En Uruguay tuvimos nuestra propia versión del caballo de Troya, con la diferencia de que sabíamos que podía traer invasores dentro e igual decidimos abrirle nuestras puertas. Para peor, cuando confirmamos que aquello era una trampa y vimos a los visitantes campar a sus anchas en nuestras tierras, tampoco hicimos prácticamente nada.
La historia de esta invasión comenzó en 1986, cuando un estudio liderado por el entonces Inape (Instituto Nacional de Pesca), con participación del Instituto de Investigaciones Pesqueras de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República (Udelar), concluyó que la ranicultura podía ser una gran oportunidad de negocios para nuestro país, en especial para la venta de ancas de rana toro (Aquarana catesbeiana). Esa, por si la metáfora mitológica no es clara, es nuestra rana de Troya. No venía del Mediterráneo griego, sino del este de Estados Unidos, de donde es nativa.
A impulsos de ese proyecto, que tuvo un segundo empuje en la década de 1990, se instalaron en nuestro país una veintena de criaderos de rana toro. Sin embargo, ya se conocía por entonces el gran potencial invasor de esta especie, que venía ocasionando problemas en varias regiones debido a su formidable capacidad de adaptación, su resistencia y su voracidad. Las ranas toro desplazan anfibios nativos por competencia, depredación directa e incluso mediante la apropiación de los espacios sonoros (fundamentales para los anfibios), pero además alteran los hábitats que ocupan, causan perturbaciones en las redes alimenticias y son potenciales transmisores de enfermedades.
Consideraciones ecológicas aparte, el negocio de la ranicultura en Uruguay no fue tan próspero como se pensaba y la crisis de 2002 le dio su golpe de gracia, lo que obviamente molestó a quienes invirtieron su tiempo y dinero en los emprendimientos. Los establecimientos cerraron sin que hubiera siquiera una planificación para el destino de estas enormes ranas que, escapadas o liberadas ex profeso, tuvieron terreno libre para avanzar en los alrededores de algunos de los criaderos.
Sapo de otro pozo
Había alguien prestando atención a lo que podía ocurrir allí. Como parte de un proyecto de la Facultad de Ciencias de la Udelar dedicado al monitoreo de especies invasoras, liderado por Matías Arim, el herpetólogo Gabriel Laufer quedó a cargo de examinar los alrededores de los criaderos cerrados para comprobar si se habían producido escapes de ejemplares.
En 2005 confirmó sus sospechas en Rincón de Pando, donde encontró ranas toro ocupando tajamares cercanos a una antigua granja de ranas. Luego repitió su hallazgo en otros puntos de Uruguay, con un caso especialmente preocupante: en 2007 descubrió que las ranas toro se habían expandido bastante en Aceguá (Cerro Largo), donde las detectó en nueve cuerpos permanentes de agua.
Desde entonces, él y sus colegas comenzaron a hacer monitoreos anuales en esa zona para ver qué ocurría con el avance de esta especie exótica invasora. Hasta 2012 se mantuvo más o menos estable, pero a partir de ese año se produjo un clic, como suele ocurrir en los ciclos de las invasiones biológicas. Las ranas toro comenzaron a invadir otros tajamares y a expandirse con rapidez en el territorio.
Cuando confirmaron la presencia de este anfibio exótico, avisaron inmediatamente a las autoridades para que tomaran medidas de erradicación, una tarea que siempre es más sencilla en las fases iniciales de una invasión biológica. Como nada se hizo, aprovecharon entonces la ocasión para usar Aceguá como un gran laboratorio natural y comprobar qué impacto generaba la rana toro en las comunidades de anfibios nativos (aunque hicieron bastante más que eso, como veremos).
El resultado de ese largo monitoreo fue publicado en un artículo reciente que lleva la firma de Gabriel Laufer, del Museo Nacional de Historia Natural y la organización Vida Silvestre; Noelia Gobel, colaboradora de las mismas instituciones e integrante del Departamento de Ciencias Biológicas del Cenur Litoral Norte (de la Udelar); Ignacio Alcántara, del Departamento de Salud Pública Veterinaria de la Facultad de Veterinaria de la Udelar; Nadia Kacevas, del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente (IIBCE), y Sofía Cortizas, del Grupo de Agroecología, Sustentabilidad y Medio Ambiente de la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC) de Durazno.
Su trabajo se convirtió en uno de los primeros análisis espaciotemporales detallados de los impactos de la invasión de la rana toro sobre una comunidad de anfibios a nivel mundial y mostró, de forma reveladora, cuáles han sido los efectos progresivos de esta especie a lo largo de 16 años.
Estoy verde y me dejan salir
“El desafío mayor fue pensar en cómo armar un muestreo estandarizado que abarcara tantos años y permitiera comprender el avance de la especie y su impacto”, explica Gabriel Laufer. En los papeles, comprobar si la comunidad de anfibios nativos de los tajamares invadidos por la rana toro se vio afectada a lo largo del tiempo parece una idea sencilla, pero hay muchos factores que pueden incidir en el declive de los anfibios, tal cual está ocurriendo a nivel mundial. Entre otros, la degradación y pérdida de hábitat, la urbanización, la contaminación y el cambio climático.
Aceguá tenía sus ventajas para hacer un experimento de este tipo, porque es una región con alta diversidad de anfibios y relativamente bien conservada, pero además posee tajamares con vegetación en distintos grados de heterogeneidad debido al manejo de campos por la ganadería extensiva. Y la heterogeneidad ambiental “juega un papel crucial en la estabilidad y diversidad de las comunidades de anfibios, porque provee de una variedad de microhábitats necesarios para su ciclo de vida”, tal como indica el trabajo.
Gabriel Laufer.
Foto: Gianni Schiaffarino
Los tajamares, aunque parezcan homogéneos, tienen diferentes profundidades, además de chircas, caraguatales, pastos inundados, arbustos y otros tipos de vegetación periférica que dan refugio a muchas especies de anfibios. Era, por lo tanto, una variable interesante para estudiar en combinación con la influencia de las ranas toro.
Con esa idea en mente, los investigadores diseñaron un monitoreo anual que les permitió analizar la diversidad y abundancia de anfibios nativos en 61 tajamares de Aceguá con distintos grados de heterogeneidad y con distintos tiempos de invasión y abundancia de rana toro. Lo hicieron mediante un seguimiento que abarcó desde 2012 a 2022, aunque usaron también datos de años previos. Además, evaluaron las especies de anfibios nativos más afectadas, ya que se ha visto en otros trabajos que la rana toro no impacta a todos por igual.
También midieron el grado de heterogeneidad ambiental de cada cuerpo de agua en una escala de 0 a 5, usando una metodología aplicada en trabajos anteriores, y estudiaron otros factores, como el tamaño de cada tajamar, las profundidades registradas y otras variables ambientales como temperatura y humedad. Por último, usaron herramientas estadísticas para analizar los resultados y comprender el impacto de estas variables en la comunidad de anfibios de cada tajamar.
Hacer este monitoreo también tuvo desafíos económicos y logísticos. Si bien el equipo ganó algunos proyectos de financiación puntuales, la extensa duración de la investigación los obligó a ser creativos y buscar la forma de ir todos los años a Aceguá, incluso sin dinero específico para el trabajo, además de apelar a la colaboración de la comunidad local. Por suerte lo lograron, porque obtuvieron resultados relevantes que muestran que el problema es más grave aún que lo que suponían inicialmente.
Invasores del espacio
Lo primero que puede concluirse de su largo monitoreo es que la rana toro continúa su avance constante en Aceguá. De los nueve tajamares en que fue detectada en 2007, todos muy cercanos entre sí, saltó a 29 en 2022. Es decir, llegado ese año estaba presente en casi el 50% de los cuerpos de agua analizados por el equipo.
Mapa de invasión de la rana toro. Tomado de Laufer et al. 2025.
Más preocupantes aún son los efectos que ha provocado en los charcos invadidos, comprobados por la investigación. Tanto la riqueza como la abundancia de anfibios nativos –se identificaron 18 especies en total en el trabajo– disminuyeron a medida que aumentó el tiempo transcurrido desde la invasión y la abundancia de ranas toro en el sistema de tajamares.
Los resultados “indicaron una disminución significativa de la biodiversidad nativa, sugiriendo una pérdida potencial de hasta el 50% de la abundancia de anfibios nativos en un período de diez años después de la invasión de la rana toro”, señala el trabajo. En otras palabras, la llegada de la rana toro en muchos de ellos implicó la desaparición de la mitad de las ranas y sapos de nuestra fauna.
Los tajamares con mayor heterogeneidad ambiental mostraron mayor diversidad y abundancia de anfibios nativos, pero su efecto positivo no fue tan significativo como para compensar la influencia de la presencia de la rana toro. Mitiga la pérdida, pero no la evita.
“Encontramos que la heterogeneidad ayuda a mantener los ensambles de anfibios nativos y que incluso atenúa los efectos nocivos de la rana toro”, dice Gabriel. Sin embargo, algunas especies están sufriendo esta invasión particularmente.
Bullying de anfibios
Hubo tres especies que se vieron afectadas muy negativamente por la presencia de la rana toro: la rana boyadora grande (Pseudis minuta), la ranita enana de Sanborn (Dendropsophus sanborni) y la rana criolla (Leptodactylus luctator).
“Lo que el trabajo muestra es que los anfibios con hábitos más parecidos a la rana toro son los más expuestos. Hay algunos que pueden valerse de otros ambientes, por ejemplo, charcos temporarios, pero cuando una especie depende exactamente del mismo ambiente que la rana toro, es más pequeña de tamaño y se topa con ella, se vuelve muy vulnerable. Por eso pensamos en la depredación como el mecanismo de exclusión de esas especies”, agrega Gabriel.
El caso de la rana boyadora grande es muy claro. “No tiene dónde irse porque justamente ocupa el mismo ambiente que la rana toro. Y es un anfibio parecido, pero de un tamaño incluso menor que el de los juveniles de rana toro. Queda súper expuesta a la depredación”, aclara.
Foto: Leo Lagos (NaturalistaUY)
En cuanto a las ranitas enanas de Sanborn, son como snacks para las ranas toro. Habitan sobre la vegetación acuática, donde quedan al alcance de su voracidad.
Ranita enana de Sanborn- Foto Leo Lagos (NaturalistaUY)
A los investigadores, sin embargo, les llamó la atención que entre los anfibios más afectados por la rana toro se encuentre la rana criolla, que es bastante corpulenta y tiene hábitos más bien terrestres. De hecho, el epíteto de su nombre científico, luctator, significa “luchador”, debido a que su fuerza impresionó al naturalista que la describió, William Hudson. Pero si la rana criolla es el Hulk Hogan de nuestros anfibios, la rana toro vendría a ser el verdadero Hulk, porque está ejerciendo alguna clase de influencia negativa en su presencia.
Foto: Sebastián Gómez Barboza Silveira (NaturalistaUY)
“Las conclusiones de este trabajo nos muestran que el efecto de la rana toro es incluso más fuerte de lo estábamos pensando al inicio y que el peligro es mayor de lo que creíamos. Si dejamos que esta especie se expanda, la situación puede ser muy comprometedora en diferentes zonas del país para los anfibios y para otras especies, porque la rana toro no se alimenta únicamente de anfibios. También consume pequeñas aves, mamíferos, reptiles y macroinvertebrados”, advierte Gabriel. Es hora de tomar medidas, pero la ventana para actuar se está achicando.
Una te pido
De las 42 especies exóticas invasoras identificadas hoy en Uruguay, la rana toro es la única que podría ser erradicada, tal como señala el libro Especies exóticas invasoras de Uruguay: distribución, impactos socioambientales y estrategias de gestión (2021).
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y no hay acciones concretas, las posibilidades de éxito disminuyen.
En las conclusiones del trabajo, los autores señalan que sus hallazgos tienen implicaciones importantes para la gestión y conservación de anfibios en ecosistemas acuáticos, en alusión al desarrollo e implementación de un plan de manejo de la rana toro.
Esto, sin embargo, es algo que vienen advirtiendo desde el comienzo de la invasión, sin que se haya llevado a cabo hasta ahora ningún plan concreto. Los propios investigadores han impulsado varias experiencias junto con la comunidad, como fomentar la pesca y el consumo de la rana toro o dar charlas en escuelas y otras instituciones para despertar conciencia de este problema, pero no ha habido una intervención oficial.
“Hay un plan de manejo aprobado para Aceguá para el que nosotros aportamos información y que incluso está publicado en la web del Ministerio de Ambiente, pero nunca llegó a implementarse. Esa es una deuda que hay, porque existe aún una oportunidad de control. No es tan sencilla como antes, pero todavía la invasión en la zona se encuentra en un radio de unos pocos kilómetros, en un número relativamente manejable de cuerpos de agua”, dice Gabriel. Otro punto del país donde la rana toro avanzó también bastante y que ameritaría un plan similar es San Carlos, en Maldonado.
El equipo analiza ahora detalles de la dinámica de la invasión de la rana toro para ver en qué direcciones podría avanzar y, por lo tanto, dónde es más pertinente tomar medidas preventivas.
Según Gabriel, el plan para Aceguá ni siquiera requeriría mucho dinero. Una posible estrategia de erradicación podría combinar varias técnicas. La medida más extrema es secar temporalmente algunos de los cuerpos de agua en estado crítico por la invasión, pero eso debe complementarse con la captura de individuos mediante redes de arrastre o trampas, y el cercado de algunos tajamares para evitar que las ranas toro salgan o entren.
Otros métodos son más sofisticados pese a que están basados en el canibalismo, una combinación de palabras que parece más adecuada para definir a Hannibal Lecter que a un método de control biológico. Aprovechando la voracidad y la tendencia al canibalismo ya comprobados de esta especie, los investigadores proponen esterilizar a machos de rana toro y liberarlos en los ambientes para que depreden a otras ranas toro, como ya han probado. “Es una forma complementaria de reducir el número de individuos reproductivos y lograr un declive en la población”, explica Gabriel.
“Hay varias cosas para hacer y ninguna es muy loca ni muy cara”, agrega. La clave, sin embargo, está en hacerlas y no seguir esperando, como ha ocurrido hasta ahora. Los resultados de esta investigación muestran que la rana toro es una amenaza muy real para la conservación de la rana boyadora grande, la criolla y la ranita enana de Sanborn, entre otros anfibios nativos, ya de por sí en jaque debido a la intervención humana directa en sus ambientes. También dejan claro que hay una comunidad local dispuesta a ayudar y muy interesada en el tema. “Sin su apoyo este trabajo no hubiera salido tan bien”, recuerda Gabriel. Lo que hace falta ahora es que quien dé el salto sea el Estado y no la rana toro.
Artículo: Effects of biological invasions and habitat degradation on amphibian populations in Cerro Largo, Uruguay
Publicación: Conservation Biology (julio de 2025)
Autores: Gabriel Laufer, Noelia Gobel, Ignacio Alcántara, Nadia Kacevas y Sofía Cortizas.