Julio Acosta es ingeniero mercante y licenciado en Sistemas Náuticos, y Márcelo Álvarez es estudiante de Ingeniería Naval. Ambos construyeron en Juan Lacaze la primera lancha eléctrica en Uruguay. La embarcación, construida a pedido de un cliente, será utilizada para realizar travesías en el arroyo Maldonado.

Acosta relató a la diaria que la idea nació hace diez años y se convirtió en su proyecto de tesis para egresar de la Escuela Naval: “Era un catamarán con un techo fotovoltaico que alimentaba el banco de baterías”. “Defendí la tesis en 2010, y a partir de entonces comencé a buscar financiación para materializarlo”, comentó.

Álvarez, por su parte, trabaja en la industria náutica desde hace ocho años. Un amigo en común, conocedor de sus intereses y habilidades, los presentó en 2018. “Ese año comenzamos a trabajar con Marcelo en este proyecto”, comentó Acosta. En la actualidad ambos comparten la dirección del Astillero Álvarez, que funciona en el parque industrial de Juan Lacaze.

En 2018, gracias a las autoridades de la Intendencia de Maldonado, ambos llegaron a un cliente interesado en adquirir embarcaciones alimentadas por energía eléctrica. El Ministerio de Industria, Energía y Minería también se interesó por este proyecto y lo declaró de “interés nacional”.

Foto del artículo 'Dos jóvenes construyeron en Juan Lacaze la primera lancha eléctrica de Uruguay'

Foto: Ignacio Dotti

Proceso de trabajo

El cliente maldonadense conoció el proyecto original elaborado por Acosta y solicitó aplicar algunas modificaciones. Finalmente, el diseño elegido por el cliente responde a un estilo “más acorde” a la estética del hotel que tiene en la costa del arroyo Maldonado, que es “algo más clásico”. “Hicimos tres diseños distintos y finalmente llegamos al modelo final. El casco de la embarcación está inspirado en las clásicas Riva italianas, aunque el resto no tenga nada que ver con ellas”, comentó Álvarez.

La construcción se realizó entre setiembre y diciembre de 2020. “Diseñamos la embarcación desde cero, trabajamos con los planos, y para enfrentar este desafío hablamos con Náutica Rosilco, que tiene una larga trayectoria en el trabajo con fibra y nos dio una mano grande con la construcción del casco. Después nosotros hicimos el embellecimiento y la instalación del sistema eléctrico en el parque industrial de Juan Lacaze”, indicó Álvarez.

En la última etapa se sumaron cerca de 15 trabajadores lacazinos tapiceros, carpinteros, pintores y torneros, entre otros oficios.

El casco se hizo “bajo el método de construcción one off: no es una lancha sacada de molde, no es una embarcación construida en serie, lo que genera que vayas haciendo muchas pruebas”, explicó Álvarez. Agregó que la embarcación es “100% eléctrica” y cuenta con un banco de baterías de 28 kilowatts, que le permiten una autonomía de 1,4 horas a máxima potencia. La demora en el arribo de los equipos eléctricos a Uruguay -adquiridos en Alemania- retrasó unos meses la culminación de la lancha.

La construcción de esta embarcación demandó una inversión de 147.000 dólares. “Los equipos eléctricos y las baterías de litio son realmente caras, y las náuticas son aún más costosas. Lo eléctrico es caro, pero si se utiliza se recupera la inversión bastante rápido”, comentó Acosta.

Álvarez y Acosta detallan las ventajas de las embarcaciones eléctricas en relación a aquellas que utilizan combustibles derivados del petróleo y apuestan a un “modelo de transporte limpio”.

La construcción de la primera lancha eléctrica del Uruguay implica “cambiar el rumbo hacia un sistema de transporte limpio, eficiente, sostenible, además de ir de la mano con las actuales políticas nacionales e internacionales”. “Uruguay tiene un excedente energético y gran parte de la energía de Uruguay se genera por fuentes renovables, estaría bueno aprovechar esa energía”, dijo Acosta.

Y concluyó: “sería bueno estimular a las personas para que usen vehículos eléctricos, porque sería una forma de aprovechar ese excedente energético. Además resultaría mucho más barato transportarse y moverse con motores eléctricos: cuesta ocho veces menos que moverse con un motor a combustión”.