El departamento de Colonia, durante el siglo XIX, se caracterizó por una inmigración heterogénea. Sin embargo, como en otros puntos del país, predominó la española y la italiana.

Hasta 1861-1871, cuando surgió como Estado unificado, Italia solo existía como concepto geográfico. Por eso los que llegaron al Uruguay en la década de 1830 dieron como lugar de origen sus “patrias chicas”, las ciudades o regiones de procedencia.

Por ejemplo, en el padrón del partido de Rosario, en 1836, se contabilizan 600 habitantes y dos de ellos aparecen registrados como genoveses. Para el mismo año, en el registro de ciudadanos naturales y legales vecinos de la Colonia del Sacramento, figuran cinco italianos entre 85 hombres cabeza de familia. Estos primeros inmigrantes aparecen vinculados a actividades artesanales y al comercio.

Por esos años la actividad portuaria se incrementará, ya que Colonia, al igual que Maldonado, recibió beneficios mercantiles del gobierno, lo que rebajó 5% los derechos de importación y 50% los de exportación. Los próximos conflictos bélicos, sin embargo, implicaron un freno para este desarrollo.

Las legiones de Garibaldi y la ocupación de Colonia

Los enfrentamientos entre los caudillos Fructuoso Rivera y Manuel Oribe, sumado a las disputas entre Federales y Unitarios en las Provincias Unidas y a la intervención de las flotas de Francia e Inglaterra, desencadenaron la conocida como Guerra Grande (1839-1851).

Debido a su perfil costero y a su proximidad a Buenos Aires, el departamento de Colonia fue un escenario permanente de la guerra. En 1845 Colonia del Sacramento estaba controlada por el comandante Cnel. Jaime Montoro, que respondía al bando de los blancos-federales, con centro en el Gobierno del Cerrito.

Ese mismo año, prueba de la reactivación comercial, habían comenzado a efectuarse las obras del faro sobre las ruinas del convento de San Francisco. Las mismas, sin embargo, quedaron interrumpidas y se concretaron recién en 1857.

El 31 de agosto de 1845 el Gobierno de la Defensa (colorados y unitarios), las flotas anglo-francesas y la legión italiana tomaron la ciudad. El día anterior los blancos, conociendo el ataque, decidieron evacuar a la población.

El general Lorenzo Batlle y Giuseppe Garibaldi, recordando luego el episodio, evocan una ciudad en gran parte desierta. Garibaldi con sus hombres se dirigió a tierra, atracando en el muelle de una barraca que existía en el Bastión del Carmen.

Después, con la espada en una mano y una pistola en la otra, se trepó a la muralla, enfrentándose a la caballería de los blancos que arremetía desde el exterior. Bajo el fuego de cañón de los barcos de la intervención anglo-francesa, la ciudad pronto quedó en ruinas y fue ocupada.

Garibaldi dice en su autobiografía: “Ante aquel cuadro de ruinas y de incendio era difícil mantener una disciplina que impidiera cualquier atropello, y los soldados anglo-franceses, a pesar de las órdenes de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas abandonadas y en las calles. Los nuestros [de la legión italiana], al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo, aun cuando nuestros oficiales hicieron lo posible por evitarlo. La represión del desorden fue difícil, considerando que Colonia era país abundante en provisiones para la campaña, y especialmente en líquidos espirituosos, que aumentaban los apetitos de los nada virtuosos saqueadores. Lo más importante que tomaron los nuestros fueron comestibles y colchones, que llevaban a la iglesia, donde estábamos acampados, para acostarse; estos objetos fueron, naturalmente, abandonados a los pocos días, cuando partimos”.

Desde ese momento hasta 1848, la ciudad estuvo en manos del Gobierno de la Defensa y su comandante fue el caudillo Anacleto Medina. En 1847 los residentes italianos, dirigidos por Ángel Ricci, planean formar una compañía para sumarla a la legión de Garibaldi. Este les escribe desde Montevideo el 14 de octubre, aceptando la conformación y aconsejándoles buen comportamiento y obediencia al general Medina. No sabemos nada más sobre esta legión coloniense. La ciudad sería tomada por las tropas blancas del coronel Lucas Moreno en agosto de 1848.

La Sociedad Italiana de Socorros Mutuos

En la década de 1860 aumentó la inmigración en todo el departamento de Colonia y los extranjeros representaban 27% en una población de 13.169 habitantes. En 1902 la población departamental había crecido hasta alcanzar los 48.800 habitantes, de los cuales eran extranjeros el 19%. El número de italianos, entre esas fechas, treparía de 638 a 3.909.

En la década de 1870 Italia había concluido su proceso de unificación, pero las diferencias continuaban siendo notorias entre el norte y el sur. Al sur, por la incidencia del latifundio, métodos de cultivo atrasados, la decadencia de las antiguas industrias y un alto índice de natalidad, prevalecía la miseria, siendo una causa de emigración.

En la Italia septentrional, sobre todo en Liguria, Lombardía y Piamonte, se estaba produciendo un despegue industrial. La inmigración que vino desde el norte, menor que la del sur, pudo contar en algunos casos con capitales para establecerse en América.

En Colonia del Sacramento los italianos se dedicaron a tareas industriales, comerciales, portuarias y de construcción. En 1855 la Sociedad Porvenir de la Colonia ganó la concesión pública para concluir con la edificación del faro. Estuvo representada por Miguel Repetto, Antonio Lapreste, José San Juan y Eduardo Bertrán y la integraron 27 vecinos colonienses.

Los primeros eran italianos radicados con propiedades desde la década de 1840. La familia de los Repetto, por ejemplo, incursionó en el comercio de cabotaje, y fue una de las más activas e importantes en el puerto de Colonia.

En 1859 se demolió la muralla y comenzó la expansión de la población hacia extra-muros, apareciendo la “ciudad nueva” en oposición a la “ciudad vieja” (el actual Barrio Histórico). Los nuevos edificios fueron levantados por constructores italianos. En 1890 el periódico El Uruguayo informa de los trabajos arquitectónicos del constructor Granaroli en la calle general Flores.

En este marco se fundó en 1872 la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Su reglamento fue impreso ese año en Buenos Aires, por la Tipografía Italiana. En su capítulo I se establece que la sociedad es una “Asociación filantrópica” que se extiende a todo el radio topográfico que comprende la vieja y la nueva ciudad de Colonia.

En su capítulo VIII, titulado “Del socorro a los socios”, se menciona que el mismo, en caso de enfermedad, será de tipo “ordinario” y “extraordinario”. La comisión encargada estaba compuesta por el presidente Dr. Juan Triani, secretario Stefano Nocetti, Dr. Guillermo Dall’Orto, José D’Alto, Emilio Meneghetti, Pedro Badino, Giacomo Nocetti, Juan Fonticelli, Bernardo Casanello y Juan Picasso.

En 1878 la imprenta de El Imparcial de Colonia publicó un apéndice y en 1897 otro más, esta vez por la tipografía L’Italia al Plata de Montevideo. Para ese año el presidente era Lelio Benedetti y el secretario José Nouttí. En 1879 se solicitó la exoneración de impuestos aduaneros para introducir un busto de mármol del rey de Italia Víctor Manuel II. El pedido era firmado por J. Triani, R. Cutinella, B. Cassanello y A. Zuffis. Numerosos empresarios estuvieron vinculados a la Sociedad Italiana.

Los empresarios italianos

El libro de H. Araújo Villagrán Los italianos en el Uruguay, publicado en Buenos Aires en 1920, contiene numerosa información acerca de los italianos industriales y comerciantes radicados en Colonia.

Tomás Assandri nació en Punzone (Alejandría) en 1860, llegando a nuestro país con 13 años. Primero trabajó como jornalero, para luego dedicarse a la agricultura. En 1888 estableció un almacén y la granja Monferrato, dedicada a la vitivinicultura, la fruticultura y la arboricultura (en 1912, por ejemplo, vendió a la intendencia plátanos para el ornato público). De esta manera lo recordaba su pariente, el poeta Alejandro Germán. Otro miembro de la familia Assandri, Domingo, llegado al país en 1873, también fue comerciante e industrial. Poseyó por 1920 el establecimiento El Caño en el Real de San Carlos y fue miembro de la Sociedad Italiana y de la Dante Alighieri.

Por su parte, Spirito Banda instaló un almacén en 1911 y llegó a ser presidente de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Lelio Benedetti, presidente y tesorero de esta sociedad, vino con su familia en 1873, estableciéndose en 1881 con zapatería, incluyendo luego almacén y bazar. Su casa comercial, ubicada en Gral. Flores entre las actuales Washington Barbot e Intendente Suárez, era una de las principales del ramo. Fue también agente consular.

En 1870, Francisco A. Cutinella fundó con su hermano Rafael un comercio, y luego lo administró en solitario desde 1898. En 1913 lo transfirió a sus hijos, Tomás Cátulo y Julio, bajo la razón social “Cutinella Hermanos”. Fue varias veces miembro directivo de la Sociedad Italiana. Rafael instaló en 1884 un molino a vapor, ubicado en la esquina de Gral. Flores y Rivera. Fue presidente de la Sociedad Italiana. Finalmente, Pedro Salerno, establecido con comercio en 1897 en la costa del General, también fue miembro de la mencionada sociedad.

Otro empresario de importancia fue Juan Peila, quien llegó de Italia junto a su esposa Lucia Rivara, en 1871. Fundó el hotel Esperanza sobre Gral. Flores e Ituzaingó, además de un almacén de ramos generales, una fábrica de embutidos y una de aguas gaseosas.

En El Uruguayo, en la década de 1880, se publicita: “Fábrica de soda y depósito de cerveza de Juan Peila. […] En este establecimiento se encuentra para las ventas al por mayor y menor todo lo concerniente en los ramos de almacén y chanchería. Fábrica de soda en sifones. Depósito de cerveza del país y de las mejores marcas extranjeras”.

El hotel ganó una gran fama entre los viajeros. El periódico La Colonia, en enero de 1909, transcribió una correspondencia atribuida a Julio Piquet y publicada en La Nación de Buenos Aires, donde se dan los pormenores de una excursión a Colonia y se elogian los tallarines de Peila. De este modo, el empresario itialiano, sería uno de los primeros impulsores del turismo en la ciudad.

La presencia italiana en Colonia del Sacramento fue intensa durante el siglo XIX y comienzos del XX, permaneciendo su legado, tanto humano como arquitectónico, hasta la actualidad.