A pesar de que el consumo de carne de caballo no está expresamente prohibido en Uruguay, los tres frigoríficos habilitados para sacrificar esos animales -Clay, Sarel y Agroindustrial del Este- solamente pueden comercializar en el exterior. El consumo de carne de caballo en Uruguay parece ser una suerte de tabú, quizás explicada por el estrecho vínculo que han mantenido esos animales y los habitantes de estas tierras desde hace varios siglos.
Este año Uruguay exportó carne equina por 23 millones de dólares, lo que representa 50% más de lo vendido en 2020. Los principales compradores son Francia y Bélgica, donde el precio por tonelada llega hasta los 5.000 dólares, y varios países asiáticos que pagan bastante menos que sus competidores europeos.
Sin embargo, hace un par de años un nuevo jugador apareció en escena: Santuario Primitivo, que decidió competir en precios para rescatar a los animales antes de que lleguen a los mataderos.
Rescate de equinos
Pablo Amorín es uno de los fundadores del emprendimiento, junto con Martín Erro. “La semilla para que surja Santuario Primitivo se plantó en 2017 a partir de contactos que establecimos con una conocida que practica el budismo tibetano, algo que yo también realizo”, explicó Amorín a la diaria. En el budismo, según dijo, “existe una práctica que se llama 'salvar vidas', y nuestra conocida nos propuso rescatar caballos que terminarían en el frigorífico”, agregó Amorín, quien se ha especializado en el arte de domar caballos sin aplicar métodos de control violento.
En 2019, la idea de evitar que los caballos se transformen en alimentos para humanos se puso en marcha gracias a la insistencia que también puso en este tema un maestro budista tibetano allegado a Amorín.
La fórmula que encontraron consiste en competir en precios con los frigoríficos: los compran a los intermediarios o tropilleros, que son los nexos entre los productores y los frigoríficos. Los caballos son rescatados antes de que lleguen a los tres frigoríficos habilitados para vender carne vacuna que funcionan en Uruguay. “Nosotros competimos en precios con los frigoríficos, y cuando tenemos los recursos y los lugares para que los caballos puedan ser adoptados, nos ponemos en contacto con los acopiadores”, detalló Amorín.
Además, decidieron implementar la creación de santuarios en campos de voluntarios, donde los caballos pueden seguir viviendo. “Buscamos gente que cumpla con los protocolos de adopción”, entre otros requisitos; posteriormente comienza “el proceso de adopción” de los caballos, que incluye la entrega de “certificación como Santuario Primitivo”, explicó Amorín.
Quienes ofrecen sus predios “generalmente” son personas que eligen vivir en zonas rurales “por la tranquilidad que encuentran, y no para desarrollar alguna actividad productiva”. “Aparte de sentir mucho cariño por los caballos, estos animales les mantienen el pasto cortado”, explicó. Los caballos llegan a los santuarios “en perfectas condiciones médicas a esos establecimientos, porque los frigoríficos no compran animales que se encuentren en mal estado de salud”. No obstante, la organización suministra medicamentos para los animales a quienes realizan la adopción.
El dinero para comprar los animales es aportado “por donaciones internacionales, de practicantes budistas que apoyan este tipo de prácticas”. Al igual que ocurre con el rescate de los equinos, existen budistas que también aportan recursos económicos para comprar y liberar otros animales que “tienen por destino ser sacrificados”.
En dos años, Santuario Primitivo rescató a 100 caballos que iban a ser enviados a cámaras frigoríficas, pero que finalmente fueron trasladados a diferentes campos ubicados en Maldonado, Lavalleja y Cerro Largo. El último santuario inaugurado en Carmelo, en el departamento de Colonia, “es el número 15 de la organización”, resaltó el rescatista budista.