Tras haberse convertido en un éxito mundial con la publicación de Sapiens, una historia de la especie humana en 2014, el historiador israelí Yuval Noah Harari se posicionó como un divulgador de la ciencia digno de atención. Tras algunos libros anteriores dedicados a temas bélicos, con Sapiens encontró una forma amena y entradora de contar un cuento que le permitiera dejar clara su visión del mundo (aun cuando ese cuento, como muchas narraciones, cometiera unas cuantas simplificaciones u obviara algunos hechos para resaltar otros).
El éxito obtenido, sumado a su cautivadora forma de contar –llena de ejemplos aparentemente inconexos, un poco al estilo del gigante de la divulgación científica que fue James Burke– y a una línea argumental que no evita la controversia pero sí los matices, lo llevaron a ser un referente sobre diversos temas. De hecho, su metamorfosis de historiador a gurú de temas contemporáneos variopintos fue incentivada por sus siguientes dos obras, despegadas de la divulgación pura y dura y bastante más especulativas: Homo Deus: breve historia del mañana (2016), en la que ya hablaba de la inteligencia artificial (IA) como un problema importante, y 21 lecciones para el siglo XXI (2018) en la que dice que “puesto que las empresas y los emprendedores que encabezan la revolución tecnológica tienden naturalmente a cantar las alabanzas de sus creaciones, les toca a los sociólogos, filósofos e historiadores”, como él, “hacer saltar la alarma y explicar todas las maneras en que las cosas pueden ir terriblemente mal”. Nexus sigue la línea trazada en sus dos libros anteriores y lo vuelve a colocar en el lugar de gurú del mundo que se nos avecina.
Dado que lo que atrapa de Harari es su salto de una anécdota histórico-científico-tecnológica a otra, dejar claro aquí el principal argumento del libro no arruinará su lectura, porque como una película de carretera, lo que importa es el trayecto. Y la cosa sería más o menos así: 1) más información no quiere decir que vivamos en un mundo mejor, así como tampoco la información garantiza la sabiduría; 2) con la IA “estamos creando un tipo totalmente nuevo de red de información”, ya que esta inteligencia avanza a pasos agigantados en su capacidad de crear relatos, tanto o más efectivos que los creados por humanos, pero totalmente incomprensibles para nosotros pues responden a la lógica del silicio y no a la del carbono de nuestras neuronas; 3) la IA no es una herramienta, “es un agente” y pronto estaremos jugando un juego cuyas reglas no tenemos forma de comprender.
De esta manera Harari reflexiona sobre cómo la IA desafiará tanto a la democracia como a los regímenes totalitarios y, en última instancia, sobre qué nos espera ante una creación que se nos ha ido de las manos y “puede alterar el curso no sólo de la historia de nuestra especie, sino de la evolución de todos los seres vivos”.
El rinconcito chovinista
Así como la presencia de un banderín de Peñarol en la última entrega de la saga Alien, dirigida por el uruguayo Federico Álvarez, desató furor en la redes, en Nexus nuestro provincianismo también puede encontrar motivo de orgullo.
Por el medio del libro, en el capítulo denominado “Los nuevos miembros: en qué se diferencian los ordenadores de las imprentas”, Harari afirma que esta red inorgánica está creando “realidades políticas y personales totalmente inéditas”, y dice que es importante prestar atención al fenómeno “porque los humanos todavía tenemos el control”. Al hablar de qué sucederá si, dada la incidencia de la IA, “los humanos dejamos de entender cómo funciona el sistema económico”, el historiador plantea el tema de los impuestos. Y entonces... ¡Uruguay nomá!
“Por ejemplo, a través de la red, una ciudadana de Uruguay puede interactuar a diario con numerosas compañías que podrían no tener presencia física en Uruguay, pero que le proporcionan diversos servicios”, dice en la página 269 de la edición en español. Al ampliar, señala que Google le brinda a nuestra compatriota búsquedas gratuitas, mientras que ByteDance, la empresa tras Tik Tok, le proporciona redes sociales. “Otras compañías extranjeras le envían anuncios: Nike quiere venderle calzado, Peugeot quiere venderle un coche y Coca-Cola quiere venderle refrescos”, agrega. Luego de afirmar que estas empresas les compran información personal a los gigantes informáticos, señala que “Google y ByteDance usan la información que han conseguido de esta ciudadana y de otros millones de usuarios para desarrollar sistemas de IA nuevos y más potentes que después podrían vender a gobiernos y compañías de todo el mundo”, gracias a lo cual ambas “figuran entre las compañías más ricas del mundo”.
Harari entonces hace una pregunta relevante: “¿Deben las transacciones que esta ciudadana realiza con ellos estar sujetas a las leyes tributarias de Uruguay?”. El libro dice que podría pensarse que sí. “No sólo porque la información procedente de Uruguay haya contribuido al enriquecimiento de estas compañías, sino también porque sus actividades socavan los negocios uruguayos que sí pagan impuestos”, comienza a argumentar, enumerando perjuicios a periódicos, medios, negocios y hasta a desarrolladores de IA en Uruguay que compiten en absoluta desventaja. El tema se dispara y, si hace falta un condimento para despertar la curiosidad, cerramos esta nota con el caso hipotético que plantea Harari: “Supongamos que los políticos uruguayos impulsan un nuevo plan para gravar las transacciones digitales”. ¿Qué pasaría?
La respuesta a esta y otras interrogantes, en Nexus (junto con mucha información, anécdotas curiosas y una línea argumental que parece robusta pero que tiene mucho de caprichosa).
Nexus: una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra a la IA. De Yuval Noah Harari. Debate. 608 páginas.