Como sucede desde hace varios años, la llegada de la Semana de Turismo es también un momento en el que diferentes organizaciones que defienden los derechos de los animales se movilizan. Algunas lo hacen para protestar con buenos y justificados argumentos contra las jineteadas; otras contra la caza, ya que esta semana se dispara más de la cuenta debido a la ausencia casi total de controles efectivos (según el investigador y experto en mamíferos Enrique González, gran parte de la caza en nuestro país, no sólo en Turismo sino todo el año, “ocurre por fuera de los límites de la ley”).

En ambos casos, el amor, la empatía y el respeto por los animales movilizan a las personas, y las cosas están bastante claras. ¿A santo de qué estresar, molestar y usar a un animal para que nos entretenga, más aún cuando casi todos los años en las jineteadas de la Rural del Prado o en la del parque Roosevelt fallecen caballos? ¿Qué tiene de entretenido dominar a un animal que, justamente, está luchando por liberarse de nuestra irrefrenable pulsión de someter al resto de los seres vivos del planeta? ¿Cuál es la gracia de ir armado, y a veces con una jauría de perros, para dar muerte a otro ser vivo, cuando quien lo hace ya tiene la panza llena y su supervivencia no depende de ello?

Sin embargo, hay casos en los que el amor, la empatía y el respeto por los animales podría chocar... ¡contra el amor, la empatía y el respeto por los animales! Por paradójico que parezca, a veces intentar compartir experiencias con nuestras mascotas perjudica a otros organismos e, incluso, al ambiente. Eso es lo que deja de manifiesto una reciente publicación titulada algo así como ¿Perro malo? Los efectos ambientales de los perros con dueño.

El artículo, firmado por Philip Bateman y Lauren Gilson, del Grupo de Investigación en Comportamiento y Ecología de la Facultad de Ciencias Moleculares y de la Vida de la australiana Universidad de Curtin, no sólo es importante por lo que dice, sino también para tenerlo especialmente en cuenta en esta Semana de Turismo en la que muchas y muchos deciden disfrutar los días libres rodeados de naturaleza. ¿Qué tan buena idea es llevar a tu mejor amigo a ese sitio alejado de la ciudad que tanto te gusta? El artículo no deja dudas. Tu mejor amigo en la ciudad –y también en el campo– puede ser un gran problema para la fauna silvestre. Para estos investigadores, el asunto es claro: “Sostenemos que el impacto ambiental de los perros con dueño es mucho mayor, más dañino y más preocupante de lo que generalmente se reconoce”, afirman en su trabajo. Veamos por qué.

Grandes números, grandes problemas

“Los perros son las mascotas más populares del mundo”, comienzan diciendo Philip Bateman y Lauren Gilson en el artículo. Según cifras oficiales, en 2024 en Reino Unido había 12 millones de perros domésticos y en Estados Unidos 90 millones. Según datos de 2022, en Australia, país de la dupla investigadora, había unos seis millones de perros con dueño, es decir, sin contar a los abandonados y que, en alguna medida, podrían considerarse asilvestrados. Según los autores, se estima que la cantidad de perros con dueño en el planeta asciende a 1.000 millones.

En nuestro país el fenómeno es aún más relevante que en otras partes. Según datos del censo de 2023, en Uruguay se contabilizaron 1.448.224 perros en los hogares cubiertos por la encuesta. Si tomamos en cuenta la población de cada uno de los países y su cantidad de perros en hogares, encontramos que en Uruguay tenemos 4,1 perros por cada diez habitantes, mientras que esa cifra es de 2,6 en Estados Unidos, 2,3 en Australia y 1,7 en Reino Unido. Las cifras colocan a Uruguay entre los países con más perros por habitante del globo. ¿Y cuál es el problema con ello? Que los perros no son un animal cualquiera. En el trabajo los investigadores explican por qué: la gran cantidad de humanos que deciden tener perros como mascotas hacen que “los perros domésticos sean el depredador vertebrado más común del mundo”. Es que se nos suele pasar por alto, pero los perros que nos acompañan son animales carnívoros que domesticamos a partir del lobo. De hecho, perros y lobos son una misma especie, Canis lupus. Y para el resto de la fauna que nos rodea, la diferencia sutil entre un perro juguetón domesticado y un lobo hambriento es casi intrascendente.

“Si bien tanto los gatos domésticos como los salvajes están implicados repetidamente (y con razón) en la destrucción de la vida silvestre y la reducción de la biodiversidad a nivel mundial, los perros domésticos rara vez se perciben como problemáticos para la biodiversidad, a pesar del reconocimiento de que los perros salvajes amenazan tanto la supervivencia de la vida silvestre como la integridad de la biodiversidad a través del mestizaje con cánidos salvajes”, lanzan entonces los autores del artículo. ¿Cómo van a ser nuestros fieles e inocentes amigos un problema para la diversidad? Pues lo son. Y el trabajo lo detalla.

“Los impactos de los perros con dueño pueden ser directos, indirectos, muy localizados y de amplio alcance”, dice el texto. Y hay de todo: “En esta revisión abordamos el alcance de estos impactos, que abarcan desde el comportamiento depredador hasta la perturbación directa, la mera presencia que perturba a los animales salvajes, los residuos naturales y artificiales de los perros en el entorno y, finalmente, el enorme impacto ambiental de los perros con dueño a través de la industria de alimentos para mascotas”. ¡Chan! Más aún, hablan de “cascada de efectos” producidos por nuestros mejores amigos.

El impacto directo de nuestros perros en la fauna y el ambiente

Estás empacando para irte de vacaciones a las sierras. O a una hermosa playa de Rocha. O vas a acampar junto a un río. Las ganas de vivir la aventura junto a tu mascota perruna son muchas. Pero si bien los humanos somos el mayor peligro para la fauna del planeta y la principal causa de deterioro ambiental, cuando nos presentamos en la naturaleza con nuestros perros, el efecto que producimos es aún más perjudicial. La evidencia que recopilan Philip Bateman y Lauren Gilson apunta en esa dirección.

Entre los “impactos directos” de los perros con dueño, los autores señalan que está el de perseguir, atacar y dar muerte a otros animales. “El comportamiento depredador más obvio que mantienen los perros es el de perseguir a otras especies”, señalan. Tienen datos que apuntalan este hecho.

“Los perros con dueño capturan una mayor proporción de presas animales nativas en Australia que los gatos con dueño, y también capturan presas más grandes”, reportan en su trabajo. De hecho, los porcentajes de animales silvestres dañados por mascotas en Australia apuntan a que 62% fueron atacados por perros, mientras que sólo 47% lo fueron por gatos. Citando un estudio de admisiones a un centro de rehabilitación de vida silvestre en Queensland, realizado en 2019, sostienen que “los ataques de perros representaron el 9,2% de las admisiones (principalmente mamíferos y reptiles) y que la mortalidad fue más alta (72,7%) entre estas admisiones asociadas con perros”.

En colonias australianas del pingüino más pequeño del mundo (Eudyptula minor) se ha reportado que “entre 1980 y 2020, 55 eventos de mortalidad en colonias se debieron a ataques de perros, lo que representa el 91% (887 muertes) de todos los pingüinos reportados muertos”. Algunos de estos ataques fueron de perros asilvestrados, pero otros fueron de perros con dueño. Al respecto sostienen que “los efectos negativos de los perros sobre la vida silvestre en áreas naturales a menudo están inextricablemente vinculados al comportamiento de sus dueños”.

Efectos de los perros en fauna y ambiente. Imagen: Bateman _et al_, 2025.

Efectos de los perros en fauna y ambiente. Imagen: Bateman et al, 2025.

También dicen que “es importante reconocer que un animal no tiene que ser atrapado o muerto por un perro para sufrir”, y citan el caso de las aves que anidan en las playas. Los perros no sólo pueden matar aves (como es el caso de ataques de perros a pichones del charrán en peligro de extinción Sternula nereis nereis en Australia occidental), sino que también producen “numerosas perturbaciones a aves en etapa de reproducción al correr por colonias playeras”.

El caso está documentado en varios puntos del globo: en presencia de perros solos, los chorlitos Charadrius alexandrinus de España “fueron ahuyentados de sus playas de cría entre el 50% y el 100% del tiempo”, “93,8% del tiempo si había una persona con el perro” y sólo entre 12,9% y 47,6%” ante la presencia de personas solas según un estudio de 2021. “De igual manera, se reportó que los perros sueltos eran una fuente desproporcionada de perturbaciones para los chorlitos nevados (Anarhynchus nivosus) en un sitio de California, Estados Unidos”, sostienen citando una investigación de 2001.

Sostienen que esta perturbación que causan los perros a las aves playeras, que también ocurren en nuestro país, como cualquiera puede atestiguar si va a una playa con aves anidando, “no es gratuita para las aves”. Citando investigaciones, los autores señalan que este salir disparados ante la aproximación de los perros puede “aumentar el gasto energético diario en 4,5-4,7%” para los playeros de las especies Calidris canutus y Calidris tenuirostris “y entre 7,5-7,8% para los chorlitos playeros Charadrius mongolus y Charadrius leschenaultii en el norte de Australia”.

“Estos datos sobre el impacto del comportamiento depredador natural de los perros sugieren que una forma sencilla de mitigar los peores efectos de las perturbaciones causadas por ellos es mantenerlos atados en las playas y mantener una distancia de seguridad con las aves playeras que anidan o se posan. Desafortunadamente, muchos dueños de perros no están de acuerdo”, dicen con pesar los autores en su trabajo, citando casos documentados en que esos pedidos “fueron ampliamente ignorados” por los visitantes de un sitio de anidamiento de aves en Victoria, Australia.

Aun atados, los perros impactan en la fauna

El trabajo reporta que “muchos de los informes sobre perturbaciones caninas” citados por una publicación de 2014 “se refieren a perros con correa que están bajo control”. ¿Cómo es eso? “Muchas especies de vida silvestre aún perciben a estos perros como depredadores amenazantes: la propagación de los perros mediada por los humanos significa que han estado presentes en la mayoría de los ecosistemas durante miles de años y están establecidos como un depredador reconocible a nivel mundial”, explican los autores, que abren nuestros ojos a una realidad que tal vez no viéramos. Ejemplos hay varios.

“Una comparación de los efectos de humanos con perros con correa, humanos sin perros y un grupo de control sin humanos ni perros en Nueva Gales del Sur, Australia, mostró que pasear perros tuvo el mayor efecto negativo en la abundancia y diversidad de aves en múltiples sitios forestales”, recogen en su artículo.

“Los ciervos mulos (Odocoileus hemionus) en California, Estados Unidos, en promedio, se alertaron antes, se levantaron antes y huyeron más lejos cuando se les acercó un humano con un perro fuera de su sendero que cuando se les acercó un humano solo”, agregan, dejando constancia de que cuando apareció un humano sólo se alejaron 77 metros, mientras que cuando lo hizo un humano con un perro se alejaron en promedio 300 metros.

“En el sureste de Estados Unidos, un estudio de ciencia comunitaria con cámaras trampa en áreas protegidas mostró que el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), la ardilla gris oriental (Sciurus carolinensis) y el mapache (Procyon lotor) evitaron temporalmente, pero no espacialmente, a los perros y humanos, que se percibían como de mayor riesgo que los humanos solos o los coyotes (Canis latrans)”.

En nuestro país no hay estudios al respecto. Pero dado que los perros son depredadores aquí como en cualquier parte, lo que este trabajo nos muestra es que pasear con nuestros perros por áreas naturales, ya sea con correa o no, ahuyenta al resto de la fauna. Si estás con tu perro querido en las sierras de Maldonado o Minas, las chances de que veas un guazuvirá, una mulita, un zorro, un mano pelada o un zorrillo son más bajas que si vas sin compañía cuadrúpeda. Y si no lo mirás solamente desde tu punto de vista, tu notable amigo cuadrúpedo no sólo te impide ver fauna, sino que la asusta, estresa y espanta. Si vas a la playa y hay aves, el inocente correteo de tu mascota –que incluso puede no tener ninguna intención de dañar a las aves– puede ser para ellas tan traumático como que vos veas que un león famélico se aproxima corriendo en tu dirección. En un mundo donde la cosa se trata de comer sin ser comido, tu amigo es un gran devorador de organismos, por más que vos sepas que sería incapaz de zamparse a nada ni nadie. Peor aún, los impactos negativos de los perros no se agotan en estos que ya mostramos. Hay más.

Efectos indirectos de tu perro

“Los perros que entran en agua dulce, incluso si no persiguen fauna silvestre, pueden tener un impacto negativo significativo en este entorno”, afirman los autores del trabajo. ¿Cómo es posible? “Los medicamentos tópicos contra pulgas y garrapatas aplicados al pelaje del perro se filtran en cursos de agua naturales y causan mortalidad no deseada, afectando a taxones de invertebrados acuáticos”, explican Bateman y Gilson, en alusión a compuestos como el fipronil, el imadicloprid y la permetrina, que “son tóxicos para invertebrados acuáticos incluso a bajas concentraciones”. Un trabajo de 2017 mostró que hasta 86% del fipronil presente en el garrapaticidia/pulguicida aplicado en los perros pasa al agua cuando este se sumerge.

“Incluso cuando los perros no están presentes en una zona, pueden tener un efecto”, dicen los autores más adelante. “Los perros dejan marcas glandulares de olor, heces, orina y otros rastros que indican eficazmente la presencia de depredadores a múltiples taxones de fauna silvestre, incluso en su ausencia física”, explican. El tema de la caca que dejan los perros también puede disparar zoonosis que afecten a la fauna silvestre. Hay casos reportados en varias partes, como el del virus del moquillo canino o distemper, que en Italia pasó a fauna silvestre en el Parque Nacional Gran Paraíso debido a los perros domésticos.

Yendo más lejos, los autores plantean también que “la huella ambiental de la industria de alimentos para perros se reconoce como enorme y creciente” y recuerdan que “la mayoría” de estos impactos producidos por los perros domésticos “se ven intensificados” por “la gran cantidad” que hay en todo el mundo.

Reflexionar y mejorar

Para redondear su trabajo, la dupla de investigadores sostiene que “está muy bien señalar los problemas medioambientales que plantean los perros con dueño”, pero que “el problema radica en identificar soluciones”. Lejos están de proponer acabar con los perros y lo dejan claro: “La compañía de las mascotas es muy importante para las personas, y los perros, ya sea como compañeros o como animales de trabajo, seguirán teniendo funciones vitales, incluso en la conservación a través de su uso como perros de detección”.

Para resumir, señalan que los problemas detectados “se derivan de dos variables principales”: por un lado, “la gran cantidad de perros a nivel mundial”; por otro, “el comportamiento laxo o desinformado de los dueños de perros”. Sobre el primer punto dicen que “parece casi imposible y difícil de superar”, pero sostienen que “el comportamiento de los dueños de los perros” sí podría modificarse. “Sin embargo, como se indicó antes, hay mucha ignorancia (quizás comprensible) entre los dueños de perros con respecto a sus efectos en el medioambiente, junto con una reticencia a asumir la responsabilidad y mitigar los impactos de sus perros”. Como ejemplo cita casos en los que personas reaccionaron con violencia cuando se les pidió que sujetaran con correas a perros en la playa o que no los dejaran ingresar a determinadas áreas.

“Ante la falta de un sentimiento comunitario de responsabilidad compartida por los espacios públicos, sólo quedan medidas restrictivas o prohibitivas: la prohibición de la entrada de perros a múltiples sitios vulnerables. De hecho, esta es la única opción para sitios con aves reproductoras vulnerables, en particular las playas, aunque con los recursos limitados, típicos de la mayoría de los grupos conservacionistas, la vigilancia de cualquier incumplimiento de las normas de acceso para perros suele ser difícil”, señalan.

“El problema de los perros con dueño y el ambiente no desaparecerá por sí solo. Es necesario dialogar sobre cómo podemos mantener nuestra importante relación con los animales de compañía y equilibrarla con una gestión significativa y sostenible del ambiente de los que dependen tanto las personas y sus perros como la fauna silvestre, tanto residente como migratoria”, cierran su trabajo. Por lo pronto, si te vas a un lugar natural, si amás a los animales, tal vez lo mejor sea que dejes a tu mejor amigo en casa.

Artículo: Bad dog? The environmental effects of owned dogs
Publicación: Pacific Conservation Biology (abril de 2025)
Autores: Philip Bateman y Lauren Gilson.