La piel es nuestro órgano más grande. También es nuestra primera línea de defensa.

El Sol es la fuente de energía que hace posible la vida en nuestro planeta. Pero como si se tratara de una broma de mal gusto, el contrato con este proveedor energético estelar tiene una peligrosa letra chica: la radiación que emite, en particular la que está más allá del color violeta y que por eso llamamos radiación ultravioleta o UV, puede dañar –¡y daña!– a las células. Dentro de la radiación ultravioleta, la A (UVA, que tiene una longitud de onda de entre 320 y 400 nanómetros) y la B (UVB, con una longitud de onda de entre 280 y 320 nanómetros) causan más daño que la C (UVC, que va desde los 100 a los 280 nanómetros), que es absorbida por la capa de ozono y, por lo tanto, en condiciones normales, no representa un gran problema en la Tierra. Por su rol de estar en primera línea, las células de la piel se llevan una parte importante de este daño.

Para colmo, no hay nada más dañino para la vida que la vida misma: a ese proceso le llamamos envejecimiento. Y si sumamos sol + vida + piel, tenemos lo que se conoce como fotoenvejecimiento, un envejecimiento prematuro o acelerado de la piel por la acción de la exposición al sol.

¿Qué nos hace el sol en la piel? Entre otras cosas, promover el estrés oxidativo y romper las estructuras del colágeno y la elastina, que le dan la firmeza y elasticidad a nuestra piel. Arrugas, sequedad, cambios en la pigmentación y manchas son síntomas de todo eso que está pasando y que la radiación solar acelera. Además, la radiación ultravioleta puede generar mutaciones en el ADN de las células cutáneas, lo que no sólo acelera el envejecimiento visible, sino que también aumenta significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de piel, ya que compromete los mecanismos de reparación celular y de control del ciclo celular.

Que el sol altera nuestra piel es algo que sabemos. Hay quienes buscan ese efecto, principalmente en el verano, y le agradecen el bronceado que produce. Pero el colorcito que el sol les da a las personas de tez blancuzca en realidad no tiene mucho de bueno: no es más que la evidencia de que las células de la piel están tratando de protegernos del daño que ocasiona la radiación (aunque una dosis diaria de luz solar es necesaria, entre otras cosas para sintetizar la vitamina D o permitir la sincronización de nuestros relojes biológicos, entre otras cosas).

Quienes suelen conducir de día notan bien la diferencia de estar al rayo del sol o a la sombra en sus brazos izquierdos. Ya que aquí los volantes están de ese lado de los vehículos, el sol castiga de manera asimétrica a quienes conducen. Eso da lugar a lo que algunos llamamos “el brazo de camionero”, que no es otra cosa que tener el brazo izquierdo bronceado, achicharrado o castigado por el sol y el derecho pálido.

Justamente este “fenómeno” que se da entre quienes manejan muchas horas al día y que, como la Luna, presentan un lado constantemente expuesto al sol y otro a la sombra, es el marco experimental que sostuvo un maravilloso trabajo científico. Quienes piensen que esta diferencia no es para tanto pueden observar la foto que acompaña esta nota y que fue portada del número de abril de 2012 de la revista The New England Journal of Medicine, en la que se ve la cara de un camionero de 69 años que llevaba 28 trabajando y que fue una de las inspiraciones de quien lideró el trabajo científico que ahora abordamos.

Titulado Análisis proteómico pareado revela alteraciones proteicas en la piel expuesta al sol de conductores profesionales, el artículo arroja luz sobre el fotoenvejecimiento de la piel y alerta sobre medidas a adoptar cuanto antes para proteger la salud de los y las trabajadoras del volante. Firmado por Lucas Sales y Juliana Fischer, del Laboratorio de Proteómica Estructural y Computacional del Instituto Carlos Chagas del centro brasileño Fiocruz de Paraná, Rosario Durán, de la Unidad de Bioquímica y Proteómica Analíticas del Institut Pasteur de Montevideo y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), y Amanda Camillo, Marlon Santos y Paulo Carvalho, que tienen una pata en cada una de las instituciones de ambos países, el trabajo también es un lindo ejemplo de colaboración científica entre centros de investigación de Brasil y Uruguay.

¿Qué hizo este fabuloso equipo de investigación? Nada más ni nada menos que observar cómo en una misma persona, en un mismo momento, la radiación solar provoca alteraciones en las proteínas de las células de la piel del lado expuesto, mientras que no lo hace del lado protegido. Puede parecer que dada la sabida exposición asimétrica de los conductores esto no es muy innovador, pero en realidad se trata del primer trabajo de proteómica –el análisis de todas la proteínas involucradas en un momento dado– que se realiza en lados expuestos y no expuestos a la radiación solar de las mismas personas. Al ver las diferencias en las proteínas de un lado y otro la investigación arroja información valiosa para proteger a los conductores –y toda persona que trabaje expuesta al sol– y mitigar y reparar los daños que la radiación causa en la piel. Como yapa, el trabajo del grupo deja un software libre para realizar análisis pareados de muestras y patentó una herramienta para obtener muestras de piel que no sólo no causa dolor y es práctica, sino que además ayuda a la salud de las personas muestreadas.

Así que con todo esto en mente, salimos más rápido que camionero con la caja cargada al encuentro de Amanda Camillo, primera autora de este trabajo, que nos recibe hablando portuñol en el Institut Pasteur de Montevideo.

Ciencia entre camioneros

¿Cómo terminó Amanda metiéndose con camioneros, conductoras profesionales y demás para estudiar el fotoenvejecimiento, también denominado dermatoheliosis? Por una conjunción de circunstancias.

“Antes de comenzar con estas investigaciones, vimos que el cáncer de piel es uno de los más extendidos hoy en día y que muchas personas que trabajan expuestas al sol, por ejemplo, los conductores de camiones, ómnibus, taxis y Uber, entre otros, no tienen esta noción de cuánto puede afectar su piel el sol de una manera asimétrica”, señala Amanda. Lo que dice lo conoce bien de cerca.

“Por ejemplo, el padre de Marlon Santos, coautor del trabajo y también mi pareja, es chofer. Él siempre tenía un brazo de un color y el otro de otro. Al verlo pensábamos que si podíamos notar esa modificación visualmente, cuánto más estaría pasando en áreas en las que no conseguíamos notarlo, como en la parte molecular dentro de la piel”, cuenta Amanda, mostrando que la inspiración para hacer ciencia puede estar en cualquier mínimo detalle cotidiano del mundo que nos rodea.

“Ahí comenzamos a pensar que en los conductores profesionales tendríamos una buena manera de evaluar, en una misma persona, los efectos del sol de forma pareada, es decir, en un lado de la cara y en el otro, y así poder entender cuáles son las proteínas involucradas y qué estarían reflejando, por ejemplo, las proteínas involucradas en el estrés oxidativo y en las funciones de barrera de la piel”, retoma Amanda y agrega que también parte de la inspiración y motivación para su línea de investigación fue la foto del camionero que condujo durante 28 años y que fue portada de la revista científica ya mencionada. “Tras todo ese tiempo la mitad del rostro le quedó completamente quemada por el sol, pero la otra mitad no, lo que dejaba en evidencia los efectos de esta exposición crónica y asimétrica a la luz solar”. La foto en cuestión fue remitida por los médicos Jennifer Gordon y Joaquín Brieva, de la Universidad del Noroeste de Chicago, Estados Unidos.

Motivados con todo esto, para la investigación, que formó parte del doctorado que Amanda hizo en el Instituto Carlos Chagas Fiocruz de Paraná y el Institut Pasteur de Montevideo, utilizaron muestras de piel del lado derecho e izquierdo de la cara de diez conductores profesionales hombres y siete conductoras profesionales mujeres con al menos 18 años de trabajo del estado de Curitiba, de donde Amanda es oriunda. Sobre estas muestras de ambos lados de cada conductor hicieron estudios proteómicos pareados para ver qué diferencias a nivel de proteína había entre ambos lados.

“Con la proteómica accedemos a las proteínas, que reflejan de forma más directa el estado funcional actual de la piel”, explica Amanda. “Cuando nosotros observamos las proteínas miramos lo que está sucediendo en ese momento. Trabajar con una cohorte de hombres y luego de mujeres nos permitió ver que estas proteínas que están modificadas por la exposición al sol trascienden las diferencias de sexo, ya que vimos que en ambas cohortes las proteínas modificadas eran las mismas”, agrega.

“Nuestra mayor motivación pasa por comprender que el fotoenvejecimiento es, en realidad, un marcador visible del daño solar acumulado en la piel. Y ese daño, además de provocar un envejecimiento prematuro, aumenta el riesgo de mutaciones celulares que pueden derivar en cáncer de piel. Esto es especialmente preocupante en conductores expuestos diariamente al sol, para quienes aún no existen controles, protección solar ni medidas de prevención”, sostiene Amanda.

Irmãos na ciencia: la conexión Fiocruz-Pasteur Uruguay

“Mi doctorado tuvo una supervisión conjunta. Los primeros dos años los hice en el Instituto Carlos Chagas del Fiocruz de Paraná, bajo la dirección de Paulo Carvalho, y los otros dos aquí, en el Institut Pasteur de Montevideo, bajo la supervisión de Rosario Durán”, dice Amanda. Este doctorado “pareado” y dividido en dos mitades como la acción del sol en el rostro de los conductores también implicó que la investigación se viera beneficiada.

“Como teníamos muchas muestras para procesar, y los equipos son caros y tienen listas de espera de gente que precisa usarlos para hacer análisis, dividimos el conjunto de muestras de manera que la mitad se analizó en Fiocruz Paraná y la otra aquí en el Pasteur”, cuenta Amanda. Eso trajo otras ventajas adicionales. “Nos permitió usar dos equipos de espectrometría de masa diferentes. Y lo que vimos entonces es que las proteínas modificadas en las muestras son las mismas, tanto en hombres como en mujeres, como cuando se observan en los dos equipos distintos”, enfatiza. En el trabajo señalan que tanto ver qué pasaba en conductores de ambos géneros como analizar las proteínas presentes en las muestras en dos cromatógrafos distintos les permitió “evaluar la solidez de nuestros hallazgos”. En otras palabras, lo que veían, sin dudas, no era producto de un sesgo, sino que estaba realmente allí en sus muestras.

Cuando algo no existe, hay que crearlo

En el equipo de investigación, principalmente gracias al trabajo de Lucas Sales Marlon, desarrollaron un software para comparar muestras pareadas: primero para poder comparar las proteínas presentes en muestras de un lado expuesto y otro no expuesto a la luz solar de las mismas personas, y luego para comparar estos resultados con muestras de otros conductores. Lo bautizaron “Proteomic Pairwise Comparer”, algo así como “Comparador proteómico pareado”, y es de uso gratuito para usos académicos, estando disponible online.

“Esta innovación está diseñada específicamente para mejorar la precisión en la detección de proteínas con abundancia diferencial en diversas condiciones, como la comparación de regiones de la piel expuestas al sol con las menos expuestas”, explican en el trabajo.

Con las muestras pareadas no sólo se elimina el problema de las diferencias que hay entre las proteínas de las distintas personas, sino también con las diferencias en distintos momentos incluso en una misma persona. El software que desarrollaron permite explorar esto al máximo. “En el trabajo enfrentamos un gran desafío porque las muestras eran muy similares. El software que desarrollamos fue el primero que estuvo disponible para la evaluación de datos proteómicos pareados. Antes no había nada disponible para hacer esa evaluación”, explica Amanda.

“A partir de nuestra problemática, ahora otras personas que quieran hacer otros estudios pareados, no sólo sobre el fotoenvejecimiento, sino también comparando una condición de medicación, por ejemplo, también puede utilizar este software, porque tiene una aplicación más amplia de aquello para lo que nosotros lo usamos”, dice feliz Amanda sobre su aporte a la comunidad científica.

El programa de análisis no fue la única innovación que debieron pergeñar. “La herramienta que utilizamos para conseguir las muestras de piel de los camioneros la desarrollamos durante mi doctorado. La bautizamos Skin Pen MS y ahora está siendo patentada”, cuenta Amanda.

“Este lápiz dérmico que desarrollamos se imprime en impresoras 3D y hace una exfoliación de la piel, dejando las muestras en un compartimiento que puede ser congelado así como está, lo que disminuye el riesgo de contaminación y degradación de las muestras”, explica.

Amanda cuenta que para analizar proteína no les alcanzaba con colocar una tirilla adhesiva en la piel que, al quitarse, queda con células dérmicas adheridas. En primer lugar, no se obtenía suficiente material para el espectrómetro de masas que emplearían. En segundo lugar, la propia cinta era un contaminante de la muestra que entorpecía la lectura de qué estaba pasando con las proteínas en la piel. La alternativa a esto era hacer biopsias.

“Mucha gente que hoy en día tiene que hacerse análisis de piel debe recurrir a una biopsia, algo que no es muy agradable. Nosotros precisábamos voluntarios y sabíamos que la biopsia sería un problema, por lo que desarrollamos esta herramienta, que no sólo recolecta la piel de una forma no invasiva e indolora, sino que además tiene un impacto positivo. Dado que exfolia la piel, el proceso de recolección de las muestras renueva la piel de la persona y le trae beneficios”, cuenta satisfecha con lo que lograron.

“Nos basamos en un proceso que ya existía, que era la microdermoabrasión, pero que no se realizaba con el fin de obtener muestras para ser analizadas en el laboratorio. Los dispositivos de microdermoabrasión existentes, en lugar de recolectar muestras, removían todo ese material exfoliado para ser luego descartado. No tenían ningún compartimiento para retención ni congelamiento, por lo que no permitían obtener muestras sin riesgo de contaminación y degradación”, detalla. “Así que la desarrollamos y el artículo que publicamos el año pasado, en el que analizamos sólo muestras de conductores hombres, demostró que esta herramienta de recolección de muestras de piel era eficiente, porque pudimos identificar las proteínas. La investigación que hicimos fue la prueba de concepto de que realmente funcionó. Luego para este trabajo recolectamos también muestras de conductoras mujeres de forma no invasiva, indolora y eficiente gracias a nuestro skin pen”, agrega.

“De hecho, cuando obteníamos las muestras, aplicábamos el skin pen a una mitad de la cara, luego a la otra, y al final le colocaba una máscara facial a cada participante, como para tratar de hacerle un bien a esas personas que ya tenían daño en su piel. De cierta manera, además de una toma de muestras, era un tratamiento facial y estético, y entonces los conductores salían contentos con su piel, que se veía mucho mejor”, dice entusiasmada.

¿Qué encontraron entonces en la piel de los conductores profesionales? Varias diferencias entre un lado y otro.

Rostro de camionero de 69 años. Foto: Jennifer Gordon y Joaquin Brieva (2012 Massachusetts Medical Society)

Rostro de camionero de 69 años. Foto: Jennifer Gordon y Joaquin Brieva (2012 Massachusetts Medical Society)

Diferencias que dejan de cara

En el trabajo reportan que tanto en hombres como en mujeres que conducen profesionalmente por lo menos desde hace 18 años hay varias proteínas que están sobrerrepresentadas en el lado izquierdo de la cara en comparación con el lado derecho, que recibe más sombra durante la jornada laboral.

“Nuestro estudio, a través del análisis proteómico por pares, revela la sobreexpresión inducida por el sol de proteínas vinculadas al fotoenvejecimiento, lo que proporciona nuevos conocimientos sobre las respuestas adaptativas de la piel a la exposición solar crónica”, reportan en el trabajo.

Al leer el artículo publicado queda claro que la mayor abundancia de esas proteínas del lado de la cara más expuesto al sol nos estarían diciendo que la piel de estos conductores profesionales está tratando de defenderse de la radiación excesiva recibida: “La superabundancia de estas proteínas es por el estrés y la agresión solar a la que estas personas están expuestas”. Más aún, queda claro que la exposición al sol es un riesgo de salud ocupacional al que se enfrentan quienes manejan camiones y otros medios de transporte, pese a que puedan pensar que no están trabajando al aire libre. Veamos un poco más.

Entre las proteínas que aumentaron su presencia en el lado expuesto estaba una denominada S100-A14. ¿Qué hace? “Las proteínas S100-A14 forman parte de una familia de proteínas que están vinculadas al estrés oxidativo. Cuando hay un aumento o disminución de esta proteína, eso está relacionado con un desequilibrio en la homeostasis natural de la piel”, sostienen en la publicación y agregan que en concreto esta proteína “participa en vías clave relacionadas con el envejecimiento y la reparación de la piel”. Así las cosas, dicen que “el aumento de la abundancia de S100-A14 en zonas de la piel expuestas al sol crónico sugiere su papel en el refuerzo de las defensas de la piel contra los estresores ambientales”.

“También había otra proteína que encontramos con mayor abundancia en el lado expuesto de la cara, la F-box, que es una proteína relacionada con la reparación del daño y de la regulación diferencial de la homeostasis cutánea”, comenta Amanda. En el trabajo dicen que esta proteína con caja F (eso es lo que significa el F-box, en particular la que encontraron se denomina FBXO50) en la piel participa en la ubiquitinación, un proceso “esencial para adaptarse y mitigar el daño de los estresores ambientales como la radiación solar” y, por lo tanto, “impactan en los mecanismos de envejecimiento y reparación de la piel en respuesta al daño inducido por la radiación UV”.

En su investigación también reportan que encontraron un aumento en la abundancia de queratinas (del tipo I citoesquelético 9 y del tipo II citoesquelético 1b) que son “cruciales para mantener la integridad estructural y la resiliencia de la piel, especialmente frente a la radiación solar”.

Una proteína que baja con el sol

Por otro lado, en el trabajo reportan que había una proteína, del grupo de las hemoglobinas, que en lugar de aumentar su abundancia en el lado expuesto de la piel de la cara, disminuía (en concreto, la hemoglobina de la subunidad beta). “Se trata de una proteína que está vinculada con la nutrición y también con lo vascular”, comenta Amanda.

En el trabajo señalan que mientras que antes se pensaba que la hemoglobina era una proteína que permitía sólo el transporte de oxígeno de los glóbulos rojos, ahora se le reconocen funciones que van más allá de eso. Y entonces señalan que la hipótesis que manejan para esta disminución en la piel expuesta al sol estaría relacionada “con su papel en las reacciones redox, una respuesta a condiciones ambientales específicas como la radiación solar”. ¿Cómo es esto? En el artículo explican que “tras la exposición a la luz solar, la hemoglobina tiene el potencial de catalizar la formación de especies reactivas de oxígeno”, es decir, “moléculas conocidas por sus efectos dañinos sobre los componentes celulares, como el ADN, las proteínas y los lípidos”, lo que puede llevar al envejecimiento celular, la inflamación o la aparición de cáncer.

Así las cosas, sostienen que con la baja de la hemoglobina en las zonas de la cara expuestas al sol, “las células cutáneas podrían reducir el riesgo de daño oxidativo inducido por la radiación solar, lo que contribuye a una estrategia de protección contra los efectos nocivos de la exposición solar continua”.

“Cuando buscamos proteínas importantes en estos aspectos relacionados con el daño inducido por el sol, miramos aquellas que tienen más literatura reportada al respecto, de manera que sean proteínas que tiene sentido que estén desreguladas o presenten variaciones en el lado expuesto”, comenta Amanda.

“Las proteínas cuya abundancia encontramos alterada están bien documentadas en la literatura científica. Muchas están asociadas al fotoenvejecimiento, que no es sólo un signo de envejecimiento prematuro, sino una manifestación visible del daño solar acumulado. Ese daño favorece mutaciones celulares que pueden aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de piel, lo que refuerza la importancia de investigar estos mecanismos con profundidad. Buscamos realizar investigaciones y publicar artículos que puedan ser utilizados para estudios sobre fotoenvejecimiento y cáncer de piel, dos fenómenos que están relacionados”, dice. Y está satisfecha: “En este trabajo identificamos diferencias en estas proteínas que son clave en ambos procesos”, remata.

Protegiendo a los y las trabajadoras del volante

Tras leer el trabajo uno piensa en medidas que podrían adoptarse cuanto antes. Por ejemplo, colocar láminas con filtro UV en las ventanas y parabrisas de los transportistas. Que las empresas provean protector solar y ropa con filtro UV a sus trabajadores de la misma manera que se les debe proveer arneses a los obreros que trabajan en altura o cascos a quienes trabajan en una obra.

“Todo lo que se pueda bloquear será beneficioso. Puede ser empleando algún filtro en los vidrios que retenga un poco de la radiación o recurriendo a un filtro solar que tenga algún tipo de bloqueo físico que proteja de la radiación solar. Tal vez no se pueda eliminar todo el efecto de la radiación solar, pero sí se puede mitigar los daños que ocasiona la exposición prolongada y crónica a la radiación solar”, remarca Amanda. “Lo que ocurre es que muchos conductores ni siquiera piensan que debería utilizar un protector solar. Muchos ignoran los riesgos que implica esta exposición para la salud. Por ejemplo, el padre de Marlon empezó a usar protector solar recién luego de que le hablé de todo lo que le podía causar estar expuesto de esa manera. La mayoría de los conductores y conductoras piensan que no pasa nada, o a veces incluso se banaliza el tema”, problematiza.

“En las empresas de transporte no se lleva adelante una concientización de los problemas que el sol les puede ocasionar. Las personas deberían conducir con prendas con filtro UV que les lleguen hasta las muñecas, con gorro, lentes de sol. Hay que concientizar a la población para que se quiera proteger, porque lo que sucede realmente es que muchos desconocen los riesgos que están corriendo. El gran desafío es enseñarle a la gente a que sea consciente de ese riesgo y que entonces se quiera proteger. La gente no demanda protección porque no conoce los riesgos. Cuando uno les dice que el cáncer de piel es el cáncer más frecuente, comienzan a ver los riesgos y peligros”, dice Amanda.

Al escuchar a Amanda uno puede imaginar que hay espacio para que los ministerios de Trabajo o Transporte (o quien corresponda) intercedan haciendo obligatorio proporcionar a trabajadoras y trabajadores del volante elementos de protección contra esta riesgosa sobreexposición al sol que afecta al lado izquierdo (y que en otras actividades que se realizan al aire libre afecta a la totalidad de la piel expuesta). Por ejemplo, a los choferes profesionales que manejen más de determinada cantidad de horas al día, se les debería proporcionar filtros solares, indumentaria con protección UV y demás implementos que ayuden a mitigar el riesgo intrínseco de su actividad laboral.

“Exactamente, son profesiones que requieren medidas de protección”, concuerda Amanda. “De la misma manera que las personas que trabajan con productos químicos usan botas, guantes y gafas, aquí se requieren filtros solares, gafas, indumentaria apropiada. Es un riesgo inherente a este trabajo, pero generalmente no somos realmente conscientes. Con políticas de concienciación, junto a políticas de prevención, ya podríamos mitigar significativamente estas cifras de incidencia del cáncer de piel”, sostiene.

“En Brasil, o aquí en Uruguay, donde la incidencia de la radiación UV es muy alta, los índices de melanomas son muy elevados”, remarca Amanda. Y hay otro dato interesante: las muestras, en las que en las proteínas ya se nota la agresión de la radiación solar, se tomaron en conductores de Curitiba. “Curitiba es un lugar que tiene sol pero con una radiación UV moderada. Aquí el índice UV es más elevado, por lo que podemos pensar que si trasladamos a Uruguay lo que vimos en el estudio, el daño y el efecto de la radiación solar sería aún más agresivo en la piel de los conductores”, conjetura. ¿Qué tan elevado es el riesgo? Tenemos algunos datos.

Según el Registro Nacional del Cáncer del Ministerio de Salud Pública, entre 2016 y 2020 en Uruguay se diagnosticaron más de 3.100 casos de cáncer de piel al año, tanto de melanomas como de no melanomas. “El cáncer de piel no melanoma es el tumor maligno más frecuente en algunas poblaciones, en particular en aquellas que poseen fototipos claros de piel”, señalaba un reporte de 2024 de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer. Tenemos más datos.

Según el Atlas de Mortalidad por cáncer en Uruguay, en el período 2014-2018 murieron 258 hombres y 217 mujeres por melanoma, lo que arroja unas 95 muertes al año por esa causa. En el mismo período, el atlas reseña que por causa de cáncer de piel del tipo no melanoma fallecieron 169 hombres y 105 mujeres, lo que para el período arroja un promedio de 54,8 muertes por esta causa al año. Si sumamos ambos tipos de cáncer de piel (melanoma y no melanoma), en el período 2014-2018 murieron 748 personas, lo que arroja un promedio de 149,8 muertes por cáncer de piel al año.

Salud, trabajo y cosmética

El trabajo tiene varias consecuencias. La primera es generar conocimiento de qué está pasando en las células de la piel observando qué sucede con las proteínas. Sabiendo que eso pasa, nos empuja a pensar cuanto antes en la protección para ciertos grupos ocupacionales que están más expuestos a este riesgo. Pero lo observado también podría ser de interés tanto para la industria cosmética como para la de productos para la salud, ya que en el medio está el tema del fotoenvejecimiento. Las arrugas, la pérdida de elasticidad y demás, si bien no son tan graves como un cáncer, también son manifestaciones de este daño que se está produciendo. Saber qué proteínas actúan abre puertas. De hecho, para esta investigación el equipo recibió financiamiento de la empresa Vichy, ya que ganó fondos del premio Vichy Exposoma en 2023.

“Sí, las empresas se pueden beneficiar incorporando conocimientos de estas investigaciones tanto para la parte de prevención como de reparación del daño que ya se ha producido en la piel”, afirma Amanda. “Para personas que ya tienen la piel degradada por el sol, se puede pensar en cosméticos bioactivos más personalizados y específicos. Por ejemplo, al ver qué proteínas son las que están desbalanceadas, podemos incorporarlas a esos productos de manera de tratar de balancearlas”, sostiene.

“Esto entonces ofrece información valiosa para pensar en la prevención y en la reparación, así como en el apoyo a las personas mientras se exponen a ese daño. Una piel bien cuidada responde mucho mejor que una piel que no lo está”, agrega Amanda. “Por ejemplo, si la persona tiene la piel hidratada, ya es algo que ayuda a mitigar el daño. Pero así como las personas pueden pensar que no deben usar filtro solar, tampoco piensan en que el uso de cremas hidratantes las va a beneficiar en su salud. Son pocas las personas, y dentro de ellas los conductores profesionales, que tienen incorporado usar protector solar y cremas hidratantes, pero, por ejemplo, aplicar un hidratante durante la noche puede ayudar a las propias defensas que tiene la piel para reducir el daño al que se exponen. Luego el protector será un elemento clave para prevenir el daño”, cuenta.

“Estas son pequeñas cosas que, si se incorporan, son importantes para la prevención y el mantenimiento. Sería deseable que las personas vean que estas prácticas son algo normal que deben incorporar para protegerse”, resume Amanda.

Le digo que la imagen que todos tenemos del camionero, heteronormatividad vetusta mediante, no coincide mucho con eso de andarse poniendo cremas. Si tendremos cosas para cambiar. ¿Ha sido eso un problema? “Me sorprendí mucho porque cuando hablé con los choferes se mostraron ávidos de incorporar estas cosas. Algunos llegaron a preguntarnos si sería posible que las empresas comenzaran a proporcionales protector solar, dado que su trabajo los expone a estos peligros”, dice Amanda y nos da razones para el optimismo.

“Cuando los trabajadores ven la importancia del tema, del riesgo al que están expuestos y cómo mitigarlo, ellos mismos comienzan a ver la importancia de demandar esa protección a las empresas. Cuanto más informadas están las personas, más harán por proteger sus derechos”, dice Amanda. Y sí, también para eso sirve la ciencia.

“Nosotros hacemos investigación con la intención de aplicar lo que encontramos en la sociedad lo más rápido posible. Me encantaría pensar que con nuestra investigación estamos ayudando a modificar algo”, lanza Amanda. No hace falta que mañana haya piquetes frente al Ministerio de Trabajo y el de Transporte para darle la razón. Sólo con incorporar todo esto, percibir que hay aquí un tema de salud ocupacional y que con pequeñas medidas podemos reducir la incidencia de un cáncer que afecta a muchas personas alcanzaría.

Artículo: Paired proteomic analysis reveals protein alterations in sun-exposed skin of professional drivers
Publicación: Scientific Reports (abril de 2025)
Autores: Amanda Camillo, Lucas Sales, Juliana Fischer, Rosario Durán, Marlon Santos y Paulo Carvalho.

Artículo: Intra-Individual Paired Mass Spectrometry Dataset for Decoding Solar-Induced Proteomic Changes in Facial Skin
Publicación: Scientific Reports (2024)
Autores: Amanda Camillo, Marlon Santos, Patrícia Nuevo, Ana Lajas, Lucas Sales, Alejandro Leyva, Juliana Fischer, Rosario Durán y Paulo Carvalho.