“Las estrategias predominantes en materia de desarrollo no le han asignado un lugar significativo a la ciencia, tecnología e innovación, al tiempo que las políticas predominantes de la ciencia, tecnología e innovación han sido poco fecundas en materia de desarrollo”, comienza diciendo en su introducción el recientemente editado Desarrollo, ciencia, tecnología, innovación y sus interacciones. Perspectivas y propuestas diversas. El libro, publicado por la editorial Fin de Siglo, es el resultado del trabajo del núcleo Ciencia, Tecnología e Innovación para un Nuevo Desarrollo (Citinde) del Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la República, grupo que se creó justamente con el fin de “articular un nuevo abordaje de los problemas del desarrollo con nuevas políticas de ciencia, tecnología e innovación”.

Los 11 capítulos de la publicación nos llevan entonces a pensar en la necesidad de “un nuevo desarrollo” ante la evidencia de que tal cosa se alcanzaría solamente aumentando determinados indicadores económicos, como queda patente, por ejemplo, en el brillante “Crecimiento inclusivo sin cambio estructural. Políticas públicas en Uruguay 2005-2019”, de Carlos Bianchi y Fernando Isabella. “En dicho período, en un contexto de crecimiento sostenido con caída de la desigualdad, baja de la pobreza, mejora del bienestar de la sociedad y ampliación de las políticas públicas industriales y tecnológicas, Uruguay no logró avanzar hacia un cambio estructural de su economía, comprometiendo así las posibilidades de un desarrollo continuado”, se señala en el libro.

Los motores de la economía se encendieron tras la pandemia, los precios internacionales de los commodities que exporta Uruguay ayudaron, así como la captación de inversiones extranjeras. Pero alcanza ver el aumento de la gente durmiendo a la intemperie o las desalmadas cifras de la pobreza infantil o de la violencia para llevarnos a pensar que el desarrollo, sea lo que sea, seguramente pasa también por otras partes. El libro afirma, sin que nadie pueda siquiera arquear una ceja, que “el desarrollo, en casi cualquiera de sus acepciones, nos ha resultado esquivo a los latinoamericanos”.

A todos estos problemas, el nuevo desarrollo incorpora también lo ambiental. “Urge transformar el paradigma de desarrollo actual para avanzar en la sustentabilidad, la inclusión social, la equidad, la visión de largo plazo y la responsabilidad por la vida de las generaciones futuras”, afirman Isabel Bortagaray y Amalia Stuhldreher en “Mudanzas, persistencias y tensiones en la reflexión sobre el desarrollo: una mirada con acento en la crisis de la sustentabilidad”. Pero lejos de intentar hundir a quien la lee en la desesperanza, la publicación llena de optimismo. El conocimiento y la innovación pueden empujar ese otro desarrollo. ¡Y aquí tenemos gente capaz de hacer ambas cosas!

La ciencia, la tecnología y la innovación, las llamadas CTI, pueden ayudar a sacar al desarrollo que buscamos del CTI. “Los aportes de la investigación latinoamericana durante la pandemia podrían abrir, en lo político y lo ideológico, espacios mayores para aprender e innovar, de modo de producir mejor y más frugalmente”, lanza, por ejemplo, Rodrigo Arocena en “Sobre las posibilidades de un nuevo desarrollo latinoamericano: poder, conocimiento y agencia. Una mirada desde Uruguay”.

Si “se propagara una convicción más general de que 'otra manera de hacer las cosas es posible y viable', habría más nichos donde desarrollar innovaciones frugales dirigidas a democratizar el acceso y difusión de soluciones a problemas hasta ahora huérfanos de ellas”, dice Judith Sutz en “Ciencia, tecnología e innovación: otras direccionalidades para un nuevo desarrollo”. “Un nuevo desarrollo, orientado al incremento del bienestar del conjunto de la población, requerirá a su vez de orientaciones -algunas, al menos- diferentes de las actuales en materia de ciencia, tecnología e innovación”, propone entonces. Y afirma, con crudeza certera, que para ello hay que “comenzar por reconocer” que los problemas que aquejan a las personas más postergadas de nuestra sociedad “no han sido en general caracterizados de forma que CTI pueda abordarlos”.

Allí está la revolución planteada a lo largo de todo el texto: buscar la forma de que la ciencia, la tecnología y la innovación, con nuestras investigadoras, investigadores, innovadoras e innovadores, que ya han demostrado que ante crisis agudas como las de la pandemia son capaces de transformar conocimiento en soluciones valiosas, comience a abordar “los espacios de las políticas que se ocupan de las carencias más agudas, entre las cuales puede mencionarse vivienda, salud, nutrición, saneamiento, educación, recreación, transporte, trabajo”.

Sabiendo que quienes integran nuestro sistema de ciencia e innovación están a la altura, Sutz se anima a decir que “se puede ser optimista respecto de la efectividad de una política de CTI para un nuevo desarrollo” y que “no parece imposible diseñarla”. Ante el agotamiento de la misma fórmula ya intentada en reiteradas ocasiones y con el mismo resultado de un desarrollo trunco, al terminar el libro es casi imposible no encontrarse diciendo “¿y por qué no?”.

Libro: Desarrollo, ciencia, tecnología, innovación y sus interacciones. Perspectivas y propuestas diversas.
Compiladoras: Judith Sutz e Isabel Bortagaray
Editorial: Fin de Siglo
Autores: Rodrigo Arocena, Ilan Alfassa, Luis Bértola, Maite Rubira, Isabel Bortagaray, Amalia Stuhldreher, Santiago Alzugaray, Javier Taks, Victoria Evia, Florencia Sosa, Miguel Sierra, Mariela Bianco, Gerardo Caetano, Soledad Contreras, Andrea Waiter, Claudia Cohanoff, Mayra Fernández, Silvana Maubrigades, Malena Montano, Rodrigo Álvarez, Reto Bertoni, Gaspar Medina, Carlos Bianchi, Fernando Isabella, Camila Zeballos y Judith Sutz.