Hay frases y expresiones que se ponen de moda. Apuntamos a una producción sostenible. Promovemos las energías verdes. La ciencia es importante para el desarrollo. Es necesario contar con políticas basadas en evidencia.
Sin embargo, cuando las papas queman, se incentivan sistemas de producción que no son para nada sostenibles (ejemplos hay varios, desde expandir la forestación a zonas de pastizal amenazado hasta impactar negativamente en la cuenca de la laguna Merín al desarrollar allí una hidrovía y la expansión de los cultivos). Decimos que apostamos al hidrógeno verde pero en realidad abrazamos proyectos que producirán combustibles sintéticos transformando para ello agua dulce, que, por otro lado, quiere hacerse más disponible para la producción agropecuaria. Hablamos maravillas de la ciencia, pero cuando llega la hora de asignarle recursos, seguimos con un estancamiento que nos coloca muy lejos de los niveles de inversión que el mundo muestra como necesarios para mover la aguja. Y si bien hay acuerdo sobre lo valioso de tener políticas basadas en evidencia, el talenteo jugado al olfato y capacidades individuales de “leer” la realidad campea por esta penillanura.
Curiosamente, en pocas ocasiones se relaciona el valor de la ciencia para, justamente, recabar evidencia que luego sustente políticas. Sin embargo, nuestras investigadoras e investigadores no cesan en su afán de producir conocimiento nuevo y valioso. Y en muchas ocasiones, ese conocimiento brinda evidencia relevante para luego tomar decisiones políticas. Eso precisamente es parte fundamental de un artículo recientemente publicado que lleva por título algo así como Demanda de cigarrillos en Uruguay: un análisis nacional con datos mensuales.
Firmado por Zuleika Ferre, Mariana Gerstenblüth y Patricia Triunfo, del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, el trabajo no sólo forma parte de una serie de publicaciones que muestra que las medidas adoptadas en nuestro país para combatir el tabaquismo dan buenos resultados, sino que aporta evidencia de cómo aplicando más impuestos a los cigarrillos se obtendrían mejores resultados en el combate a este severo problema para la salud pública. Y más aún: para tranquilidad de los tomadores de decisiones, la baja en el consumo de cigarros no implicaría una caída en la recaudación (algo interesante por si alguien piensa que la salud pública puede posponerse ante un escenario de cuentas justas, como parece ser el caso hoy).
Así que con todo este contexto que nos hace sentir orgullosos de nuestra comunidad científica, salimos pitando al encuentro de Zuleika Ferre y Patricia Triunfo, que nos esperan en el sexto piso de la Facultad de Ciencias Sociales para hablar de su investigación.
Más de una década disipando humo
El trabajo de Patricia y Zuleika no es el primero que publican sobre el tabaquismo y las medidas para mantenerlo a raya. En la ciencia, apostar a líneas de investigación que se mantienen en el tiempo suele dar buenos resultados. Este es un buen ejemplo.
“Es una línea que arrancamos hace unos 15 años”, dice Patricia. “Por 2010 empezamos a trabajar en formas de evaluar la política de control del tabaco. Creo que el desafío mayor para un economista y allegados es hacer evaluación de políticas públicas”, agrega mirando a Zuleika, por lo que uno intuye que su coinvestigadora no es economista. “Zuleika es socióloga de formación, pero es una convertida”, dice entre risas Patricia.
“Es socióloga pero después hizo un posgrado de economía para no economistas, hizo una maestría en demografía y luego un doctorado en economía. Es una trayectoria súper interesante, la mía es más lineal”, explica. “Fuera de broma, evaluar políticas públicas es un desafío. Primero, por cómo se implementan las políticas, que no siempre dan espacio a la evaluación. Por ejemplo, como sucedió con el tabaco, se lanzan varias políticas al mismo tiempo, como en capas, lo que genera desafíos metodológicos enormes para poder evaluar el efecto de cada una. Otro gran desafío es el acceso a la información. Ese es nuestro gran drama, nuestro karma”, agrega.
Gracias al impulso a las políticas antitabaco que impulsó el presidente y oncólogo Tabaré Vázquez en nuestro país, surgieron oportunidades de investigación para el grupo. De hecho, obtuvieron en 2010 financiación de la Fundación Bloomberg, que tiene por objetivo reducir el consumo del tabaco y que también las financió para la presente investigación.
“Junto a Jeffrey Harris, que es hoy día profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MIT, empezamos a evaluar las políticas antitabaco de Uruguay”, retoma Patricia. “A él le resultó súper atractivo poder evaluar la política de control de nuestro país porque fuimos pioneros en el mundo. Era un caso muy particular que resultaba interesante para cualquier investigador que se precie de serlo”, comenta.
“Lo primero que hicimos con él y con gente del Fondo Nacional de Recursos, de la Comisión de Control de Tabaco del Ministerio de Salud Pública, investigadores de la Facultad de Medicina y de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer, fue un trabajo inspirado en metodologías cuasiexperimentales. Tomó a Uruguay como grupo de tratamiento y lo comparó con Argentina, como si fuera el grupo de control, no sólo por su proximidad geográfica y su idioma y cultura comunes, sino también porque Argentina no promulgó una legislación integral a nivel nacional de control del tabaco hasta junio de 2011. Eso terminó en un artículo que publicamos en The Lancet”, resume.
El artículo que menciona se titula Campaña de control del tabaco en Uruguay: un análisis de tendencias basado en la población y fue publicado en noviembre de 2012. Allí, entre muchas cosas, reportaban que “la campaña integral de control del tabaco en Uruguay se asoció con una disminución sustancial y sin precedentes del consumo de tabaco” y aventuraban que “en otros países de ingresos bajos y medios disminuciones del consumo de tabaco de la magnitud observada en Uruguay tendrían un efecto sustancial en la futura carga mundial de enfermedades relacionadas” con este producto.
“El gran drama de la economía es demostrar causalidad; en este caso, mostrar que las políticas de control de tabaco fueron las que generaron realmente la reducción de los fumadores que observamos”, dice Patricia, introduciéndonos en uno de los aspectos que aborda la investigación que nos convoca.
“Yo ingreso más tarde en esta línea de investigación, en concreto con este trabajo, hace dos años”, aclara Zuleika. “En este tiempo el grupo hizo una serie de trabajos, uno más descriptivo, de Mariana Gerstenblüth y Patricia, que fue publicado en la Revista Médica del Uruguay, y este otro, que aborda la estimación de la elasticidad en la demanda de cigarrillos. Hay un tercer artículo que estamos terminando que utiliza encuestas del Instituto Nacional de Estadística (INE) de gastos e ingresos de los hogares. En este trabajo tenemos datos agregados, es decir, de toda la población. En el próximo, al tener datos de qué es lo que declaran los hogares, tendremos datos individuales”, adelanta.
“El objetivo principal de este estudio es examinar cómo se podría mejorar la política de control del tabaco en Uruguay”, dicen en la publicación. “Para ello estimamos las elasticidades precio e ingreso de los cigarrillos de venta legal, con datos mensuales recopilados entre enero de 1997 y junio de 2022”, agregan (y más adelante veremos qué es esto de la elasticidad precio e ingreso).
“El gran drama de estos trabajos es tener largas series de datos de calidad”, dice Patricia. “En este trabajo que publicamos, uno de los grandes aportes que hicimos fue reconstruir largas series temporales mensuales”. De hecho, eso es lo que destaca el título que escogieron para el artículo. Y hablando de datos, veamos cómo lograron tener esa serie larga y detallada por mes.
Juntando datos
Para lograr información sobre el consumo de cigarrillos de forma mensual entre enero de 1997 y junio de 2022, algo relevante para ver la evolución antes y después de las distintas medidas que entraron en acción desde 2005, hicieron ciertos malabares. El dato de cigarrillos consumidos lo obtuvieron indirectamente de la declaración de ventas para tributar Imesi, impuesto que pagan los cigarros, a partir de datos de la Dirección General Impositiva. Este dato se fija sólo en la venta legal de cigarros, por lo que el consumo de tabaco contrabandeado quedó por fuera (aunque esto es importante: en el trabajo publicado en 2024 mostraron que la compra de cigarros de bagayo viene reduciéndose desde 2014).
Como precio estándar manejaron el de la caja de 20 cigarros de la marca más consumida en el país –Nevada–, al que accedieron consultando la base Billion Prices Project, que tenía información del precio de esa marca entre 2009 y 2013. Para los años restantes, acomodaron el precio usando el índice de precios del INE para los cigarrillos. También tomaron en cuenta el ingreso promedio per cápita durante todo el período.
“Como decía Patricia, la reconstrucción de las series de datos es un trabajo en sí mismo, porque no es que esas series estén disponibles, sino que tenés que generar supuestos, o tenés que buscar si están publicadas online para algunos años. Hay que trabajar bastante”, expresa Zuleika.
“Hay cosas que hay que pedir explícitamente y a las que se puede acceder. Pero hay otras que son secretos estadísticos. Por ejemplo, el precio por cajilla no es público. Tenés un índice de precios que sigue el INE. El cigarro más vendido es Nevada, y tuvimos esta bendición de que estaba el Billion Price Project, que es este proyecto del MIT que lidera Alberto Cavallo, que siguió el precio en un supermercado por un periodo específico. Eso por lo menos nos dio un anclaje como para tirar para atrás y para adelante y estimar el precio con la inflación”, señala Patricia.
A su vez, controlaron por el momento de entrada en vigencia de cada disposición en la campaña antitabaco implementada desde 2005 (ver línea de tiempo). Y claro, realizaron mucho trabajo estadístico para observar si las variaciones en algunas variables eran responsables en la baja o no del consumo de cigarros (para quien quiera ecuaciones y fórmulas, el trabajo es bien generoso).
¿Cigarros elásticos?
En el trabajo hay un concepto relevante de la economía, el de la elasticidad, que es preciso abordar, ya que justamente lo que quieren determinar en su investigación es si la demanda de cigarrillos es elástica o inelástica respecto al precio, así como cuánto es la elasticidad ingreso. ¿Qué es todo eso?
“A los economistas, cuando estimamos la demanda de cualquier bien o servicio, nos preocupa determinar cuán sensible es esa cantidad demandada a cambios en tres grandes variables, que son el precio del propio bien, el ingreso y el precio de otros bienes que pueden ser complementarios o sustitutos de ese bien en cuestión. A esa estimación le llamamos elasticidad, que viene a ser la sensibilidad o el grado de respuesta de la cantidad demandada, en este caso de cigarrillos, ante variaciones de esas otras variables”, explica Patricia.
Así las cosas, en el trabajo estimaron la elasticidad precio de la demanda, un indicador clave para entender cómo reaccionan los consumidores ante un aumento en el precio de los cigarrillos, especialmente cuando ese aumento proviene de una suba de impuestos. La elasticidad se calcula comparando el cambio porcentual en la cantidad de cigarrillos con el cambio porcentual en su precio. Si, por ejemplo, el precio sube en determinado porcentaje pero la caída en el consumo es relativamente pequeña, menor que el aumento del precio, se dice que la demanda es inelástica (el valor es menor a 1). En cambio, si una suba en el precio provoca una disminución proporcionalmente mayor en la cantidad demandada, se considera que la demanda es elástica. En ese caso, el consumo reacciona más fuertemente ante los aumentos de precio.
¿Qué pasó con los cambios de impuestos que se puso a los cigarros a partir de 2005? Para empezar, comenzaron a pagar 22% de IVA, cuando antes estaban exonerados. Por otro lado, el Imesi fue aumentando en el período analizado. Actualmente, el IVA y el Imesi sumados representan el 68% del precio de venta al público de una caja de 20 cigarrillos.
En el trabajo reportan que la elasticidad precio de la demanda “es inelástica”, ya que, según sus estimaciones, fue de 0,774, por tanto, menor que 1.
“Lo que dice esa elasticidad de 0,774 es que si sube 10% el precio de venta de la caja de 20, se reduciría 7,74% la cantidad demandada de cigarros. La elasticidad te indica o predice cuál va a ser la reducción”, comenta Patricia.
En el trabajo también estiman la elasticidad con relación al ingreso. En este caso, la elasticidad estimada que reportan es de 0,344, lo que “indica que, en escenarios de crecimiento económico, la demanda de cigarrillos aumentaría de forma menos que proporcional”. O dicho de otra manera, con un crecimiento económico del 10%, la demanda de cigarros aumentaría sólo 3,44%. No es lo ideal, pero tampoco es tan malo, les digo.
“Bueno, una lo que quiere es que el consumo de tabaco y cigarros no aumente”, contesta Patricia. Y dado que estamos jugados al crecimiento para lograr más equidad (o al menos eso dicen), la desazón de Patricia es entendible. Aun así, esto refuerza la necesidad de profundizar las medidas antitabaco: si vamos a crecer, no queremos que eso se dispare, ¿o sí?
Les pregunto si esta demanda inelástica de 0,774 nos coloca en un lugar incómodo respecto a otros países o productos, o si está dentro de lo esperable. “Estas elasticidades ya estaban cuantificadas antes aquí con otras metodologías y con distintos tipos de datos, con series más cortas”, señala Zuleika. Pero claro, aquí con los datos mensuales y una serie larga, su estimación es más precisa. “Los números que obtenemos, que implican una demanda inelástica, son parecidos a los que se obtienen en otros países, e incluso en Uruguay en otros momentos”.
“Esto de que sea inelástica en realidad es una mala noticia para la salud pública. Si fuera elástica, implicaría que si se aumenta el precio 10%, la cantidad vendida se reduce en más de 10%. Eso sí sería genial para la salud pública”, explica Patricia. “Pero lo que pasa es que en estos productos el fenómeno de la adicción hace que sean inelásticos”.
Patricia entonces reflexiona: “Dado que presentan una inelasticidad respecto al precio, lo cual es mala noticia para la salud pública porque le quita poder a la herramienta de aumentar el precio, es que está muy bien que estas políticas de control sean lo más abarcativas posible y que no se centren solamente en el precio, como se hizo en Uruguay y otras partes, que incluyan políticas de prohibición de publicidad, de control del empaquetado, espacios libres de humo y demás”.
Cifras para recordar por qué combatir el tabaquismo
8 millones. Cantidad de muertes causada anualmente por el tabaquismo en todo el planeta. Siete millones corresponden al consumo directo y un millón a las causadas a fumadores pasivos o humo de segunda mano.
12. Porcentaje de muertes de adultos adjudicadas al tabaquismo en América Latina.
15. Porcentaje de muertes de adultos atribuibles al tabaquismo en Uruguay.
16,7. Porcentaje del gasto total en salud de Uruguay que representan los gastos en el tratamiento de las enfermedades atribuidas al tabaquismo.
50. Porcentaje estimado por la OMS que indica que el tabaco es el único producto de consumo legal que mata prematuramente hasta a la mitad de quienes lo consumen.
Casi un Centenario menos de fumadores para 2028: si lo queremos, podemos
En el trabajo cuantifican de qué manera hay una incidencia de la política de elevar el precio de los cigarros a través de impuestos en la reducción del consumo. No es toda la que quisieran, pero está. Por cada 10% de aumento del precio, la demanda caería 7,74%.
Y luego nos invitan a hacer un ejercicio maravilloso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda “imponer un impuesto que represente al menos el 75% del precio del paquete de cigarrillos”. Hoy en nuestro país los impuestos del IVA e Imesi a los cigarrillos representan 68% del precio de venta. En el trabajo proponen un aumento gradual del Imesi de manera que en 2028 se alcance ese mínimo de 75% de impuestos recomendados (para eso, sin cambiar el IVA, el Imesi debería aumentar 60%). ¿Qué pasaría entonces? ¿Cómo impactaría eso en la salud de la población?
Para empezar, ¿por qué un aumento gradual y no todo de una? “Es un tema de cuán factible, políticamente hablando, resultaría una medida así. Consideramos que aumentarlo de un año para el otro no era viable”, dice Patricia. Bien. Hagámoslo paso a paso. ¿Qué pasaría para 2028? Cosas maravillosas.
Zuleika Ferre y Patricia Triunfo.
Foto: Alessandro Maradei
Según reportan en el trabajo, “si el Imesi aumenta un 60% en términos reales entre 2024 y 2028”, las investigadoras estiman que “la población fumadora disminuiría 8,82%”, lo que redundaría en los hechos “en una reducción de aproximadamente 49.000 fumadores”. ¡Casi un estadio Centenario lleno de gente dejando de fumar en Uruguay! ¡Más de tres Antel Arena repletos rescatados de las manos de las tabacaleras!
En el trabajo sostienen que, de acuerdo a las estimaciones, si se logra para 2028 que los impuestos lleguen a ser el 75% del precio de venta de la caja de cigarros, “se espera que el consumo de cigarrillos legales disminuya 18,65%”.
¡Tranquilo, ministro Oddone!
Tal vez porque Patricia es economista de corazón, el trabajo además es maravilloso porque evita que al ministro Gabriel Oddone, o a los dirigentes del gobierno preocupados por la caja del Estado, les venga un infarto: también calcularon cuánto impactaría en la recaudación esta suba de impuestos a los cigarros y la consiguiente caída en su consumo. ¡La recaudación no va a caer!
Pese a esta caída estimada de 18,65% en las ventas de cigarros legales, en el trabajo reportan que, “desde una perspectiva fiscal, la recaudación del Imesi aumentaría 28,93% y la recaudación tributaria total vería un alza de 24,35%”.
La recaudación aumentaría al tiempo que se promovería una mejor salud para la población. Y ese dato es de utilidad para los tomadores de decisiones. Ante la objeción a recorrer el camino de aumentar los impuestos de los cigarros por la posible caída recaudatoria, el trabajo sirve para decir que ese no sería un problema. En un contexto sombrío por los desbarajustes de Donald Trump, el siempre invocado cambio climático y demás, la salud de las arcas del Estado no sería un impedimento para no avanzar en medidas de mayor control del tabaco. Aumentar los impuestos mejoraría la salud de la gente, habría menos fumadores, menos consumo, pero a la vez se recaudaría más.
“Creo que al hacer políticas públicas, muchas veces, los estados tienen que asumir un rol paternalista”, afirma Patricia. “Hay un bien superior en juego, hay decisiones normativas, juicios de valor que se hacen todo el tiempo al diseñar políticas públicas. Y eso es válido. Podemos discutir si compartimos o no esos valores, pero lo importante es reconocer que están presentes”, y lo fundamental, agrega, “es que estas políticas estén basadas en evidencia. Desde el punto de vista epidemiológico, está demostrado que el tabaco perjudica la salud, y estas medidas apuntan justamente a proteger a la población. Además, la recaudación que generan los impuestos al tabaco permitiría financiar los sistemas de salud, que atienden enfermedades provocadas por su consumo, y también programas de cesación como los que apoya el Fondo Nacional de Recursos”.
Viendo la línea de tiempo de las medidas adoptadas, queda la sensación de que el gobierno anterior fue menos paternalista con los fumadores. O tal vez haya sido un poco más paternalista con las tabacaleras.
El 9 de setiembre de 2022 se flexibilizaron por decreto las normativas sobre el empaquetado, permitiendo que vuelvan las cajas blandas y la reincorporación de colores, logos o inscripciones bajo las marcas. Se adujo que se buscaba contrarrestar la incidencia de los cigarrillos de contrabando haciendo “más competitivos” los de fabricación nacional. Tras ser consultado el presidente de la República de entonces, Luis Lacalle Pou, dijo: “¿Estamos estimulando que se fume? No, al revés. Va a seguir la misma publicidad en contra. No hay que ser tan básico. Entiendo la reacción esa de pegar a todo lo que se mueva, pero vamos a utilizar argumentos lógicos. Me preguntaron si esto es para favorecer a la empresa Montepaz. No, si me lo pidió una fábrica de chicle. Obvio. La que se dedica a producir cigarros en Uruguay es Montepaz. ¿Quién le pidió esto al Ministerio de Industria? Montepaz. Ahora, ¿alguien se cree que a nosotros nos van a mover por presiones? No nos conocen, es una falta de respeto”.
La propia Patricia Triunfo y algunos de sus colegas escribieron una columna en la que sostenían que con el decreto de setiembre de 2022 “Uruguay pasa a ser el primer país del mundo que flexibiliza las normas respecto del empaquetado plano aprobado con anterioridad”. Tras una acción legal de la Sociedad Uruguaya de Tabacología, el decreto fue suspendido por acción judicial.
“Yo creo que todo el tiempo se hace economía normativa. Hay juicios de valor implícitos. Creo que lo honesto intelectualmente es ser transparente en esos juicios de valor. En ese artículo que publicamos en la diaria invitábamos a hacer políticas basadas en evidencia. Creo que es obligación del político al menos decir qué hay detrás de sus decisiones, debe ser honesto intelectualmente. Si es una industria que está presionando, si realmente cree que está reactivando una actividad económica o lo que sea. En nuestro caso, si atendemos razones epidemiológicas y de protección de la salud pública, el camino que señalamos y recomendamos es este. Aun así, me parece que es válido que haya diferentes enfoques. El tema es ser honesto y transparente en qué es lo que está detrás”, comenta Patricia.
No alcanza sólo con el precio
49.000 fumadores menos sería algo fantástico. “Pero el tabaquismo sigue siendo un problema de salud pública, a pesar de todos los esfuerzos de política pública. Es factor de riesgo de enfermedades crónicas y la primera causa de muerte prevenible en todo el mundo. De hecho, para 2010-2050 se estiman 400 millones de muertes a causa de enfermedades relacionadas con el tabaco en adultos (cardiovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, neumonía, cáncer de pulmón), concentradas en un 80% en países de bajos y medianos ingresos”, dice Patricia.
“Las elasticidades precio e ingreso brindan información valiosa para simular aumentos de impuestos, revelando que es factible lograr tanto objetivos de salud pública (reducir el consumo) como objetivos fiscales (aumentar la recaudación)”, dicen en las conclusiones del trabajo. Pero el artículo termina señalando que el precio es uno más de los componentes para las políticas de combate al tabaquismo, aunque sólo con eso no alcanza. Y en ese sentido, realizan varias puntualizaciones.
“Los economistas siempre decimos que no hay balas de plata, no hay una medida única para los problemas. Y este es el típico ejemplo de una política que requiere acciones integrales. Que se pongan impuestos va a generar consecuencias que vas a tener que atacar. Por eso se habla de políticas comprensivas”, comenta Patricia.
“Creo que el trabajo muestra que si bien Uruguay tiene un conjunto de políticas y, más aún, que fue pionero en implementar toda esta batería de políticas, todavía hay margen para hacer más cosas. A través de impuestos, a través de mayor control del contrabando, y también a través del control de los nuevos dispositivos de consumo”, enfatiza Zuleika.
El trabajo lo dice claramente: las medidas impositivas “deberían complementarse con una aplicación más rigurosa del Protocolo para la Eliminación del Comercio Ilícito de Productos de Tabaco, junto con la supervisión fiscal y la concesión de licencias en los puntos de venta. Esto requiere recursos tecnológicos, colaboración entre entidades gubernamentales y privadas, y un marco legal sólido con controles efectivos en toda la cadena de suministro”. “El problema del contrabando es que dinamita tus políticas de tabaco”, comenta Patricia.
También señala que “para evitar posibles efectos de sustitución entre los productos de tabaco, se recomienda que todos estén sujetos a las mismas tasas impositivas”. “Las nuevas tecnologías obligan a ir adaptando la regulación”, señala Patricia. A partir de 2021 se habilitó la comercialización de dispositivos electrónicos de tabaco calentado, pero continúa prohibida la comercialización de cigarrillos electrónicos (vapeadores). Ambos son dispositivos electrónicos. Pero uno calienta tabaco y el otro calienta un líquido (con nicotina, metales pesados, sustancias cancerígenas y otros químicos).
“También es fundamental trabajar sobre la percepción del riesgo. En muchos jóvenes, los vapeadores ganaron terreno porque se instaló la idea de que lo electrónico hace menos daño que el cigarrillo tradicional”, afirma Patricia.
Les digo que al respecto hay toda una industria de desinformación. “Como la hubo con el cigarrillo 70 años atrás”, afirma Zuleika.
“En eso de la percepción de riesgo y la desinformación la industria a veces dice que el tabaco de contrabando es de peor calidad. Pero el tabaco es todo malo. No es que uno importado irregularmente sea peor que el más vendido de los nacionales. Todo tabaco fumado es dañino”, enfatiza Patricia. “Hay mucho para trabajar en esto de la percepción de riesgo, tanto del tabaco como de la marihuana y el alcohol”, agrega.
“Uruguay también debería ampliar el apoyo a los programas para dejar de fumar y mejorar la cobertura nacional para garantizar un mayor acceso a estos servicios. Esto podría implicar aumentar la disponibilidad de ayudas para dejar de fumar y servicios de asesoramiento en más regiones del país. Además, las políticas dirigidas a la inercia del consumidor, como la regulación de los niveles máximos de nicotina en los productos, podrían ayudar a reducir el consumo de tabaco al reducir su adicción”, agrega el trabajo.
Patricia dice que para fortalecer y profundizar los programas para dejar de fumar “hay que invertir dinero”. “El Fondo Nacional de Recursos hace lo que puede, pero se debe mejorar la penetración, el acceso a los programas de tratamiento del tabaquismo, así como las terapias de reemplazo de nicotina y medicación brindada. Estamos terminando un trabajo de evaluación económica del programa del fondo y claramente encontramos que los programas de cesación tabáquica son altamente costo-efectivos, y que las mujeres se benefician de manera más pronunciada de las intervenciones”, complementa
El trabajo termina señalando que “las investigaciones futuras deberían considerar las diversas respuestas de la industria a lo largo del tiempo a los cambios fiscales, teniendo en cuenta que se trata de un sector altamente concentrado, con un líder que posee aproximadamente el 86 % del mercado”. Ojo al piojo que es poderoso. ¿Cómo piensan que le va a caer su trabajo a Montepaz? “La industria está todo el tiempo bombardeada por informes de este tipo, y hace sus propios estudios”, señala Zuleika.
“Creo que todos tenemos derecho a tener voz, y está bien el diálogo. Lo importante es que los hacedores de políticas tengan todos los insumos para tomar decisiones. Porque cuando tenés impuestos como estos, como puede ser también el impuesto a las bebidas azucaradas, vas a tener siempre dos veredas y va a haber enfrentamientos. Pero está bueno que todos tengamos voz. Y es clave que, aparte de voz, haya evidencia para después tomar las decisiones”, remarca Patricia.
Nuestras investigadoras ponen la evidencia. Las decisiones luego son políticas. Si hay quienes entienden que hay que priorizar la industria o el empleo por sobre la salud de la población, puede llegar a ser válido, siempre que se lo diga en esos términos.
“Por eso insisto con la transparencia”, dice Patricia. “Creo que el político tiene que ser honesto y transparente en cuál es su objetivo de política. Creo que es clave hacer un diseño de política basado en evidencia. Si tienen otra evidencia que refute esto que reportamos, genial, veámosla. Pero ser transparente es importante. Tal vez soy muy inocente en plantear que expliciten en qué se están basando para impulsar las políticas”, redondea.
La evidencia está allí. Para eso también sirve tener un sistema científico saludable y no ahogado por presupuestos irrisorios. Si de verdad queremos ambientes libres de humo, a la hora de hacer políticas, bien haríamos en ver qué nos dice nuestra ciencia.
Artículo: Demand for cigarettes in Uruguay: a national analysis with monthly data
Publicación: _ Discover Public Health_ (marzo de 2025)
Autores: Zuleika Ferre, Mariana Gerstenblüth y Patricia Triunfo.
Artículo: El control del tabaco en Uruguay: evolución de los últimos 20 años
Publicación: Revista Médica del Uruguay (2024)
Autores: Mariana Gerstenblüth y Patricia Triunfo.
Artículo: Tobacco control campaign in Uruguay: a population-based trend analysis
Publicación: The Lancet (2012)
Autores: Winston Abascal, Elba Esteves, Beatriz Goja, Franco González, Ana Lorenzo, Amanda Sica, Patricia Triunfo, Jeffrey Harris.
Políticas que funcionan
En el trabajo de 2024 titulado El control del tabaco en Uruguay: evolución de los últimos 20 años, que salió en la Revista Médica del Uruguay, el equipo reportó datos objetivos que muestran impactos positivos de las políticas aplicadas.
Allí señalaban que, “entre 2001 y 2021, los impuestos reales crecieron 123% y el precio real de la cajilla de cigarrillos 84%”. Agregaban que “el consumo en jóvenes cayó un 72%, a la vez que ha aumentado la edad en la que empiezan a fumar”. Por su parte, el consumo “en los adultos cayó 33%”. Empero, la reducción no habría sido pareja para toda la población: “Los grupos que han tenido menores reducciones que el promedio son las mujeres, los habitantes del interior del país y los de menor nivel socioeconómico”, reportaban.
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