La primavera no empieza hasta que aparecen los churrinches con su fulgor escarlata entre las ramas de los árboles. Eso creía al menos el escritor Serafín J García, que colocó un dibujo de esta ave en la tapa de su libro Blanquita y le dedicó uno de sus relatos.
Serafín narraba que durante los meses de otoño e invierno “desaparecía del campo aquel bellísimo pájaro, sin duda uno de los más atractivos entre cuantos existen en el mundo entero”, porque se iba rumbo al norte buscando “los climas cálidos que su naturaleza requería”.
Por oposición, el verano no termina mientras se vean churrinches con cierta frecuencia. O, dicho de otro modo, en nuestro país el año no empieza hasta que llega el último ciclista y se va el último churrinche. Hay que aprovechar este mes de marzo, entonces, para poder observarlos antes de que den por cerrada la temporada en Uruguay.
El churrinche viene deslumbrando a los habitantes de estas tierras desde hace muchísimos años, pese a que no es un residente permanente. Si uno hace caso a una vieja leyenda, esa ave colorida que llama tanto la atención es en realidad el corazón alado y sangrante de un cacique charrúa (guaraní en otras versiones), que decidió arrancarlo de su pecho y darle libertad antes de ser abatido por soldados españoles.
Los españoles no parecían estar tan deslumbrados por el churrinche, aunque no sabemos si la culpa de esto es atribuible a la leyenda que los dejaba mal parados. Según el naturalista y militar Félix de Azara, llamaban “putilla” a esta ave, nombre sobre el que no da explicaciones pero que se mantiene aún en algunas partes de América del Sur. También se lo conoce en otras regiones como pájaro brujo, un mote más agradable.
La leyenda, cuyo argumento general se mantiene pese a que existen unas cuantas variantes, explica también por qué el churrinche es un ave de espíritu libre, “indomesticable”, en palabras de Serafín J García, e incapaz de resistir la vida en una jaula.
Tan astuto como siempre en sus observaciones sobre la vida animal, el escritor acertó al asegurar que esta ave desaparece de Uruguay para buscar mejores condiciones para su supervivencia. Sabemos que nidifica en Uruguay, el sur de Brasil y parte de Argentina, y que al llegar el otoño se traslada a zonas de Brasil, Bolivia y Perú, en el centro de América del Sur. Sin embargo, hasta ahora no existía ningún estudio que detallara cuáles son los patrones migratorios del churrinche y hasta dónde llega exactamente en sus viajes a lo largo del año.
Ese vacío es el que vino a llenar un trabajo recientemente publicado por investigadores de la Wageningen University de Holanda y la Universidade Federal de Viçosa (Minas Gerais, Brasil), que se vale de los aportes ciudadanos para seguir la pista al churrinche en toda América del Sur. Para acompañarnos en este viaje y entender más sobre esta ave cautivadora, recurrimos también a la guía de dos especialistas locales: Joaquín Aldabe y Adrián Azpiroz.
La historia de un millón de años
La historia del churrinche es la de un pionero intrépido que se extendió por toda América. Hasta hace poco se consideraba que existía una sola especie distribuida en todo el continente americano (incluyendo las islas Galápagos) con 12 subespecies reconocidas, pero un estudio genético de 2016 sugiere la existencia de cuatro especies separadas y cuenta una posible historia de conquista.
Hace poco más de un millón de años, el ancestro migratorio de las especies actuales de churrinche fue extendiéndose por toda América y diversificándose a medida que las poblaciones quedaban aisladas geográficamente. Algunas mantuvieron su comportamiento migratorio (como la que vemos en nuestro país) y otras lo perdieron.
El trabajo de 2016 señala que nuestro churrinche, cuya distribución abarca el sur de América del Sur al este de los Andes, mantiene suficientes diferencias de genética, morfología y cantos con los churrinches de otros territorios como para que se la considere una especie aparte (Pyrocephalus rubinus). Las otras tres serían Pyrocephalus obscurus, con una amplia distribución desde Estados Unidos a Chile; Pyrocephalus nanus, que se encuentra en las islas Galápagos; y Pyrocephalus dubius, restringida a la isla San Cristóbal de las Galápagos, que tendría así el triste honor de ser la primera ave endémica de las Galápagos en extinguirse. Se la vio por última vez en 1987, aunque la búsqueda por localizar algún ejemplar continúa.
El tema es discutido, porque si bien el Congreso Ornitológico Internacional hizo caso a la propuesta, el Comité de Clasificación de América del Sur de la Sociedad Ornitológica Americana no la ha aceptado y reconoce sólo dos especies: una que habita todo el continente, con diez subespecies (la nuestra sería Pyrocephalus rubinus rubinus) y otra que reside en las Galápagos, con dos subespecies.
Discusiones taxonómicas aparte, los churrinches guardan en sus genes los misterios de este comportamiento adquirido en su historia evolutiva, que al igual que otras aves migratorias los lleva a hacer viajes difíciles y verdaderas proezas para orientarse en territorios enormes.
Adagio en mi país
¿Por qué abandona el churrinche nuestro país cuando se acaba el verano? ¿Qué señal le indica que debe hacerlo? Con respecto a lo primero, tanto Joaquín Aldabe como Adrián Azpiroz coinciden en que el estímulo que ha llevado a esta especie a desarrollar esta conducta es probablemente el cambio en la disponibilidad de alimentos, marcado por las modificaciones de temperatura. Los churrinches son insectívoros, especialistas en percharse en ramas bajas para cazar al vuelo, y la disponibilidad de sus presas disminuye en los meses fríos.
En cuanto a la señal que activa la migración, Joaquín y Adrián aclaran que no hay estudios específicos para el churrinche, pero apuntan a la reducción de las horas de luz solar, un factor clave para muchas aves migratorias. Más allá del componente genético que fuerza la migración, “hay cierta flexibilidad en los individuos de una especie, porque se da que algunos no hacen la migración o la realizan parcialmente”, dice Joaquín. Hay incluso una palabra en alemán para definir el momento en que las aves se inquietan al sentir el llamado de la migración: zugunruhe, que significa “ansiedad migratoria”.
Los churrinches no cuentan con calendarios o relojes para programar su migración y tampoco con brújulas para orientarse en sus viajes (o eso se creía), pero todo indica que regresan año a año a los mismos sitios con una precisión admirable. “Sabemos que esto ocurre en varias especies y sospechamos que lo mismo pasa con el churrinche, porque vemos parejas de esta especie en el mismo lugar todos los años”, aclara Joaquín. Esto tampoco escapó al ojo atento de Serafín J García, que en su cuento asegura que el mismo casal de churrinches vuelve en cada primavera al naranjo de la quinta de Blanquita.
Tampoco está estudiado específicamente cómo se orienta el churrinche, pero posiblemente use uno o más de los sentidos que evolucionaron en las aves migratorias, algunos de ellos parecidos a superpoderes. Tal cual cuenta Joaquín, estas aves pueden orientarse gracias a la posición del sol, la ubicación de las estrellas, el reconocimiento de accidentes geográficos (montañas, ríos, mares) y “además tienen la capacidad de percibir la orientación de las líneas del campo magnético terrestre”. Esto se ha demostrado en una serie de experimentos con petirrojos y otras aves, en los que se alteró el campo magnético que las rodeaba y se comprobó cómo modificaban su dirección de salida. Así que, en cierto modo, algunas aves sí disponen de una brújula interna, aunque los detalles de su funcionamiento estén aún bajo discusión. Se ha propuesto que la magnetita, un mineral de hierro hallado en varios organismos, es la responsable de que puedan convertirse en auténticas brújulas biológicas.
El churrinche no hace migraciones tan espectacularmente largas como otras aves migratorias, pero alcanza algunos puntos bastante lejanos a Uruguay, como muestra el trabajo.
Migración de churrinches. A) invierno B) verano. Imagen de Thibaudier et al. 2025.
Con una ayudita de mis amigos
Para identificar los patrones migratorios del churrinche, los investigadores recurrieron al ejército incansable de observadores de aves en América del Sur. Obtuvieron todos los registros de esta especie publicados en las plataformas eBird y Wiki Aves entre el 1º de enero de 2000 y el 1º de enero de 2020. Luego, usaron modelos estadísticos para elaborar un mapa que distribuyó los registros temporal y espacialmente.
Consiguieron en total 40.837 registros válidos del churrinche Pyrocephalus rubinus en toda su distribución (eliminaron los registros al norte del río Amazonas, donde esta especie aparece muy raramente). Lo primero que hicieron al analizar la información, aunque parezca obvio, fue confirmar que se trata de una especie migratoria. Tal cual se ha observado, los datos muestran claramente que de noviembre a febrero los registros se concentran en las áreas reproductivas de Uruguay, el sur de Brasil, y el centro y este de Argentina. De mayo a agosto, la mayoría de las observaciones se dan en el centro de América del Sur, con el río Amazonas como límite norte y la cordillera de los Andes como límite oeste. En setiembre, octubre, marzo y abril se da un pasaje de transición entre las áreas reproductivas y las áreas de invernada.
“Nuestros resultados muestran que la especie se reproduce exclusivamente al sur de su distribución, con los primeros individuos arribando a las áreas reproductivas en los últimos días de agosto y comienzos de setiembre, corroborando observaciones previas”, señala el trabajo. Para octubre ya hay una buena cantidad de churrinches en Uruguay, sur de Brasil y parte de Argentina, con registros de nidos en estas fechas.
Tanto Adrián como Joaquín opinan que los resultados no son sorprendentes, pero destacan cuán valioso es que generen “evidencia nueva que apoya una serie de aspectos conocidos o sospechados”.
Además, como bien apunta el trabajo, “comprender los patrones migratorios es fundamental para predecir la dinámica poblacional y la influencia del clima en la biología reproductiva de estas especie en un mundo que cambia rápidamente”.
Categoría churrinche
La investigación arroja también algunos datos interesantes que ameritan más estudios. Trabajos previos han señalado que para mitad de marzo todos los ejemplares adultos de churrinche abandonan las áreas reproductivas, pero que los juveniles se quedan incluso hasta comienzos de abril. Sin embargo, los autores plantean que no hay evidencias de esto y que es posible que esos juveniles observados sean en realidad adultos con el plumaje alternativo de fines de verano, más apagado y, por lo tanto, más parecido a los juveniles. Adrián Azpiroz es cauto con esta aseveración. Aclara que no está confirmado aún que los churrinches machos hagan una muda de plumas al final de la época reproductiva y pierdan los colores intensos, por lo que es probable que se trate efectivamente de machos jóvenes que están adquiriendo el plumaje reproductivo.
Los datos muestran que hay zonas en el norte de Argentina y el sur de Paraguay en las que los churrinches se ven todo el año (aunque con una clara variación en los números), lo que contradiría el comportamiento migrante de esos ejemplares. Sin embargo, los investigadores creen que esto no demuestra la existencia de poblaciones residentes todo el año en esas áreas de invernada. Puede tratarse de una impresión causada por los registros casi continuos de aves transitorias que se reproducen en localidades del sur y migran hacia el norte en invierno (la región está cerca del límite de las dos áreas) o que se trate de una “migración en cadena”, en que las poblaciones reproductoras van siendo reemplazadas por poblaciones invernantes de la misma especie.
El artículo agrega que estos resultados revelan que la distribución estacional del churrinche “se extiende más al este y al noreste de Brasil de lo que se conocía previamente”. Observaciones puntuales “sugieren que el rango de distribución de esta especie se ha expandido hacia el este de Brasil, en el estado de Río de Janeiro, donde se ha registrado su presencia en la vegetación costera de restinga desde al menos la década de 1940”.
Una posible explicación de esta extensión es que el churrinche esté invadiendo áreas abiertas que anteriormente estaban cubiertas por la menguante Mata Atlántica y que ahora le resultan ambientalmente convenientes, aunque “no está claro si los churrinches invernan en estas áreas o si estos registros corresponden a aves transitorias o errantes”, dicen los autores. En un trabajo que publicó en 2023, el propio Joaquín mostró que el churrinche usa áreas abiertas pero se ve favorecido por la presencia de árboles, lo que “coincide con el hábitat fragmentado que está quedando en la zona de la Mata Atlántica”, aclara.
Para Adrián, la extensión de la distribución que muestra el trabajo se da debido a que las áreas de invernada de varios migrantes pampeanos no estaban bien identificadas hasta estos últimos años, algo que está mejorando gracias a trabajos como este. “Datos como los de eBird (contrastados con datos históricos) son ideales para detectar este tipo de cambios”, aclara.
El ojo que todo lo ve
Para Joaquín, el gran destaque de este artículo es justamente el aporte ciudadano. “Que este trabajo haya sido hecho con datos que aportan los aficionados a la observación me parece un fenómeno de valor histórico tremendo. Muestra cuánto puede contribuir a la conservación la gente que observa aves y cuánto conocimiento puede generar. Es fabuloso que personas no vinculadas a la academia hagan aportes tan significativos”, dice Joaquín.
“Esos aportes nos permiten entender cosas que de otra manera no podríamos, porque la escala de la información, la cantidad y la extensión geográfica que cubren es espectacular, y un investigador antes no podía abarcar todo eso. El volumen de datos que se está generando está marcando una revolución en el conocimiento de la ornitología”, concluye.
Las aves también tienen su mérito, por supuesto. La alegría y el placer que provocan en quienes las observan son las que permiten que pueda generarse tal cantidad de información en las plataformas ciudadanas. Esa emoción es la misma que llevaba a Blanquita, el personaje de Serafín J García, a gritar de entusiasmo cuando a comienzos de octubre el churrinche “volvía a encenderse como una brasa entre el alegre follaje de los árboles” y cuando “los fulgentes revoloteos de aquellos rubíes alados” anunciaban la llegada de la primavera. La diferencia es que hoy podemos compartir estos avistamientos al instante con el resto de la comunidad y seguir así al churrinche en su largo viaje anual por el continente.
Artículo: Unveiling the migratory patterns of scarlet flycatchers using citizen science databases
Publicación: Ornithology Research (enero de 2025)
Autores: Julian Thibaudier, Leonardo Esteves Lopes y Filipe Cunha.