“A redoblar, muchachos, la esperanza”, porque, entre otras cosas, “el corazón no quiere entonar más retiradas”, cantaba Rumbo en la célebre “A redoblar” de 1980. Pero claro, el contexto político era otro. Una fatídica dictadura nos infligía “la mordedura del dolor”. Y la mordaza al pensamiento y el conocimiento que había impuesto el régimen cívico-militar también implicaba un atraso grande en el país respecto de las consecuencias ambientales de distintas actividades y acciones humanas. La crisis del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, el envenenamiento por contaminación química y la alteración casi irreversible de ecosistemas recién comenzaban a sonar en los organismos multilaterales en los que participaban los países con democracias. La humanidad había ido hasta la Luna hacía relativamente poco y en la década de 1980 amplios círculos aún pensaban que la tecnología resolvería todos nuestros problemas.

Hoy esa mirada es, cuando menos, ingenua. Y varios pensadores señalan que la solución a estos y otros graves problemas que enfrenta la humanidad no puede pasar por el crecimiento. En un mundo finito, el crecimiento indefinido es imposible. El ecólogo especializado en dinámica de poblaciones Mauricio Lima, uruguayo que va y viene de Chile, donde es investigador de la Pontificia Universidad Católica, publicó en 2022 el libro De expansiones y retiradas: el viaje poblacional del Homo Sapiens. En él, mezclando ecología, evolución, economía, ambientalismo y narrativa, exponía de una forma amena y sencilla la encrucijada en la que estamos los seres humanos: el crecimiento es posible solamente extrayendo energía del ambiente.

La explosión y expansión de los seres humanos durante el siglo XX fue posible gracias a la energía que nos brindó el petróleo. Pero, como argumenta Lima, el petróleo es un stock finito que se está acabando. Mientras tanto, la explosión poblacional de los seres humanos cada vez demanda más energía (y alimentos, y bienes materiales, y áreas para el cultivo y la cría de ganado, etcétera), al tiempo que cada vez resulta más caro extraer petróleo. No sólo somos más, sino que en los últimos 200 años se multiplicó casi por 20 el consumo de energía per cápita. Y gran parte de ese aumento de demanda de recursos y energía se produjo en el siglo XX, en lo que se conoce como “la gran aceleración”.

En su libro anterior, Lima nos mostraba cómo en reiteradas ocasiones la humanidad había pasado por períodos de expansión –cuando la energía y el ambiente lo permitían– y otros de decrecimiento –cuando la energía y el ambiente no permitían sostener a la totalidad de humanos de una sociedad o civilización dada–. Siempre que los humanos sobrepasamos los límites energéticos y ambientales, nos tocó emprender la retirada. En los 80 tal vez el corazón no quisiera entonarla, pero hoy bien haría en contemplar la posibilidad. Y eso es lo que nos proporciona el nuevo libro de Lima, Austeridad o barbarie: desafíos de vivir en un mundo exhausto, una serie de lúcidos y cautivadores ensayos que no sólo provee información científica y de pensadores para comenzar a plantearnos una eventual retirada o desaceleración, sino que también sensibiliza y provoca emociones al respecto. Porque está claro, los seres humanos no somos únicamente seres racionales. Y la verdad es que solemos tomar más decisiones basados en lo que nos mueve el piso que en silogismos lógicos. Cuidado con aquella sabiduría que no llora, nos advertía el libanés Khalil Gibran.

¿Qué quiere decir hacer crecer la economía?

“Como humanidad, estamos comenzando a vivir el ocaso de nuestro efímero y extravagante período de opulencia. Nuestra civilización basada en la energía de los combustibles fósiles se acerca a su fin”, lanza Lima ya en el prólogo de su obra, y agrega que nos quedan décadas o, “como mucho, un siglo”. Ante la inacción de algunos tomadores de decisiones y del sistema político, Lima consideró oportuno “contar una historia diferente a la de los profetas del crecimiento económico infinito, la libertad y la autonomía”. Y, efectivamente, su libro vuela por los aires, desde la ecología y la termodinámica, esos pilares de nuestras sociedades capitalistas contemporáneas.

Comencemos con la idea de autonomía y la defensa de la individualidad. “Nunca hemos sido individuos”, cita Mauricio el nombre de un artículo científico que, justamente, propone que gran parte de los seres vivos, entre ellos todos los animales, somos comunidades de diversos seres. Y luego va más allá: “Todo apunta a que nuestros cuerpos deben ser entendidos en un constante flujo de relaciones con otras especies diferentes en un tejido de interdependencias”. Y no sólo eso: “Clima y vida, ambiente y organismos van tomados de la mano cambiándose unos a otros”. Mauricio enfatiza entonces que debemos diferenciar “el mundo en que vivimos” del “mundo del que vivimos”, y en varios textos nos invita a pensar realmente de qué dependemos. La respuesta es clara: de flujos de energía, de otros seres vivos y de entidades como los acuíferos, los bosques, los pastizales o el clima. Nuestra libertad y autonomía están muy limitadas por todo eso. Nos invita entonces a pensar otras formas de habitar nuestros territorios que den cuenta de esa interdependencia con entidades y seres no humanos.

El ensayo titulado “Rompiendo el hechizo” arremete directamente contra el dogma contemporáneo de que, para que nuestras sociedades funcionen, debemos “hacer crecer la economía”. El texto, magistralmente escrito, nos revuelca por el piso y nos invita a reflexionar sobre “qué crece cuando crece la economía” y la trampa de “un sistema económico cuyo único objetivo es generar excedentes y expandirse”. Crecimiento económico, crecimiento poblacional y crecimiento de consumo de energía y de materiales van de la mano. Y eso no nos lleva a buen puerto. Aun así, tanto izquierda como derecha apuestan a eso. “Desde el punto de vista económico, la tarea número uno es crecer”, cita Lima al expresidente de Chile Ricardo Lagos. Pero ese crecimiento, independientemente de un crecimiento del consumo energético y de materiales, es imposible. Y el incremento del consumo de energía y materiales implica que dudosamente ese crecimiento sea sostenible.

Si queremos un futuro forjado por nosotros mismos, luego de leer el libro la alternativa es clara: austeridad o barbarie. Suena mucho mejor que “libertad o muerte”. La barbarie, que para Mauricio es la consecuencia de pensar que “las soluciones a problemas centrales de nuestras sociedades, como la educación, la salud, la seguridad, el acceso al agua y la previsión social, son de carácter individual”. O pensar que todo el resto de los seres vivos y entidades naturales que nos rodean son “simplemente un recurso a nuestra disposición”. O la consecuencia de disolver “cada vez más los vínculos y dependencias con los otros cohabitantes no humanos de este planeta”.

“Será necesario, como las murgas montevideanas, ensayar e inventar una retirada”, señala Mauricio. En definitiva, estamos ante otro gran libro para pensar el mundo en que vivimos y también aquel en el que podríamos vivir.

Libro: Austeridad o barbarie: desafíos de vivir en un mundo exhausto
Autor: Mauricio Lima
Editorial: Estuario (2025), 216 páginas.