riqueza, con ocho morfoespecies cada uno, pero con características distintas. Los paquetes estadísticos que usaron para comparar la diversidad y abundancia de las especies revelaron que la plaza Virgilio fue el espacio más diverso, seguido por el parque Rivera y, por último, el parque Baroffio. En estos dos últimos hubo unas pocas morfoespecies que dominaron ampliamente los muestreos, mientras que en la plaza Virgilio la distribución fue más pareja. Además, los tres parques revelaron especies exclusivas y distinta dominancia.
Esta fue la segunda sorpresa, tras el shock inicial de la abundancia y diversidad encontradas. Los investigadores –o más bien las investigadoras, ya que el equipo estaba integrado en un 80% por mujeres– hipotetizaron que el parque Rivera sería el espacio con mayor abundancia y diversidad de miriápodos, debido a que posee una mayor abundancia y diversidad de vegetación en comparación con los otros dos espacios, y supusieron que la plaza Virgilio quedaría en último lugar.
Además, la plaza Virgilio estuvo marcada por la gran cantidad de ciempiés que hallaron, mientras que en el parque Rivera y el Baroffio dominaron los milpiés. Puede parecer una diferencia menor, pero no lo es. Los ciempiés son depredadores carnívoros, mientras que sus primos los milpiés son vegetarianos que cumplen preciados servicios en el rubro de la descomposición de materia orgánica.
¿Por qué hay tantos miriápodos en los espacios urbanos de Montevideo, en comparación con los ambientes naturales, y por qué fue mayor la diversidad donde menos lo esperaban? Es difícil establecerlo con los datos actuales. Las variables ambientales estudiadas no parecen dar respuestas en ese sentido, aunque la abundancia de algunas especies parece estar asociada a una mayor humedad en los suelos, como pasa con el buen número de ciempiés ciegos del orden Geophilophorma hallados en la plaza Virgilio.
“Puede ser que el tipo de vegetación tenga algo que ver con la mayor diversidad de la Virgilio, y ahí apunta ahora la tesina de Agustín. La idea es incorporar más variables ambientales para entender cómo afecta eso a la abundancia y diversidad”, señala.
Pero hay otro hecho llamativo en los resultados que obtuvieron, que podría explicar la abundancia de estas especies en ambientes urbanos y abre un llamado de atención. 62% de las especies halladas en estos tres parques públicos son exóticas.
Turistas en Montevideo
“La mayoría de estas especies exóticas llega a Uruguay con el comercio de plantas. Encontramos, por ejemplo, una especie muy conocida a nivel mundial, Oxidus gracilis”, cuenta Carolina.
Esta especie nativa del este de Asia, que ya llegó a varios países como polizonte en las plantas que se exportan desde ese continente, fue registrada por primera vez para Uruguay en 2020 en un artículo escrito por la propia Carolina Rojas, Miguel Simó y Petra Sierwald.
Conocida como milpiés de invernadero, Oxidus gracilis suele aparecer en jardines, casas y parques, siempre asociada a la presencia humana. Su distribución conocida en Uruguay abarca los departamentos de Florida, Maldonado, Montevideo y Soriano, según este artículo publicado en el Boletín de la Sociedad Zoológica. En el trabajo realizado en los tres parques montevideanos, apareció exclusivamente en la plaza Virgilio.
“Se han documentado casos en los que esta especie es considerada plaga de poli y monocultivos de relevancia económica, con base en observaciones de inmaduros alimentándose de plántulas de helechos y plantas ornamentales”, señalan. “Estas características explican el éxito de Oxidus gracilis y la clasifican como una especie invasora en los sitios en los que ha sido introducida”, advierten.
Si bien esta especie invasora ha sido registrada también en ambientes naturales en otros países de la región, por ahora en Uruguay apareció sólo en lugares urbanizados. Se desconoce exactamente cuándo ingresó este milpiés exótico a nuestro país y cuál es su interacción con especies nativas.
“Con respecto a esta especie y a otras exóticas, aún no hay estudios en Uruguay que evalúen si son perjudiciales, pero sin dudas estaría bueno ahondar ese camino”, dice Carolina.
El trabajo del equipo, entonces, prende una luz amarilla en este sentido, pero también abre una puerta a un mundo muy diverso presente en plena ciudad, que arrojará seguramente nuevos hallazgos a medida que se profundice el estudio del material recolectado.
Mundos invisibles
El próximo paso es tratar de determinar las especies y preparar varios artículos con lo que vayan encontrando. Por lo pronto, los primeros análisis genéticos que está haciendo Agustín para su tesina indican que hay probablemente nuevos registros de especies y géneros para Uruguay.
El espectacular resultado del muestreo, además, es un indicador de lo mucho que queda por explorar incluso en los lugares más impactados por la presencia humana. “Estamos rodeados de diversidad. Este grupo en particular está por todos lados, es fascinante y tiene una inmensidad de características que hacen que sus especies sean súper importantes a nivel ecológico. Entonces es bueno mostrar eso y resaltar la importancia de conservarlos”, argumenta Carolina.
Como sus estudiantes subrayan, es sólo un primer paso hacia un universo muy amplio de posibilidades, como estudiar su potencial como bioindicadores del ambiente, hacer estudios de comportamiento, comparar la diversidad entre ambientes nativos y urbanos o analizar el posible impacto de las especies exóticas. Para todo eso, primero hay que conocer qué hay debajo de nuestros pies. “Si no sabemos ni siquiera qué hay, es un poco difícil saber qué hacer en pos de la conservación”, cuenta Mikaela.
“Así como nosotros no nos habíamos planteado los miriápodos como objeto de estudio, quizá esto siente un buen precedente para alguien en el futuro y pueda despertar interés y ganas de hacer algo con este grupo de animales, que es súper lindo para trabajar”, agrega Paula.
Tal cual aclara el resumen de su investigación, se trata del primer trabajo sobre diversidad de miriápodos en zonas urbanas de Uruguay y “resulta un aporte importante para futuros estudios taxonómicos, sistemáticos, biogeográficos, ecológicos y etológicos en el grupo”.
Su trabajo es un recordatorio de que incluso en los espacios que hemos modificado más drásticamente, como las grandes ciudades, convivimos con especies que ni siquiera conocemos. A veces, para abrir la puerta a esos otros mundos basta sólo con la curiosidad.
Póster: Miriápodos urbanos: un acercamiento al estudio de su diversidad en tres espacios verdes de Montevideo
Presentado en: Congreso Uruguayo de Zoología (diciembre de 2023)
Autores: Paula Ferrari, Agustín Carbonell, Lucía Puppo, Mikaela Cúparo, y Carolina Rojas (docente).
Con una ayudita de mis amigos
Entusiasmados por este trabajo y con ganas de ampliar más la información sobre los ciempiés, milpiés y sínfilos de Uruguay, el equipo conformado por la entomóloga Carolina Rojas y los estudiantes Agustín Carbonell, Lucía Puppo, Mikaela Cúparo y Paula Ferrari comenzó un proyecto en iNaturalist, la plataforma de ciencia ciudadana para observadores de la naturaleza cuyo nodo uruguayo es NaturalistaUY (se puede tanto acceder por web como buscar la aplicación para celular).
Bajo el nombre “Milpiés y ciempiés de Uruguay”, su iniciativa busca la ayuda de la comunidad para recopilar registros y nuevos datos de estos animales. “Las observaciones recabadas contribuyen a saber más acerca de este grupo de artrópodos poco conocido y estudiado. Cada una de ellas nos acerca más a conocer su diversidad y distribución, y abre las puertas a nuevas posibilidades de investigación”, indican en su resumen.
El llamado apela a aquellos interesados en la fauna general y en los artrópodos en particular, pero también a cualquier ciudadano con la suficiente curiosidad para fotografiar especies con su cámara o celular. Si ven uno de estos animales y suben la foto a la plataforma con los datos de su ubicación, colaborarán con el proyecto del equipo pero abrirán también una puerta al mundo diverso de estos antiguos animales, que están entre los primeros que se mudaron del mar a la tierra para vivir en ella.