Parte del éxito de la novela Frankenstein radicó en la idea de qué puede pasar cuando los seres humanos alteran la naturaleza con su conocimiento. En aquellos tiempos, en los que había más creyentes que ahora, ese límite temido se graficaba con la idea de “jugar a ser Dios”. Los humanos no deberían crear vida, pero el personaje del título, invocando algunos procedimientos que entonces se consideraban médico-científicos, creaba un ser humano a partir de restos de humanos muertos.

Desde entonces hasta ahora –la novela de Mary Shelley es de 1818– mucha ciencia ha pasado por debajo del puente. Es cierto, aún no es posible crear vida a partir de algo inanimado, pero desde la fecundación artificial o la edición genética, pasando por diversas prótesis impensadas para Shelley, como los corazones artificiales, hasta implantes cerebrales o, incluso, pensar en establecernos en Marte, las cosas han cambiado vertiginosamente. Tanto que hoy ese “jugar a ser dioses” podría aplicarse a diversas cuestiones. Y si hay un poder que hoy podríamos tener es el de extinguir a otras especies de forma deliberada y ya no accidentalmente o como efecto secundario de nuestras acciones, como ha venido sucediendo.

Ese es justamente el meollo de un artículo publicado en la prestigiosa revista Science que lleva por título algo así como “Extinción deliberada por modificación genómica: un desafío ético. ¿Qué circunstancias podrían justificar la extinción deliberada y total de una especie?”. El trabajo no es sólo relevante por lo que dice, sino por otras dos poderosas razones, al menos para quienes lo leemos desde aquí.

Por un lado, entre el grupo internacional de autores, que incluye a investigadores de peso de Estados Unidos, Australia y Zimbabue, se encuentra Pablo Fresia, de la Unidad Mixta Pasteur + INIA y la Unidad de Bioinformática del Institut Pasteur de Montevideo. ¡Fantástico saber que nuestra comunidad científica participa en una discusión de semejante envergadura! Pero hay más mimos para nuestro orgullo celeste.

Además de contar con la autoría de un investigador local, el trabajo que analiza cuándo sería ético extinguir intencionadamente a una especie, en este caso empleando herramientas genómicas, tiene a Uruguay y su ciencia como protagonistas. En el artículo se analizan los casos de tres organismos que hoy se está pensando extinguir del planeta, provocando si no una posible extinción global, al menos sí una a escala local. Los tres casos analizados son el mosquito Anopheles gambiae, responsable de cargar con el protozoario Plasmodium que ocasiona la malaria, en concreto en el África subsahariana; la rata noruega (Rattus norvegicus), el ratón doméstico (Mus musculus) y la rata negra (Rattus rattus), especies exóticas invasoras que en islas de Oceanía provocan graves daños, y la mosca de la bichera, Cochliomyia hominivorax. En este último caso se menciona que Uruguay, donde causa grandes pérdidas al sector ganadero y también afecta a los humanos, sería el primer país sudamericano en intentar erradicar la bichera, algo que ya pasó con éxito en América del Norte y que, hasta hace poco tiempo, se había logrado en América Central. ¡Uruguay nomá!

De los tres casos tratados en el artículo de discusión, aquel en que habría más acuerdo para proceder con la extinción sería el de la mosca en Uruguay. Pero en el trabajo se refleja también que la solución uruguaya al problema, además de recurrir a insectos esterilizados mediante radiactividad (lo que ya se ha hecho para combatir a esta mosca en el hemisferio norte), implica desarrollos biotecnológicos de avanzada que aún no se han implementado en otras partes.

En concreto, un grupo de investigadores locales, entre los que se encuentra el propio Pablo Fresia, trabajan en introducir, mediante la técnica de cortado y pegado de genes conocida como CRISPR-Cas, unos aceleradores genéticos que hacen que una variación que impide que se desarrollen moscas hembra se propague más rápidamente en las poblaciones de moscas silvestres que se apareen con las moscas genéticamente modificadas. Si cada vez hay menos moscas hembra en la naturaleza, indefectiblemente en algún momento la población colapsará. Así las cosas, veamos qué dicen.

Reflexionando sobre los límites éticos de la ciencia

“Entre las formas en que la modificación del genoma podría utilizarse para modificar poblaciones silvestres de organismos, el resultado deliberado de erradicar completamente una especie ha recibido poca atención crítica”, comienza diciendo el trabajo.

“Cuando se presta tanta atención al valor de la biodiversidad y a la conservación de las especies, ¿qué circunstancias, paradójicamente, podrían justificar la extinción total y deliberada de una?”, se preguntan los autores. “Analizamos tres casos en los que la modificación genómica podría utilizarse para erradicar una especie”, dicen sobre la mosca de la bichera, el mosquito que transmite la malaria y los roedores que ya vimos. “En conjunto, argumentamos, estos casos sugieren que la extinción total y deliberada podría ser aceptable ocasionalmente, pero sólo en circunstancias extremadamente raras y acotadas”, señalan.

Al meter el dedo en la llaga, las cosas se complican. “Los casos también ponen de relieve las tensiones existentes en algunas perspectivas generalizadas sobre la conservación de las especies y la gobernanza de la edición genómica”, reconocen en el trabajo, que recogió la discusión entre todos los autores, “especialistas en ética ambiental, bioeticistas, biólogos de la conservación, ecólogos, científicos sociales y científicos”, que participaron en un taller que se llevó adelante en mayo de 2024 con el objetivo de “estudiar la cuestión moral que plantea la extinción deliberada mediante la edición genómica”.

Ahora sí, vayamos volando más rápido que paisano a curar su oveja abichada a conversar con Pablo Fresia, nuestro investigador que participó en esta discusión tan relevante y de alto vuelo de la ciencia. Pablo además viene estudiando a la mosca de la bichera desde hace tiempo. Ya su maestría en Ciencias Biológicas, que presentó en 2005, se metía con ellas: Variabilidad genética en poblaciones naturales de Cochliomyia hominivorax en el Uruguay. Volvió a estudiarlas para su doctorado, terminado en 2011, que defendió en la Universidad Estadual de Campinas, en Brasil, con una tesis titulada Análisis filogeográfico de la mosca de la bichera.

Pablo Fresia.

Pablo Fresia.

Foto: Alessandro Maradei

La solución uruguaya: estériles + acelerador genético

En el trabajo se detalla que la forma en que se ha combatido la mosca de la bichera en América del Norte y Central fue mediante la técnica del insecto estéril, que consiste en someter a radiación a las pupas para que no puedan procrearse de adultas. Esas moscas luego se liberan en la zona, lo que poco a poco va mermando el éxito reproductivo de la especie y logrando la erradicación. Pero ahora se está pensando formas de hacer este proceso más rápido y efectivo liberando solamente machos no estériles y genéticamente modificados para traspasar unos genes que impiden que se desarrollen hembras.

“Con la técnica del insecto estéril, una duda muy grande es cómo proteger la frontera. En Panamá la frontera falló y ahora tenés nuevamente la mosca de la bichera hasta en México”, señala Pablo Fresia. “Pero mientras ellos tenían una barrera sanitaria en la región selvática de Darién, en Panamá, con un ancho de 110 kilómetros por unos 30 kilómetros en la parte más gruesa, donde liberaban moscas semanalmente para evitar el repoblamiento, Uruguay tiene que controlar toda la frontera seca con Brasil y toda la del río Uruguay hasta la desembocadura del río Negro más o menos. Son más de 1.500 kilómetros. Y si en esa frontera se aplica el ancho de lo que se recomienda para liberar moscas estériles, es un pedazo enorme de Uruguay y también para adentro de Argentina y de Brasil”, comenta.

“Por eso pienso que en Uruguay es mejor intentar bajar las poblaciones de la mosca e incluso erradicar la bichera empleando la técnica de insecto estéril, que hoy por hoy se produce en Panamá, y capaz que en algún momento la edición génica permite controlar la frontera de una forma más eficiente empleando una tecnología que sería nuestra y que desarrollamos en el país”, señala, desnudando uno de los puntos claves del trabajo: si figuramos en él es por ir un poco más lejos que la solución ya conocida en el norte. Nuestra ciencia soberana nos pone allí (independientemente de que la construimos en colaboración con otros centros de investigación).

En el trabajo publicado señalan que “el amplio apoyo al uso de la técnica del insecto estéril para lograr una serie de extinciones locales de la mosca de la bichera sugiere que el argumento a favor de erradicar totalmente la enfermedad que esta ocasiona probablemente sea convincente para muchas personas, especialmente a la luz de un reciente resurgimiento de la bichera en América Central, porque este resurgimiento sugiere que una solución permanente puede ser posible sólo con una erradicación completa”. Para ello, la técnica del acelerador de genes “aumentaría enormemente tanto la relación coste-eficacia como las probabilidades de éxito, aunque todavía está en su etapa de desarrollo”.

“Para caminar hacia ello también tenemos que enfrentar aspectos regulatorios”, señala Pablo. “Uruguay todavía no incluyó a los animales en el Sistema Nacional de Bioseguridad, así que se está trabajando en eso”, explica. “Hay un decreto presidencial para empezar a trabajar con organismos editados genéticamente; ahí tenés dos caminos. Uno, cuando la edición génica genera las mismas variantes que se dan en la naturaleza. A nivel mundial se está caminando hacia que ese tipo de edición no requiera regulación. Pero, por el otro camino, la edición, grosso modo, agrega al material genético del organismo material foráneo, tanto sea ADN de otra especie o sintético. Y eso sí tiene que ser regulado”, aclara.

En ese segundo caso, el organismo resultante tendrá un ADN, una información genética que su especie no tiene ni nunca tuvo en la naturaleza. “En ese caso el organismo tiene que pasar por el Sistema Nacional de Bioseguridad. Y el Sistema Nacional de Bioseguridad precisa incorporar a los animales. En eso se está caminando y se están haciendo cosas”, afirma.

Mosca maldita, gusano barrenador

“La discusión del trabajo gira en torno a cuándo se justifica erradicar una especie”, dice Pablo. “Esa decisión tiene que tener un pilar moral, por ejemplo, que esa especie nos cause sufrimiento a nosotros o a los animales que tenemos a cargo”. No sé cuántos de ustedes habrán visto a un ternero recién nacido afectado por bichera en el ombligo no cicatrizado luego de nacer. No es un espectáculo nada recomendable. Quien quiera puede buscar imágenes del gusano barrenador –como se conoce a la bichera en el norte–y ganado en internet. Pero además, no se trata sólo de que sea una cosa que haga sufrir al ganado.

“El ciclo biológico de la mosca de la bichera causa diversos problemas. Por un lado, causa una pérdida económica muy grande, pero además afecta a los propios seres humanos, hay un montón de casos”, afirma Pablo. “El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca [MGAP] estimaba unos 800 casos al año en la población rural de Uruguay. Pero en Montevideo también hay un montón. Hace poco fui al Departamento de Parasitología del Instituto de Higiene y tienen casos históricos de hospitales de Montevideo. Hay gente en situación de calle, con alcoholismo, etcétera, que se termina abichando y eso está muy poco documentado, y hay gente que quiere hacer un trabajo a ver qué está pasando en el ámbito urbano”, relata.

Esto desnuda una cosa que no es nada rara en nuestro país: muchas veces no queda registro de estas intervenciones, porque no es obligatorio reportar los casos de miasis –así se llama la enfermedad causada por la larva de la mosca de la bichera, que comienza a comer al cuerpo del organismo en el que se encuentra, y que también es causada por otra mosca, la Dermatobia hominis, aunque en este caso la miasis no es tan grave–.

Así las cosas, cuantas más moscas de la bichera haya por la vuelta, más chances habrá de que algunas, en lugar de atacar al ganado ovino y vacuno, que son sus hospederos más frecuentes, puedan agarrársela con algunos humanos. La salud animal y la humana están interconectadas.

“En uno de los trabajos que salió de mi doctorado sobre la filogeografía de la especie en América del Sur puede verse un aumento del tamaño de la población de la mosca de la bichera en los últimos 500 años. Y eso, pensamos, tiene que ver con la introducción del ganado. El tamaño de la población de la mosca de la bichera en este momento está totalmente influenciado por la acción antrópica. El estado basal en las poblaciones silvestres era otro. Hoy lo cierto es que no sabemos cuántos animales de nuestra fauna autóctona están abichados realmente”, comenta Pablo.

Pablo cuenta que en El origen de las especies Charles Darwin refiere a la mosca de la bichera, en este caso, que afectaba al ganado en Paraguay, en un apartado denominado “Complejas relaciones mutuas de plantas y animales en la lucha por la existencia”: “Vemos aquí que el ganado determina en absoluto la existencia del pino; pero en diferentes regiones del mundo los insectos determinan la existencia del ganado. Quizá Paraguay ofrece el ejemplo más curioso de esto, pues allí ni el ganado vacuno, ni los caballos, ni los perros se han hecho nunca cimarrones, a pesar de que al norte y al sur abundan en estado salvaje, y [Félix de] Azara y [Johann Rudolf] Rengger han demostrado que esto se debe a que es más numerosa en Paraguay cierta mosca que pone sus huevos en el ombligo de estos animales cuando acaban de nacer”.

“Ya en ese entonces visualizaban que la mosca de la bichera era un problema para la ganadería”, dice Pablo. Y vaya si lo es.

“Hoy tenemos entre 11 y 12 millones de vacas y entre 5 y 6 millones de ovejas, pero en la década de 1990 hubo 26 millones de ovinos en Uruguay. Y la oveja es mucho más susceptible que el ganado a la bichera. En la esquila tenés un sustrato para criar bichera a cara de perro, pero también tenés el ‘pietín’. Si te vas al norte del país, los casos de bichera son brutales”, dice Pablo.

En un trabajo anterior, publicado en 2021 en la revista Agrociencia, Pablo y otros colegas afirman que varias estimaciones permiten decir que ocasionan daños a la ganadería que están en el entorno de los 40 millones de dólares anuales.

“Los tres modelos citados hablan de unos 40 o 45 millones de dólares de pérdidas al año por bichera, pero en general no están contempladas las horas hombre empleadas para su combate y tratamiento. La gente que se sigue dedicando a criar ovejas y que tiene establecimientos grandes, muchas veces en verano tiene que destinar más trabajadores a atender este problema”, señala Pablo.

Según datos revisados en ese trabajo, la prevalencia de miasis por la mosca de la bichera ronda el 4% en el ganado y el 8% en las ovejas, lo que con 11 millones de vacas y 6 millones de ovejas implicaría algo así como un millón de animales afectados al año. La mortandad ronda el 0,1% en ganado vacuno y 2,5% en el ovino, lo que arroja unas 11.000 vacas y unas 150.000 ovejas muertas al año de acuerdo con el rodeo actual.

Le acoto que frecuentemente se habla de que “se pierden” o “el país pierde” esos 40 millones de dólares. Y que eso me hace acordar a la frase que dice que las pérdidas son de todos, pero las ganancias... Ojalá nuestro país pueda solucionar el problema de la bichera, pero eso no implicará que todos ganaremos 40 millones de dólares para invertir en escuelas, combatir la pobreza o reforzar la investigación científica. La ganancia para todos, de lograrlo, será la pequeña parte de ese aumento de la producción que nos quede por concepto de impuestos, balanza comercial, etcétera. “Sí, lo más preciso sería decir que el sector ganadero pierde esos millones de dólares por esta mosca, porque estoy totalmente de acuerdo con esa visión de que después, a la hora de distribuir, no es equilibrada la cosa”, asiente Pablo.

Como ya dijo Pablo, hay razones que hacen más éticamente aceptable combatir a este ectoparásito: causa perjuicios económicos y problemas para la salud humana. Pero eso no es suficiente para pensar en su extinción. “Cada especie tiene un derecho intrínseco de existir, cada una involucra un camino evolutivo y es muy difícil decidir sobre eso”, aclara Pablo.

Para pensar entonces en qué haría más tolerable la extinción de una especie de forma deliberada, es necesario tener en cuenta otros aspectos, algo que Pablo y colegas también abordaron en un artículo publicado en Agrociencia.

Pupa de la mosca de la bichera.

Pupa de la mosca de la bichera.

Foto: John Kucharski

¿Qué le pasaría a nuestros ecosistemas si desapareciera la mosca de la bichera?

El trabajo al que nos referimos se titula Revisión de las interacciones ecológicas de la mosca Cochliomyia hominivorax y evaluación de los posibles impactos ecológicos de su erradicación en Uruguay. “Ese es un trabajo que lideró Ismael Etchevers”, enfatiza Pablo. “Cuando el MGAP empezó con esto, hizo una consultoría del impacto ambiental de erradicar la especie. Distintos actores vinculados al programa de alguna forma, directamente o en ámbitos de discusión, participamos en eso y ahí se contrató a Ismael, que es biólogo, por su trayectoria haciendo evaluaciones de esta índole”, cuenta.

En el trabajo de Agrociencia analizan qué pasaría si la mosca de la bichera no estuviera más en nuestros ecosistemas, algo delicado a tener en cuenta porque, como sabemos, todos los seres vivos de un ecosistema estamos interconectados y quitar de allí a uno puede ocasionar daños o desequilibrios de formas difíciles de prever. Allí reportan que la mosca de la bichera es un insecto polinizador. Pero si se quita del ambiente, hay otros insectos, incluso moscas de su mismo género, que ocupan ese rol. A su vez, no parece haber otros organismos que dependan de la mosca para su subsistencia.

Por todo eso concluyen que “la mosca de la bichera presenta alta redundancia funcional en la mayoría de sus interacciones ecológicas, no juega un papel importante como agente regulador de otras especies y no juega un papel importante en funciones ecosistémicas críticas. Sin desconocer los vacíos de información que ciertamente existen sobre la red de interacciones ecológicas de la mosca de la bichera en Uruguay, estimamos que es poco probable que su erradicación cause extinciones secundarias o efectos en cascada en las redes de interacciones ecológicas que integra”.

Sacar a este actor de la naturaleza, por lo menos de acuerdo a lo que vieron en esa revisión de literatura, no causaría grandes daños, lo que hace un poco más aceptable la decisión moral de erradicarla. De hecho, de los tres casos analizados en el artículo de Science, este es el único en el que señalan que “la mayoría del grupo de autores está de acuerdo en que es convincente” la extinción de la especie mediante técnicas genómicas.

“De todas formas esa fue una revisión de literatura, pero realmente no tenemos un conocimiento profundo del impacto de la mosca en la fauna silvestre. Sería muy bueno que se profundice en ese conocimiento”, destaca Pablo. Incluso en el trabajo señalan que “a fin de detectar oportunamente eventuales impactos durante el curso del programa, se recomienda monitorear los ecosistemas utilizando indicadores relacionados con socios directos e indirectos en las interacciones ecológicas de la mosca”.

“Eso me parece importante. Y después el otro pilar era el de la inclusión de las comunidades en la toma de decisiones. Una vez que está armado el escenario, que tenés una herramienta, tenés una especie que es plausible de ser controlada o finalmente extinguida, ¿qué queremos hacer?”

Pablo es de Cerro Largo. Conoce el problema por experiencia de primera mano. Le digo que si les preguntamos a quienes tienen ganado, tanto ovino como vacuno, si están de acuerdo con extinguir a la mosca de la bichera, pocas manos, si alguna, se alzarían en contra. Y probablemente nadie derramaría una lágrima.

“Tuve la oportunidad de ir mucho al campo y de conocer esa realidad desde chico. Mi padre en algún momento trabajó en el campo, y también familiares, y curé alguna bichera mucho antes de ser biólogo. Realmente no creo que nadie levante la mano en contra de eliminarla”, admite Pablo. Pero ojo. Eso no es un cheque en blanco.

“En el artículo se hace énfasis en estudiar caso a caso, para que estas decisiones se tomen de forma puntual, que no se piense que todo lo controlamos erradicando o extinguiendo especies. Son decisiones complejas. Yo estoy de acuerdo con que la bichera se controle y eventualmente se erradique. Ahora, en el caso de otras especies, habría que discutirlo”.

La experiencia previa con bichera: ¿otro punto para hacer tolerable su extinción?

En el caso de la mosca de la bichera, hay una experiencia previa de erradicación de esta misma especie en grandes áreas del continente con la técnica de insectos esterilizados con radiactividad, que permite ver que en los lugares de América del Norte donde se erradicó no hubo efectos en cadena adversos en el territorio.

Pero, como vimos, la solución uruguaya procura montar sobre esta herramienta de esterilización atómica, otra herramienta de edición genómica mediante la revolucionaria tecnología CRISPR, en concreto colando en los genes de las moscas un gene drive o acelerador genético que hace que determinado atributo que hace inviable el desarrollo de hembras se propague más rápido en la descendencia. De acuerdo con la herencia mendeliana, un rasgo heredable que provenga de uno de los dos progenitores y no sea dominante se transmitirá a un cuarto de la primera generación de descendientes, a un octavo de la segunda, a un dieciseisavo en la tercera y así sucesivamente. Con el acelerador genético eso pasaría a la mitad de la descendencia en la primera generación, a la mitad en la segunda, y al 100% en la tercera (ver diagrama).

Herencia mendeliana y con acelerador genético, por Pablo Fresia.

Herencia mendeliana y con acelerador genético, por Pablo Fresia.

El asunto es que no hay tanta experiencia de qué pasa cuando un organismo modificado genéticamente con un acelerador genético se suelta en la naturaleza. “No hay ningún caso todavía. Incluso Target Malaria, que es la organización que está en la línea del frente con eso, sólo ha realizado una prueba soltando a la naturaleza mosquitos modificados pero sin un gene drive. Ya han demostrado sí que funciona en condiciones de laboratorio”, dice Pablo. “Por eso otro de los pilares que se discute en este artículo que salió en Science es tener una evaluación de riesgo bien clara y profunda que te permita tomar las decisiones para ver a qué te tenés que atener”.

“Es un tema en el que hay que discutir y profundizar. Pero la realidad es que muchas herramientas alternativas para eliminar estas moscas o al mosquito de la malaria no han dado demasiados resultados. Y algo a tener en cuenta es que hoy tenemos tres herramientas: la biotecnología, la técnica del insecto estéril y los insecticidas. Incrementar el uso de insecticidas no parece lo más sensato”, agrega.

Y eso lleva a otras discusiones. Es que la guerra química contra los insectos y otros organismos no sólo la estamos perdiendo, sino que además nos está envenenado a nosotros mismos. Esto también hay que sopesarlo a la hora de evaluar la moralidad de extinguir una especie con herramientas genéticas.

“Cuando estaba en mi última etapa como posdoc en Brasil, trabajaba con resistencia a insecticidas en la agricultura. Allí vi un informe que habían hecho en la región central de Brasil, y había trazas de insecticidas organofosforados, piretroides, etcétera, hasta en la leche materna de madres que estaban lejos de las plantaciones”, cuenta. Aquí pasa algo similar. Por ejemplo, en escolares de primer año de Montevideo se reportaron diez veces más metabolitos de pesticidas que en niños de Estados Unidos.

“Convivimos con eso y son sustancias jodidas. Esa es una de las tres herramientas de las que hoy disponemos para luchar contra la bichera. Pero para mí hay un mensaje que es clave, que es que vos no ganás un partido con la mejor pelota o los mejores zapatos; esas son unas herramientas, pero vos ganás con la mejor estrategia. Lo que hay que hacer es profundizar en la discusión de la estrategia a nivel nacional para el manejo de insectos plaga”, señala.

Riesgos del gene drive

Podrían suceder cosas, como la transferencia horizontal de genes, como hacen las bacterias frecuentemente, o que este acelerador que hace que colapse una población pase a otra especie que se cruce con la que uno está tratando. ¿Hay alguna otra especie de mosca nativa que tenga relaciones con la mosca de la bichera así como los Homo sapiens, hace unas decenas de miles de años, teníamos relaciones con los Homo neanderthalensis?

“La transferencia horizontal de un gene drive funcional está bastante minimizada. Por un lado, porque en una estrategia como el daisy chain se puede enlentecer el acelerador colocando diferentes partes en diferentes cromosomas editados, y entonces el efecto se produce cuando todas están presentes en un organismo. Por otro lado, la transferencia horizontal es poco probable por el tamaño de todo el casete que tiene que estar operativo para que funcione, es poco probable que otro organismo lo incorpore entero. Creo que el miedo a la transferencia horizontal es mínimo, pero es una opinión”, nos tranquiliza Pablo.

Por otro lado, la hibridación, que nuestra mosca se cruce con otras moscas o insectos, tampoco es probable. “El género Cochliomyia, por lo que sabemos, habría surgido en la región del Caribe, que es donde se encuentran las cuatro especies descritas del género. En América del Sur sólo hay dos especies, Cochliomyia macellaria y Cochliomyia hominivorax. Se han hecho al menos dos trabajos de hibridación en laboratorio y nunca se ha logrado obtener híbridos, mucho menos híbridos fértiles”, resume Pablo. “Ese aspecto está bastante bien cubierto; el riesgo es mínimo o inexistente, aunque en biología hablar de riesgo inexistente es complicado. Aceptemos al menos que es un riesgo muy bajo”.

Esa es otra línea de evidencia más que hace que en este artículo digan que en el caso de la mosca de la bichera podríamos considerar, sí, su extinción mediante modificación genética.

Colisiones norte-sur

En el último párrafo del trabajo publicado en Science se hace una referencia a las colisiones entre el Norte Global y el Sur. “Las personas que viven lejos del área de distribución de una especie han reivindicado su interés en el patrimonio ecológico compartido del planeta y han apoyado los esfuerzos internacionales para preservar las especies”, dicen. “El argumento para reconocer que los ciudadanos del Sur Global deberían tener las mismas libertades para tomar decisiones sobre su entorno que las que se han reivindicado desde hace tiempo en el Norte Global es muy sólido. También lo es la necesidad de un enfoque colectivo sólido para las decisiones sobre la existencia de las especies”, continúan.

Le pregunto a Pablo si leí mal ese párrafo al interpretar que para algunos países desarrollados del norte, ya casi liberados de todas las plagas y organismos que los afectaban y que, sin embargo, no dedican recursos a combatir lo que justamente se denominan “enfermedades desatendidas” que afectan mayoritariamente a las poblaciones de países pobres, tienen posturas más rígidas sobre la ética de extinguir a una especie y, de cierta forma, presionan a los países en vías de desarrollo para que no lo hagan.

“El norte empieza a discutir, principalmente los países más dominantes, que no habría que hacer tales y cuales cosas. Y el Sur Global dice ‘bueno, pero yo tengo que resolver problemas sociales gravísimos’”, comenta Pablo.

“Va por ahí, y también por lo que dijimos de que si hablás con la población rural de Uruguay, nadie va a dudar de lo conveniente o aceptable de exterminar a esta mosca, algo que de repente yo desde mi apartamento en Montevideo puedo no tener tan claro, puedo tener tal vez más reparos en decir que hay que cuidar a todas las especies. Esa discusión se tiene que dar. Ese último párrafo apunta un poco a eso”, redondea.

Los países desarrollados no tienen malaria, no tienen zika, no tienen mal de Chagas, aunque ahora están un poco preocupados por algunos brotes... Para ellos estas cosas podrían no ser tan relevantes. “De hecho, ellos tienen la enfermedad de Lyme y están discutiendo cómo combatirla. El trabajo de Kevin Esvelt nació para interrumpir el ciclo entre la garrapata y las ratas de la isla frente a Massachusetts y así controlar ese problema de salud que ellos sí tienen. Eso no hay que obviarlo; la parte ambiental la tenemos que contextualizar con la sociedad en la que vivimos, y discutir en ese contexto. Igual no se puede hacer cualquier cosa en nombre de eso. Pero creo que lo peor que podemos hacer es evitar la discusión”, señala Pablo.

Estrategia, herramientas y soberanía

Nuestro país transita por un camino de edición génica novedosa. “Adquirir ese conocimiento es valioso de por sí, por más que mañana se decida no usar esta herramienta para combatir la bichera. La herramienta es mucho más amplia y te permite estudiar, por ejemplo, la fisiología de insectos, entender de forma precisa el funcionamiento de una especie determinada y aplicar esos conocimientos al control y, si decidimos que esto es éticamente aceptable, utilizarlo en otros contextos”, reflexiona Pablo.

“Es algo que un poco vimos en la pandemia. Apareció un virus nuevo, pero ya estaba todo el conocimiento para actuar rápido y generar las herramientas necesarias para intentar minimizar el problema en tiempo récord”. Había gente trabajando en vacunas ARN que ni se imaginaba que un coronavirus iba a afectar a los seres humanos. Había gente en nuestro país con conocimiento de amplificación de material genético con PCR, lo que permitió desarrollar kits de diagnóstico propios. Capaz que esto del gene drive no se aplica para la bichera, pero dentro de 30 años tenemos otro picudo rojo al que podríamos intentar aplicar esta herramienta de control. En esto radica también nuestra soberanía científica.

“Esa es otra de las cosas que están en juego. Date cuenta de que Uruguay en este momento logró financiar proyectos que ya están caminando, sobre el desarrollo de herramientas que todavía no se usaron en ningún lado”, dice.

Estamos en la frontera del conocimiento. En parte el valor de este artículo, publicado en Science, que es una revista de mucho prestigio, posiciona bien a nuestro país en el campo de la biotecnología, ya que dan tres casos de posibles erradicaciones y se menciona específicamente el caso de Uruguay.

“La publicación del artículo es importante en el sentido de comunicar que Uruguay está trabajando en estas cosas, que tiene cómo hacerlo, que hay recursos locales y que hay gente capaz de hacerlo. Ese es uno de los mensajes”, coincide Pablo. “Después está el otro, más propagandístico, que es el de decir que estamos ante un problema, que está la posibilidad de tratar ese problema con estas herramientas y que hay que discutir la estrategia de cómo aplicar esas herramientas. El artículo también muestra que Uruguay está posicionándose, que no entrega la cancha y la pelota. Estamos acá, estamos haciendo cosas y estamos para discutir cómo se discuten estas cosas, que es honestamente”, reflexiona Pablo.

“Como dije, mi posicionamiento personal es que el partido no lo ganás con la mejor herramienta, sino con la mejor estrategia. Podés usar cualquier herramienta que sea efectiva para una estrategia determinada, siempre y cuando cumpla tus requisitos morales, éticos, esté bien evaluado el riesgo, y el remedio no sea peor que la enfermedad”, afirma con convicción. “También tenés que tener una buena estrategia de monitoreo para ir evaluando cómo se va desarrollando ese plan de control”, agrega.

Y ese control es que la soberanía científica es clave, incluso ante una solución importada como podrían ser las moscas estériles irradiadas en Panamá. “Que Uruguay tenga el control de eso es fundamental”, afirma Pablo. Es que una cosa es usar la vacuna de Pfizer, y otra que Pfizer sea la encargada de decirnos qué tan bien nos está yendo con la campaña de vacunación.

“Con el programa de la técnica del insecto estéril había un riesgo, que era que hay sólo una planta de esterilización de estos insectos en el mundo, la de Panamá. Uruguay, por su tamaño, podría ser cliente de Panamá, algo que tal vez Brasil no pudiera hacer. Lamentablemente para los intereses de Uruguay, se cumplió este temor. Recientemente se empezó a detectar bichera al norte de Panamá, por lo que ahora Panamá no puede seguir adelante con el acuerdo comercial que se había hecho, porque tiene que atender la demanda de su región”, dice.

¿Quedamos en línea de espera? “Sí, Uruguay en ese aspecto quedó como en línea de espera. Ahora hay una posibilidad de que una planta de Argentina podría llegar a adaptarse para irradiar moscas de la bichera. No estoy al tanto de los pormenores, pero lo que pasó con Uruguay es que se planteó comprarle estas moscas estériles a Panamá y ahora Panamá no le puede vender, porque tiene que atender su demanda. Ese riesgo se cumplió, lamentablemente”, señala Pablo.

Extinguir, desextinguir y publicar en Science

Le digo que hace unas semanas hubo científicos (o mejor dicho, su empresa) que pasaron al estrellato por anunciar que desextinguieron a una especie de lobo (en realidad, no es una desextinción, pero ese es otro tema). Le pregunto a Pablo cómo se sentiría, en caso de seguir este camino y de que se obtuvieran los resultados esperados, si pasara a la fama por extinguir a una especie.

“Así como eso de la desextinción no fue tal, tendríamos que ver si acá estamos ante un escenario de extinguir una especie o de simplemente bajar su población por debajo de determinado umbral. Porque en realidad no tenemos un control sobre la fauna silvestre y otro montón de nichos donde la especie puede quedar”, sostiene. “Aun así, asumamos que logramos extinguirla; en ese caso vamos a tener que haber cumplido determinados pasos éticos, de evaluación de riesgo y de toma de decisiones con la sociedad civil y los tomadores de decisiones. No es que viene un científico, aprieta un botón rojo y se extingue una especie. No es por sacarme la responsabilidad, pero es como que me queda grande decir que uno toma una decisión de ese tipo. Tiene que haber algo muchísimo más consensuado a nivel social y a nivel de las autoridades”, redondea.

“Ahora se acuñó el concepto de intervenir el ambiente común. Y el ambiente común no es patrimonio de la ciencia ni de los científicos. Por eso es importante que haya discusiones fuertes sobre cómo tomar este tipo de decisiones. Yo trabajo en estos temas y creo que las herramientas biotecnológicas son una opción, pero no es una decisión que pueda tomar yo solo. El poder de decisión no puede estar concentrado en alguien, sino en la sociedad”, enfatiza atinadamente.

Este es el primer artículo que Pablo publica en la revista Science. Le pregunto qué se siente. “Es un artículo de opinión, no es un artículo científico. El día que publique en Science un artículo científico de mi trabajo, o en colaboración, me voy a sentir mucho más orgulloso que con este. Acá fui partícipe de una discusión, que además fue liderada por otros científicos. Tampoco olvidemos que acá hay un tema norte-sur. Si autores del sur hubiéramos tenido esta misma discusión, seguro que no salía en Science”, reconoce.

“Con honestidad, me encantaría tener un artículo científico en Science, pero tampoco creo que eso sea lo que nos tiene que mover. Si la clavás en el ángulo, la clavás en el ángulo, pero si es gol, es gol”, redondea. El hecho de que estemos participando en estas discusiones, gracias a una comunidad científica formada, pronta y con ganas de aportar, debería celebrarse como un gol.

Artículo: Deliberate extinction by genome modification: an ethical challenge. What circumstances might justify deliberate, full extinction of a species?
Publicación: Science (mayo de 2025)
Autores: Gregory Kaebnick, James Collins, Athmeya Jayaram, Rebecca Tiernan, Katie Barnhill, Lucy Carter, Munamato Chemhuru, Pablo Fresia, Bruce Jennings, Curt Meine, Paul Ndebele, Clare Palmer, Christopher Preston, Kent Redford, Yasha Rohwer, Ronald Sandler, Maxwell Scott, Riley Taitingfong y Laurie Zoloth.

Artículo: Revisión de las interacciones ecológicas de la mosca Cochliomyia hominivorax y evaluación de los posibles impactos ecológicos de su erradicación en Uruguay
Publicación: Agrociencia (2022)
Autores: Ismael Etchevers, María Iriarte, Laura Marques, Alejandra Ferenczi, Marco Dalla Rizza, Jorge Marzaroli, Alejandro Saravia y Pablo Fresia.

Artículo: Perspectiva histórica y nuevas opciones para el control de la mosca de la bichera Cochliomyia hominivorax en Uruguay
Publicación: Agrociencia (2021)
Autores: Pablo Fresia, Sabrina Pimentel, Victoria Iriarte, Laura Marques, Verónica Durán, Anderson Saravia, Rossina Novas, Tatiana Basika, Alejandra Ferenczi, Daniel Castells, Tatiana Saporiti, Ulises Cuore, Santiago Losiewicz, Federico Fernández, Gabriel Ciappesoni, Marco Dalla-Rizza y Alejo Menchaca.

Más que una extinción, ponerlas a dormir

La mayoría de las extinciones que causamos los seres humanos fueron provocadas de forma inintencionada. Aquí estamos ante la eventualidad de extinguir una especie de forma deliberada. Y hoy también tenemos herramientas para guardar la información genética de ese organismo. Mañana podría haber una invasión extraterrestre y el único ser capaz de hacerle frente podría ser la mosca de la bichera.

“Con la mosca de la bichera pasa algo interesante. Esta mosca se puede criopreservar. Hay protocolos ya armados y bien ajustados para congelarlas y luego revivirlas”, dice Pablo. Le digo que entonces, más que extinguir a la mosca de la bichera, la pondríamos a dormir.

“Esa es una buena idea. Los protocolos de criopreservación de la mosca de la bichera están bien establecidos y es una especie que permite eso. Entonces, si la extrañamos, la podemos revivir”, dice, llevándome la corriente.

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